GÉNERO

Por Julián Tróccoli*

Nuestra sociedad se inscribe en una larga historia de luchas y, desde ese lugar, si algo nos enseñó Evita es que donde existe una necesidad nace un derecho, echando luz sobre cuál es el camino a seguir para quienes creemos que una Patria justa, libre y soberana es posible. Y, sin dudas, ese es el camino que transitó Cristina Fernández de Kirchner como presidenta de la Nación, donde entre tantos logros podemos celebrar los 10 años que hoy se cumplen de la Ley de Identidad de Género.

Con esta Ley se comenzaron a romper fronteras y lógicas binarias y patriarcales de entender al mundo, invitando a identificar las posiciones de poder en los discursos y, de esa forma, pensar y discutir el mundo tal como se nos fue dado, visibilizando que otras formas de organización social son posibles. Asimismo, significó un claro reconocimiento a la población travesti y trans, los movimientos y colectivos de disidencias y diversidades, organizaciones políticas, sociales y culturales, que llevaron adelante incansables batallas en pos de ampliar sus derechos, para poder vivir mejor y en igualdad de condiciones. Donde el acceso a la salud, la educación y el trabajo no esté mediado por la patologización.

Según el Registro Nacional de las Personas, fueron 12.655 las personas que rectificaron su documento, de las cuales aproximadamente 2000 pertenecen a infancia y adolescencias trans, significando posibilidades más justas para las nuevas generaciones. Por otro lado, cabe destacar que del total mencionado 335 murieron, dejando un alarmante promedio de edad de muerte de 40 años. Número que representa casi la mitad de la expectativa de vida en nuestro país. En ese sentido, es notorio que aún nos quedan muchos derechos que disputarle a una estructura social que en sus bases está impregnado el patriarcado, el colonialismo y un capitalismo salvaje.

Si bien podemos celebrar otros derechos que se obtuvieron en esta última década, como el Cupo Laboral Travesti Trans o el DNI no binario, aún queda mucho por construir y ganar, dado que hay una deuda enorme de la democracia que sólo puede ser saldada con la decisión política de impulsar y ejecutar leyes reparadoras, las cuales se den en un debido proceso por la identidad que no solo se ubique entre pares binarios y busquen la dignidad y pleno desarrollo de todas las personas. No podemos permitir que se sigan perpetuando distintas violencias institucionales, ni la existencia de códigos de convivencia estigmatizantes. No podemos ni queremos convivir con el sostenimiento de la cultura de la violación de los Derechos Humanos y tampoco sin saber dónde está Tehuel.

Como bien expresó Susy Shock «no queremos ser más esta humanidad», por lo que tenemos el desafío de seguir trabajando y proponiendo nuevas formas de encontrarnos, vivir y organizarnos hasta que el mundo sea como lo soñamos.

*Integrante de la Secretaría de Género de esta casa de estudios.

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