Juan Domingo Perón, detenido en la Isla Martín García, espera una lancha que lo trasladará hacia la Capital Federal.
El Coronel Perón ya se encuentra embarcado en la lancha, en algún lugar del Río de la Plata, en camino hacia el Hospital Militar de la Capital Federal.
Juan Domingo Perón ingresa al Hospital Militar alegando problemas de salud, según su médico diagnosticado con Pleura.
El médico de cabecera del coronel Perón, Miguel Angel Mazza, presenta ante la junta médica del Hospital Militar Central radiografías antiguas simulando ser actuales. La evidencia confirma su diagnóstico: Pleuresía.
La policía dispersa una una manifestación de mil personas en las calles Paseo Colón y Brasil que se dirigía a la Casa de Gobierno para pedir por la liberación del Coronel Perón.
Desde diversos puntos de la Capital Federal y el Conurbano Bonaerense parten columnas sin líderes hacia la Plaza de Mayo. Las movilizaciones se inician en Chacarita, Puerto Nuevo, Villa Crespo, Gerli, Avellaneda, Ensenada y Berisso.
Por orden policial, los puentes sobre el Riachuelo que unen la Capital Federal y el
Gran Buenos Aires se levantan para impedir el paso de las columnas. La gente, pese a
las dificultades, cruza el Riachuelo en botes y a nado.
Una columna estimada en 4000 personas se traslada hacia el oeste con destino Plaza de Mayo.
La policía dispersa una concentración de 10 mil personas reunidas frente al Puente Pueyrredón.
Frente al Hospital Militar un grupo de trabajadores exige ver al Coronel Perón. Las radios del país informan que la movilización ya es generalizada. La CGT confirma el paro para el día 18.
Las radios informan: “Inusual panorama en el centro de la ciudad. Invasión de transeúntes sin sombreros ni corbatas. Porteños asustados cierran las persianas de sus bares y negocios”.
La policía dispersa a un grupo de manifestantes que se había concentrado en Plaza de Mayo. Las columnas siguen llegando desde diversos puntos de la Capital Federal y el Gran Buenos Aires.
En el piso 11 del Hospital Militar Central almuerzan el coronel Perón y su amigo, el teniente coronel Domingo Alfredo Mercante.
En la Casa de Gobierno almuerzan el presidente Edelmiro Farrel junto a sus ministros Héctor Vernengo Lima y Eduardo Avalos. Lima propone tomar “medidas drásticas para frenar las movilizaciones”, Farrell no está convencido.
En el Hospital Militar, Perón mantiene una reunión con un grupo de sindicalistas. Las columnas de trabajadores siguen llegando a la Capital Federal.
La temperatura en la Capital Federal es de 25 grados. Los manifestantes que van llegando a la Plaza de Mayo se refrescan colocando sus pies descalzos en las fuentes.
El teniente coronel Mercante se hace presente en el balcón de la Casa Rosada para comunicarle a los manifestantes que el general Avalos quiere que abandonen la plaza de Mayo. El abucheo hacia Avalos es generalizado, lo insultan por haber ordenado la detención del coronel Perón. La muchedumbre exclama "¡Queremos a Perón!".
El director del diario “La Epoca”, Eduardo Colom, toma el micrófono desde el balcón y pide a la muchedumbre que nadie se mueva hasta que Perón llegue a la Plaza.
El general Avalos se dirige al Hospital Militar para reunirse con Perón. Su intención es calmar a la muchedumbre que protesta en la plaza. Perón lo recibe con un trato distante y le exige una reunión urgente con el presidente Edelmiro Farrell.
Las radios del país informan que de un momento a otro se concretará la reunión entre el presidente Farrell y el coronel Perón en la residencia presidencial.
El encuentro pautado se concreta en la residencia presidencial. Durante la reunión Farrell le pide a Perón que se reincorpore al gobierno en el puesto que desee, Perón se niega y exige llamar a elecciones. Farrell acepta. Ambos pautan su presencia en el balcón de Casa de Gobierno para calmar a los manifestantes.
Según trascendidos la flota de río de la Marina argentina se ubica en las costas de la Capital Federal dispuesta a bombardear la Plaza de Mayo para dispersar a la multitud.
El presidente Edelmiro Farrell y el coronel Perón ingresan a la Casa Rosada. La muchedumbre corea su apellido y espera ansiosa que su líder se haga presente en el balcón.
El coronel Perón llega finalmente al balcón. Pide a la multitud que se cante el himno nacional y, así, gana tiempo para pensar su discurso con el que entrará en la historia argentina.