Reseñas

Reseña a Didier Fassin (2022). ¿Cuánto vale una vida? O cómo pensar la dignidad humana en un mundo desigual. Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina, Siglo Veintiuno, 96 pp.

Review to Didier Fassin (2022). ¿Cuánto vale una vida? O cómo pensar la dignidad humana en un mundo desigual. Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina, Siglo Veintiuno, 96 pp.

Jorge Afarian
Instituto de Investigaciones Jurídicas y Sociales “Ambrosio L. Gioja”. Facultad de Derechos. Universidad de Buenos Aires, Argentina

Cuadernos de H ideas

Universidad Nacional de La Plata, Argentina

ISSN: 2313-9048

Periodicidad: Frecuencia continua

vol. 16, núm. 16, e068, 2022

cuadernosdehideas@perio.unlp.edu.ar

Fassin Didier. ¿Cuánto vale una vida? O cómo pensar la dignidad humana en un mundo desigual. 2022. Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. Siglo Veintiuno. 96 pp.

Recepción: 03 Octubre 2022

Aprobación: 10 Octubre 2022



DOI: https://doi.org/10.24215/23139048e068

La obra que comentaremos es parte de la colección denominada Singular, correspondiente a la serie Collège de France. Consta de tres apartados: la presentación, a cargo de la escritora y periodista cultural, Sonia Budassi. En segundo lugar, la conferencia que da título a la obra, a cargo del médico, sociólogo y antropólogo, Didier Fassin. La lección impartida por Fassin fue parte de la inauguración de la cátedra anual de Salud Pública del Collège de France, y presentada el 16 de enero de 2020. Por último, el tercer apartado presenta una entrevista a Fassin, a cargo de la autora del primer apartado.

El libro es interesante por varios motivos. Por un lado, es útil para seguir la trayectoria de Didier Fassin, quien nos relata sus últimos hallazgos teóricos y experiencias en el campo. Dada su formación como médico especialista en medicina interna y salud pública, a la que se suman la sociología y la antropología, ha investigado sobre los más diversos temas, como las políticas sanitarias y las desigualdades, los bloques represivos del Estado (policía, cárcel y judicatura), las relaciones entre los/las migrantes, refugiados y las políticas públicas de ingreso y asilo, y la presencia de las ciencias sociales en el debate público. Ha realizado investigaciones en África (Senegal y Sudáfrica), Asia (Irak, Palestina), Europa (Francia e Italia) y Latinoamérica (Ecuador y Colombia), entre muchos otros.

Como vemos, la sola trayectoria del autor de la conferencia vale para indagar en su bagaje teórico y empírico. Esto se complementa con una interesante entrevista realizada por Sonia Budassi, y que ayuda a recuperar varias nociones la conferencia, a la vez que las relaciona con la actual pandemia de la covid-19. Las palabras de Fassin fueron pronunciadas en un momento bisagra, en enero de 2020, y si bien desde esa fecha a la actualidad el mundo ha cambiado mucho, sus pensamientos son igualmente trasladables a tiempos que corren, cuestión que se observa más nítidamente en el apartado de la entrevista.

Por estos motivos, creemos que es más que interesante su lectura, que por lo demás asequible para personas no expertas en la temática, cuestión que redobla su importancia como material teórico. Realizaremos una breve relación de cada uno de los apartados, con el fin de acercar al/la lector/a las temáticas centrales del trabajo de Fassin, y así estimular la lectura de toda su obra, que recupera en varios pasajes de la conferencia. Sobre el final de la reseña, aportaremos breves conclusiones.

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La primera parte de la obra, a cargo de Sonia Budassi, se encarga de presentar al autor y detalla su trayectoria académica y profesional. En la lección inaugural, Budassi detecta constantes de reflexión a lo largo de la obra de Fassin, más allá de lo diverso de sus temas de estudio. Sea el aparato represivo del Estado, sean los conflictos en Irak, en Palestina o en Colombia, sea el reconocimiento de la condición de migrante o refugiado, o la epidemia de VIH-SIDA, el autor recurre al método etnográfico para describir las historias de vida y las biografías de sus protagonistas, atravesados por las desigualdades sociales en sus diversas fases, económica, política, sanitaria, de género, étnica.

En esta primera sección, la autora resalta la especial importancia de la etnografía, la rigurosidad teórica y los recursos literarios como una de las características más salientes de la obra de Fassin. Estos aspectos contribuyen a una comprensión más completa del sujeto de estudio, a la vez que gana nuevos/as lectores/as con su estilo de escritura llano, sin perder en el camino la complejidad analítica.

