Clase 1

La revolución impresa

En principio la originalidad de la imprenta atribuida a Gutenberg no habría que ponerla en duda; es cierto, como lo prueba la innumerable bibliografía y los testimonios de la época, que este orfebre de Maguncia fue el primero en poner en marcha la técnica de los tipos móviles, en el año 1440; eso no significa que no existieran antecedentes de técnicas de impresión fuera de Europa antes de esa fecha. El más conocido, el de los chinos, que ya usaban una forma de impresión desde el siglo VIII; la diferencia era que ellos, por el carácter ideogramático de su escritura, hacían impresiones en bloque, es decir, sin tipos móviles, como era la técnica del orfebre alemán.

El invento fue tan exitoso que rápidamente la técnica de impresión se expandió por toda Europa, ayudada por la persecución a los imprenteros alemanes. En poco menos de 50 años, los libros se imprimían en Roma (1467), en París (1468) o en Venecia (1469). La misma técnica cruzó el océano raudamente y llegó a Nueva España, hoy México, apenas concluida, por parte de los conquistadores, la toma de Tenochtitlan, en 1539, gracias al incentivo del Virrey Antonio de Mendoza y el obisco Zumárraga. Cuestión esta que manifiesta el interés de la monarquía española, el Rey Carlos V, por el dominio cultural que no era sólo patrimonio de los protestantes.

Hacia 1500, como lo ilustra Peter Burke y Asa Briggs, en De Gutenberg a Internet (2002), había más de 13 millones de libros en Europa para una población de 100 millones de habitantes. Y cada capital europea tenía sus talleres de impresión. “De todos esos libros, 2 millones se imprimieron en Venecia”1 y otro importante centro editor fue París que en el año 1500 tenía más de 180 talleres. Sobre esta naciente industria creció una pléyade de nuevos oficios, desde notarios, correctores, escribas, lectores y vendedores ambulantes (llamados habitualmente buhoneros); es decir comenzó el largo procesos de alfabetización de la sociedades, sin que ello signifique, de modo alguno, la falta de resistencias. La imprenta tardó en llegar a Rusia, resistida por la iglesia ortodoxa y los zares hasta bien entrado el siglo XVIII, como también al mundo árabe, que vio desde el principio que la imprenta podía conspirar contra el ejercicio del control de las poblaciones. Así podemos encontrar un matiz a los estudios que sostienen que la imprenta fue una de las tecnologías de-terminantes en el cambio social (Elisabeth Einsestein, 1979; Marshall McLuhan, 1962; Walter Ong, 1980). Hoy sabemos que las consecuencias de las transformaciones socioeconómicas en las que la imprenta participa son disímiles, dependiento del contexto y el momento. Si la invención en Europa y su difusión, promovida en parte por la persecución a los imprenteros motivadas por los poderes constituidos (estatales y religiosos), favoreció un proceso de critica y di-vulgación de nuevas ideas, como lo sugiere Carlo Ginzburg, en su reconocido trabajo sobre el molinero del Friuli en El queso y los gusanos, también es cierto que la imprenta impulsada por los monarcas españoles en la conquista de América tuvo como misión fundamental poner “orden” en aquellas tierras “inhóspitas”. Angel Rama, en La ciudad letrada (1982), ha desarrollado largamente esta función estatal de la escritura, con las consecuencias que observó José Joaquín Brunner (1992) para dar paso a una modernidad inconclusa, mesocrática y sincrética. Alguien podría decir, con Ginzburg, que la imprenta sin la Reforma no tiene el mismo significado, y podriamos agregar sin el mercantilismo, el crecimiento del artesanado, sin las ciudades, sin las universidades o el Renacimiento. ¿Podrían haber surgido “los Menocchio” de América en el siglo XVI con el férreo control que le impuso la iglesia a esa herramienta? ¿O tendríamos que esperar al principio del siglo XIX, para que comenzara a producirse en América los vientos que habían surcado Europa en los doscientos años posteriores hasta la revolución francesa? Sin pretender dirimir este debate, lo cierto es que a partir del siglo XV, el libro y todo un nuevo dispositivo cultural, fue parte de un cambio profundo. Ya lo había señalado Francis Bacon (1561-1626), que aquella técnica, junto con la pólvora y la brújula, estaban trans-formando el mundo. Pero también lo ilustra el capítulo LVII, de la Segunda parte de Don Quijote cuando el hidalgo español entra a una imprenta donde, ¡oh casualidad!, se están editando las “apócrifas” nuevas aventuras del ilustre caballero andante2, escritas por un “vecino de Tordecillas”. Más allá del juego entre ficción y realidad que explota la novela, Cervantes demuestra ahí que las imprentas son lugares claves de una nueva cultura; del mismo modo como lo destaca Asa Briggs y Peter Burke al recuperar la pieza teatral de Ben Jonson que transcurre en una “oficina de noticias”.

