DERECHOS HUMANOS

Por Jorge Jaunarena*

El 16 de septiembre de 1976 y días posteriores, un grupo de estudiantes secundarios fue secuestrado, torturado y asesinado. Este hecho, llamado “La Noche de los Lápices” demostró los métodos genocidas de la dictadura cívico-militar-eclesiástica, en este caso dirigidos a un grupo de jóvenes en su mayoría menores de 18 años.

Daniel «Calibre» Racero (18), María Claudia Falcone (16), Francisco «Panchito» Muntaner (16), María Clara Ciocchini (18), Horacio Hungaro y Claudio Acha (17), fueron asesinadxs. Emilce Moler (17), Patricia Miranda (17), Gustavo Calotti (18) y Pablo Díaz (19) sobrevivieron. Tenían algo en común que los hacía “enemigos” del proyecto dictatorial: todos habían participado activamente en la defensa de derechos de los estudiantes secundarios, entre ellos el boleto estudiantil. Pero además, todos militaban en barrios periféricos, algunos ayudando a refaccionar hogares, otros dando apoyo escolar y también realizando campañas de vacunación. Aquellos jóvenes llenos de vida tenían en mente un proyecto de país inclusivo y equitativo. Llevaban la revolución como bandera. 

El contexto regional en América Latina estaba signado por las directivas impuestas por el poder imperial de Estados Unidos para llevar a la práctica e instalar un modelo económico y social que destruyera toda soberanía nacional en beneficio de los intereses de la oligarquía y los capitales internacionales.

La historia de organización de nuestro pueblo le opuso resistencia a la oligarquía nacional que con el apoyo de los sectores económicos, las fuerzas armadas, la iglesia y los medios de comunicación pergeñaron, apoyaron y legitimaron la más siniestra maquinaria genocida de la que tiene memoria nuestra historia.

Desde diferentes sectores y de distintas maneras se resistió ese modelo depredador impuesto por la dictadura. El movimiento estudiantil tuvo un rol importante, debatiendo, militando y luchando por un mundo más justo.

Resulta paradójico hacer una analogía entre un pasado dictatorial que definía a la lucha por más derechos como “acto subversivo en las escuelas” y un presente con 37 años de recorrido democrático, que afirma que “la militancia de los jóvenes es la fuerza de la transformación”. La disputa por el sentido la seguimos dando.

Hoy son “aquellos” y “estos” jóvenes la columna vertebral de un movimiento emancipador al que defienden con profunda convicción. Son plenos protagonistas de una política que los empoderó como sujetos de derecho, que los invitó a no tener miedo, a alzar la voz, a militar en las escuelas, universidades y en los barrios.

Aquellos y estos jóvenes son los militantes del amor que sueñan y luchan por un país con más derechos y mejor democracia, proyecto que sin dudad alguna incluye los principios e ideales por el cual dieron la vida más de treinta mil compañeros y compañeras, presentes en la lucha y las banderas para la construcción de una  patria grande con justicia social y solidaridad.

*La Larga Noche de los Lápices*

Días atrás se presentó el primer libro de Emilce Moler, “La Larga Noche de los Lápices, relatos de una sobreviviente”, de editorial Marea.Compartimos a continuación algunas postales del libro que narra, en primera persona, su historia de vida y su visión sobre lo acontecido en aquellos años 70, pero también cómo, a partir de estos hechos, fue la construcción de su propia identidad.

“Emilce Moler nació en 1959, en La Plata, provincia de Buenos Aires. A los diecisiete años fue detenida-desaparecida, víctima y sobreviviente de lo que se conoció como la Noche de los Lápices. Después de recuperar su libertad se radicó en la ciudad de Mar del Plata. Desde los inicios de la democracia realizó actividades políticas, gremiales y participó en distintos organismos de derechos humanos. En forma paralela forjó una destacada carrera profesional y académica como docente e investigadora. Es doctora en Bioingeniería por la Universidad Nacional de Tucumán, magíster en Epistemología y profesora en Matemática por la Universidad Nacional de Mar del Plata. Fue directora de proyectos de investigación en temas de enseñanza de Matemáticas Superiores, Procesamiento de Imágenes Médicas y de Antropología Forense. Ha colaborado en la denuncia de represores ante la Justicia y participa de manera constante de actividades políticas y culturales tendientes a mantener viva la memoria sobre ese periodo, especialmente dirigidas a los jóvenes. Recibió numerosos premios y reconocimientos por su compromiso en el ámbito de los derechos humanos. Este texto testimonial es su primer libro”.

