(*) Por Carlos Ciappina
Avanzan por el río Paraná 22 barcos de guerra ingleses y franceses. La mitad de esos buques eran los más modernos de la época: impulsados a vela y a motor de vapor , con sus cascos de hierro blindados y con cañones de última generación.
Las tropas nacionales disponían de tres, si, tres, barcos de guerra (un bergantín y dos cañoneras).
La flota invasora contaba con 480 cañones de nueva tecnología, las tropas nacionales tenían cuatro baterías de cañones de bronce con 30 cañones cada una.
Ochocientos soldados experimentados traían los buques de Guerra anglo-franceses, mientras las tropas nacionales la conformaban 2000 gauchos de a caballo convocados para la ocasión por el comandante Mansilla.
Detrás de las enormes fuerzas navales anglo-francesas, 97 buques mercantes acompañaban la expedición para comerciar luego de lo que creían sería una fácil victoria anglo francesa.
Casi ciento veinte barcos contra tres; casi 500 cañones contra 120. La Confederación Argentina se enfrentaba contra las fuerzas combinadas de las dos flotas navales mas poderosas de la época. Era como enfrentarse hoy a las fuerzas combinadas de EEUU y China.
¿Qué hacer? ¿Enfrentarse a las potencias y su soberbia colonizadora? ¿O aceptar por la fuerza los dictámenes de los imperios?
El gobernador Juan Manuel de Rosas – a cargo de las relaciones exteriores de la Confederación- decidió presentar batalla y así se lo ordenó al Comandante Lucio Norberto Mansilla.
La flota invasora avanzaba por el Río Paraná – al que no le reconocía soberanía argentina- ; los buques de guerra primero y los mercantes detrás: el proyecto estaba claro, obligar a la Confederación Argentina a aceptar los términos impuestos por la fuerza de los imperios.
Pero, pese a la enorme desigualdad de fuerzas , la Confederación Argentina decidió combatir: en un recodo del Paraná – la llamada Vuelta de Obligado – el Comandante Mansilla dispuso cruzar cadenas de lado a lado del río y apostar las cuatro baterías sobre la costa. Los gauchos enfrentarían al enemigo que buscara descender a tierra firme para desbloquear desde allí el paso.
La Batalla duró desde el amanecer hasta la media tarde del 20 de noviembre. Las fuerzas nacionales agotaron sus municiones, los gauchos pelearon con lanza en mano y la flota anglo francesa sufrió importantes daños en sus buques y un número importante de muertos y heridos. Pese a la resistencia , los buques anglo franceses lograron finalmente romper las cadenas y seguir río arriba; pero, frente a las pérdidas materiales y humanas recibidas , los representantes británico y francés comenzaron a pensar en que sería mejor un acuerdo comercial a seguir intentando arrancar beneficios por la fuerza.
La Batalla de la Vuelta de Obligado fue , así, una derrota táctica pero un triunfo simbólico: buena parte de América Latina celebró la resistencia argentina a las dos potencias imperiales de la época. El general San Martín – exiliado en Francia- dirá de la batalla:
“Ya sabía la acción de Obligado; ¡qué inequidad! De todos modos los interventores habrán visto por esta muestra que los argentinos no son empanadas que se comen sin más trabajo que abrir la boca. A un tal proceder no nos queda otro partido que el de no mirar el porvenir y cumplir con el deber de hombres libres sea cual fuere la suerte que nos depare el destino, que en íntima convicción no sería un momento dudosa en nuestro favor si todos los argentinos se persuadiesen del deshonor que recaerá en nuestra patria si las naciones europeas triunfan en esta contienda que en mi opinión es de tanta trascendencia como la de nuestra emancipación de la España”.
Por Ley del Congreso de la Nación del 26 de setiembre de 1974 y en conmemoración de la batalla de la Vuelta de Obligado , se estableció el 20 de noviembre de cada año como “Día de la Soberanía Nacional”.
Hoy aquella batalla recobra toda su significación. En un mundo acuciado por la búsqueda de recursos, de espacios, de territorios, la soberanía nacional adquiere una dimensión profunda: la producción científica , la enseñanza en todos sus niveles, el desarrollo de empresas y tecnología propias, todo ello forma parte de la soberanía nacional.
Por eso, hoy como ayer, celebramos ese día y nos comprometemos a seguir construyendo una nación verdaderamente soberana.
(*) Profesor y Vicedecano de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social