GÉNERO

Por Delfina García Larocca*

De Evita seguro nos conmueva su vigencia infinita. Esa singular característica de su existencia que penetró la historia en términos absolutos. Evita es eterna, pero la eternidad no alcanza para describir el modo en que su figura implosionó las biografías de generaciones y generaciones de compatriotas que se volvieron más libres con su legado.

Esa mujer es inabordable, inconmensurable en lo decible. Por eso nos queda homenajearla y el mejor homenaje que podemos rendirle es la política. Evita no puede ser separada de la política y para las mujeres y las diversidades seguro represente la valentía y el coraje de habernos inventado en la historia.

Evita fue la primera que supo (y lo supo como saben les imprescindibles: haciendo de la sabiduría experiencia tangible) que lo personal es político. Tradujo su irrenunciable amor por el pueblo en la posibilidad de que los trabajadores, las mujeres, los/as/es humildes, los/as/es olvidados/as/es tengan un lugar en la historia viva de nuestra Patria.

Alguna vez dijo que cuando un pibe la nombraba Evita se sentía madre de todos los pibes y de todos los débiles y humildes de su tierra, que cuando un obrero la llamaba Evita se sentía compañera de todos los hombres. Seguro haya sido la maestra de nuestras queridas madres de Plaza de Mayo cuando colectivizaron la maternidad, cuando decidieron que no podía haber hijos/as/es propios o ajenos, que la lucha era colectiva y también lo tenía que ser la maternidad. Y evidentemente también lo ha sido de les dirigentes y militantes que viven de la vocación de no moverse un milímetro de los intereses del Pueblo.

Evita es hoy (y para siempre) la más maravillosa expresión del movimiento político más grande de occidente. La unidad de concepción y de acción de quienes no pueden ser indiferentes a las injusticias y se organizan para transformarlas.

Esa mujer nos hizo también feministas. Inventó el peronismo en los feminismos y los feminismos en el peronismo. Se transformó hoy en el faro de quienes orgullosamente se saben feministas populares. Porque reivindicar la figura Evita es reivindicar los feminismos inseparables de la política, infragmentables de la ideología, imposibles sin la justicia social como horizonte.

Evita es infinita en el amor del pueblo y lo es también en el odio de la oligarquía, de quienes se doblegan, de los/as/es que tienen precio, de les oportunistas y lxs traidores. Seguramente sea imposible para quienes ella definió como tibios, indiferentes, reservas mentales o peronistas a medias.

Pero fundamentalmente Evita es el más potente ejemplo de lealtad.  Representa  para  los/as/es compañeros/as/es de todos los tiempos (desde los/as/es setentistas a los/as/es jóvenes que volvieron a creer en la política gracias a Néstor y Cristina) el vivo ejemplo de que nuestra tarea en la historia no puede claudicar hasta que todo sea como lo soñamos.

*Secretaria de Género de esta casa de estudios.

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