El segundo apartado está dedicado a la conferencia de Fassin en el Collège de France. Nos detendremos en algunos aspectos centrales de sus ideas, con el fin de guiar al/la lector/a en su futura lectura. La lección comienza con una “genealogía” de las desigualdades, particularmente en materia de salud, cuyo concepto fue complejizado a partir de nuevos conceptos, entre los que destaca las determinaciones sociales y políticas del estado físico o psíquico de las personas, más allá de las “leyes” naturales roussonianas.

En concreto, desde mediados del siglo XIX y a partir de la obra de diversos autores, se produjo una transición de las “leyes universales de la naturaleza”, en beneficio de las “leyes estadísticas de la sociedad”. La revolución industrial, que expuso las enormes desigualdades, particularmente de las clases trabajadoras en su mayoría bajo una pobreza extrema, impactó en las ciencias sociales.

Sin embargo, advierte que “tanto ayer como hoy, rara vez las reformas sociales están exentas de juicios morales” (2022, p. 27), puesto que se percibe a las personas destinatarias de esas reformas como la causa de su propias penurias, a partir de diversos estereotipos, como las costumbres depravadas, el alcoholismo, la impudicia o la falta de cuidado de los/as hijos/as. Es en este aspecto donde Fassin recurre a las teorizaciones de Foucault, en particular del término de “biopolítica”, que reemplazó al de “soberanía”. El biopoder, como potestad de hacer vivir o de arrojar a la muerte, influyó en las más diversas disciplinas, desde la epidemiología hasta el control de la inmigración. La salud pública se encuentra en el centro de esas intersecciones, en el que los esfuerzos comunitarios, “lo colectivo”, se hallan en un primer plano.

Fassin finaliza la primera sección de su intervención concluyendo que las desigualdades se sostienen en “una doble base, política y moral” (2022, p. 30). En efecto, las variaciones en la mortalidad se basan en las diferencias atribuidas a la vida humana en una determinada comunidad. La tasa de mortalidad es proporcional al valor que la sociedad otorga a la vida en general, y de determinados grupos, en particular.

Ese valor se detecta a través de dos enfoques. Uno ético, que considera la vida como un bien incalculable (en inglés, value), lo que no evita un tratamiento diferenciado para determinados grupos. Cita a la religión cristiana y la filosofía naturalista como los exponentes de esta línea de pensamiento. El segundo enfoque, de carácter económico, otorga un precio a la vida (worth), lo que también está sujeto a disparidades. Aquí, en lo que respecta a la judicatura, se utilizan análisis económicos con el fin de calcular el monto de una compensación. En el caso de los representantes públicos, se realizan ponderaciones al momento de decidir en materia de políticas a partir de riesgos conocidos.

En otro plano, el valor absoluto y el valor relativo de la vida explican las tensiones existentes la medicina clínica y la salud pública. La primera, más individualista, busca la protección de la vida a cualquier costo. La segunda, más colectiva, trata las poblaciones y la elección de estrategias en base una relación de costo-beneficio distinta. Sin embargo, ninguno de estos enfoques permite comprender las diferencias entre las “esperanzas de vida”, lo que hace aún más necesario un cambio de dirección.

Fassin estima que existe una considerable extensión de las desigualdades ante la muerte, paralelas a la calificación socioprofesional. Sin perjuicio de ello, los estudios basados en estas categorías no toman en cuenta, por ejemplo, a la población sin actividad económica, ni el nivel de vida real de las personas. El autor considera fundamental que “la medición de las desigualdades de mortalidad integre al conjunto de la población y tenga en cuenta la evolución de la estructura económica” (2022, p. 40). Pero eso no termina aquí, sino que persisten dos puntos ciegos: las dificultades en relación a la metodología a utilizar y los obstáculos ideológicos y jurídicos.

El autor recurre al ejemplo extremo de Estados Unidos para explicar que las desigualdades en la esperanza de vida se deben a la acumulación de las desigualdades en la sociedad. En este país, las erogaciones en materia de salud por habitante son las mayores del mundo, aunque la esperanza de vida en aquel país se ubica en el puesto 46, detrás de Cuba y de Estonia. Fassin explica que “ingresos, escolaridad y color de piel están estrechamente vinculados” (2022, p. 44), en lo que a nivel de vida y desigualdades respecta. Las desigualdades etnorraciales generan disparidades de salud debido, además, al efecto de la privación de derechos y la desvalorización personal. Los derechos nunca son iguales para todos/as.

Pero ¿qué pasa con la vida? La esperanza de vida es solo un aspecto que da cuenta de las desigualdades existentes respecto de la muerte, pero no de las posibilidades de una vida satisfactoria y plena. En este punto, el autor aporta un ejemplo revelador: en Francia, si bien la mortalidad de las mujeres es menor que la de los varones, independientemente de su categoría profesional, esta “ventaja” es solo aparente. La esperanza de vida no es equivalente a una calidad de vida óptima, en términos de realización personal, acceso a derechos, autonomía o independencia.