La corteza que protege la escritura

El primer artefacto de la comunicación moderna fue el libro impreso. Y usamos este concepto para expresar que el libro no sólo es una serie de hojas impresas y cocidas con una tapa o cubierta sino la articulación de un conjunto de procesos en los que intervienen un sin número de actores, desde el autor, el editor, el imprentero, el distribuidor, el librero, el crítico, y por supuesto el lector (David Finkelstein, Alistar McCleery, 2014). Pero además, en el libro intervienen dimensiones complejas de orden económico, cultural, institucional e ideológicas. Eso explica en parte por qué el libro en poco menos de cien años se convirtió en una industria, pasando de ser un objeto de élite a un objeto masivo.

“El comercio de los libros del medioevo tardío se había concentrado en las papelerías y los scriptoria comerciales que proveían a las universidades o a los coleccionistas de manuscritos de lujo. Como tales, abastecían a un mercado local muy limitado. Sin embargo, los ideales del humanismo y el aumento general de la alfabetización en los siglos XV y XVI elevaron la importancia de la literatura en la cultura europea. En respuesta, la imprenta dio acceso a una mayor variedad y cantidad de libros”3.

Porque el libro existió antes de la imprenta en forma manuscrita, pero con la imprenta el libro se convirtió en otra cosa. Para los historiadores, los primeros textos escritos da-tan del siglo V antes de Cristo. La escritura es todavía anterior: 3000 años antes de Cristo ya hay vestigios de formas escritas. El alfabeto es más reciente. Porque existen diferencias entre las escrituras. En lineas generales, entre un tipo de escritura que se basaba en ideogramas y las escrituras basadas en alfabetos, es decir, en letras intercambiables. El primer libro es el llamado códice, que constaba de una serie de cuadernillos de papel o pergamino encuadernados, manuscritos, de gran utilidad antes del siglo X; la mayoria de los códices de papel datan del siglo XII y XIII, cuando el papel llega a Europa proveniente de Asia y el más conocido era el Libro de Horas, bastante común en la nobleza medieval, y constaba de rezos, salmos, e iluminaciones, que se elaboraban específicamente para el dueño. El antecesor al códice había sido el rollo egipcio, que podía ser de papiro o pergamino. Sobre la base de ese libro manuscrito, el orden eclesial del medioevo había construido un extenso y complejo sistema de conocimiento. Sostenido en una red dispersa de abadías y monasterios, con sus bibliotecas y sus scriptoriums, millares de monjes copistas e ilustradores llevaban adelante el arduo trabajo de recopilar, copiar y traducir las obras del conocimiento. Las que se heredaban del pasado helénico y las que producían sus sabios y teólogos. Como ilustró Umberto Eco en El nombre de la rosa la función primordial de ese vasto sistema cultural era el de clasificar, resguardar y apartar lo que era concordaba con la doctrina de lo que se consideraba herejía.

