Dossier

Lugares para pensar la historia de la filosofía: el II Congreso Nacional de Córdoba (1971)

Places to Think About the History of Philosophy: The II National Congress of Córdoba (1971)

Lucía Ana Belloro
Université Sorbonne Nouvelle-Paris 3, Centre de recherche et documentation sur les Amériques, Francia

Cuadernos de H ideas

Universidad Nacional de La Plata, Argentina

ISSN: 1851-8206

ISSN-e: 2313-9048

Periodicidad: Frecuencia continua

vol. 18, núm. 18, e090, 2024

direccion.publicaciones@perio.unlp.edu.ar

Recepción: 02 julio 2024

Aprobación: 03 noviembre 2024

Publicación: 17 diciembre 2024



DOI: https://doi.org/10.24215/23139048e090

Resumen: El propósito de este artículo es explorar de manera crítica algunos lugares donde se inscribe la historia de la filosofía en la Argentina. Lugares que han solido caer por fuera de las historias de la filosofía de corte conceptual, pero también por fuera de las historias de los intelectuales. Nuestro punto de partida para esta exploración son los congresos nacionales de filosofía que nos permiten recorrer, no sin oscilaciones, el siglo XX de los intelectuales y filósofos argentinos. Tanto por su organización como por su composición, estos congresos resultan inseparables de la vida universitaria y de los vaivenes políticos que animan el país en el siglo XX. Interrogarnos sobre la historia de la filosofía desde estos lugares institucionales, y desde sus intersticios, nos permite aportar una mirada socio-histórica que contribuye a la comprensión de la historia del saber filosófico, insertándolo en una historia cultural y política de la Argentina. En este sentido, nos interesa particularmente cuestionarnos sobre el segundo congreso nacional como manera de entrar a la historia de la filosofía de los años setenta.

Palabras clave: historia, filosofía, Argentina, segundo congreso.

Abstract: The purpose of this article is to critically explore some places where the history of philosophy in Argentina is inscribed. Places that have tended to fall outside the histories of conceptual philosophy, but also outside the histories of intellectuals. Our starting point for this exploration are the national philosophy congresses that allow us to explore, not without oscillations, the 20th century of Argentine intellectuals and philosophers. Both because of their organization and their composition, these conferences are inseparable from university life and the political ups and downs that animated the country in the 20th century. Interrogating ourselves about the history of philosophy from these institutional places, and from their interstices, allows us to provide a socio-historical perspective that contributes to the understanding of the history of philosophical knowledge, inserting it into a cultural and political history of Argentina. In this sense, we are particularly interested in questioning the second national congress as a way to enter the history of philosophy in the seventies.

Keywords: history, philosophy, Argentina, second congress.

Algunas consideraciones preliminares: historia, filosofía y lugares de saber

La filosofía ha escrito tradicionalmente su historia a partir del estudio de los conceptos, haciendo de los escritos y de las publicaciones su principal materia de estudio. Esta historia que se ha construido sobre la base de la irreductibilidad de los conceptos se presenta como una historia endógena a la filosofía misma. En este sentido, la historia de la filosofía ha sido principalmente un ejercicio filosófico en sí mismo que ha permitido a los filósofos inscribirse en una tradición filosófica. Sin embargo, en los últimos años, la filosofía, la historia y las ciencias sociales revén sus relaciones, tanto de un lado como del otro del Atlántico. La historia de la filosofía se convierte poco a poco en un objeto de estudio tanto desde la sociología (Fabiani, 1988; Bourdieu, 1997; Pinto, 2009); de la historia (Jakzic, 1989; Lilti, 2009; Soulié, 2009) como de la filosofía, tomando una mirada crítica e historiográfica sobre su propia historia (Vermeren, 1996; Sánchez, 1992; Worms, 2009). La historia intelectual y la historia de las ideas (Terán, 1987; Palti, 2007; Tarcus, 2007) con su análisis histórico de los conceptos, de las redes y de las publicaciones abre un horizonte para pensar de otro modo la historia de la filosofía, efectuando un desplazamiento que va de los textos a sus contextos. Inscribiéndonos en los recientes trabajos sobre la historia de la filosofía que se encuentran en el cruce con la historia intelectual, de la universidad y de las circulaciones (David, 2004b; González, 2005; Ruvituso, 2009; Galfione, 2014; Bustelo, 2014; Canavese, 2015; Domínguez Rubio, 2018; Belloro, 2021; Sosa, 2022), este trabajo busca explorar una nueva manera de abordar la historia de la filosofía que tome en consideración la relación entre la filosofía y la historia, la relación entre los conceptos y las fuentes, entre los textos y sus contextos. Más precisamente, nos interesa explorar la historia de la filosofía desde los lugares por donde circula el saber y desde sus prácticas de producción y reproducción, más que desde sus escritos.

Dentro de los espacios por donde circulan los saberes, los congresos académicos nos parecen espacios aún poco analizados y que permiten contribuir al relato de la historia de la filosofía. En términos generales, la historia de los congresos académicos internacionales comienza a mediados del siglo XIX en Europa (Feuerhahn & Rabault-Feuerhahn, 2010). Estos congresos, en tanto lugares de intercambio personal e intelectual, tienen el objetivo principal de exponer los avances del conocimiento y afirmar el lugar de las delegaciones nacionales frente a una asamblea internacional (Prochasson, 1989; Rasmussen, 1990). La forma de los congresos académicos no parece desarrollar grandes innovaciones a lo largo del siglo XX, sino más bien muestran una tendencia a uniformizar ciertas prácticas, en particular sobre la manera de comunicar ese saber. De este modo, los congresos se revelan ser una herramienta para normalizar ciertas prácticas del saber y un momento clave en la legitimación y conformación de los cánones de las disciplinas.

En lo que respecta a los congresos de filosofía, su inicio puede fecharse con el Primer Congreso Internacional de Filosofía que se realiza en 1900, en París. Este congreso es convocado por la Sociedad francesa de filosofía y la Revue de métaphysique et de morale y reviste un objetivo particularmente importante para los filósofos franceses, ya que, en un espacio internacional, es una manera de confrontarse a la filosofía alemana en boga (Soulié, 2014; Bianco, 2014; Worms & Zanfi, 2014). El contexto bélico que estalla en Europa con la primera (1914-1918) y la segunda guerra mundial (1939-1945), va a provocar un freno en el desarrollo de estos congresos y tiempo después, un desplazamiento hacia tierras americanas de nuevos congresos internacionales de filosofía. Así, un poco más de cuatro décadas después del Primer Congreso Internacional de París, gestionado desde América del Norte, el Primer Congreso Interamericano de filosofía, promovido por la American Philosophical Association, se realiza en 1944, en Haití como territorio neutro, reuniendo a los filósofos de ambos continentes. Además, los congresos nacionales en los países latinoamericanos empiezan a desarrollarse a partir de la década de 1940, al compás de la creación de sociedades de filosofía en distintos países latinoamericanos. En este contexto se inscribe el Primer Congreso Nacional de Filosofía (I CNF) que se realiza en Mendoza, Argentina, en 1949. Este congreso se inscribe en el impulso de internacionalización de la filosofía desde América y fue, de hecho, el primer reencuentro de los filósofos alemanes con la comunidad filosófica internacional después de la segunda guerra mundial (Ruvituso, 2015).

