DERECHOS HUMANOS

Por Abril Villano y Lara Ridella*

Las banderas de la liberación, de la justicia social y la igualdad. Esas banderas eran las que movían y recorrían las calles de la ciudad de La Plata en los años 70 y décadas posteriores. Las que los/as/es estudiantes secundarios se ponían al hombro y militaban de sol a sol.

Todos los 16 recordamos La Noche de los Lápices, aquella noche o noches de septiembre de 1976 durante las cuales 10 jóvenes militantes secundarios de nuestra ciudad fueron brutalmente apartados de sus familias y forzados a la desaparición, siendo enviados a centros clandestinos de detención.

No solo pedían el boleto estudiantil, ellos/as/es hacían política; discutían, proponían y se organizaban. Veían desde lo personal, desde sus sueños y aspiraciones, algo colectivo, un proyecto justo y solidario que abrazaba sus ideales, que no miraba para el costado ni era para unos pocos.

Para los dictadores aquellos/as/es militantes eran peligrosos, criminales, subversivos, un riesgo para el orden público y, por lo tanto merecían ser castigados/as/es de la mayor forma posible: desapareciendo. Porque los militares deseaban más que acabar con los cuerpos, destruir las ideas, sin entender que las ideas son imposibles de fusilar y que perduran eternamente cuando existe una verdadera convicción.

Es por eso, que a pesar de haber sido censurados/as/es, perseguidos/as/es, fusilados/as/es, y desaparecidos/as/es, en la actualidad continuamos pensando en un futuro más igualitario y justo, haciendo del presente una realidad repleta de lucha. Construimos mirando al otro, crecemos con el otro y entendemos al otro con una sensibilidad que escapa de lo personal para volverse una bandera.

Siempre están presentes la historia y la memoria en las movilizaciones, en los reclamos, en las discusiones, en el mismo modelo de país con el que los/as/es jóvenes soñamos hoy. Porque sabemos que siempre van a estar aquellos/as/es que tratan de silenciar el grito de millones, e invisibilizar, no sólo hechos de nuestro pasado, sino a los/as/es que hoy en día mantenemos presentes en nuestra militancia política a los/as/es detenidos desaparecidos, dejando fuera de la esfera de discusión y debate, a los/as/es jóvenes, a los barrios, a las mujeres.

Es esta la realidad excluyente que hoy queremos cambiar, interpelándola como los/as/es estudiantes de La Noche de los Lápices hicieron, empujados por el contexto de su época. Nosotros/as/es aprendimos a valorar a la política, porque nacimos y crecimos con un proyecto que la volvía a querer y entender como una herramienta de transformación, no algo contaminado de miedo, rechazo y odio.

Como militantes pertenecientes al movimiento estudiantil asumimos la responsabilidad política de intentar, de una vez por todas, que aquellos sueños, ideales y proyectos con los que estos/as/es militantes desaparecidos/as/es soñaron se transformen en una realidad efectiva.

*Militantes de la UES.

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