Experiencias

Tejer redes en tiempos de distanciamiento. Universidad, organizaciones y territorio

Weaving Networks in Times of Distancing. University, Organizations and Territory

Rosana E. Sosa
Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires, Argentina
Florencia Torregiani
Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires, Argentina
Solange Rivarola Vales
Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires, Argentina

Extensión en red

Universidad Nacional de La Plata, Argentina

ISSN: 1852-9569

Periodicidad: Frecuencia continua

núm. 13, e030, 2022

revistaextensionenred@perio.unlp.edu.ar

Recepción: 18 Abril 2022

Aprobación: 15 Agosto 2022

Publicación: 12 Septiembre 2022



DOI: https://doi.org/10.24215/18529569e030

Resumen: En el artículo se abordan algunas de las acciones y las reflexiones que emergen del trabajo territorial realizado en el marco del Programa Economía Social, Solidaria y Popular (PESSyP) de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires (UNICEN). Las autoras refieren al modo en el que el contexto de pandemia y de distanciamiento ha condicionado las modalidades con las que las organizaciones sociales, políticas, culturales y universitarias habitan el territorio y habilitan intervenciones integrales con los sujetos que allí participan.

Palabras clave: pandemia, economía social, redes, universidad, comunidad.

Abstract: The article deals with some of the actions and reflections that emerge from the territorial work carried out within the framework of the Social, Solidarity and Popular Economy Program (PESSyP) of the Faculty of Social Sciences of the Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires (UNICEN). The authoress refer to the way in which the context of the pandemic and distancing has conditioned the modalities with which social, political, cultural and university organizations inhabit the territory and enable comprehensive interventions with the social subjects that participate there.

Keywords: pandemic, social economy, networks, university, community.

Introducción

En la tarea de entender cuál es la «cruel pedagogía» de la pandemia, Boaventura de Sousa Santos (2020) sostiene que el virus viene a recordarnos que «todo lo que es sólido se desvanece en el aire» (p. 6). Una interpelación a generar aprendizajes que nos convoca, en principio, no solo a la reflexión y a la producción de conocimiento sino a afirmarnos como sujetos activos y participativos del proceso de transformación social y colectiva.

Superada la primera etapa de aislamiento que trajo consigo la pandemia, se vuelve recurrente escuchar que hay que dar vuelta la página y continuar. Construir una nueva normalidad. Ir hacia la pospandemia. Uno a uno los imperativos se multiplican y se enumeran las claves para «volver».

Nuestro accionar, lejos de pretender planificar el regreso, recorre caminos marcados por los avatares con los que se nos ha presentado la continuidad en el territorio. En un trabajo anterior (Sosa, Torregiani & Rivarola, 2021), construíamos un parangón con el momento en el que los/as trabajadores/as de la tierra invirtieron todo su ingenio en pensar, en diseñar y en fabricar herramientas para preparar los granos de trigo que, una vez cosechados y secados, serían derivados a la producción de harina. No fue magia. Inventaron el proceso de zarandeo que lograba separar el trigo –con peso específico– de las pajas –más livianas y volátiles– por acción de las corrientes de aire.

Los convulsionados tiempos en los que nos movemos conducen a pensar que debemos acudir a la antiquísima técnica del zarandeo. Interesa tanto pasar en limpio las capacidades demostradas en el campo de la economía popular, para generar estrategias en un contexto adverso, como hacer explícita la diversidad de nexos y de vinculaciones que se establecen entre la catástrofe y la expoliación que sostiene los esquemas de producción capitalista y las formas políticas en las cuales estos se sustentan y se expresan. Hacer lo primero sin lo segundo conduce al «fatalismo, frente a la que solo hay una cosa que hacer: esperar pacientemente a que cambie la realidad» (Freire, 2007, p. 62).

En este marco, y si bien nuestro punto de convergencia es la universidad pública y un programa universitario en particular, las reflexiones que aquí se ofrecen convocan recorridos e inscripciones personales y biográficas en diversos espacios comunitarios de la ciudad de Olavarría (Buenos Aires, Argentina), en los que la emergencia y la pandemia reordenaron las prioridades, condujeron a repensar la experiencia y redefinieron los saberes acumulados.