En el ámbito americano hay registros de escritura y textos antes de la conquista española que datan del siglo XII y XIII, los llamados códices Mayas. Contienen el calendario maya y su sistema númerico, más diferentes aspectos de la cultura de la región mesoamericana. Si bien hay rastros de escritura muchos más antiguos, como la escritura zapoteca en el valle de Oaxaca que alcanza a 600 años A.C encontrada en piedras u otros soportes, la mayor parte de la infomación sobre la cultura y la escritura mesoamericana data del siglo VI y IX. Lo que es evidente para los antropólogos y linguistas que han estudiado las formas de comunicación mesoamericanas, como también las de los Incas, es la vasta y compleja red de información y conocimientos que constituían sus culturas. Lejos del pasado sin historia que imaginó Kant, América tenía y tiene antes de la conquista un largo desarrollo cultural. El rescate de ese desarrollo no es solo una cuestión de respeto de la diversidad, sino también necesario para la construcción de un presente diferente. Como sugiere Edward Said en Cultura e Imperialismo, el pasado colonial es insoslayable, pero a su vez es necesario considerar

“la experiencia histórica del imperio como algo común a ambos lados. Por eso la tarea de describirla en lo que tiene de común para in-dios y británicos, argelinos y franceses, occidentales y africanos, asiáticos, latinoamericanos y australianos, a pesar de la sangre derramadas, el horror y el amargo resentimiento”4.

El primer libro impreso por una método de reproducción mecánica fue el Misal de Constanza, una prueba de Gutenberg antes de encarar la impresión de la Biblia. Si en principio el libro sirvió como lugar de registro y resguardo de la información, con la imprenta la escritura asumió el destino de difusión. ¿Quién era Johann Gutenberg? Era un orfebre alemán, nacido en 1400 y muerto en 1468. Su trabajo más conocido es la Biblia de 42 líneas, denominada así por las cantidad de líneas de cada página, pero sus años posteriores quedan en la oscuridad, con problemas económicos redundantes, muere el el año 68. Se creación ahora es el oficio más preciado del mundo, aunque el ya esté en el olvido. Rea-parecerá como un héroe moderno siglos después, cuando, como ocurre muchas veces, su invento sea de todos y la burguesía triunfante le rinda homenajes.

Porque la imprenta es, eso ya es indiscutible, parte de una revolución social que se está produciendo en la base económico cultural de una sociedad en transición. Ese conjunto de transformaciones se pueden ordenar en cinco dimensiones, sin que ello implique la preeminencia de alguna de ellas sobre otras. Lo cierto es que un factor determinante fue la transformación económica que refleja el nacimiento y desarrollo del capitalismo; otra, la que reflejan las transformaciones culturales que representó el Renacimiento; por otra parte, la crisis religiosa que conocemos como el cisma protestante; no hay que olvidar tampoco lo que significó para la cultura europea la emergencia de una nueva visión in-telectual llamada Ilustración. Por último, un cambio no menor, condición de posibilidad del desarrollo de unas culturas nacionales, me refiero al crecimiento de las lenguas vernáculas. Peter Burke sostiene en referencia a este conjunto de procesos que la historia no se mueve coordinadamente bajo un plan, y que muchos de estos aspectos tuvieron en algunas ciudades o regiones mayor predicamento que otros. Así la Ilustración fue vital en Francia e Inglaterra, el Renacimiento tuvo su epicentro en Italia o la reforma protestante hizo sus bases en Alemania, aunque toda Europa recibió el impacto de la transformación económica o la expansión de las len-guas nacionales. Ahora bien todos ellos comparten rasgos comunes.

Analicemos brevemente por separado cada uno.

El capitalismo. En principio debemos hacer una mínima caracterización de la economía feudal. La economía en los 10 siglos que abarca el feudalismo era esencialmente una economía agraria basada en unidades de producción de pequeña escala como las pequeñas comarcas y los feudos. Era una economía de subsistencia. Los campesinos labraban unas tierras que no poseían y una parte de la cosecha, la más importante, pertenecía al señor feudal. Esa economía no generaba excedentes (o generaba muy pocos), aunque se había ido generando una extensa red de comercio a lo largo y ancho de Europa. En los pueblos y las pequeñas ciudades, en el marco de este largo proceso, habían ido surgiendo artesanos y comerciantes. Esos fueron los que comenzaron a acumular capital, lo que luego dio origen al proceso capitalista. Estos artesanos y artistas, como comerciantes, fue-ron los que comenzaron a partir del siglo XV a producir, contratando trabajadores y extendiendo sus redes comerciales. El comercio en Asia y la extensión de la influencia de Europa en América, fueron parte de un proceso que dinamizó las economías regionales dando lugar a los imperios coloniales. En simultaneo, inventos técnicos (que veremos más adelante con más detalle) en el siglo XVII y XVIII, fueron jalonando una revolución en la producción.