Todos estos datos invitan a pensar la vida en una doble acepción: la vida biológica (que implica un comienzo y un fin para todos los seres vivos) y la vida biográfica (como vida que puede ser narrada, la historia de las personas). La esperanza de vida mide la primera, la historia de vida aporta la riqueza de la segunda. Ambas deben ser diferenciadas y conectadas a la vez y la desigualdad de las vidas solo puede tomar real dimensión a partir del reconocimiento de ambos aspectos.

En este sentido, la esperanza de vida (life expectancy) y la expectativa de vida (expectation for life), deben ser diferenciadas, aunque una no puede ser considerada sin la otra. En efecto, no es solo la duración numérica de la vida, sino también lo que las personas tienen derecho a esperar de ellas. Como señala el autor: “Ya no se habla de cantidad, sino de calidad; tampoco ya de longevidad, sino de dignidad” (2022, p. 56).

Sobre el final de la exposición, el autor se concentra en la importancia de la antropología y, en particular, de la etnografía para relatar las historias de vida, para ubicar al sujeto, su trayectoria y experiencia en el centro de la discusión y del interés. Mediante una “actitud crítica”, el/la investigador/a puede aportar a un mejor entendimiento del mundo, a la vez que implica una perspectiva política: “Si el mundo puede ser de otra forma […], entonces el cambio siempre es posible y alimenta otras esperanzas” (2022, p. 64).

El último apartado de la obra está dedicado a la entrevista a Fassin, llevada a cabo por Sonia Budassi en noviembre de 2021, cuyos aportes consisten en aclarar varios conceptos de la conferencia, a partir de la mirada latinoamericana de la entrevistadora, además del impacto del covid-19 en las desigualdades, principalmente en materia de salud.

Una de las cuestiones interesantes que surgen del intercambio, es que el mayor entendimiento de las historias de vida hasta la globalización capitalista, las estructuras sociales desiguales y la complejidad de las disparidades en salud, no necesariamente se traducen en mejores políticas públicas para la reducción de desigualdades, salvo en casos muy específicos (Brasil, en la época de Lula, o Chile, durante la presidencia de Bachelet). Aquí el autor francés se detiene en la poca conexión entre la academia y las decisiones políticas, es decir, entre el saber y la acción, que él atribuye a cuestiones de interés y desafíos del poder.

A su vez, “los hombres y mujeres que están en el poder suelen carecer de la valentía en lo que hace a medidas que, según temen, serán impopulares o que servirán a sus adversarios” (2022, p. 81). Por ello, las autoridades públicas satisfacen los intereses menos dignos de la población, como la xenofobia, el racismo o la venganza.

Respecto de la pandemia de covid-19, con base en algunas declaraciones de Giorgio Agamben, el autor francés explica que existe una tendencia política que consiste en gobernar a través del miedo, pero esta actitud no se limita a la pandemia, sino que es mucho más antigua. Por ejemplo, la “guerra contra las drogas” en Estados Unidos o el miedo al terrorismo en Francia, que dio lugar a un “estado de emergencia” que luego se convirtió en permanente. Estas políticas ocasionaron, en el primer caso, la multiplicación de la población carcelaria, en su mayoría negra. En el segundo, la emergencia afectó a las minorías etnorraciales, particularmente la comunidad musulmana.

En otros aspectos, la pandemia también acentuó las desigualdades, tanto en materia de mortalidad como en materia represiva. Las consecuencias de la covid-19 pusieron al descubierto numerosas disparidades, principalmente en cuanto a la esperanza de vida de las poblaciones. Por ello, para Fassin cabe utilizar los conceptos de “políticas de la vida”, en lugar de “necropolítica”, puesto que el primero tiene como ventaja una visión más acabada de las problemáticas. Entonces “hablar de vida en el sentido de la vida buena, deseada, soñada o, por el contrario, de la vida lacerada, humillada, maltratada, permite dar cuenta tanto mejor la experiencia de las personas” (2022, pp. 87-88).

La “participación observante”, en lugar de la “observación participante”, propia de las ciencias sociales clásicas, es un importante ingrediente para una mejor comprensión de los sujetos de estudio, no solo por razones de índole metodológico, sino también por motivaciones éticas y políticas. Los/las investigadores/as necesitan comprender el mundo del que forman parte, pero al mismo tiempo defender la autonomía científica y el pensamiento crítico independiente.

Para concluir nuestra reseña, reiteramos la importancia de estos volúmenes para actualizar nuestro bagaje teórico y metodológico, en particular en lo que concierne a las desigualdades en salud que tanto se han modificado (y acentuado) desde la pandemia. La actualidad de la lección que aquí presentamos es manifiesta, más allá de los “escasos” (en términos netamente numéricos) dos años desde su dictado, y a partir de la lectura experta y profunda de Fassin.

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