Estar en territorio: el programa de extensión universitaria

El Programa de Economía Social, Solidaria y Popular (PESSyP) de la Facultad de Ciencias Sociales (FACSO) (https://www.soc.unicen.edu.ar) de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires (UNICEN) (https://unicen.edu.ar) desarrolla actividades vinculadas al campo de la economía social y solidaria en la ciudad de Olavarría, provincia de Buenos Aires. En el marco de una estrategia colectiva construida por las universidades nacionales, desde este espacio asumimos como propósito contribuir a hacer perceptible y visible para la sociedad en su conjunto la emergencia de otra economía.

Nuestra mirada está dirigida a las unidades domésticas, a sus extensiones y a sus organizaciones de nivel superior, y pondera tanto la dimensión económica-productiva cuanto su carácter de movimiento económico-social-político (Coraggio, 1998; Singer, 2007). Se asume una perspectiva de «economía popular» (Coraggio, 1999; Pastore, 2014) que se define por las relaciones de intercambio, dentro de una economía mixta con hegemonía del capital, entre los subsistemas de empresas capitalistas y las agencias del Estado (Coraggio, 2011, 2020). Asimismo, nuestro trabajo se inscribe en una perspectiva teórico epistemológica de las sociologías de las ausencias (Souza Santos, 2006), que se orienta a una producción de conocimiento en clave de «ecologías de las productividades» y a la puesta en valor de los sistemas alternativos de producción (Souza Santos, 2006).

En particular, focalizamos en la potencialidad de las iniciativas generadas por grupos sociales que expresan formas alternativas de hacer economía de comunidades a modo de «resistencia» a modelos económicos impuestos. Dichas experiencias, analíticamente agrupadas en la categoría de «economía popular realmente existente» (Coraggio, 1998; Pastore & Altschuler, 2014), presentan escasa visibilidad, articulaciones fragmentadas y ocupan el territorio común de un modo disperso, cuestiones que si bien han dificultado el fortalecimiento colectivo no han impedido generar mecanismos y dispositivos para la intra-transmisión de sus visiones, sus saberes y sus modos de hacer.

Asumimos, por ello, que el fortalecimiento de una economía popular resulta inescindible de los procesos de desarrollo integral de las comunidades que ponderan la sustentabilidad asociada a la creación de condiciones y de escenarios que faciliten el camino hacia el desarrollo local, por un lado, y la posibilidad de expandir las capacidades de las personas, las comunidades, las sociedades y la naturaleza, por el otro (Coraggio, 1999). Se recupera, aquí, la perspectiva «endógena del desarrollo» (Coraggio, 2004) capaz de generar y/o de potenciar a los actores del territorio, de consolidar los espacios participativos y «multiactorales» como ámbitos de aprendizaje, y de propiciar el empoderamiento de las organizaciones mediante la construcción colectiva de conocimiento en prácticas comunitarias y colectivas.

Desde esta perspectiva, en el PESSyP se identifican cuatro áreas de trabajo:

  1. - La producción comunicacional.

    - La comercialización.

    - El acompañamiento y la tutoría de trabajadores/as de la economía popular.

    - La formación de agentes replicadores de la economía popular y el consumo responsable.

En materia de comunicación, el PESSyP interviene desde la producción de materiales comunicacionales a través del proyecto «Hacemos otra economía día a día», que surgió en 2016 y continúa hasta la actualidad. En ese marco, hay una producción anual de calendarios realizados con fotógrafos/as locales para divulgar contenidos y prácticas que identifican al sector, que es coproducida con Banco Credicoop y con la FACSO. En formato radial, durante 2019 se coprodujo con Banco Credicoop el micro «La Mirilla», así como la columna «La otra economía», ambos para Radio Universidad.

En lo que respecta a la comercialización, en 2016 surgió el proyecto «Feri(ando)», que desde 2017 continúa como parte del proyecto «La Posta», surgido ese año y vigente hasta la actualidad. Es un espacio de comercialización para pequeños productores locales que tiene como destinataria a la comunidad universitaria (trabajadores/as y estudiantes) de la UNICEN. Con frecuencia mensual, derivó en una articulación con la Universidad Nacional de Quilmes (http://www.unq.edu.ar) a partir del proyecto «Chasqui».

