Cartel con la palabra democracia

DERECHOS HUMANOS

Aldo Rico o la disputa de las mayorías en América Latina

Por Ana Amelia Negrete (*)

Hace unos días Aldo Rico enunciaba públicamente declaraciones golpistas. Algo que posiblemente no nos sorprenda de un sujeto tan nefasto como él para la historia democrática de nuestro país. Sin embargo, una y otra vez lo vamos a repudiar. Porque no hay posibilidades de no hacerlo, porque no nos podemos dar el lujo de que algo de esos discursos se naturalice o pase desapercibido.

Tener una mirada que vaya desde lo local, a lo nacional y a lo regional nos ayuda a pensar cuales son los desafíos que tenemos quienes consideramos que solo la unión de los gobiernos populares que representan a las mayorías en América Latina, puede sembrar otro horizonte para lxs humildes, lxs trabajdorxs, las mujeres, las diversidades, las niñeces.

Aldo Rico podría ser una expresión trasnochada de un sujeto despreciable (que igual deberíamos repudiar), sin embargo enmarcándolo en un proceso político histórico que tiene a Bolsonaro como presidente de Brasil, a Milei como parte de una manifestación de un modo de hacer política desde discursos y prácticas liberales, a un juez de la Corte que dice que no necesariamente donde hay una necesidad hay un derecho y aquí nomás a unas cuadras de la sede de nuestra Facultad la reciente inauguración de un “Centro Cultural” negacionista o en la Plaza Malvinas la inauguración de una placa que reivindica la labor de un militar torturador en la guerra de Malvinas; esas expresiones toman otra dimensión.

Ya en 2017 envalentonados por un presidente (Mauricio Macri) que decía en voz alta que los Derechos Humanos “son un curro”, la Corte Suprema intentó avanzar por computar el 2×1 a genocidas, la respuesta de nuestro pueblo no se hizo esperar. Como muchas otras veces en la historia de nuestro país, con las Madres y las Abuelas, colmó la Plaza de Mayo para decir “este es nuestro límite”.

La derecha y el “partido judicial” tienen un pacto de clase y comparten un proyecto. Es imposible desconocer que la idea que intentan instalar es que la política son sólo los intereses de unxs sobre otrxs, enunciando que es algo espúreo y corrupto, como parte de la estrategia que intenta alejar de la disputa política a dirigentes que pueden ser representativxs, pero por sobre todas las cosas al pueblo que necesita de la política para transformar la realidad que vive y sufre. Cuanto más alejadxs, más descreidxs y menos con otrxs estemos, más crecen ellxs y sus intereses y su proyecto.

A la vez, como parte de una historia de lucha y de no resignación, nuestro continente atraviesa un aire esperanzador con caras de dirigentes que son parte de sus pueblos, desde Cristina hasta Lula, pasando por Chile y Colombia donde los movimientos populares siembran nuevos amaneceres para transformar los dolores que el neoliberalismo gobernando nos han dejado.

Las acciones desestabilizadoras que escuchamos y vivimos en estos días en nuestro país, además de ponernos en alerta nos tienen que poner en dimensión la disputa que nos atraviesa, ver que para que el plato de comida se garantice en cada uno de los hogares necesitamos tener claridad de que cuanto más concentren y más especulen quienes más tienen, menos posibilidades tendrán quienes más necesitan y que eso es una discusión que tenemos que dar como sociedad, como humanidad. Y esto no es sin conflicto. Sin una discusión sobre quien gobierna el Estado y quien construye el sentido común desde los medios de comunicación.

Quienes entendíamos por historia generacional que nunca la justicia iba a estar de nuestro lado porque los genocidas caminaban sueltos por nuestros barrios, por los negocios y las facultades, encontramos en los escraches una forma de expresión y denuncia de lo que creíamos injusto, sin embargo Néstor Kirchner nos mostró que el Estado podía pedir perdón y generar políticas públicas que erijan a la Memoria, a la Verdad y a la Justicia como valores inquebrantables de nuestra Democracia. Casi 20 años después de ese 2003, 40 años después de Malvinas y 46 del Golpe Cívico Militar, tenemos el desafío de seguir tejiendo los sentidos que nos pongan alertas ante lo que hay que discutir, que nos permitan profundizar una democracia que es absolutamente perfectible pero que con mucha lucha nos permite todos los días transitar nuestra vida con acuerdos sobre como convivir entre diferentes.

Cuanto más ellxs vengan a deslegitimar la política, más discusiones tendremos que dar de cara a la sociedad, más charlas, más encuentros, más caminar, porque si lo único que se escucha es su coro en el altavoz de la televisión y las redes sociales, menos posibilidades de transformar la realidad de quienes más sufren tendremos. Por eso, decir no a las declaraciones de Rico, es decir no a una derecha que puja por crecer en América Latina en contra de las conquistas populares, en contra del movimiento de mujeres, de nuestras Madres y Abuelas, de nuestrxs pibxs, de líderes populares que marcan horizontes, pero por sobre todas las cosas de una derecha que intenta desdibujar la posibilidad de lo colectivo y de la organización como modo de disputa del poder de las mayorías para poder soñar un mundo donde la justicia social sea una posibilidad de vida para todxs.

(*) Docente FPyCS UNLP y Concejala platense por el Frente de Todxs

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