“En la madrugada del 17 de septiembre de 1976, Emilce Moler, de diecisiete años, estudiante secundaria, fue secuestrada de la casa de sus padres, en La Plata, por hombres armados pertenecientes al Ejército Argentino. Estuvo detenida-desaparecida durante seis meses, más tarde presa en la cárcel de Villa Devoto y finalmente bajo libertad vigilada, hasta los veinte años. Es sobreviviente de lo que dio en llamarse “la Noche de los Lápices”, ya que, efectivamente, su secuestro y posterior cautiverio –incluido todo el calvario imaginable– fueron parte de la suerte infausta que corrió ese grupo de adolescentes que eran sus compañeros de estudio y de militancia. Este, su primer libro, está compuesto por relatos breves basados en sus propias experiencias y en sus escritos desde la cárcel. Es un testimonio en carne viva y a la vez una reflexión en voz alta sobre esta historia, que no es solo la de ella sino la de toda su generación: las pasiones de aquellos años, la frescura (distinta a la “inocencia”) con que estos adolescentes abrazaron sus ideales y los riesgos asumidos. También, es una respuesta a las nuevas generaciones en democracia. Por lo pronto, un mérito incontrastable de este libro es narrar los hechos más terribles con una espontaneidad y sinceridad en las que resplandece aquella chica de diecisiete años, portadora de una verdad que todavía nos interpela”.

Emilce declaró en el juicio a las juntas en 1985, pero este libro no es solo un relato sobre los hechos, es la historia de vida de cómo vivió ella esos acontecimientos. “Cada año en cada conmemoración de la Noche de los Lápices, sigo tomando conciencia de todo lo que hace falta contar, que también es demasiado. Entre estos demasiados sentí la necesidad de dejar en palabras escritas cosas que nunca había podido decir…” “Reflexiones profundas, viscerales, que no siempre se pueden decir de un tirón ante un micrófono o ante un auditorio que permiten entender quién soy”. (pag.20)

“Frenamos en el camino. Un guardia leyó una lista para que se bajaran.

-Horacio Ungaro –se escuchó.

Sentí unos pasos, mezclados con los de otros que iban llamando: Claudia Falcone, María Clara Ciocchini, Daniel Rancero Claudio de Acha, Francisco López Montaner, otros nombres que trataba de recordar.

No pudimos despedirnos”. (pag.60)

Estuvo dos años privada de su libertad pasando por los CCD  Pozo de Arana, Pozo de Quilmes y finalmente en 1978 en la cárcel de Villa Devoto. Hasta que le concedieron una libertad vigilada y  llegaron los momentos de reconstruirse nuevamente “Era mi primer cumpleaños después de la cárcel; no lo había imaginado así. Cumplía 20 años, estaba con libertad vigilada y tenía prohibido hacer reuniones. Periódicamente recibía visitas de la SIDE. ¿Y si llegaban en ese momento? ¿Me iban a llevar de vuelta a la cárcel? ¿Por esa pavada podía perder la libertad? No lo podía creer. Tenía ganas de llorar y tenía miedo, mucho miedo”. “No quería estar ahí”. (pag. 134).

También llegó el momento de ser madre, relata una charla con su hija Malena de cinco años: “Fueron solo segundos; me manejé con mi impulso, con lo que sentía como casi siempre.

-Yo también estuve presa.

Me sonrojé como si contara algo vergonzoso”. (pag. 158)

En referencia a como se contaban algunos hechos en la película cinematográfica de La Noche de los Lápices agrega: “Por momentos quería abandonar ese relato por no ser fidedigno, pero también encerraba cosas profundas de mi vida. Me acuerdo con muchos detalles de los días compartidos en Arana con Claudia y María Clara. Guardo las palabras que nos dijimos, los ruidos, los olores, los silencios, los sollozos y las risas sofocadas. Las manos entrelazadas, los intentos de rozarnos los dedos, la frialdad del banco de cemento. Puedo contar los dolores y la dignidad de Horacio, el deambular por pasillos, los gritos, las intermitencias de la radio”. “También me acuerdo del traslado el 23 de Septiembre. Nos subieron a todos a un camión, a ellos los bajaron en algún lugar del camino y yo seguí hacia otros centros clandestinos”. (pag.196)

“Y el 2003 me sorprendió. Nunca me había imaginado ese resurgir de la política, la apropiación por parte de las nuevas generaciones de las políticas de memoria, verdad y justicia tantas veces exigidas. Y la Noche de los Lápices, a diferencia de lo que presagié, se convirtió en un emblema; y yo, parte central de ella.

Néstor Kirchner proclamó el 16 de Septiembre el “Día de los Derechos del Estudiante Secundario”, y la historia ya casi no es más mi historia; es la historia de esos jóvenes que en esa fecha se hacen presentes en las calles, las marchas, entre banderas, con sus nuevas reivindicaciones. Ya casi no me necesitan para un acto o una charla porque generan sus propias actividades, se apropian de la historia reciente, marcan agendas, actividades, valores”. (Pag.211)

El libro de Emilce, es un gran aporte a la construcción de la memoria colectiva,es una forma más de reivindicar y transitar esos años, que atraviesan la dictadura y el proceso democrático, en el que tantos compañeros y compañeras pasaron por un camino sumamente difícil hasta poder permitirse narrar sus historias y su propias sensaciones.

*Secretario de DD.HH. de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP y Adulp.

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