El Segundo Congreso Nacional Filosofía (II CNF), sobre el que es cuestión en este artículo, se lleva a cabo en la Argentina en 1971, se inscribe en continuidad con ese primero de Mendoza. Preguntarnos por los congresos filosóficos, por su organización, por las ponencias presentadas tanto como por sus participantes y debates, nos permite cuestionar las prácticas académicas que nutren la producción filosófica, pero también nos permiten indagar los lazos y filiaciones intelectuales tanto como las ideas que estos encuentros nacionales e internacionales favorecen. Pensar la historia de la filosofía desde los congresos nos invita de este modo a inscribir la filosofía en una historia de redes, de circulaciones y de prácticas brindando una nueva corporeidad a los conceptos.

Pensar la historia de la filosofía por fuera de los textos, se acompaña de una reflexión sobre las fuentes necesarias para escribir esta historia. Si los conceptos forman el objeto primero de análisis filosófico, las publicaciones (libros, revistas, actas…) constituyen un primer corpus de fuentes a explorar, pero en tanto nos preguntamos por las prácticas que subyacen a la producción y reproducción del saber filosófico, a los encuentros de personas que nutren la circulación de las ideas, podemos también ampliar el espectro de fuentes posibles a analizar. Los fondos de archivo de los filósofos, con sus borradores, inéditos y correspondencia nos brinda un material precioso para el estudio conceptual y contextual, pero no siempre es fácil de hallar. La prensa internacional, nacional y local nos brinda, por su parte, información útil para situar y relacionar la filosofía con la sociedad: ¿en qué ámbitos se desarrolla la práctica filosófica? ¿Qué filósofos tienen una actividad intelectual por fuera de las aulas? ¿Cuáles son las problemáticas y preguntas filosóficas que se hace eco en la sociedad? ¿Qué actividades filosóficas son difundidas por la prensa? Por otra parte, que los congresos sean convocados y financiados por una o varias universidades o que simplemente reúnan figuras legitimadas en los espacios académicos, los congresos son el reflejo de la vida universitaria y sacan a luz dinámicas de transmisión, enseñanza y circulación de la filosofía. En este sentido, los legajos docentes, los resúmenes de las reuniones de consejos directivos y de las reuniones de departamento de las facultades permiten también entender las dinámicas institucionales, las líneas de tensión y las luchas entre los agentes que emergen en un campo. En este sentido, los congresos son un punto de anclaje a la vez de la historia de las universidades y de la historia de la filosofía.

Sin embargo, la historia de los saberes y, dentro de ellas, la historia de la filosofía en la Argentina ha marginalizado el espacio universitario en tanto lugar de producción y circulación de ideas. Juzgado generalmente como un espacio de disputas y luchas políticas, más que como un espacio de producción de ideas, la historia de las universidades no ha, sino de manera marginal, dado lugar a la historia de los saberes que por allí circulan (Ruvituso, 2009; Galfione, Maihle, Ruvituso, 2018; Belloro, 2021). De hecho, recientes estudios abren la puerta a indagar la historia de las universidades y de las facultades, analizar las trayectorias docentes, los planes de estudios y los programas de las materias puede ser útil para estudiar la transmisión de ideas, la formación de los estudiantes y las posiciones teóricas de los docentes a cargo. Además, esta perspectiva socio-histórica y prosopográfica puede permitir dar cuenta de las tensiones que emergen en el campo académico, la formación de escuelas de pensamiento, contribuir a pensar las redes intelectuales y la circulación de los conceptos filosóficos.

Siguiendo estas consideraciones preliminares, en este trabajo nos abocaremos, en una primera parte, a presentar el objeto de estudio de los congresos filosóficos en la Argentina. Luego, nos centraremos en el estudio de caso del II CNF que se lleva a cabo en Córdoba en 1971. Movilizando una diversidad de fuentes, reconstruiremos su organización y el rol de sus principales actores, daremos cuenta de los temas y de los debates que emergen. A su vez intentaremos dar cuenta de las tensiones que se hacen visibles durante el congreso.

Los congresos nacionales: intentos por reunir la comunidad filosófica argentina

Hasta la creación de la Asociación Filosófica de la República Argentina (AFRA), órgano que federa los filósofos del país y organiza los congresos nacionales de filosofía desde su creación en1985,1 los congresos nacionales son organizados por las universidades nacionales. Aunque se intentó darles regularidad, su historia ha sido discontinua. Cuando se convoca, en 1947, al I CNF que se lleva a cabo en 1949 no existía en la Argentina ninguna sociedad filosófica de porte nacional que reuniera a filósofos y profesores de filosofía de todo el país si bien se habían realizado algunos intentos por reunir a los filósofos argentinos, en particular en los años treinta con la Sociedad Kantiana de Buenos Aires (Dotti, 1992) y en los años cuarenta, con la Sociedad Filosófica Argentina, fundada por Risieri Frondizi y Francisco Romero. Sin embargo, el alcance de éstas no permitió reunir al conjunto de la comunidad filosófica, la primera por ser una sociedad especializada en la filosofía kantiana y la segunda por haber emergido en un momento de clivajes políticos en el medio universitario e intelectual durante el peronismo y cuyos fundadores se manifestaron explícitamente en oposición.

No sin disidencias, se convoca el I CNF desde la Facultad de Filosofía de la Universidad de Cuyo (UNCu). En una de las conclusiones del congreso, los filósofos allí reunidos resuelven fundar una sociedad argentina de filosofía que organice los congresos nacionales cada cinco años (Guerrero, 1950, p. 120), siguiendo el modelo de los congresos internacionales. Sin embargo, el proyecto queda abandonado y los siguientes congresos nacionales de filosofía siguen siendo convocados por las universidades: el II CNF por la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) en 1971y el III CNF por la Universidad de Buenos Aires (UBA) en 1980. Aunque diferentes por su naturaleza y su contexto, estos congresos son observatorios ideales para estudiar las prácticas de producción disciplinaria, las redes intelectuales y la circulación de ideas. Los congresos nacionales lejos de trazar una historia continua y lineal, nos confronta con la discontinuidad que caracteriza la formación y consolidación del campo filosófico en la Argentina. Interrogarnos sobre la historia de la filosofía desde estos lugares institucionales, y desde sus intersticios, nos permite aportar una mirada socio-histórica que contribuye a la comprensión de la historia del saber filosófico, insertándolo en una historia cultural y política de la Argentina.

La historia de los congresos está estrechamente ligada a la historia de las universidades, y éstas a los vaivenes políticos y sociales del país (Belloro, 2018). Esto puede explicar que más de veintidós años separen el I CNF del II CNF, y casi una década del III CNF. Entre uno y otro congreso nacional, nuevos encuentros nacionales e internacionales de filosofía tienen lugar en la Argentina y permiten reunir a los filósofos argentinos y extranjeros en torno de ciertas temáticas específicas.

