DERECHOS HUMANOS

Por Juana Nieri*


Hoy jueves 30 de abril se cumplen 43 años de lucha de nuestras Madres de Plaza de Mayo, esas mujeres que en el año 1977 decidieron reunirse en la Plaza de Mayo para llevarle, al entonces presidente Jorge Rafael Videla impuesto por la Junta Militar, una carta exigiendo respuesta acerca de la detención de sus hijos. Esos hijos que aún no sabían, serían algunos de los más de 30.000 desaparecidos durante la última dictadura cívico militar eclesiástica. Aquel día sábado comenzaba un recorrido lleno de dolor y de resistencia, de búsqueda de la verdad que continúa hasta el día de hoy. Desde aquel día, cada jueves las Madres de Plaza de Mayo, como decidieron llamarse, se encontraron en ese mismo lugar a las 15:30 hs, no hubo inviernos fríos, ni fuertes tormentas que pudieran parar el anhelo de justicia de este movimiento de mujeres.


El 30 de noviembre de 1976, ocho meses después del comienzo de la dictadura militar, uno de los hijos de Azucena Villaflor, Néstor y su novia Raquel Mangin, fueron secuestrados. En aquel entonces, Azucena Villaflor se dirigió al Ministerio de Interior esperando recibir ayuda del vicario militar Adolfo Tortolo, en su intento por conseguir la libertad de su hijo conoció a otras mujeres que también buscaban a parientes desaparecidos. Así surge Madres de Plaza de Mayo, conformada en un principio por Hebe de Bonafini, Azucena Villaflor de Vicenti, Maria Ponce de Bianco y otras diez mujeres que perseguían un mismo objetivo, el de recuperar con vida a sus hijos e hijas detenidos.


En un principio permanecían sentadas en la plaza frente a la Casa Rosada, pero al haberse declarado el estado de sitio, fueron expulsadas del lugar. Las fuerzas de seguridad le dijeron que no estaba permitido agruparse, solo circular, y eso fue lo que empezaron a hacer alrededor de la Pirámide de Mayo. Luego, para pasar como un grupo en la Peregrinación a Nuestra Señora de Luján en octubre de 1977, decidieron ponerse un pañuelo blanco en la cabeza. De esa manera surgieron los dos símbolos que las representan. Aun encontrando los modos “legales” para resistir durante el régimen dictatorial, fueron víctimas de una constante persecución por parte de las Fuerzas Armadas que incluyeron secuestros y desapariciones.
En diciembre de ese mismo año, un grupo de militares se llevó a tres mujeres de las fundadoras del movimiento de Madres, junto con otras 12 personas. Los restos fueron encontrados al poco tiempo en las orillas del río y enterrados en una fosa común, hasta su identificación en 2003. Entre los restos identificados se encontraron los de Azucena Villaflor de Vicenti, Esther Ballestrino y María Ponce de Bianco. Habían sido llevadas a la Escuela de Mecánica de la Armada, torturadas y luego lanzadas con vida desde un avión al Río de la Plata.


En 1979, dejaron de manifestarse en la Plaza de Mayo debido a la represión, pero a partir de 1980 continuaron haciéndolo. En los primeros días de diciembre de ese año realizaron la primera Marcha de la Resistencia, consistente en caminar alrededor de la plaza durante 24 horas. Con el pasar de los años y de los contextos políticos, luego de la vuelta a la democracia en 1983, continuaron con sus marchas y actos. La lucha de las Madres fue tomando nuevas formas, como el esclarecimiento de la verdad y el enjuiciamiento para los responsables de los crímenes de lesa humanidad. Han recibido apoyo y reconocimiento en gran cantidad de organizaciones internacionales y acompañaron a compañaron infinidad de causas de búsqueda de justicia.. Hoy continúan levantando las banderas políticas de sus hijos.


En 1999 Madres de Plaza de Mayo recibió el premio Unesco «Educación por la Paz». La asociación ha crecido fundando distintos canales de trabajo como la creación de una radio propia, el Instituto Universitario de Madres de Plaza de Mayo, un programa televisivo, un plan de viviendas sociales y una guardería infantil, entre otros.

“Las Madres cantábamos ‘Sumese, sumese, porque el próximo puede ser usted’. Eso hay que hacer: acompañen, sean solidarios”
“Ahora pasa lo mismo que casi no podemos caminar y le dijimos a los pibes: no podemos caminar más, ustedes son nuestras piernas. Y ellos lo entendieron y ellos son nuestras piernas”.
Hebe de Bonafini

*Estudiante e integrante de la Secretaría de DDHH – FPyCS

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