PRENSA

Por Graciela Falbo*

El Día del Escritor ¿Pero hay un día? O como se ha dicho los/as/es lectores les rendimos homenaje a los/as/es escritores cada vez que quedamos conmovidos por una lectura. Los/as/es escritores son lectores sedientos de lecturas.

Todo escritor se forma con y en sus lecturas (buenas, malas, muchas, diversas, constantes). Lee libros, lee el mundo, lee los rostros, los olores, los sonidos, los colores, los movimientos, los ritmos de la vida.  El día del escritor debería llamarse  el día del lector.

Pero convengamos, las efemérides lo nombra así: Día del Escritor.  Decir escritor. Suena serio – dice con ironía la escritora polaca ganadora de un Nobel, Olga Tokarczuk- ¿Por qué será que el masculino vinculado a escritura resuena como algo completo, versado, maduro? ¿La escritura es eso?

¿Hago bien en contar historias?- se pregunta Tokarczuk- No sería mejor que me expresara en la linealidad de una conferencia (…) A ella es el relato lo que la atrae, una escritura que no se deja dominar. “El relato tiene su inercia, una inercia que nunca se puede controlar del todo. Exige personas como yo: inseguras de sí mismas, indecisas, fáciles de enredar. Ingenuas.”

No es la razón lineal  lo circunspecto lo que guía a los/as/es escritores. No.

“La literatura es, entre otras cosas, un avance laborioso a través de la propia estupidez”, dice nuestro Rodolfo Walsh.

Contar historias es nuestro destino humano. Necesitamos contar y contarnos, somos una red de diversidades tejidas por el lenguaje. En cada tiempo y lugar la lengua (nosotr@s)  organiza nuevos sentidos. Algunos discursos predominan y se instalan, nos hacen hablar. Otros hablan por nosotros y no hacen callar. ¿Cuántos relatos fueron abandonados o se perdieron en el bosque?

Todos nos contamos.Y en la aparente soledadde una introspección nos decimos quienes somos con palabras y frases que ya dijeronotros, tal vez en otras lenguas, quizá hace siglos.

La lengua. Ese laberinto.

También está lo mudo.

En algún momento algo nos toca y se evapora, o nos suspende entre el  placer y el dolor. Nos mueve y nos conmueve. Nos sucede como individuos y como grupos, como sociedades.

Es un instantemudo, no sabemos expresar eso que sentimos con palabras. Como cuando intentamos contar un sueño,  siempre algo se escapa y lo que se escapa no es algo, es demasiado.

Esa mudez tan repetida es la prueba de que existe en nosotros un fondo sin fondo pero habitado.

Todo escritor sueña con conseguirla vozque irradia desdeesas zonas innombradas.Para eso trabaja, para hacer coincidir en una obra  los matices, las voces, los tonos, los ritmos, la substancia de lo real que  late en el fondo de su sociedad y de su tiempo.

Cuando lo logra los sentidos conocidos que habían encallado en una sola dirección se tuercen en otra sin dejar la primera y abren a una tercera, a una cuarta. Lo dicho se parte en un sinfín de posibilidadesreveladoras, tantas  que a veces nos abisman.

En los tiempos antiguos a los poetas los llamaban vates, palabra que significa adivino, profeta, augur.

Algunas veces el escritor se adelanta al modo de lectura de su tiempo. Esas obras esperan a las futuras generaciones.

La voz que serenueva en un cuento, una frase, un poema, una historia, una canción, nos  habla con las desgarraduras del habla, con fragmentos y silencios, con la mudez y con las  voces de todos/as/es.

Eso es lo que hace un escritor. La conmoción que le produjo una (s)  lectura (s) le abrió una puerta secreta del lenguaje. En la entrada un cartel anunciaba: para decir es necesario arriesgar la palabra. Precisa coraje. Pruebe arremangarse y meta el brazo hasta el hombro en los remolinos de lalenguamoviéndolo hasta tocar lo otro, eso que al ser nombrado se estremece.

Es el oro de la vida.

Mientras tanto la vida, en su conjunto sigue ahí, es milagro, danza de todos: es algo entre atroz y ocurrente.

*Profesora de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP.

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