En la segunda mitad del siglo XX, se despliega una red de congresos filosóficos académicos que movilizan distintos actores del campo y permiten afianzar ciertas corrientes y tendencias. Al mismo tiempo, emergen nuevas asociaciones y sociedades de filosofía nutren y complejizan el campo filosófico argentino.

Los años sesenta y setenta, mientras las universidades son intervenidas en múltiples oportunidades desde el golpe militar de 1966, luego de la noche de los bastones largos numerosas asociaciones nacen en la Argentina, formando la red de las “universidades de las catacumbas” y multiplicando los congresos especializados y jornadas. Entre ellas, la Sociedad Argentina de Análisis Filosófico (SADAF) y el Centro de Investigaciones Filosóficas (CIF) que darán nacimiento años más tarde a AFRA, o incluso la Sociedad Argentina de Filosofía (SAF) fundada en Córdoba en 1978.2

Cuando, desde la UNC se convoca al II CNF en 1967, el campo filosófico argentino está plena en transformación. Las tensiones políticas y sociales son particularmente fuertes en Córdoba con la conmemoración de los cincuenta años de la reforma universitaria de 1918 y el estallido del Cordobazo, en 1969. Estos sucesos conducen inevitablemente a posponer el congreso de filosofía, propuesto en 1967 y que se lleva a cabo, finalmente, en 1971.

La filosofía bajo la óptica del II CNF

Del 6 al 12 de junio de 1971, se lleva a cabo el II CNF en la provincia de Córdoba con un centenar de participantes nacionales y extranjeros. Alejado de la capital y de su universidad, el congreso se desarrolla el Sierras Hotel de la ciudad de Alta Gracia, a unos treinta kilómetros de la capital cordobesa, proporcionando, según sus organizadores, un entorno más apacible en un contexto de fuertes movilizaciones estudiantiles y obreras que tienen a Córdoba como epicentro.

La prensa se hace eco del inicio de las deliberaciones del congreso de filosofía de una manera somera. Unos días después de que los participantes lleguen a Córdoba, La Nación (08/06/1971) anuncia: “En Alta Gracia se inició el II Congreso nacional de filosofía del que participan delegados de España, Grecia y de varios países de América latina. Al acto inaugural asistieron autoridades universitarias y municipales”. En el transcurso del Congreso, aparecen breves referencias al evento dispersas por la prensa, sin que el tema llegue a tomar mayor relevancia.

Este II CNF brinda la oportunidad de hacer un balance de la filosofía en la Argentina veintidós años después del primer encuentro nacional y se inscribe en la voluntad de reinstalar una práctica regular y necesaria de encuentros filosóficos. El II CNF se inscribe en la continuidad con el I CNF y así lo explicita su organizador, Alberto Caturelli (1972), cuando explicita que los orígenes de estos congresos se remontan al jardín de Academos, que en la época contemporánea encuentran un momento fundacional en el Congreso Internacional de Filosofía de París de 1900 y que la Argentina “se incorporó a este movimiento en 1949” (p. 142). Como el primer congreso, el segundo cuenta con el apoyo de la provincia que lo alberga, de las autoridades de la universidad y sirve nuevamente para conmemorar una nueva ley universitaria, la universidad organizadora y la fundación de la provincia. Pero, a diferencia del primer congreso, el segundo no tendrá ni la misma difusión en la prensa ni la misma convocatoria internacional (Belloro, 2017). Por otra parte, si bien cuenta con el auspicio del gobierno de facto de turno, ningún representante político, menos aún el presidente de la nación, dará un discurso en su clausura, como sí fue el caso del primer congreso. De hecho, el II CNF debe terminar antes de lo previsto y de manera improvista para evitar confrontaciones políticas.

La organización del congreso es confiada a Caturelli. Profesor de filosofía de la UNC, Caturelli nace el 20 de mayo de 1927 en Córdoba. En su provincia natal, Caturelli despliega una larga e intensa trayectoria docente y de investigación, sin rupturas y de manera ascendente en una misma casa de estudios, lo que es una trayectoria excepcional en esos años.3 Discípulo de Alfredo Fragueiro y de Nimio de Anquín, se recibe de la UNC en 1949 y bajo la dirección de Fragueiro realiza su doctorado sobre el pensamiento de padre cordobés Mamerto Esquiuú, tesis que finaliza en 1953. Identificado con el tomismo agustiniano, Caturelli realiza, entre 1953 y 1993, una intensa activdad docente en Córdoba, principalmente, en la cátedra de historia de la filosofía medieval de la que es nombrado profesor titular en 1956 y en la cátedra de filosofía de la historia. Además de su actividad docente, es un prolífero productor de informes e investigador del CONICET, lo que le permite publicar 31 libros, 15 ensayos y 476 artículos (Fosbery, 2016, p. 69). Cuando surge la idea del congreso de filosofía, Caturelli se encuentra en una posición fuertemente arraigada en la Facultad de Filosofía y Humanidades (FFyH).4 Tal es así, que el mismo Caturelli propondrá al decano de la Facutlad, en 1968, un nuevo plan de estudios de filosofía, en consonancia con el proyecto de coordinacion universitaria y las transformaciones universitarias de la Revolución Argentina (1966-1973). En 1969, funda la revista Eidos, órgano del Instituto de Filosofía, desde donde Caturelli retraza regularmente los avances de la organización y actividades del congreso.

Si el congreso se lleva a cabo durante el ocaso de la Revolución Argentina (1966-1972), su organización se remonta a los inicios del gobierno militar. En el primer número de la revista Eidos, publicado en abril de 1969, se explicita que el decano de la FFyH de la UNC, Dr. Olsen A. Ghiardi,5 le propone al profesor de filosofía Caturelli, en 1967, organizar un encuentro filosófico nacional para conmemorar la nueva ley orgánica de las universidades promulgada en aquel año (Ley 17245).6 Además, en el orden de conmemoraciones institucionales, este congreso sería asimismo una manera de celebrar la fundación de la ciudad de Córdoba y el cuarto centenario de la creación de la antigua Casa Trejo. Por otra parte, en este mismo resumen se aclara que el objetivo del congreso es federar a todos los filósofos argentinos y celebrar la filosofía (Caturelli, 1969, p. 91).

