Page 1 - El espíritu de Letras. Marcelo Belinche
P. 1
espíritu de Letras

Marcelo Belinche

Y la curva se produjo…
Enrique VIII no vivió la Revolución Industrial, pero segura-
mente la intuyó.
Cuando mandó a construir sus barcos, peleaba con los otros
imperios dominantes.
La pelea continuó algunos siglos y se definió a principios del
XIX, en Trafalgar. Después, la marina británica colonizó el
mundo.
Los niños de chaquetas rojas abrieron los puertos a los comer-
ciantes. Los comerciantes llevaron sus reglas, su modelo y su
moneda. Construyeron los ferrocarriles. Instalaron los telé-
grafos.
Napoleón, en cambio, sabía que su París sede imperial, la de-
rrotada, había escrito antes y escribiría después, buena parte
de las ideas que hasta hoy gobiernan. Soñaba, como Enrique,
como tantos otros, con un único trono en la Tierra.
Tal vez ambos ignoraban, tal vez no, que los grandes lideraz-
gos empiezan y terminan con quienes los protagonizan. Son
los sistemas los que perduran.
En el fuego de esa batalla legendaria, se fundieron verdades
planetarias, hasta que no hubo más puertos para abrir, y esta-
llaron las grandes guerras.
El hongo atómico las terminó.
Entonces, una Europa agotada cedió su centro histórico a un
conflicto distinto entre el norte de América, que aplicó los sis-
temas a fondo, y la Rusia de los zares devenida en Unión So-
viética que, en ese sitio inesperado, los discutió en serio.
Pero los hombres habían construido las armas necesarias para
desaparecer y las seguirían construyendo como una forma
perversa de amenazarse.

TAPA | 1
   1   2   3   4   5   6