En el ámbito del acompañamiento y la capacitación, el proyecto «Trabajadores de la economía popular en contexto de encierro», creado en 2017 y actualmente en funcionamiento, involucra acciones de docencia, de investigación y de extensión articuladas con el Centro Cultural Itinerante «El Musguito», el Programa «Universidad en la cárcel» (Rectorado UNICEN), el Programa «Educación en Contexto de Encierro» (FACSO, UNICEN) y el Proyecto de Investigación Orientado «Acceso a derechos y vida cotidiana en la cárcel» (SECAT UNICEN).

En relación con la formación de agentes multiplicadores, en 2019 (pandemia mediante) se inició el Proyecto «Werken» como estrategia para involucrar estudiantes de los niveles educativos inicial y secundario en el consumo responsable. Este programa es implementado simultáneamente en la Escuela Superior en Artes Visuales y en tres ámbitos de la Universidad Nacional del Centro (el Jardín Maternal Upalalá, la Escuela Nacional Pérez Esquivel y la FACSO).

Todas estas áreas convergen en el Proyecto «Banco de experiencias», que surgió en 2016 y continúa en la actualidad, y mediante el cual se sistematizan las experiencias de economía social y solidaria ponderando sus aprendizajes y sus articulaciones. En virtud de ello, el desarrollo de propuestas de formación y de intercambio de saberes que recuperen las problemáticas vinculadas a los procesos de implementación de las iniciativas de la economía solidaria es uno de los objetivos programáticos del PESSyP.

Al mismo tiempo, buscamos el fomento de la reflexión acerca del aporte de la economía social solidaria y popular en la formación académica de los/as estudiantes de la FACSO, a partir de la generación de un espacio de socialización de experiencias cooperativas, asociativas y productivas que asuman los valores solidarios. En este marco, resulta significativo tanto generar experiencias novedosas para estudiantes que «descubren» el campo de la economía popular cuanto intercambiar historias y saberes de aquellos que pertenecen o han pertenecido a dichas organizaciones.

Aislamiento y distanciamiento: rupturas en los modos de hacer

El 20 de marzo de 2020, mediante decreto nacional, se dispuso en todo el territorio nacional el Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO), y se declaró la emergencia pública en materia de sanidad por el plazo de un año. La decisión involucró la toma de medidas consensuadas entre los diferentes ministerios del gobierno nacional y las jurisdicciones territoriales. Una de las medidas consensuadas estableció: «Con el objetivo de proteger la salud pública como una obligación inalienable del Estado nacional, todas las personas que habitan en el país deberán permanecer en sus residencias habituales o en el lugar en que se encuentren y abstenerse de concurrir a sus lugares de trabajo» (Decreto 297/2020, https://boletinoficial.gob.ar/detalleAviso/primera/227042/20200320, Boletín oficial de la República Argentina).

En este marco, se lanzó el programa «Universidades por la Emergencia del Covid-19», dependiente de la Secretaría de Políticas Universitarias,1 con el objetivo de acompañar el trabajo universitario existente y de fortalecerlo con nuevas propuestas de acciones tendientes a mitigar la dura situación de aislamiento social, así como la necesaria reconstrucción social. En el caso de la UNICEN, la identificación por parte del área de Extensión de trece líneas de trabajo prioritarias, que incluyeron el acompañamiento de productores y de colectivos de la economía social, permitió dar continuidad a las acciones realizadas a partir del proyecto «La Posta». Sin embargo, esta decisión no estuvo exenta de numerosos debates e intercambios con quienes permanecían en los territorios y procuraban, al igual que los actores universitarios, fundar sus intervenciones atendiendo a las características de las distintas experiencias de la economía popular, sus condiciones socioeconómicas y las desigualdades existentes.

En este trabajo, pretendemos problematizar y caracterizar trabajo de qué manera se reorganiza el trabajo que realizan las personas que pertenecen al sector de la economía popular ante la medida de aislamiento social preventivo y obligatorio. Y, en esta reorganización, de qué modo se resignifica el accionar al incorporar intervenciones, sacrificar otras y generar nuevas.

