GÉNERO

Por la Secretaría de Género de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP

¿Es posible acostumbrarse a la violencia simbólica? ¿Puede pasar desapercibida producto de tanta repetición? Lo cierto es que lejos de hacer una revisión crítica sobre sus publicaciones en torno a la figura de la senadora nacional y candidata a vicepresidenta, Cristina Fernández, la revista Noticias y la editorial Perfil redoblan la apuesta y suman una violación más a los derechos humanos de las mujeres, a través de una zaga de tapas sexistas.

Esta vez ubican a la actual senadora y candidata a vicepresidenta, en el lugar de madre o de nodriza amamantadora, posan en su cuerpo (todas y cada una de las tapas que le han dedicado) el sentido de la política. Hacen referencia al dicho popular “se le colgaron de las tetas” y lo explicitan en trama de medioevo. Podemos decir que no realizan el mismo constructo acerca de lo que un dicho popular puede decir de Macri en relación al FMI, sólo por dar un ejemplo.

Como buenos exponentes de la violencia machista, la defensa de la revista pasa por banalizar la andanada de expresiones en contra, por sostener y defender su argumento desde la victimización y por apelar a la manoseada libertad de prensa.

Es momento de revisar la sumatoria, es decir la conducta sistemática, de agresiones nunca gratuitas sobre las mujeres y sobre la violencia patriarcal en el ejercicio de la política. Podemos esgrimir las leyes que componen nuestro plexo normativo y dar cuenta de la claridad que exponen acerca del tema. Sabemos también que estamos en un contexto donde el Estado de derecho no es lo que más importe para quienes están coyunturalmente en el ejercicio del poder y por este motivo es preciso reafirmarse en estas conquistas que llevaron años y vidas, el Ni una menos es prueba contundente de ello.

La violencia de género no conoce de fronteras o de territorios, permea todo, también las caricaturas, no se es menos misógino por hacer comedia o por ser dibujante, hay política en cada decisión y parece que Fontevecchia (es preciso nombrar a los violentos) cree estar ante lectores y lectoras poco informadas o que pueden confundir sátira con violencia de género como si fueran cosas incompatibles.

La construcción temática que toma a Da Vinci como referencia, marca un signo de época más que una cuestión de “alta cultura”, la revista pretende anclarse en el medioevo, clama por la quema de brujas como ya lo explicitó en tapas anteriores, ese femigenocidio que fue el basamento de la división entre lo público y lo privado que se reafirmaría en la modernidad y que tanto daño ha hecho para la autonomía de las mujeres.

En torno al supuesto “periodismo independiente bien entendido”, se han sobrepasado límites inimaginables, se inventan noticias y se ejecutan hostigamientos en base a la mentira, se crean climas sociales, se avasalla cualquier dolor si una primicia lo requiere, ¿no es acaso la comunicación un derecho cuyo ejercicio conlleva pedagogía? ¿qué pedagogía produce la estigmatización y estereotipia permanente a través de recursos que siempre apelan al género?

Como todo victimario, pretenden dar lecciones de cuándo una mujer pasa a ser víctima y si afirman que no se es víctima si se trata de una mujer solvente, de posiciones firmes con demostrada capacidad de liderazgo. Cristina Fernández nunca asumirá el lugar de la víctima (aunque motivos no le falten con tanta persecución), son los victimarios quienes construyen esa calidad para luego decir que no lo hacen, estamos ante la doble cara del sujeto violento. La idea de señalar a la mala víctima es sumamente tentadora para quienes desde diferentes lugares históricos de saber/poder (pensemos en los fallos judiciales misóginos que se reproducen como gotas de agua) señalan cómo debe actuar y cómo debe ser la persona que pasa por una situación de víctima. Quieren una víctima sumisa, que no proteste, una víctima disciplinada y obediente que haga gala de su “inferioridad”.

Para el medio lo que han producido es un acto de irreverencia, algo así como una rebeldía transgresora, nosotres lo llamamos violencia simbólica, de esa que lejos de ser revolucionaria, profundiza los cánones del más rancio conservadurismo.

Es necesario un nuevo periodismo en laArgentina, que se despatriarcalicen las tramas de sentido, que se escuchen más voces y se desarme la concentración en pocas manos de la información, de no ser así, ninguna democracia es posible.

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