El renacimiento. El renacimiento es un proceso histórico cultural que tiene su epicentro en Europa, en particular en Italia, y refiere en particular al mundo de las artes, las ideas, la religión; una de sus aristas más conocidas lo representan una vuelta a los clásicos griegos, en la que se redimensiona el lugar del hombre en el centro de la cultura. Renacimiento desde el punto de vista filosófico es el humanismo. El renacimiento es Petrarca, es Leonardo de Vinci, es Venecia, los Médici, todo un proceso de renovación cultural que tiene como eje fundamental apartarse de la tradición medieval. A diferencia de aquel largo proceso en el cual el centro del mundo giraba en torno a la idea de Dios, el renacimiento hace girar el mundo al rededor de la idea del hombre. Como bien lo representan en el arte pintores y artistas como Leonardo da Vinci o Miguel Angel, la perspectiva renacentista puede ser un fiel reflejo de esta idea, porque todo es visto ahora desde los ojos humanos. A diferencia de la perspectiva feudal. La conquista de América, el descubrimiento de técnicas e instrumentos de medición como el telescopio, son partes sustanciales de una nueva época histórica. Hay una vuelta a la antigüedad clásica, hay una nueva relación con la naturaleza, el hombre se convierte en la medida de todas las cosas y el mecenazgo se convierte en la nueva forma de producción cultural

El cisma protestante. En cuanto a la crisis religiosa no hay dudas ya que fue capital en la transformación de la modernidad. Ya lo señaló en su momento el gran sociólogo alemán, Max Weber, en el trabajo La ética protestante y el espíritu del capitalismo. Si bien el cisma surge como una discusión religiosa y doctrinaria dentro de la iglesia católica, en realidad también es un catalizador de una proceso más profundo de reformas en la cristiandad que viene de lejos; en principio, de ese largo proceso que se inicia con los milenarismos, en especial el del Joaquín de Flore, que fue un antecedente significativo para las reformas religiosas que luego devienen en la reforma protestante. La discusión de fondo, doctrinaria, la impulsa Lutero, este monje alemán, que está en el corazón del conflicto de poder que atraviesa esa primera etapa de la imprenta. Es la predestinación y la libre interpretación de la Biblia, el acceso a las escrituras sin la intermediación de la curia. Por eso el Concilio de Trento posterior, reubica en la palabra de la autoridad eclesial la verdadera interpretación dogmática de las escrituras. Lutero en cuando a la predestinación hace un razonamiento simple (que es el que toma Weber para definir esa afinidad entre la llamada ética protestante y el desarrollo capitalista). Si el dilema central de cualquier persona creyente es la salvación y el Dios del cristianismo, principio y fin de todas las cosas, es omnisciente, es impensable imaginar que el camino de cada sujeto ya no esté definido más allá de las obras de cada uno. El problema, dice Lutero, es cómo saber que estamos salvados o no. Para eso, el protestantismo piensa que ese Dios todo poderoso no es un perverso, es decir, que nos da alguna señal. En esta señales es evidente que la buena vida, el cumplimiento de las normas, la ponderación de los otros por nuestros éxitos, el apego a la profesión, son los rasgos de una visión de “el ser supremo” benevolente. Así, todo lo que hagamos para poner en evidencia nuestra “buena vida”, es recompensado por Dios. Esa cultura del trabajo, de la constricción a la profesión, de la búsqueda del éxito personal, se convirtió en el clima propenso, culturalmente hablando, para el desarrollo de la empresa capitalista. La libre interpretación de la Biblia deviene más bien de la profunda critica que Lutero hace fundamentalmente al clero, a Roma, y al poder mundano de la curia. Lutero es en realidad un ortodoxo, y como muchos otros reformadores veía en la Iglesia una de-formación de las enseñanzas cristianas. En esa línea, los reformistas encuentran que si la palabra de Dios está en las escrituras, y la fe es la fuente fundamental de la salvación, había que acercar esa palabra a los creyentes. Por eso Lutero, Calvino, Melanchthon, son grandes impulsores de la imprenta. Lutero es el primero en traducirla al alemán y su escritos tienen una gran difusión en toda Europa.