Han resultado de gran valía para esta tarea las experiencias de diferentes organizaciones sociales y políticas del territorio, algunas de las cuales registran un acumulado de trabajo colaborativo con la universidad. Sumado a ello, el reconocimiento de las múltiples implicaciones y pertenencias de los actores universitarios ha generado –de hecho– intersticios de reciprocidad y de correspondencia con organizaciones que actúan en el territorio. Así, la pertenencia a una mutual de arte popular de dos de las trabajadoras universitarias vinculadas al PESSyP, y la participación de una de ellas en una cooperativa cultural barrial, nos ofrece un panorama más amplio para ponderar nuestras decisiones asociadas a la continuidad en las acciones de extensión universitaria.

Sentidos que se tensan y se resignifican

Las prácticas colectivas, comunitarias y territoriales de las que participamos se definen por la promoción de enlaces y de uniones de un tejido social que ha sido el blanco de todas las avanzadas neoliberales que apuestan a su desintegración. Al calor de esas acciones, son cuantiosos los interrogantes abiertos y desprovistos de certezas, aunque también se continúa creyendo en la potencia de promover juntadas e intercambios entre los actores del territorio: unir a las personas, llenar las organizaciones, conectar lo afín, eran verdades reveladas.

El punto de ruptura que estableció la pandemia no solo estaba asociado al impedimento de la reunión sino a la resignificación de gran parte de las categorías con las que estructuramos nuestras acciones. Desatado el virus, una comunidad que se cuida es aquella que logra aumentar las distancias y disminuir los contactos presenciales. En ese contexto, el aislamiento social comenzó a ser ponderado por su carácter preventivo y por su condición de obligatoriedad. El destino superador de este confinamiento se expande hasta promover el distanciamiento.

¿Cumplir con la norma de distancia implica paralizar la actividad de nuestras organizaciones? ¿Se trata de cerrar para cuidarnos? ¿De interrumpir para salvarnos? ¿Ocuparnos de lo urgente es abandonar lo importante? ¿Cómo resulta afectada la autogestión frente a la necesaria asistencia? Las estrategias creativas implementadas en distintos espacios comunitarios nos muestran los modos en que estos han reorganizado sus actividades, mas no sus prioridades: tejer redes, acompañar estando en el territorio y construir otras cercanías son algunas de las cuestiones que permanecen a la vez que se resignifican.

En este marco, convocar los modos en que estaban siendo pensados y repensados diferentes espacios de la comunidad en los que nos inscribimos, paralelamente a nuestra participación en la universidad y a nuestro rol de trabajadores/as universitarios/as, ha sido de gran valor para recrear el espacio de intervención universitario.

A continuación, nos referiremos a dos experiencias del campo de la economía social y solidaria que, por configurar espacios de pertenencia y de participación de quienes confluimos en la extensión universitaria y por registrar trabajo compartido con el PESSyP, han atravesado y acompañado nuestros sentipensares como equipo de trabajo. Se trata de una mutual de arte popular y de una cooperativa cultural barrial con las cuales hemos generado espacios de intercambio para entender y para actuar en «estos tiempos pandémicos» (M., 52 años, trabajadora de la economía popular).

Estrategias para continuar las redes de cuidado y de producción

«En el contexto de ASPO y DISPO,2 el rol de los movimientos populares fue y continúa siendo fundamental como brazo del Estado para llegar a cada rincón de nuestro territorio más próximo», señala una integrante de La Yumba, un espacio con dos años de trayectoria en trabajo cultural con propuestas artísticas y talleres dirigidos a la comunidad, que es gestionado por el Movimiento Evita de Olavarría.

En efecto, las medidas de aislamiento social preventivo y obligatorio, lejos de interrumpir sus acciones en el sector de la economía popular, motivaron una reorganización del trabajo que incluyó la incorporación de nuevas tareas, la transformación de otras y, derivado de ello, un proceso de debate y de discusión acerca de cómo asumir un papel relevante en un contexto de grandes necesidades.

Las organizaciones que en este contexto debieron cesar sus actividades habituales lograron reconvertirse en espacios de referencia para los/as vecinos/as del barrio en materia de búsqueda de soluciones ante las urgencias asociadas a la profunda crisis social y económica que acarreó la pandemia. «Lo urgente transformó nuestro hacer. Se redefinió lo importante, se co-construyó el sostener y sostenernos, y, como siempre, se continuó produciendo arte», reflexiona una integrante de Arrebatando Lágrimas, una mutual de arte popular conformada por niños/as, adolescentes, jóvenes y adultos de distintos barrios de Olavarría. Con una historia que supera los veinte años generando acciones e intervenciones colectivas, artísticas y comunitarias, la mencionada organización cultural tiene su mayor acción durante el carnaval.

