El camino a Francia tras 12 años de ausencias mundiales

El desarrollo del fútbol femenino es una cuenta pendiente en nuestro país. Aun así, superando todo tipo de adversidades, las jugadoras albicelestes volvieron, jugaron un gran Mundial e hicieron historia.
En 2003 y en 2007 fueron invisibles. El país solo se enteró de que ellas habían ido a jugar un Mundial cuando sufrieron humillantes goleadas y emergieron las críticas. Hay una creencia popular que dice que la Argentina debe tener éxito en cualquier deporte en el que compita. Esa máxima, la mayoría de las veces, no entiende de contextos ni de procesos históricos. Ellas fueron víctimas de ese exitismo ciego y las consecuencias se reflejan en lo deportivo. Sin embargo, a pesar de todo lo negativo, jugaron un gran Mundial en Francia y cambiaron la historia para siempre.
Luego de la quinta edición de la Copa America Femenina de 2006, que se llevó a cabo en Mar del Plata, y en el cual la selección nacional se consagró campeona y obtuvo la clasificación para la Copa Mundial de China 2007 y los Juegos Olímpicos de Pekín 2008, el panorama empezó a empeorar. En ambas competiciones, el equipo quedó eliminado en primera ronda, luego de perder todos los partidos que disputó.
Las bajas continuaron a partir de 2010 en el Campeonato Sudamericano Femenino que se realizó en Ecuador. Éste otorgaba dos cupos para la Copa Mundial Femenina, pero el seleccionado argentino terminó en cuarto lugar y no logró adueñarse de ninguno. Además, el equipo tuvo una pobre actuación en los Juegos Panamericanos 2011.
El plantel retomó la actividad consiguiendo el oro en los Juegos Odesur de 2014, aunque ese triunfo se contrapuso con el último puesto en los Juegos Panamericanos de Toronto, un año después (2015) . En ese contexto, las futbolistas decidieron que así no podían continuar y estuvieron 18 meses sin jugar. Además, la AFA les sacó al entrenador en julio de 2016, cuando decidió mandar a Julio Olarticoechea a dirigir primero al sub-20 masculino en La Alcudia y luego al sub-23 de los Juegos Olímpicos de Río 2016.
Tras dos años sin competencia (y sin entrenador), la selección femenina volvió al trabajo en el agosto de 2017. El último torneo disputado habían sido los Juegos Panamericanos de Toronto, en los cuales el equipo no pudo pasar la fase de grupos. El regreso a las prácticas implicó que cada futbolista debía garantizarse la forma de llegar hasta el predio de Ezeiza y eso desencadenó otro conflicto para las jugadoras.
El grupo decidió ir al paro y dejaron de entrenarse, aunque sus exigencias eran mínimas: el pago de viáticos (150 pesos por práctica), entrenamientos en césped natural y alojamientos en hoteles durante los viajes. El 20 de Septiembre de 2017, emitieron un comunicado con fuertes críticas a la AFA. “Nuestra disciplina arrastra problemas estructurales de larga data: no se puede practicar un deporte cuando no se cuenta con recursos básicos», detallaba el mensaje que tenía como destinatario al presidente de la Comisión de Fútbol Femenino de la Asociación del Fútbol Argentino, Ricardo Pinela. Aunque también debía ser oído por muchos otros, el seleccionado de fútbol femenino había iniciado una medida de fuerza y necesitaba «recursos básicos» para llevar adelante la actividad.
Finalmente, tras una complicada negociación con Ricardo Pinela y a pesar de los contratiempos, el equipo se entrenó a las órdenes del director técnico Carlos Borrello y viajó a Uruguay para jugar un amistoso contra la selección de ese país. Las jugadoras dieron una muestra de carácter y de fútbol para quedarse con la victoria por un contundente 3-0.
El duelo se jugó en la cancha de Defensor Sporting, un día antes del encuentro que la selección masculina disputó por Eliminatorias ante el conjunto «Charrúa» en el estadio Centenario. Mientras que los dirigidos por Jorge Sampaoli viajaron a Montevideo en un vuelo de Aerolíneas Argentinas, el elenco femenino se trasladó en barco y debió «hacer tiempo» y dormir en un micro hasta la hora del partido para regresar al país una vez terminado el mismo.
Meses después, en abril de 2018, fueron a competir a la Copa América de Chile con muy pocos días de entrenamientos juntas. «Éramos como una banda de amigas que se juntaban a jugar», reconocieron las propias jugadoras. Aún así, hicieron un dignísimo papel y consiguieron un tercer puesto, por detrás de Brasil y las locales, que les permitió disputar un repechaje por un boleto al Mundial.
En ese certamen, además, dejaron sentado su malestar por el trato que les daban las autoridades con aquella recordada foto del «Topo Gigio». Fueron las propias futbolistas las que se cargaron la mochila de reclamar por sus derechos y de exigir las condiciones de trabajo que merecían como representantes de un elenco nacional. La lucha, que por primera vez adquiría visibilidad en un torneo internacional, había comenzado mucho antes.
En cuanto a lo deportivo, el conjunto “albiceleste” obtuvo su objetivo al ganar el repechaje continental que disputó con Panamá. La selección nacional ganó por un contundente 4-0 como local, en el estadio de Arsenal en Sarandí (Buenos Aires), y empatando 1-1 como visitante en el partido de vuelta , que se jugó en el estadio Rommel Fernández (Panamá). Esa victoria, le valió regresar a la máxima competencia intercontinental, tras 12 años de ausencia.
Luego de tanta lucha, con jugadoras de gran experiencia como Vanina Correa y Aldana Cometti, encontrando puntos altos como Belen Potassa, Ruth Bravo, y Estafania Banini (una de las figuras del equipo), el 10 de junio el Stade de France de París fue testigo del regreso de la Argentina a un Mundial femenino. Ese día las dirigidas por Carlos Borrello debutaron en el grupo D contra Japón, consiguiendo un empate histórico. Desde esa fecha y durante toda la competencia, fueron 23 las jugadoras que marcaron un antes y un después en la historia del fútbol femenino nacional.
Ellas, fueron las mujeres que se encargaron de llevar la bandera de nuestro país a lo más alto. Argentina volvió a ser Mundial, las chicas lo hicieron posible.