DERECHOS HUMANOS

En la décimo cuarta audiencia del debate oral con modalidad virtual del Juicio Brigadas Banfield, Quilmes y Lanús, escuchamos el testimonio de contexto de Stella Calloni, periodista y escritora especializada en política internacional, para dar cuenta del entramado represivo latinoamericano a través del Operativo  Cóndor, dado que numerosos casos de este juicio corresponden a esta persecusión.

La audiencia comenzó de manera puntual, con la exposición de la escritora y periodista Stella Calloni, llamada como testimoniante de contexto por la querella de Justicia Ya representada por las abogadas Santos Morón y Garralda y el abogado Tassara.

En su presentación, la testimoniante delineó los antecedentes de la Operación Cóndor, cómo la Operación se desplegó en los países del Sur y también, cuándo y cómo se juzgaron estos procesos. La definió como un sistema secreto de inteligencia destinado a “terminar con todos los exiliados, sobre todo de importancia, que había en el exterior de cada uno de los países del Cono Sur” -Brasil, Paraguay, Bolivia, Chile, Uruguay  y Argentina-.

Según explicó Calloni, cuando en 1976 se da el Golpe de Estado en Argentina se cerró el “círculo de la muerte” de la Operación Cóndor. Sin embargo, su inicio tuvo una base concreta a partir de la dictadura de Pinochet en 1973, desde ese momento numerosos comandos ya estaban trabajando activamente, llevando a cabo distintas pruebas en el marco de lo que se conoció como el Pre Cóndor; entregas de prisioneros o intercambios de información. El asesinato de Carlos Prats, jefe militar chileno, se enmarca en estos antecedentes: en 1974 en Buenos Aires, un grupo conformado por personal de inteligencia argentino, agentes de la Tripe A, y agentes chilenos, colocaron una bomba debajo del auto de Prats terminando con su vida y la de su esposa, Sofía Cuthbert. Múltiples analistas han señalado a Pinochet como artífice de las estructuras detrás de estas muertes.

“La base central de la Operación Cóndor, estuvo desde el principio en Chile” explicó Calloni frente a las preguntas del juez Rodriguez Eggers. Desde allí se distribuyeron las tareas de los agentes represivos y de inteligencia internacionales; la CIA buscaba evitar su aparición e intervención directa operando a través de Chile y del Golpe que ellos mismos habían dirigido. Finalmente el 25 de noviembre de 1975, en una reunión organizada por el general chileno Contreras, se “institucionalizó” la Operación y se instauró una metodología compartida.

La testimoniante, hizo hincapié en numerosas oportunidades en que la Operación Cóndor se da en el marco del plan de guerra contrainsurgente basado en la Doctrina de Seguridad Nacional de Estados Unidos, que estructuró las dictaduras simultáneas en los países del Cono Sur entre mediados de los ‘70 y principios de los ‘80. En un contexto general de Guerra Fría, estos países sudamericanos empiezan a ser comprendidos como “enemigos internos” en el esquema occidental. “La conferencia de Estados Americanos era el momento de ejercicio pleno del mandato estadounidense sobre nuestros pueblos” aseveró Calloni. En ese entramado estaba incluida la preparación de militares latinoamericanos en el Comando Sur de Estados Unidos y las reuniones de los Ejércitos americanos: eso “aseguraba la dependencia de nuestra región”.

¿Por qué es importante insistir en el concepto de Operación frente al uso extendido de la palabra Plan? Desde hace años Stella Calloni marca esta diferencia y, en esta oportunidad, explicó que militarmente la Operación es, en sí misma, la táctica contrainsurgente. Mientras que el gran Plan eran las propias dictaduras de la seguridad nacional, la Operación era uno de los medios para llevar a cabo este objetivo. Tal como manifestó la testiga, “no es solo un tema semántico, es importante mantener el nombre que le fue dado” por sus perpetradores.

La operación tuvo tres fases de ejecución que la testimoniante describió ante la solicitud del abogado de Abuelas Emanuel Lovelli: en primer lugar el seguimiento, la reunión de información, la interferencia de correspondencia de las víctimas elegidas; se enviaban cables por la “red Cóndor” a las embajadas, que eran decodificados por una persona que trabajaba específicamente para ello. La segunda fase tenía que ver con la ubicación de los blancos seleccionados. La tercera fase, era la organización del grupo criminal que se traslada de un país a otro, preparando los medios para efectuar el crimen. Las cancillerías, entonces, estaban sumamente implicadas en las comunicaciones entre países: hacían circular listas de perseguidos; permitieron secuestros y extradiciones internacionales sin ningún tipo de marco legal; lograron borrar las fronteras para que fuerzas militares, de seguridad e inteligencia y grupos de tareas “parapoliciales” se movieran con total impunidad. “La característica era la ilegalidad absoluta de la operación, sin fronteras y sin jueces”.