En marzo de 1968, el profesor Caturelli asume la organización plena del congreso de filosofía y presenta un primer informe sugiriendo posponer su realización a 1969, debido un contexto histórico complejo. Pero sin tardar, en agosto de 1968 ya se comienza a convocar a todos los profesores de la escuela de filosofía de la FFyH de Córdoba y a 23 profesores de otras universidades nacionales para realizar una primera reunión de organización (Ponferrada, 1972). Un año más tarde, a fines de septiembre de 1969, la comisión ejecutiva queda formada y el Congreso se puede poner oficialmente en marcha, retardando nuevamente el incio del congreso. La comisión ejecutiva queda integrada por el decano de la FFyH, Ghiardi, Caturelli como Secretario Ejecutivo del Congreso, Emilio Sosa López7 como Secretario de publicaciones y por Manuel Gonzalo Casas.8 Todos ellos pertenecen a la FFyH de Córdoba y comparten el mismo horizonte filosófico cristiano, empeñados en elaborar un relato de la historia de la filosofía argentina que refleje su herencia católica e hispánica. A esta comisión se suma posteriormente una comisión consultiva representativa del panorama filosófico y académico nacional formada por un grupo de filósofos invitados. La comisión consultativa del congreso queda conformada por Emilio Estiú, Rodolfo Agoglia, Juan Farré, Víctor Massuh, Jorge García Venturini, Juan María de Estrada, Gastón Terán, Alberto Moreno, Humberto Lucero, Arturo Roig, Diego Pró, Norberto Espinosa, Carlos Ceriotto, Arturo García Astrada, Hernán Zucchi, Rafael Virasoro, Juan Bolzán, Armando Astí Vera, Santiago Montserrat. Y, aunque ausentes a esa primera reunión: Adolfo Carpio, María Eugenia Valentié, Roberto Rojo, Ezequiel de Olaso y Luis Noussan-Lettry (Caturelli, 1969). Dentro de esta lista, uno de los grandes ausentes de la filosofía argentina es el filósofo Carlos Astrada,9 quien rechaza la invitación haciendo visible, años después, la disensión que mantuvo desde su juventud con el conservadurismo católico de Córdoba. Así, le escribe a Rodolfo Kusch explicitando que: “El comité del Congreso quiso incorporarme a una junta de honor (…) ; pero yo no acepté, por no figurar entre unos tales y cuales, de allí y de aquí, que desprecio, incluidos los ‘tales Sosa López’, ‘activistas’ de allí”.10

Con respecto a la organización y a la posibilidad de reunir a los filósofos argentinos, Caturelli (1969) recuerda:

[…] fue precisamente este trabajo previo el más arduo y difícil de todos. Hasta el mes de agosto, la Comisión discutió todos los problemas, todas las dificultades y escogió el método que creyó más apto para convocar el II Congreso nacional de Filosofía : se trataba de reunir, primero, un grupo base, constituido principalmente por filósofos representativos que hacen acto de presencia en los últimos veinte años, de ese modo, lograda la natural coincidencia de todos, convocar tanto a los más grandes como a los más jóvenes, a un Congreso Nacional donde todos, absolutamente todos, estuvieras presentes […] aunque no ejerzan cátedras ni representen Universidades; es decir, se trata de la presencia de todos los argentinos que piensan filosóficamente (p. 92).

A fines de septiembre de 1969, el Comité ejecutivo del Congreso, el Rector de la UNC y el Decano de la FFyH, junto con los filósofos invitados, se reunen en Córdoba para discutir los temas a tratar. En esta reunión preparatoria, el Rector de la UNC, Rogelio Nores Martínez,11 brinda su apoyo al Congreso12 y afirma el compromiso del mismo con la celebración del IV Centenario de la fundación de la ciudad de Córdoba. Poco después, el Congreso recibe el respaldo del Consejo de Rectores (CRUN), en noviembre de 1970.

Con el objetivo de preparar el ejercicio filosófico del congreso, se proponen una serie de encuentros filosóficos previos del que no se realiza que uno solo, en agosto de 1970, bajo el tema del “presente y futuro de la filosofía argentina”.13

Durante las reuniones de preparación se deciden los temas de las sesiones plenarias y de las sesiones de trabajo. Así quedan establecidas las sesiones plenarias: 1) Sentido, actualidad y función de la filosofía; 2) Lenguaje y comunicación; 3) Verdad y máscaras; 4) La filosofía y las técnicas del poder; 5) Presencia y ausencia de Dios en la filosofía. El temario pretende abarcar así las diferentes áreas de la filosofía. Desde las áreas más clásicas de la metafísica y la gnoseología, en particular con las sesiones sobre la presencia de Dios en la filosofía y el sentido de la actualidad filosófica, a las temáticas más en boga, como la filosofía política y la filosofía analítica, enmarcadas en las sesiones consagradas a las técnicas del poder y del lenguaje. De hecho, en los años sesenta, la creciente influencia de la filosofía analítica revitaliza los debates epistemológicos y redefine la relación entre la filosofía, la ciencia y el lenguaje. Al mismo tiempo, las cuestiones de filosofía política cobran nuevo impulso, nutridas por las ciencias sociales y por corrientes como el estructuralismo, el psicoanálisis y el marxismo. Estas nuevas corrientes se hacen presentes en el temario del congreso. Los ejes temáticos de las sesiones de trabajo amplían el horizonte de los debates propuestos por las sesiones plenarias. Las mesas propuestas son: 1) El problema del ser en la filosofía contemporánea; 2) Filosofía, sociedad de masas y política; 3) El arte como expresión y revelación; 4) Epistemología, fenomenología y psicoanálisis; 5) Enseñanza e investigación en filosofía: 6) Corrientes analíticas en la filosofía contemporánea; 7) Filosofía y ciencias humanas; 8) El hombre y el universo: la nueva cosmogonía y la nueva historia; 9) Balance y perspectivas en la filosofía argentina; 10) América como problema; y 11) Filosofía y diálogo de culturas.

El amplio abanico de temas, demasiado extenso, según Caturelli (1972), se justificaba por el hecho de que este Congreso se celebraba veintidós años después del primero, en 1949.

A partir de septiembre de 1969, empiezan a ser enviadas las primeras invitaciones al Congreso. Y en 1970, la convocación se difunde de manera más amplia a través de revistas especializadas. Con el propósito de darle una amplia difusión nacional, se hace un llamado a la comunidad filosófica nacional. Si bien cada miembro de la comisión es libre de invitar a sus colegas, la participación en el Congreso requiere invitación previa. Los filósofos invitados son reconocidos en su trayectoria profesional y académica, su edad media ronda los 50 años, y representan un amplio abanico de corrientes de la producción filosófica argentina: fenomenología, filosofía analítica, filosofía cristiana, filosofía antigua y medieval, filosofía política e historia de las ideas. Con la participación de filósofos de todo el país, el Congreso es expuesto por sus organizadores como un vasto encuentro unificador a nivel nacional.

El congreso de Mendoza fue una eficaz puesta al día del estado de la reflexión filosófica argentina y la colaboración de varios filósofos extranjeros le confirió particular jerarquía. […] El criterio que rigió para el II Congreso Nacional fue diverso porque no se interesó (y expresamente no se deseó) que grandes figuras que no se habían interesado nunca en el país, con su presencia obnubilaran el sentido nacional de congreso; interesó mucho más que desconocidos filósofos argentinos estuvieran presentes e hicieran oír su voz para saber de veras en qué estábamos en el mismo quehacer filosófico (Caturelli, 1972, p.142).