Las recurrencias que se presentan en los intercambios, nos permiten construir una tipificación de las acciones que llevan adelante las organizaciones sociales locales. A continuación, se describen sintéticamente tres de las principales configuraciones registradas en campo con las que se produce la imagen de la organización en pandemia: la atención de la emergencia, la innovación y la proyección.

La atención de la emergencia

En el plano de las acciones estrechamente vinculadas al contexto de pandemia, distintas organizaciones sociales se sumaron a la campaña de difusión y de inscripción para el plan de vacunación por la covid-19 en articulación con la Región Sanitaria IX.3 En este marco, los espacios se transformaron en sitios de referencia para la inscripción y para el acceso a información sobre diferentes trámites vinculados a organismos provinciales y nacionales.

Asimismo, las organizaciones implementaron acciones de asistencia y de acompañamiento a sus integrantes. La murga, por ejemplo, «salió a generar acciones que tenían el propósito de acompañar en cada realidad, recolectar alimentos y distribuirlos entre los compañeros que la estaban pasando mal (…). Junto con eso, era abrazarnos con la mirada, con la palabra y hacer presente el “¿cómo estás?”, “¿qué necesitas?”» (F., 30 años, murguera).

La Yumba, en tanto, implementó –con una periodicidad de tres veces a la semana– la organización de ollas populares destinadas a los barrios más castigados de la ciudad. Esto permitió acercar la cena a un centenar de personas, junto con información sobre atención de la salud y cuidados preventivos.

El saldo de esas acciones fueron voluntades y compromisos que se sumaron a la militancia política y que reconocen como fundacional el momento en el que «se revolvían ideas mientras se sumaban ingredientes a la olla», ya que «la cultura como esencial y el hacer artístico cultural como necesario, son dos sentidos que subyacen a la militancia de las políticas de cuidado comunitario y a la participación en la construcción de los distintos protocolos para el regreso de las actividades» (S., 32 años, militante Movimiento Evita).

Desde el PESSyP, la mirada atenta sobre los procesos que emergían de la coyuntura buscó contribuir a la toma de decisión acerca de cómo intervenir y a qué acciones darle continuidad. Esta decisión es inescindible de las evidencias que dan cuenta de cómo proyectaban e implementaban su accionar las organizaciones más cercanas y con trabajo compartido con la universidad.

Del mismo modo que las organizaciones, la universidad comenzó a contemplar acciones en materia de transmisión de pautas y de recomendaciones establecidas por el Ministerio de Salud de la Nación, tanto para los actores implicados directamente como para la comunidad en general. Asimismo, participó en la elaboración y en la entrega de insumos para la lucha contra la covid-19, y en la producción de materiales para la divulgación de protocolos de actuación y de cuidados.

La intervención de la universidad en esta coyuntura se evidencia en dos planos. Por un lado, en la construcción de estrategias de provisión de alimentos al núcleo familiar de los productores de «La Posta» (proyecto «Chango solidario») y de socialización de prácticas de sanitización que eran potencialmente extendidas a sus contextos de procedencia y, por ende, con impacto comunitario. Por otro lado, en la continuidad de la comercialización en el espacio universitario, medida que permitió preservar una de las pocas fuentes de ingreso económico de los productores participantes.

La continuidad del espacio de acompañamiento y de intermediación con productores y con colectivos de la economía social que se llevó a cabo desde «La Posta» tuvo vinculación directa con la incorporación de prácticas de higiene y de manipulación de alimentos, y con medidas generales y específicas de prevención puertas adentro (higiene, desinfección, distanciamiento, gestión de residuos, etc.). A esto se sumó la difusión de pautas para la preparación, el empaquetado y la entrega de alimentos, a fin de garantizar la trazabilidad del protocolo de punta a punta del proceso.

La narrativa de las mencionadas pautas se inscribe en una acción de concientización o de sensibilización pública que incluye un abordaje indirecto de los domicilios particulares de los productores, sus espacios familiares y miembros convivientes. Mediante el concepto de cuidados comunitarios se buscó expandir el grado de conocimiento común sobre el riesgo de contraer la enfermedad por la covid-19, que se corresponde con las acciones tanto individuales como colectivas para reducir la exposición y la vulnerabilidad frente a las amenazas (OPS, 2020).