A pesar de que la Operación Cóndor buscaba mantener un estatus sumamente cerrado y secreto, dado que quienes eran perseguidos eran personas de renombre y los atentados siempre llamaban la atención, ya en 1975 un periodista inglés denunció que estaba en marcha una maniobra regional. En 1976, con el atentado al ex-canciller chileno Letelier en Washington, el secretismo se volvió cada vez más difícil de sostener. Con respecto a este caso y a las primeras luces que aparecieron de esta operación secreta, Calloni recomendó el libro Laberinto de Eugene Propper y Taylor Branch. Hacia 1979, el mismo Propper ubicó a los responsables del atentado a Letelier y llevó adelante el primer juicio donde se describe y demuestra lo que era la Cóndor y cómo estaba operando.

En relación a la cuestión de la notoriedad de las víctimas podemos recuperar los casos de los legisladores uruguayos Zelmar Michelini y Héctor Gutierrez Ruiz, sobre quienes la testimoniante fue consultada  por la abogada Guadalupe Godoy. Si bien Michelini y Gutiérrez Ruiz no son caso de la causa, el secuestro de la familia Taub y más de diez  empleados y socios, tuvo origen en el alojamiento del senador exiliado en el Hotel Liberty, propiedad de la familia. Sobre ellos, Calloni afirmó que son casos representativos de los crímenes más impactantes de Cóndor: la particularidad de que las víctimas fueran tan reconocidas y relevantes internacionalmente hizo que se destaparan muchos detalles del horror y del entramado represivo. Es importante aclarar entonces que “era una operación elitista (…) no cualquier caso es Cóndor, no cualquier uruguayo que esté tomando mate en una casa en Argentina es Cóndor”. Está certificado que eran pedidos directos, explícitos de un país a otro. De los casos de esta causa fueron incluidos en la causa Plan Cóndor Alfredo Fernando Bosco Muñoz, Julio César D’Elía Pallares, Ileana Sara María García Ramos de Dossetti y Ari Héctor Severo Barreto.

El conocimiento que se tenía sobre la Operación Cóndor estuvo basado durante muchos años en lo que figuraba en periódicos estadounidenses. Cuando se encontraron y se abrieron los archivos de la dictadura de Stroessner en Paraguay, se descubrió mucha información sobre el funcionamiento concreto de la Operación, y aparecieron muchas pruebas que permitieron el inicio de procesos judiciales. La testimoniante aseguró que “una parte de Cóndor se ha descubierto, otra parte de Cóndor todavía está dormida”; sin embargo remarcó que la Argentina es donde más profundamente se ha juzgado.

La abogada Garralda solicitó a la testimoniante desarrollar cómo fue la coordinación de las redes represivas, en particular en el área de inteligencia, entre los diferentes países. Así fue que Calloni aseguró que está totalmente comprobada la actuación cruzada de los grupos, “había unidad del paramilitarismo; durante las dictaduras había otro alcance pero las comunicaciones existían hace muchos años”. Los documentos siguen arrojando luz sobre los intercambios de informes y la circulación de la información incluso previo a Cóndor.

Ante la pregunta sobre mujeres embarazadas y niños/as apropiados/as en el marco de la Operación Cóndor, Calloni  señaló que para distinguirlos los han denominado “los niños de Cóndor”. Hizo mención de algunos casos como los de Sara Méndez y su hijo, Macarena Gelman y Mariana Zaffaroni. Algunos casos de los niños de Cóndor aún están por reconstruirse, aunque están identificados aún no se han podido encontrar todos; lo importante es recalcar que existieron múltiples casos de nacimientos clandestinos y apropiaciones en el marco de la Operación Cóndor. El robo sistemático de los niños pudo verse en Uruguay y Chile y debe considerarse también que en el marco de los secuestros muchos niños fueron llevados a los países vecinos y hasta sometidos al cautiverio.

