PRENSA

Por Guillermo Agustín Clarke*

En 1882, cuando oficialmente se fundó la ciudad de La Plata, se hizo con un objetivo explícito: dotar a la provincia de Buenos Aires de una capital. Fue una decisión política y parte de un proceso histórico mayor.

Su fundación pretendía, además, iniciar la reconstrucción de una identidad provincial, amputada gravemente por la pérdida de la ciudad de Buenos Aires capital de la Provincia, convertida desde 1880 en Capital Federal. Para compensar esa pérdida, no resultaba suficiente emplazar el nuevo centro político de la provincia en alguno de sus antiguos pueblos de la llanura, ni la ampliación de su frontera sur y oeste que duplicaron su extensión a expensas de las poblaciones originarias.Era necesaria una capital para esa “campaña”identificada más con la frontera que con el puerto, con la producción más queel comercio, con la barbarie más que con la civilización.

La nueva capital también implicaba la transformación de esa campaña india, colonial y gaucha, atravesada ya por líneas férreas y una productividad excitada por el mercado mundial, en una nueva provincia, blanca, civilizada y con gauchos que, como en La Vuelta del Martín Fierro, se sometieran al imperio de la ley y de las nuevas formas de trabajo.

La nueva Capital se llamaría La Plata. El nombre elegido por el hermano del autor del Martín Fierro, aludía al origen mismo del “descubrimiento” del ancho estuario homónimo, y al nombre que un cronista alemán le dio a nuestro país, a la vez que era cristalino y atemporal como Buenos Aires. Diferente a las voces pampas y araucanas, a los nombres de sus victimarios o de personajes del pasado históricoreciente, que componían la toponimia de la campaña bonaerense hasta el momento.

La Plata sería entonces un milagro civilizatorio, en un tiempo en que estaba claro que los milagros existían porque los hombres eran capaces de hacerlos, en un tiempo en que la modernidad occidental no mostraba su contracara ni preveía su fracaso.

El Estado Nacional era la herramienta más poderosa para llevar a cabo esos milagros producidos por la razón, la ciencia y el orden económico que tenían su centro planetario en Europa.

La ciudad de LaPlata, la capital nueva de la provincia de Buenos Aires, debía ser entonces un símbolo yera ala vez un síntoma de un proceso histórico global, de una interpretación positiva de esa transformación y un modelo a escala de la nación deseada.

La Plata fue pensada, planificada, razonada como un principio y un final, despegada de la nación bárbara, hispana y colonial, de la provincia fronteriza y criolla y ejemplo del porvenir global quese inspiraba en las tradiciones remotas de la cultura helénica, en su versión francesa, británica o alemana. El destino de esas naciones liberadas del atraso gracias a la razón, a la economía capitalista y a la autopercepción de su superioridad racial, ofrecía un espejo y un manual para el progreso.

Nuestra ciudad de La Plata, la capital nueva, es un vestigio arqueológico monumental de aquellos tiempos. La concepción científica e higienista de su traza, la figura de Pedro Benoit, la intención del puerto y sus edificios fundacionales –“neo” clásicos,renacentistas ogóticos-,el museo imperial con momias egipcias y americanas, el teatro lírico, la universidad científica, el observatorio astronómico, diagonales, luminarias. Esa era la mampostería para una nueva ciudad, una nueva capital y una nueva sociedad.

Algunos abrigaron el sueño de un progreso tan espectacular que podría opacar a la vieja ciudad de Buenos Aires. La Plata también podía tener la fórmula mágica delas llaves del río, estabahistóricamente eximida de invasiones, conflictos y de ese pasado colonial hispano que Buenos Aires debía negar destruyendo su cabildo y ensanchando la Avenida de Mayo.

La moderna capital de la Provincia de Buenos Aires, tendría tras de sí las pasturas, mieses y ganados que prometían alimentar al mundo. Lo cierto es que esas riquezas producidas en la Provincia de Buenos Aires, quedaban en los centros de comercialización y exportación a 50 kilómetros de la nueva capital, lugar donde residían también los mayores propietarios y beneficiarios de las tierras bonaerenses. No fue tampoco una dificultad menor, el trazado ferroviario desde cada rincón productivo al puerto de Buenos Aires, administrado por un sistema económico ajeno alas pretensiones de nuestra provincia y su capital.

Los planes, sueños e ideas de los fundadores de la ciudad de La Plata, no se cumplieron con exactitud. Existen diferencias, a veces paradójicas, entre los proyectos y lo que en realidad ocurre, fruto de la dinámica histórica, los contextos, los efectos no deseados o no contemplados de la realización de esos mismos proyectos y las acciones de los hombres y las mujeres.

El propio sistema económico mundial que se afianzó en Argentina, justamente cuando se fundó La Plata, no tardará en demostrar sus límites y sensibilidad a las constantes crisis. La complejidad de los procesos productivos, de transporte y comercialización -ferrocarriles, silos, frigoríficos y préstamos- significaron mayor extranjerización de la economía y pérdida de control para las elites locales. Por otra parte, este tipo de crecimiento vertiginoso, provocó otro proceso en ciudades como La Plata: el surgimiento de clases medias que disputarán la hegemonía política a la elite y de trabajadores integrados a los sectores más modernos de la economía, que preludian el conflicto social.

La percepción generalizada de que Europa era el modelo a seguir y el estadío superior de la evolución civilizatoria, inspiró sin duda a los fundadores de La Plata. Pero también provenían del viejo continente otras noticias de boca de quienes, por ejemplo, construyeron la ciudad, cavaron el canal del puerto y vivieron en casillas de madera durante meses. Los inmigrantes, la Gran Guerra, la Revolución, los fascismos, la crisis, demostraron más temprano que tarde que la modernidad occidental podía tener un destino poco deseable.

La Plata fue forjando así su propia identidad y transformando la identidad bonaerense.La universidad y los frigoríficos, la pampa y el río, el crecimiento constante de su población, la pusieron en el camino del 17 de octubre y de la revolución en los años setenta. Las huellas de cada tiempo se superponen, aparecen y desparecen según la mirada de cada presente. El desafío del nuestro es lograr que la ciudad planificada, higienista y monumental pueda ser disfrutada por todas y todos los/as/es platenses, los/as/es que padecen hacinamiento, falta de transporte, vivienda, salud y trabajo. Ampliar el cuadrado, multiplicarlo hasta que nos cobije a todos/as/es.

*Profesor de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP y director del Archivo Histórico Provincial «Ricardo Levene».

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