La ilustración. Si pensamos en la ilustración nos tenemos que remitir específicamente al debate filosófico fundamental de la modernidad que se desarrolla alrededor de la idea del contrato como fundamento del orden social. Son los grandes padres de la ilustración, del iluminismo, Thomas Hobbes (1588/1679), John Locke (1632/1704) y Jean-Jacques Rousseau (1712/1778), quienes definen un nuevo origen de la sociedad, el contrato social, el llamado contractualismo, contra la idea predominante hasta esa época que era el origen divino de la monarquía. Aunque unos defiendan la forma monárquica de gobierno y otros la futura república, el principio común a los tres es que la fuente del origen del poder se configura a partir de causas naturales. Es la naturaleza del hombre, la lucha por la supervivencia, el enfrentamiento entre los hombres, como lo definió Thomas Hobbes, en su famosa frase Homo hominis lupus (el hombre es el lobo del hombre). Para Hobbes, el Leviatán, el Estado, a través del monarca, quien hace cumplir la ley nos protege a unos de otros, el contrato es una cesión del poder de autogobierno al soberano que imponiendo la ley garantiza la seguridad. El leviatán es ese monstruo mítico que es más fuerte que los individuos. La versión de Locke es más moderada, no hay cesión del poder, hay mediación. En el caso de Rousseau la concepción de origen es diferente, en el estado de naturaleza el hombre es bueno. Es la lucha por la propiedad la que ge-nera los conflictos y la guerra. El contrato aquí es la forma de evitar esta conflictividad. La importancia del contractualismo en el proceso de transformación social de la modernidad es se constituye en el fundamento filosófico político de la Revolución Francesa. Si Dios no es más el garante de la legitimidad del poder, el poder está en cada individuo, en consecuencia, en la suma de todos los individuos, el pueblo. El reflejo más contundente de la filosofía de la ilustración desde el punto de vista de la comunicación es la Enciclopedia de Diderot (1751/1773). Porque la enciclopedia refleja la intención de hacer la suma de todos los conocimientos de la humanidad. De todos los saberes uni-versales.

El crecimiento de las lenguas vernáculas. El último factor que queremos rescatar ahora sobre el conjunto de transformaciones de la modernidad es el crecimiento de las lenguas vernáculas. Lo primero que hay que decir aquí que el mundo feudal había consagrado como única lengua de conocimiento, de saber, al latín. El latín era el idioma de la cristiandad, de las escrituras, por tanto de la palabra de Dios, finalmente de la verdad. En forma paralela, o subterránea, habían crecido idiolectos, lenguajes populares, vulgares, vernáculos, que eran los que hablaba el pueblo, el lenguaje común del vulgo, de los sectores populares. A partir del siglo XV, y en particular con la aparición y desarrollo de la imprenta, se expanden estos lenguajes populares, luego llama-dos nacionales; porque es evidente que sin una lengua nacional, sin un idioma común, es imposible pensar en la masificación de la cultura. Este proceso que se inicia con la imprenta, culmina con la escolarización. Cuando la escuela tome como una de sus misiones fundamentales enseñar a leer y escribir en un idioma nacional, el proceso iniciado, quizás sin querer, por Gutenberg se hace universal.

La invención del otro

Las primeras noticias publicadas sobre América llegaron a Europa de los testimonios de Cristobal Colón enviados por correspondencia desde Lisboa a los reyes católicos, luego de su primer viaje. La conocida “carta a Santángel”5 de febrero de 1493, donde Colon menciona brevemente los 21 días de travesía y las características generales de las islas descubiertas y “las gentes” que las poblaban, fue impresa y distribuida por Europa de manera inmediata, se cree que por orden de los mismos reyes que querían dejar sentada sus propiedades sobre “las Indias”.