Si bien en las Actas resalta el carácter nacional del encuentro, las invitaciones circulan por el exterior, y el propio Caturelli explicita en su correspondencia que: “[…] se le ha querido conferir cierto carácter internacional invitando de modo especial a grandes figuras de la filosofía actual”.14 De la muestra de invitaciones consultadas, se desprende que más de la mitad fueron enviadas a filósofos extranjeros, pero que su participación fue limitada.15 Entre otros, fueron invitados al Congreso los filósofos franceses Gabriel Marcel, Alain Guy y Jules Vuillemin, el suizo André Mercier, Presidente de la Federación Internacional de Sociedades de Filosofía (FISP), los alemanes Gherard Funke y Berthrand Welte, el español José Ferrater Mora y el italiano Nicola Abbagnano. Si bien Caturelli se alegra de contar con el apoyo de filósofos extranjeros vinculados con el país y la región16 –a juzgar por las respuestas recibidas y la publicación de los trabajos en las actas– este congreso resulta poco atractivo a nivel internacional. Muchos de los invitados internacionales dejan sus invitaciones sin respuesta o a la espera de la confirmación de la financiación del viaje que no parece haber llegado. Tan sólo unos pocos envían ponencias para participar del mismo. A pesar de ello, alrededor de 200 personas se reúnen en Córdoba, de manera tal que hasta las sesiones particulares fueron “verdaderos seminarios que contaron con nutridísima concurrencia” (Caturelli, 1972, p. 155).

El filósofo Gustavo Ponferrada (1972) se entusiasma afirmando que “la respuesta [a la convocatoria del congreso] fue extraordinariamente favorable; los trabajos enviados llenarán nueve volúmenes que ya han comenzado a publicarse” (p. 53). Las ponencias de los congresos no dieron lugar a una publicación enciclopédica como imagina Ponferrada sino a dos volúmenes que dan cuenta del marco que los organizadores del Congreso quisieron dar al encuentro.17

Los dos volúmenes editados con las ponencias del congreso, se suman a un primer volumen introductorio publicado por Sudamericana en 1971, poco antes del congreso, incluyendo una selección de ponencias relevantes de las sesiones plenarias. Estas publicaciones ponen de manifiesto el carácter nacional del encuentro y la fuerte presencia de la filosofía católica en el auditorio. De las 139 comunicaciones publicadas en las actas, solo 37 corresponden a invitados extranjeros, muchos de ellos filósofos españoles e italianos vinculados a universidades católicas y referentes de la filosofía escolástica. Entre las contribuciones encontramos la de Michel Federico Sciacca, discípulo de Giovanni Gentile y experto en el pensamiento del sacerdote Antonio Rosmini, Sciacca funda, en 1966, el Centro Internacional de Estudios Rosminianos. También sobresalen las participaciones de Dario Galli y Romano Galeffi, discípulo de Benedetto Croce radicado en Brasil y presidente del Instituto Brasileño de Filosofía. Esta institución juega un papel clave en la restauración conservadora de la filosofía y es un canal importante para la difusión de la convocación al congreso. Entre los invitados brasileños se encuentran el jurista paulista y especialista en filosofía antigua, Miguel Reale, fundador del Instituto Brasileño de Filosofía.18

El número y la selección de las comunicaciones publicadas en las actas refuerzan la visibilidad de la filosofía escolástica y católica en la Argentina, acordándole una mayor extensión a las sesiones plenarias tituladas “El sentido y la función de la filosofía” y “Dios en la filosofía”. Como contrapunto, vale destacar que de los trabajos presentados en las sesiones sobre psicoanálisis, sociedad de masas y política no fueron incluidos en la publicación de las Actas.

Por otra parte, aunque filósofos como Enrique Dussel, Juan Carlos Scannone, Kusch, Réné Gotthelf, Amalia Podetti, Arturo Roig y Rubén Dri, cuyas ideas contribuyen al pensamiento de la filosofía latinoamericana y de la filosofía de la liberación, corriente que se confronta a la promovida por los organizadores del congreso, sí fueron publicados, figuras como Osvaldo Ardiles, Julio de Zan y Mario Casalla que participaron del congreso quedaron afuera de la publicacion, al igual que las ponencias propuestas por Scannone y Dussel para la sesión titulada América como problema. Según Ardiles, discípulo de Caturelli con quien tomó distancia durante el Congreso, esta selección y exclusión de ponencias obedeció tanto a razones políticas como de contenido, aunque no se limitó exclusivamente a los filósofos de la liberación (Maddonni & González, 2018). Efectivamente, a partir de las invitaciones y del envio de ponencias, logramos dar cuenta que dentro de los filosofos que participan y que no son publicados se encuentran: Hugo Biagini, Carlos Duek, Moreno, Néstor Grau, Salvador Gómez Nogales, Sara Ali Jafelia de Dolgopol, Juan Maresca, Ladusans, Teodoro Lascaris, Jorge Estrella, Luis Jalfen, y una de las ponencias enviadas por José Sazbón, Alfredo Llanos, Agoglia y Massuh.

La filosofía, entre la praxis y la contemplación.

El congreso ha sido modelo de orden, amabilidad y buen gusto por parte de sus propulsores […] en ningún momento se perdió la paz y la mesura en las discusiones no obstante la libertad de concurrencia y expresión en que se vivió –afirma Bolzán (1971, p. 149)–, en su crónica sobre el evento.

Desde el 5 de junio, los invitados extranjeros llegan a Córdoba y se alojan junto con los participantes argentinos en el Hotel Sierras de Alta Gracia, donde se celebran las sesiones del Congreso. Por la mañana las sesiones plenarias y por las tardes, las sesiones de trabajo. El hotel, las comidas y los paseos turísticos organizados para la ocasión facilitan los encuentros entre los congresistas. En la noche del 6 de junio, en el salón principal del hotel, queda inaugurado el congreso en presencia de las autoridades universitarias, del rector de la UNC y del decano de la FFyH. El Dr. Ghirardi, presenta entonces su ponencia “El hacer humano” y da inicio a las sesiones. La inauguración señala la importancia del encuentro tras veintidós años de “una historia dramática y llena de tensiones”, y anuncia llegado el momento de una “[…] autoconsciencia cultural, que mientras más viva, más pone de manifiesto nuestra milenaria raíz greco-latina” (Caturelli, 1971, 155).

Las sesiones de trabajo comienzan en la mañana del lunes 7 de junio con la primera sesión plenaria sobre “Sentido, función y actualidad de la filosofía”. Por ser la más concurrida y la sesión que cuenta con la mayor cantidad de ponencias presentadas, la primera sesión plenaria nos permite dar un paneo de los temas y las tensiones de la filosofía argentina que se cristalizan en el congreso.

