Rostro de una mujer

DERECHOS HUMANOS

Por Gabriela Chaparro (*)

Cuando se publique este escrito habrán transcurrido cinco (5) años de aquella noticia que comenzó a correr rápidamente por las redes feministas de ciudad de La Plata y la región. Por entonces, comenzábamos a buscar a Johana, una piba que llevaba horas ausente de su casa, y Marta, su mamá, iniciaba un camino de denuncia por secuestro con tintes de captación de trata de personas con fines de prostitución y una lucha incansable por encontrarla con vida.

Johana Ramallo, fue “desaparecida” el 26 de julio 2017 en la ciudad de La Plata, tenía 23 años.

Aquel 26 de julio, Johana, en contexto de vulneración absoluta, salió por la tarde a buscarse el mango a como dé lugar, tras decirle a su mamá que volvería por la noche, nunca regresó. La última imagen de Johana fue tomada por la cámara de seguridad de una estación de servicio situada en calles 1 y 63 de La Plata, donde se la ve entrando a un baño ese mismo día.

Desde ese momento Marta Ramallo, junto a su familia, amigxs, organizaciones políticas y sociales, y una FPyCS que no dudo al momento de tomar la decisión política de acompañar e impulsar su búsqueda, no se detuvieron un instante hasta que en 2018 llego la citación para informar a Marta, que los restos de un cuerpo encontrado en Berisso eran los de su hija Johana. Desde ese momento, exigimos justicia por su femicidio.

Posiblemente, otro hubiera sido el resultado, si desde el Estado, entonces en manos de la Alianza Cambiemos (PRO-UCR), hoy denominada Juntos, hubieran recibido a Marta para escuchar su pedido de investigación, y se hubiesen aplicado los protocolos de búsquedas correspondientes en el momento de la denuncia por “desaparición”, ya que desde el comienzo había sospechas claras, tal como lo señalo incansablemente Marta, de que Johana fue víctima de las redes de trata y explotación sexual.

Contrariamente a las necesidades del pueblo, el Estado había tomado la decisión política implementar un brutal ajuste que implico, entre otros, el desfinanciamiento y/o la desarticulación de áreas clave y la eliminación llana o restructuraciones para ocultar el desmontamiento de programas como el “Ellas Hacen”. Un programa dependiente del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, orientado a víctimas de violencia de género, y del cual Johana formaba parte junto a mujeres que encontraban respuesta en esa política pública dirigida al abordaje de esta problemática de una manera integral, y orientada a la formación y al trabajo.

Pero, por decisión del entonces gobierno nacional, el programa “Ellas Hacen” paso a integrar el “Haciendo Futuro” y se pasó considerar a sus integrantes de trabajadoras a estudiantas. Además, entre otros retrocesos, se desmontaron espacios de contención que eran fundamentales, como las cooperativas de las que formaban parte.

La ciudad de La Plata no estuvo exenta, y bajo el seguimiento estricto del gobierno local, detuvieron procesos de autoconstrucción de viviendas, les quitaron las herramientas de trabajo y limitaron los cursos de formación.
Mientras tanto, el poder judicial, una de las instituciones más conservadoras, verticales y patriarcales, investigaba una simple “averiguación de paradero”, aún cuando Marta afirmaba que su hija no se había ido voluntariamente.

Lejos de detener su búsqueda, y enraizada en la experiencia de lucha de las madres y abuelas de plaza de mayo, el tejido de redes feministas organizaron múltiples reclamos, se realizaron marchas, intervenciones artísticas, culturales, y se pintaron murales con el rostro de Johana como el que aún se encuentra en las baldosas de Plaza Moreno frente a la municipalidad de La Plata en pleno centro de la Capital de la provincia de Buenos Aires, o el que quedará plasmado en las paredes durante el 33° Encuentro de Mujeres y diversidades en la ciudad de Trelew, en la provincia de Chubut.

Pero, la causa no registraba mayores avances hasta que recientemente fuera detenido, indagado y se dictara prisión preventiva a Carlos Rodríguez, apodado el cabezón, quien es señalado como uno de los eslabones necesarios de una organización dedicada la comercialización y distribución de estupefacientes, facilitación y explotación de personas para su prostitución.

Desde el inicio, sin ser escuchada, Marta aporto a la justicia este nombre: “di su nombre para que lo investiguen, lo indaguen, pero siempre tuvo alguien que lo amparó”, es «un importante proxeneta” .

La búsqueda de Johana, y el reclamo por Justicia, que hoy continúa, no hubiera sido posible de sostenerse sin la fuerza de Marta, y la lucha colectiva, amorosa y comprometida de las redes feministas que acompañan y abrazan ante la violencia naturalizada, y continúan alzando sus voces, porque no queremos más pibas “desaparecidas” por las redes de trata y explotación sexual. Hoy, como ayer, Nuestro grito es uno solo. JUSTICIA POR JOHANA.

(*) Secretaria de Género de FPyCS

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