Desde entonces un sinnúmero de referencias, a través de correspondencias, como informes elaborados por distintos protagonistas de aquella epopeya, circularon por las grandes capitales del continente: Martín Pinzón, que envió las primeras noticias a los reyes desde La Pinta anclada en Barcelona, Bartolomé de las Casas que escribiera la Historia de las Indias (1527-1552)6o Hernando Colón (hijo del almirante y acompañante del cuarto viaje) que redactó la Historia del Almirante en 1535, y publicada después de su muerte por sus herederos en 1571.

La importancia del viaje de Colón fue, como lo atestigua esa innumerable profusión de relatos impresos y manuscritos, inmediatamente reconocido por sus contemporáneos, y esa primera etapa de la modernidad no estaría completa sin el periplo inaudito de aquel marino genovés que se lanzó al océano en búsca de oro. Para el filólogo búlgaro Tzvetan Todorov ahí comienza realmente la modernidad, porque el viaje de Colón, y su “descubrimiento” de América (no de los americanos a quienes negará en su cultura y sus tierras), el 13 de noviembre de 1492, concluye el proceso de completud del territorio (“el mundo está cerrado”) que la humanidad iniciara en los albores de su historia, configurando de nuevo una alteridad concebida como exclusión en el paradójico momento en que cerraba el circulo de su extensión humana. Porque el descubrimiento del continente americano es radicalmente diferente de los otros viajes exploratorios, ya que de aquellos otros territorios, por ejemplo, hacia el este (la China o Japón) o el sur (Africa), se tenían noticias desde tiempos inmemoriales. Con América es distinto, como lo reconoció Hannah Arendt.

Los textos fundacionales sobre la relectura de la expansión imperialista de occidente fueron escritos por dos escritores nómadas, exiliados, desplazados: Edward Said y Zvetan Todorov. No es casual tampoco que transcurrieran apenas 3 años entre uno y otro. Orientalismo7 del Said se publicó en 1978 y La conquista de América8 de Todorov en 1981. Los dos textos cimentaron lo que se conoce como los estudios poscoloniales. Allí los dos referentes, uno de literaturas comparadas, el otro, de la lingüística barthesiana, realizan los primeros estudios sobre la construcción discursiva de la alteridad. En Orientalismo, Eward W. Said, demuestra que la historia de Oriente es, para occidente, un relato sobre el exotismo, el misterio y un primitivismo, que nada tiene que ver con la verdadera configuración histórica de oriente. Es más, dice Said, Oriente es un discurso sobre el otro que se construye como totalidad solo para configurar el propio lugar superior de occidente. Algo similar propone Todorov al leer los diarios de Colón. En sus correspondencias, como en los Diarios, el almirante y conquistador “inventa” las Indias. Y en ningún momento deja de pensar que esta anexión está al servicio de la coroma y de Dios. Por eso los nuevos habitantes son para Colón como parte de la naturaleza, lo mis-mo que los “fermosos árboles” son los “fermosos cuerpos desnudos de los hombres y las mujeres”.

1 Briggs, A. y Burke, P., (2002), De Gutenberg a Internet, Taurus, Madrid, España, pág 29.

2 Carier, R., (2006), Inscribir y borrar. Cultura escrita y literatura (siglo XI-XVIII), Buenos Aires, Argentina, Katz.

3 Finkelstein, D. y McCleery, A., (2014), Una introducción a la historia del libro, Buenos Aires, Argentina, Paidós.

4 Said, E.W., (2001), Cultura e Imperialismo, Barcelona, España, Anagrama, pág 25.

5 Edney, Matthew, Columbus¨s First letters, 1493-1497, Univeristy of Shouthen Maine, archivado desde el original, consultado el 7 de junio 2020.

6 La Historia de las Indias compuesta por Bartolomé de las Casas fue originalmente un texto manuscrito que el obispo de Chiapa escribió en varias etapas por casi 35 años. Recién tuvo su forma impresa en 1875.

7 Said, E. W., (2002), Orientalismo, Barcelona, España, Mondadori.

8 Todorov, Z., (2007), La conquista de América. El problema del otro, México D.F. , México, Siglo XXI.

Bibliografía de lectura obligatoria:

1) Una introducción a la historia del libro, David Finkelstein, Alistair McCleery, CABA, Paidós, 2014.

  • De la oralidad a la escritura.
  • La aparición de la imprenta.

También puede gustarle...