Presidida por Eugenio Pucciarelli, esta mesa reúne a Astí Vera como ponente y a Echauri como secretario de sesión. El diario La Nación anuncia la participación de: “Ismael Quiles, Carlos Parsi, Ladusanza, Dussel, G. Terán, Manuel Fridas y Albendea y J. Casalla”. Con ponencias de calidad variable según las reseñas, la primera sesión plenaria es tan concurrida que no hubo tiempo suficiente para leer todas las comunicaciones (Caturelli, 1972). En las actas, 18 contribuciones se agrupan bajo este tema. Además de los españoles Albendea, Paris, el sacerdote Alcorta y Muñoz, esta mesa cuenta con la participación del italiano Galli, del peruano Guerra y de los argentinos Quiles, Agoglia, Dri, Terán, Lavagnino, Piccione, Poviña, Sanabria, Trías, Virasoro, Pucciarelli y Caturelli. Aunque el abanico de corrientes filosóficas es amplio, hay que señalar que ni Casalla ni Dussel aunque son anunciados en la prensa, no figuran entre los participantes de esta mesa según las Actas.

Los trabajos publicados en esta mesa exploran diversas cuestiones sobre la función y el sentido de la filosofía: el sentido moral de la filosofía, la filosofía como contemplación, la filosofía de la ciencia, la filosofía como cuestionamiento de la existencia, pero también la filosofía de lo concreto, del hombre en situación y de la praxis. En el contexto revolucionario de los años sesenta, de procesos internacionales de liberación y de independización de los países coloniales, además de ser años de fuertes confrontaciones políticas a nivel nacional, se invita a los filósofos a replantearse su actividad y la naturaleza de su producción filosófica. De hecho, si la cuestión del sentido, la función y la pertinencia de la filosofía suscita terés entre los filósofos, es porque, a finales de los años sesenta, el pensamiento especulativo de la actividad filosófica es fuertemente cuestionada. Por un lado, el neopositivismo científico posiciona la experiencia y la verificabilidad en el centro de toda cuestión epistemológica, enfrentándose a la metafísica. Por otro lado, las recepciones de las lecturas de las tesis de Marx sobre Feuerbach dirigida contra el idealismo alemán fortalece en una lectura filosofica marxista que encuentra eco en un grupo de filósofos que se manifiestan mas predispuestos a transformar el mundo que a interpretarlo.

La difusión de la filosofía marxista en un contexto de lucha política global, conlleva a una escisión entre la filosofía especulativa y la filosofía como praxis, e insta a los filósofos a redefinir los contornos de la filosofía y a posicionarse en este debate.

En la antítesis de la filosofía como praxis de lucha y transformación del orden terrenal, podemos leer al filósofo italiano Galli (1973), quien afirma que la crisis afecta en particular a la metafisica, impacta a la estructura unitaria misma de la filosofia (p. 66). En la misma sesión plenaira, el filósofo y teólogo falangista de la Universidad Complutense de Madrid, Adolfo Muñoz Alonso (1973) explicita de manera más clara las líneas de disputa:

El golpe efectista asestado por Marx en la tesis 11 a Feuerbach, confiriendo a la filosofía la misión de transformar el mundo, con abandono de la contemplación, ha sumido en perplejidad a sectores muy amplios de la filosofía perenne, cuyos cultivadores eran o se consideraban contemplativos itinerantes o sedentarios de la verdad […]. No hay exageración en nuestra pluma si escribimos que hoy la filosofía está a punto de perder la gracia de su bautismo, y que apenas si es reconocible como filosofía aceptable el esfuerzo racional de nuestros antecesores (p. 81).

Como un contrapunto, en esta misma sesión, se expresa el teólogo y filósofo Dri. Colaborador de la revista Cristianismo y Revolución e implicado en el movimiento de sacerdotes para el Tercer Mundo, Dri (1973) toma el relevo de la filosofía de la praxis sin abandonar el aporte cristiano, y afirma:

Desde su comienzo, de una manera más o menos consciente, la filosofía ha sido conectada con el tema de la liberación del hombre […] en la raíz del filosofar hay una experiencia de alienación. Desde la antigüedad […] la liberación ha sido buscada por dos vías distintas: la teoría y la praxis, el conocimiento y la acción (pp. 58-59).

Frente a la posición contemplativa del ser perenne, su artículo ataca el núcleo de la discusión sobre la historicidad para reposicionar la cuestión del sentido y la función de la filosofía en la acción de liberación. Y dando cuenta de la situación latino-americana, Dri cuestiona con ahínco la tarea de la filosofía. Su doble filiación con el mundo académico y con la militancia peronista en las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP), su doble pertenencia al cristianismo y a la filosofía marca sin duda el tono de su comunicación, que refuerza la idea de poner el pensamiento al servicio de la revolución. Como miembro del movimiento Sacerdotes para el Tercer Mundo, la contribución de Dri al Congreso de Filosofía pone de relieve la necesidad de que teología y revolución converjan para alimentar el pensamiento filosófico y mantenerlo actualizado. La filosofía debe enraizarse en la realidad concreta del hombre en sociedad, en la realidad concreta del hombre en situación. Dri (1973) concluye su trabajo afirmando:

Para que la filosofía tenga verdadera vigencia, es decir, para que sea una verdadera fuerza promotora y liberadora del hombre, debe ser una ‘lectura de la historia’ a partir de la experiencia histórica de la alienación del hombre latinoamericano y argentino (p. 64)

La ponencia de Dri encarna de manera clara y contundente un giro latinoamericanista y de la liberación que emerge en torno a los años sesenta y setenta en la Argentina, luego de la conferencia episcopal de Medellín (1968), y afirmando el punto de unión del cristianismo, la revolución y la liberación del Tercer Mundo. En su texto moviliza referencias y problemas filosóficos de la teología de la liberación emergente y siembra las semillas que no tardarán en nutrir una filosofía latinoamericana de la liberación.

Con esta primera sesión plenaria inaugural se marca el tono de confrontación que recorre la semana de ponencias. Al día siguiente, los congresistas se confrontan con las reivindicaciones de algunos estudiantes y docentes. Ponferrada (1972), relata así que durante el segundo día de trabajo:

Los simposios de este día fueron interrumpidos por un grupo de estudiantes de la Escuela de Filosofía de la Universidad Nacional de Córdoba, aparentemente dirigidos por algún profesor de la misma, que en tono airado pidieron ser oídos. Se quejaron por haber sido excluidos del Congreso (queja sorprendente, ya que desde el principio algunos de ellos estuvieron presentes; por otra parte, como hizo notar un filósofo extranjero, los Congresos son para especialistas); plantearon luego la oposición dialéctica profesor-alumno en términos curiosamente similares a los de una lucha de clase (objeción de indisimulado tinte político); opinaron que el Congreso debió realizarse en la sede de la Facultad y no en un hotel (opinión no compartida por los congresistas, por claras razones de funcionalidad); por fin invitaron a la realización de un congreso paralelo con la participación de los alumnos (tesis que no contó con adhesiones) (p. 53).

Para el día miércoles algunas situaciones obligan a modificar el programa previsto: por la mañana del miércoles se agrupan dos sesiones plenarias: “Verdad y máscaras” y “Técnicas de poder”, y se invierten el orden previsto de los expositores.