Las modificaciones en las dinámicas de trabajo que trajo aparejadas la emergencia sanitaria global requirieron de efectuar replanteos en el corto plazo. En primer lugar, la imposibilidad de convocar a la entrega de pedidos de «La Posta» en el espacio físico de la universidad condujo a asumir una modalidad de envíos a domicilio, que incluyó acciones de acopio de la producción, de procesamiento y de distribución. En segundo lugar, las pautas contenidas en los protocolos incluyeron medidas y acciones específicas de resguardo de la salud de los implicados. El estricto cumplimiento de los protocolos de higiene supuso la provisión de elementos adecuados, en cantidad suficiente y en forma accesible, para quienes intervenían en las mencionadas tareas; un gasto que de haber sido asumido por los productores hubiera profundizado las dificultades económicas preexistentes.

La innovación de las formas para preservar el contenido

«¿Va a haber carnaval?». Era la pregunta que hacían los/as vecinos/as que pasaban y observaban que integrantes de la murga del barrio comenzaban a colgar banderines en la calle y a repartirlos en cada casa. Con esta acción buscaban «hacer presente el carnaval» y «vestir» al territorio para la ocasión, mientras se sumergían en la nueva estrategia de participar en festivales virtuales, bajo la denominación «L@cura es el carnaval».

La virtualidad, ámbito al que finalmente se llevó el carnaval, en un principio había sido explorada en reuniones y en intercambios de la propia murga. «La red también fue virtual. Buscamos nuevas formas de encontrarnos, de pensarnos, de ensayar y de ponernos en movimiento: palabras, saltos, canto, escenas, dibujos, composición. Participación y enlace», (F., 30 años, integrante de la murga y trabajadora universitaria). «Cuidarnos, nunca soltarnos», es el sentir más definido en las palabras que refieren a este proceso.

Frente a la preocupación de seguir estando en el territorio, se implementó una modalidad distinta. Conformados en grupos de veinte murgueros/as, e identificados como lugares de encuentro, se definieron cuatros puntos de la ciudad que oficiaron de nudos identitarios por ser cuatro barrios en los que se concentran las actividades, las pertenencias y la historia común de la organización.

La simbología construida por la organización estuvo presente en cada acción territorial que pretendía dar continuidad al vínculo colectivo y comunitario. «Tal como se aprende en el hacer arte popular, era necesario y vital la resignificación de nuestras prácticas, y por lo tanto, de nosotres mismos» (F., 38 años, integrante de la murga).

En un sentido similar, en La Yumba la suspensión de las actividades y los talleres culturales presenciales fue capitalizada por quienes gestionan el espacio mediante la organización y la implementación de una formación virtual. Cooperativismo, perspectiva de género y cultura popular como derecho fueron las tres áreas en las que el grupo se capacitó y luego replicó al resto de los integrantes.

A lo anterior, se sumaron las estrategias asociativas relacionadas con la implementación de la entrega domiciliaria de pedidos de productos de la economía popular de La Posta. Esta logística, sustancialmente diferente a la modalidad presencial, requirió de ajustar y de coordinar los tiempos de producción, de acopio y de distribución que oficiaron de escenario para la grupalidad y la toma de decisiones colectivas.

Asociado con ello, desde la universidad se promovieron instancias en las que se condujo al grupo a la construcción de una oferta conjunta. Bajo la denominación de «Kiñerun» (‘juntos’ en idioma mapudungun), los productores y los elaboradores de alimentos fueron impulsados a generar una oferta conjunta que contemplara los criterios de «productos de estación», «precio justo» y «organización colectiva». Su armado, su discusión y su acompañamiento fue la estrategia de intervención que se ideó desde la universidad para dar continuidad a la tarea.

La proyección de la organización a pesar de las adversidades

El acumulado de experiencias que deja como saldo el período analizado presenta algunas particularidades que conducen al balance realizado por las propias organizaciones. En este marco, y aun cuando a priori se presentaba como un impasse, el período de pandemia dejó marcas en sus trayectorias que se cristalizan en los modos en que estas se proyectan.

