PRENSA

Hay en este momento en Colombia aproximadamente  21 millones de pobres; la pandemia se desenvuelve como un proceso arrollador en un país donde el acceso a la salud como derecho humano fundamental es para una inmensa cantidad de ciudadanos, una quimera inalcanzable, por un lado por los niveles de privatización del sistema, por otro lado por los niveles de precariedad que éste tiene sobre todo afuera de las grandes ciudades. El sistema de salud no puede ofrecer justicia porque su lógica es la del mercado.

La paz, que tanto se ha tratado de alcanzar, la tan ansiada paz por las comunidades a lo largo y a lo ancho de toda Colombia, la paz de la que tanto se habló en el gobierno de Juan Manuel Santos y parecía estar encaminada se encuentra perdida en los laberintos de la muerte, de hecho, más de 270 de las/los/es firmantes han sido asesinados desde que asumió este gobierno.

La mayoría de los temas importantísimos del Acuerdo de Paz han sido desoídos y sistemáticamente incumplidos: La ausencia de justicia social, la violencia contra millones de personas, la política agraria, la falta de acceso a los derechos, el miedo, el silencio impuesto, la falta de participación política y el narcotráfico moviéndose por el territorio sin ningún tipo de control ni restricción por parte del gobierno, son algunos de los problemas endémicos que se conversaron en estos acuerdos y hoy se encuentran en la noche oscura del olvido.

Colombia es uno de los conflictos armados más largo del mundo, su pueblo lleva muchas décadas a merced de la guerra, han matado mucha gente y han desplazado a varios millones, hasta han asesinado a civiles para hacerlos pasar por guerrilleros, de estos últimos hubo aproximadamente 6.500 durante el gobierno de Uribe.

Sin profundizar en esta desopilante cifra se cuentan en Colombia más de 85 mil desaparecidos; más de lo que juntas sumarían las dictaduras de Chile, Uruguay, Brasil y Argentina.

El pueblo Colombiano cansado de la injusticia y la profundización de las desigualdades en 2019 comienza a salir a la calle en forma masiva, como sucedió en Chile y en muchos otros lugares injustos del territorio de América del sur.

En noviembre de 2019 el pueblo colombiano se manifestó contra el Gobierno actual y vivieron un despertar a la protesta pacífica y al cacerolazo como modo de expresar el descontento ante la desigualdad, la corrupción y la injusticia. Quedaron como advertencia tres muertos, cientos de heridos y otra vez la rabia de la gente y la naturalización de los hechos de violencia ejercida por parte del ejército y otras fuerzas de seguridad en la tan conocida manipulación a cargo de los Medios hegemónicos.

La protesta, los cacerolazos, la imaginación incesante y la creatividad colombiana, la danza, el arte, la música, fueron uniendo al pueblo que una vez más se veía defraudado y todo los fue llevando al paro nacional de noviembre de 2019 para decir basta frente a un gobierno que profundizaba la pobreza y priorizaba los negocios de unos pocos

La pandemia, como en muchos otros lugares de la tierra profundizó las grietas y aunque existió la expectativa de transformación no alcanzó para unir a la gente. En todo el mundo, los ricos son más ricos y los pobres son más pobres.

La pandemia se dice, sacó lo mejor de todos/as/es y también lo peor de todos/as/es, en este caso mostró lo peor del Gobierno: No ayudaron a los más pobres económicamente para que no tengan que salir de sus casas para no contagiarse, tampoco hubo una clara política de emergencia alimentaria, siempre persiguieron a la gente y hubo abusos policiales, priorizaron el provecho de los bancos frente a las oportunidades que había que darles a las personas, hubieron trabas para acceder a los servicios de salud, etc.

La gente se volvió a manifestar, para indicar que ya estaba llegando al hambre y en medio de esta tremenda situación, la policía continuó ejerciendo su típica violencia institucional que es anticonstitucional y antidemocrática, todos estos sucesos fueron juntando causas y motivos para detonar en un estallido social.

Entre el 9 y 10 de septiembre de 2020, la gente cansada del abuso policial en el cual también veía reflejado el abuso de los poderosos frente a los más desprotegidos,  quemó docenas de estaciones de policía (CAI).

No fue por vandalismo fue por el cansancio que el abuso policial, la falta de respeto y lo malos tratos reflejaban también maltratos e irrespetos de las elites para con la gente pobre. En esos hechos hubo 13  muertos y más de 400 heridos.

Después regresar a la quietud pandémica el 28 de abril de 2021 la gente volvió a la calle para manifestarse porque el Gobierno en medio de tanta pobreza y desigualad trató de imponer una Reforma tributaria. Pero la gente no fue escuchada, sino golpeada, violentada y hasta violada por las fuerzas policiales. La policía sin ninguna justificación disparó y tal vez aún dispara con impunidad  contra civiles o los detienen de manera arbitraria.

La democracia no funciona, las instituciones creadas para controlar las acciones de gobierno como la Procuraduría, la Contraloría, la Defensoría y  la Fiscalía, están en manos de los que puso el gobierno y el poder y son nulas frente a  las expectativas de justicia.

La violencia no es solo de estos días, solo este año van 32 masacres a lo largo del país y durante los primeros dos años del Gobierno actual habían ya asesinado 573 líderes sociales y defensores de derechos humanos.

Como si fuera poco, este Gobierno decidió gastar 14 billones de pesos en aviones de guerra.

Desde la Facultad de Periodismo abrazamos al pueblo colombiano. Condenamos la violencia ejercida por las fuerzas policiales y militares al mando del Presidente Iván Duque. Pedimos justicia por todos/as/es los/as/es asesinados/as/es. La democracia y la vida de este pueblo hermano están en peligro.

Declaración de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social UNLP sobre la situación en Colombia.

Texto de la profesora Cecilia Ceraso, docente, investigadora y directora de Plangesco.

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