La querella de Justicia YA, también le solicitó a la periodista  explayarse sobre los CCD  que fueron parte de la Operación Cóndor. De esta manera, Calloni señaló que existen personas de nacionalidad uruguaya y paraguaya  que pasaron por las Brigadas de Banfield y de Quilmes, recordándonos que en cualquier centro donde existieron ciudadanos de los países vecinos, operaron también represores extranjeros y por lo tanto existió una participación activa de estos en los interrogatorios. Fue así como hizo referencia al OCOA (Órgano Coordinador de Operaciones Antisubversivas) , organismo encargado de acciones de inteligencia y operativos represivos, para explicar que dividieron con claridad a los movimientos y grupos políticos de quienes estaban detenidos en Argentina, y el esquema de organización de la represión argentino-uruguaya estaba definido sobre estos distintos grupos. Además, a cada momento se abre más la posibilidad de pensar traslados por tierra -inicialmente descartados frente a la importancia que se le otorgó a los aéreos-, no solo con Uruguay sino también con Brasil; este intercambio por tierra supone nuevas aristas de investigación.

Automotores Orletti es uno de los casos más paradigmáticos para pensar la relación entre las redes represivas de la Operación Cóndor y los CCD argentinos, y por esta razón fue mencionado en numerosas oportunidades a lo largo de la audiencia. También por esta razón, la testimoniante consideró que no se ha analizado con tanta profundidad la relación entre la Cóndor y centros clandestinos como los Pozos de Banfield y Quilmes; afirmó su convicción de que aún hay mucho por investigar y que “se necesita justicia urgente para las víctimas”. Desde  Automotores Orletti, según Calloni se han podido encontrar los registros de los vuelos hacia Uruguay, fueron trasladadas o desaparecidas alrededor de 800 personas nacidas en Uruguay.

Calloni citó el documental sobre Operación Cóndor en el que participó, porque permitió indagar con mayor profundidad sobre algunos aspectos del sistema de inteligencia. En ese sentido, quedó al descubierto el contenido mafioso y profundamente ideológico de las operaciones, así como la importancia de los intereses de ciertos sectores de poder civil. Por ejemplo, esto se vió en el caso de la apropiación del dinero de algunas organizaciones políticos, como forma de conseguir un botín de guerra que iba más allá de Cóndor.

Cuando le solicitaron explayarse sobre la Operación Murciélago, crímenes que se están juzgando también en Italia, explicó que “fue una operación en el marco del Cóndor con el objetivo de perseguir, detener y desaparecer miembros de Montoneros que volvían al país con la Contraofensiva”. Para conocer más sobre este operativo fueron claves los archivos de la DIPPBA, de los cuales se obtuvieron pruebas para el juzgamiento.

Al pedirle que brinde algunas precisiones temporales de lo que fue la Operación Cóndor, Calloni señaló que el acuerdo de noviembre del 75 ya no tenía las condiciones para seguir funcionando cuando empezaron a desmembrarse las dictaduras. Sin embargo, muchos de los esquemas, las redes y conexiones siguieron operando, al menos hasta el final de la dictadura de Pinochet en 1990.

El juez Rodriguez Eggers preguntó quién en la inteligencia Argentina fue el motor o tuvo mayor incidencia en el Operativo Cóndor, y la testimoniante aseveró que tanto la ex SIDE como el Batallón 601 tuvieron una gran participación, casi igualada. Por ejemplo, el 601 tuvo un papel destacado en la intervención en la guerra de Nicaragua, así como una presencia continua en el desarrollo de otras operaciones. Pero los pedidos y mensajes de la ex SIDE, también aparecen repetidamente en los archivos que se han encontrado.

No podemos dejar de señalar que la testimoniante no acuerda con considerar cualquier cosa que esté pasando e implique la injerencia estadounidense como parte de la Operación Cóndor. Actualmente, existen agregados tan importantes como las nuevas tecnologías; “por eso me niego a que se le siga llamando Cóndor o Cóndor II, porque eso fue una Operación hecha para su tiempo, para su momento, con un objetivo determinado”.

Hacia el final de la audiencia, Stella Calloni señaló que colaborará con distintos libros sobre las investigaciones que se han llevado a cabo en torno a lo que declaró. En particular, señaló el informe de 2015 impulsado por el Centro Internacional para la Promoción de los Derechos Humanos (CIPDH), que se propone sistematizar los diferentes aspectos implicados en la Operación Cóndor a la luz de las investigaciones que se hicieron hasta la fecha.

El juicio  continuará el martes 23 de febrero a las 9.30 con las declaraciones de Jorge Nadal, Luis Alberto Mesa y Lucía León.

Esta nota fue publicada en el marco del programa de Apoyo a Juicios, de la Dirección de Programas de Memoria y Reparación histórica, dependiente de la Prosecretaria de Derechos Humanos de la UNLP, en forma conjunta con otros espacios de DD.HH. de distintas unidades académicas entre las que se encuentra la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP.

Programa

Para más información: https://juiciobanfieldquilmeslanus.wordpress.com/

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