El Congreso no queda ajeno a los conflictos que impactan la universidad. León Rozitchner –que no participa del congreso– señala de manera provocativa, que en el Congreso no había marxistas, porque a diferencia de “una filosofía de cátedra”:

El marxismo, en Córdoba, y en la Argentina, no está de cuello duro en un Congreso: circula por las calles, se cuela en las fábricas, anima a los estudiantes […] es un pensar útil, a diferencia del pensar del [de los participantes en el Congreso] (Rozitchner, 16/06/1971).

Sin embargo, durante las cinco sesiones plenarias y las diez sesiones de trabajo que se llevan a cabo durante la semana del congreso las tensiones filosóficas y politicas reaparecen.

Al mismo tiempo que grupos de estudiantes afirman no haber sido informados de la organización del congreso de Córdoba ni invitados a asistir, la prensa y algunas revistas especializadas confirman ciertas ausencias mayores en su desarrollo. Así, La opinión menciona los nombres de los docentes que no fueron invitados al encuentro: Rolando García, Greogrio Klimovsky, Alberto Coffa, Eduardo Rabossi, Félix Schuster, Juan d’Alessio, Tomás M. Simpson, vinculados a la corriente analítica, pero también se menciona a León Rozitchner y a Raúl Sciarreta, que se enmarcan en la tradición psicoanalítica, todos vinculados al arco socialista y marxista.

Entre ellos, algunos se vieron obligados a quitar las aulas luego de la noche de los bastones largos en 1966, cuando la Revolución Argentina hace resonar las botas en la universidad; otros, manteniendo un pié en las aulas nutren las filas de los grupos de estudios y de las nacientes sociedades de filosofía. En todo caso, afirma el artículo: “no fueron fallas organizativas: las asistencias –y también las inasistencias– fueron rigurosamente digitadas” (16 de junio 1971).

Según el diario La opinión, “los estudiantes habían aumentado peligrosamente la presión para que se leyera su propio comunicado”, en el que denunciaban la separación entre el intelectual y la sociedad y una filosofía “profesoral” desconectada de la realidad. Las presentaciones de la parte del arco filosófico marxista, aunque poco numerosa, logró hacer escuchar sus reivindicaciones. Ponferrada (1972) relata:

[…] la tendencia más activa fue la marxista en sus diversas tonalidades: pese a lo reducido de su número, logró concitar la atención de los congresistas por sus continuas, aunque no siempre oportunas intervenciones en todos los debates; se caracterizó por aplaudir (hecho insólito en congreso de filosofía) cada vez que alguno de los integrantes del heterogéneo grupo hablaba, demostrando así que a pesar de sus divergencias internas conoce el valor del apoyo mutuo frente a otras posiciones (p. 55).

Las tensiones políticas y filosóficas que atraviesan el congreso impactan el funcionamiento de las jornadas. Como punto culmine, según los testimonios del congreso, las tensiones obligan de manera inesparada a una clausura anticipada del Congreso. La sesión plenaria de clausura, en la que debían leerse las conclusiones de las sucesivas deliberaciones, se cancela a último momento justificando que un gran número de participantes había decidido regresar a su hogar antes de tiempo. Pero sobre todo, porque “se había anunciado una ‘ocupación’ del Congreso por parte de grupos estudiantiles, lo que hubiera sido un final lamentable para una reunión académica” (Ponferrada, 1972, p.55). Esta partida precoz afecta la sesión América como problema que estaba programada para el sábado por la mañana, el día de cierre del congreso. Si bien ésta pudo mantenerse, la participación y el peso que tiene esta sesión en el desarrollo del congreso se ven reducidos. Aún más, su impacto se ve también disminuido en la publicación de las Actas, ya que según las inscripciones al congreso19, esta mesa cuenta con más inscritos y ponentes que ponencias publicadas en las Actas.

Con una convocatoria nacional significativa, el congreso se consolida como un punto de encuentro para los filósofos argentinos, reflejando las corrientes filosóficas presentes en el país. Al igual que en eventos anteriores, emergen tensiones entre la filosofía católica y la filosofía continental, las cuales definen el juego de fuerzas en el campo filosófico argentino. El II CNF representa un evento de largo alcance que destaca la relevancia de la jerarquía universitaria en Córdoba. Este congreso adopta un perfil estrictamente profesional, llegando a excluir la participación estudiantil. Los estudiantes lo critican por ser excesivamente “profesoral" y estar "desvinculado" de la realidad latinoamericana. No obstante, el congreso no se limita a exponer una única corriente filosófica, sino que en los intersticios se hacen eco las voces disidentes.

A modo de conclusión

A partir de múltiples fuentes (archivos de la FFyH, legajos), prensa, Actas y publicaciones especializadas, nos hemos permitido trazar brevemente el II CNF. Este evento que estuvo largo tiempo olvidado en la historia de la filosofía argentina, nos permite poner en evidencia los actores del campo filosófico argentino del periodo y algunas de las tensiones que se hacen presentes durante el encuentro.

En el contexto posterior al Concilio Vaticano II, y en particular tras la Segunda Conferencia Episcopado Latinoamericano en Medellín que abre a la teología de la liberación, el congreso de filosofía de Córdoba pone en evidencia las tensiones internas dentro de la filosofía argentina y en particular dentro de la filosofía católica. En otras palabras, el congreso es una puerta de entrada para comprender la filosofía en la Argentina del período en el cual surge a la vez un clivaje y un acercamiento entre el cristianismo, el marxismo en un contexto post conciliar impactando directamente el campo filosófico, en especial, por la emergencia de la teología de la liberación. En este sentido, el congreso es un espacio de encuentro para la incipiente emergencia de una nueva corriente filosófica que toma apoyo en la teología de la liberación y que, posteriormente, tomara el nombre de filosofía de la liberación.

En el Congreso, si la necesidad de pensar al hombre concreto en situación y de poner la reflexión filosófica al servicio de la transformación social se hace presente, esta postura se ve claramente confrontada por los organizadores que se reconfortan en la idea de poner de relieve la filosofía como ejercicio contemplativo libre y desinteresado. La filosofía católica, tradicionalmente inclinada hacia una metafísica de la trascendencia, hacia la esencia y lo inmutable, la misma que se enfrentó al existencialismo, al hombre y a la finitud en el Congreso de Mendoza de 1949, se enfrenta ahora al historicismo y a una filosofía que se interesa menos por el fundamento inmutable que por el hombre y la historia, haciendo de la transformación y de la lucha el motor de la reflexión.

Durante la semana de debates, surgen como puntos de resistencia la cuestión de la posible convergencia entre cristianismo y marxismo, así como la idea de concebir la filosofía como un saber-acción para la liberación, la selección de ponencias para la publicacion de las Actas, aun dando un espacio a ciertas corrientes en resistencia, contribuye a reforzar el carácter católico e hispánico del encuentro, al tiempo que tamiza las posturas críticas, en favor de una filosofía perenne. La publicación de las Actas del congreso contribuye así a consolidar un canon filosófico enraizado en la tradición europea y greco-latina.

Sin embargo, las tensiones que surgen durante el evento permiten mapear los puntos de resistencia dentro de un congreso dominado por un pensamiento mayoritariamente conservador, eurocéntrico y católico. Este mapeo manifiesta el profundo vínculo entre filosofía y religión que caracteriza la historia de la filosofía en la Argentina y nos permite poner en evidencia las tensiones y acercamientos entre marxismo, teología y liberación que alimentaron la filosofía argentina de las décadas de los sesenta y setenta.

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Fuentes

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Universidad Nacional de Córdoba, Archivo de la Facultad de Humanidades. Escuela de Filosofía. Cartón D1: II Congreso nacional de filosofía, 1971.

Notas

1 En 1985, se funda AFRA permitiendo organizar una sociedad filosófica a nivel nacional y bajo su égida se convoca al V congreso nacional de filosofía que se realiza en 1989.
2 Creada en Córdoba, bajo la impronta del filósofo y sociólogo cordobés, entonces Decano de la FFyH de la UNC, Alfredo Poviña, la Sociedad Argentina de Filosofía nuclea desde entonces a los profesores de filosofía de la Argentina, pero ha funcionado principalmente de manera fuertemente arraigada a la universidad cordobesa, y en particular a la figura de Judith Botti de Achával, entonces Directora de la Escuela de Filosofía de la FFyH que presidió la SAF desde su creación hasta 2015.
3 Ver «Foja de servicios». Legajo del personal docente: Alberto Caturelli. Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad Nacional de Córdoba.
4 La FFyH fue fundada en 1947, a partir de las actividades ya desarrolladas en el Instituto de Humanidad de la Universidad de Córdoba.
5 El Dr. Olsen A. Ghirardi fue nombrado delegado del rectorado y decano de la FFyH en la UNC entre febrero de 1967 y abril de 1970. Es doctor en Filosofía y Derecho. Ejerció la docencia en la UNC y en la Universidad Católica de Córdoba, donde ocupó las cátedras de Filosofía de la Naturaleza y Filosofía del Derecho. También es co-juez de la Cámara Federal de Córdoba y miembro fundador del Consejo de la Magistratura de Córdoba.
6 El régimen militar elaboró una ley para regular el funcionamiento de las universidades. El decreto-ley de 1966 fue seguido poco después, en abril de 1967, por la entrada en vigor de la Ley Orgánica de Universidades (Ley 17 245). Al tiempo que garantizaba la autonomía administrativa y la autonomía académica de la universidad, autorizaba cualquier injerencia necesaria de las autoridades nacionales para garantizar el orden público. El objetivo de esta ley era garantizar la despolitización de las universidades, asegurar una enseñanza universitaria responsable al servicio de la nación y cortocircuitar la difusión de las ideas comunistas por todo el país. En febrero de 1968, el gobierno de facto de Onganía normalizó el funcionamiento de las universidades con la nueva normativa.
7 Emilio Sosa López (Córdoba, 15/01/1921- Córdoba, 29/05/1992). Poeta y novelista, Emilio Sosa López desarrolló una larga carrera docente en Córdoba: en el Colegio Nacional de Montserrat, y como profesor de antropología en el instituto de sociología de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales y en la FFyH de la UNC, donde fue jefe del departamento de Literatura y nombrado vicedecano.
8 Manuel Gonzalo Casas (Córdoba 14/04/1911 - 7/11/1981). Filósofo tomista, estudió en el Instituto de la Inmaculada Concepción de Santa Fe. Se trasladó a San Miguel de Tucumán en 1947 y comenzó a enseñar en Tucumán: en el Gimansium Universitario, en la Escuela Sarmiento, que dirigió entre 1949 y 1952, y en la UNT antes de ser profesor en la UNC. Fue uno de los miembros fundadores de los Cursos de Filosofía Tomista, antecesores de la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino, fundada en 1965. En 1962, fue invitado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España a dar conferencias en Madrid y Barcelona.
9 Fallecido poco antes del Congreso, Astrada una de las figuras conmemoradas en el mismo.
10 Carta de Carlos Astrada a Rodolfo Kusch, Buenos Aires 18 de mayo de 1970, publicada en David, G., 2004a
11 Rogelio Nores Martínez (1906-1975), de filiación católica es Interventor federal en la provincia de Córdoba entre 1962 y en octubre 1963. En 1967 es nombrado rector de la UNC, puesto en el que permanece hasta 1970.
12 La Universidad de Córdoba habría aportado 8 millones de pesos argentinos para la celebración del Congreso en el Hotel Sierras (La opinión, 16/06/1971).
13 Este tema también fue abordado por Caturelli en su libro La filosofía en la Argentina actual, escrito en el contexto del Congreso y publicado en 1971. Dicho libro se convirtió en el segundo volumen de la serie de publicaciones del Segundo Congreso Nacional, junto con una primera compilación de las Actas titulada Temas de la filosofía contemporánea, que reúne una selección de trabajos y fue publicada ese mismo año por la editorial Sudamericana.
14 Carta de Alberto Caturelli à José Ferrater Mora, el 21 octubre de 1970, Córdoba (Argentina). Fons Josep Ferrater Mora, Girona : Universitat.
15 Las invitaciones y correspondencia ligada al congreso de 1971 son conservadas en el Archivo de la Facultad de Humanidades, Universidad Nacional de Córdoba. Hemos podido consultar una muestra de 75 invitaciones dentro de las cuales 38 iban destinadas a filósofos extranjeros (25 de Europa y 13 de América).
16 En su crónica, Caturelli menciona el apoyo de filósofos que no pudieron asistir al encuentro a pesar de la invitación: los españoles Ferrater Mora y Ángel González Álvarez; los filósofos francófonos Maurice Nédoncelle, Aimé Forest, Leo Gabriel, Jules Vuillemin, Claude Tresmontant y Paul Dufrenne, así como Alain Guy y Jules Chaix-Ruy, que enviaron ponencias; el filósofo peruano de Reyna; los italianos: Franco Lombardi, Enzo Paci, Felice Battaglia y Michele Sciacca (también publicado); y los alemanes: Von Rintelen, Ferdinand Ulrich, Bernhard Welte y Funke.
17 En 1974 aún se esperaba la publicación de un tercer volumen que contenía “comunicaciones que, ya por su extensión, ya por la demora de la traducción (tratándose de textos en alemán), ya porque no encuadraban perfectamente en el temario del Congreso, debieron quedar a la espera” Nota del 15 de marzo de 1974. Carpeta «II Congreso nacional de filosofía 1971», Cartón D1 «Escuela de Filosofía», Archivo de la Facultad de Humanidades, Universidad Nacional de Córdoba.
18 Sería interesante evaluar el rol que juega esta institución, que reúne a filósofos identificados con el conservadurismo y el pensamiento católico, con la aceptación y adhesión intelectual con el golpe de Estado en Brasil de 1964.
19 Universidad Nacional de Córdoba. Archivo de la Facultad de Humanidades. Escuela de Filosofía. Cartón D1: II Congreso nacional de filosofía, 1971.
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