La interrupción de las actividades de rutina dejó tiempo para acciones que se conciben asociadas al fortalecimiento organizacional. Así, un proceso de trabajo que decanta en la conformación de una cooperativa cultural o los intercambios virtuales que sedimentan el inicio de un proceso de sistematización de una experiencia de dos décadas de mutual popular son algunas de los reconocimientos identificados.

Para el caso de la universidad, las proyecciones habrán de venir asociadas a un sentido de pertenencia para los productores que se ha gestado en este tiempo. Las vivencias de los/as productores/as de la economía popular generadas por la imposibilidad de trabajar en espacios públicos de la ciudad y, en este contexto, la intervención de la universidad en la habilitación, la autorización y la formalización de los procesos de comercialización ha fortalecido los lazos de pertenencia y de reciprocidad. La continuidad de un trabajo de formación que potencie y que expanda dichos vínculos permitirá profundizar las redes que, aun cuando no se originaron durante la pandemia, ha sido en este tiempo que han ganado en fortaleza y en carnadura.

Algunas reflexiones finales

La imperiosa necesidad de recuperar al intelectual de retaguardia, que ha remarcado con énfasis de Sousa Santos (2009), se ha vuelto palpable en los tiempos analizados. Aprender junto con los movimientos sociales, recopilar evidencias de ese proceso y asumir los límites que presentan las teorías puras para abordar la complejidad de la realidad actual son algunos de los desafíos por delante.

Hacemos extensión para interpelarnos acerca de cómo proponer y hacer mejores propuestas de formación. Propuestas interesadas en las necesidades de las personas y de los colectivos que, además, disputen sentidos a las actuales formas de vivir, de producir y de consumir, confrontándolas con alternativas creativas provenientes de los movimientos y las organizaciones sociales. A esa tarea hemos dedicado estas páginas, movilizadas por la necesidad de dar continuidad a acciones que procuran conducir a la implicación real en la vida cotidiana de las prácticas de las que formamos parte. En este camino, los aprendizajes identificados son de tres órdenes.

El primero, asociado a los saberes que permitan hacer adecuadas lecturas del contexto. Inicialmente, el imperativo del distanciamiento nos generó temores vinculados con el riesgo de fragmentación social aparejado a la imposibilidad de reunión. Sin embargo, la manera en la que los sentidos asociados al cuidado y a la preservación de la vida de todos/as prevalecen en las organizaciones nos deja una gran lección acerca de los modos en los que tracciona la cosmovisión de mundo compartida. El distanciamiento no fue aislamiento porque fueron inventadas nuevas formas de relación.

En segundo lugar, las preocupaciones venían asociadas al modo en que las organizaciones han visto circunscribir sus misiones y sus propósitos a la asistencia básica de alimentos de primera necesidad. Sin embargo, las experiencias han podido mensurar la emergencia y se han dispuesto a la (re)construcción de las condiciones necesarias para llevar adelante las tareas de la organización. La atención de la emergencia nunca fue canjeada por la innovación y la proyección de las organizaciones que, además, nunca se apartaron de los vínculos y las relaciones de reciprocidad, de solidaridad y de cooperativismo.

En tercer lugar, nuestros aprendizajes se relacionan con el reconocimiento de las variadas inscripciones sociales que registran (y que registramos) los actores que habitamos la universidad, no siempre advertidas por la institución. Nos interrogamos acerca de las potencialidades de avanzar en ese reconocimiento y en esa interpelación de los/as militantes, los/as murgueros/as y los/as trabajadores/as culturales que subyacen (y que estructuran) a los roles reconocidos de sus docentes, estudiantes e investigadores/as. Tal reconocimiento, leído en clave de ecología de saberes (Souza Santos, 1998), allanaría el camino de la extensión «desde afuera hacia adentro» (p. 92) y habilitaría otras instancias que permanecen bloqueadas al prescindir de «mirar» a los propios actores en la multiplicidad de sus facetas.

Referencias

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Sousa Santos, B. (2020). La cruel pedagogía del virus. Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina: Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO).

Notas

1 El programa fue lanzado por el Ministerio de Salud de la Nación, a través de la Dirección de Nacional de Talento Humano y Conocimiento, y el Ministerio de Educación, por intermedio de la Secretaría de Políticas Universitarias.
2 DISPO: Distanciamiento Social, Preventivo y Obligatorio.
3 La Región Sanitaria IX está ubicada en el centro de la provincia de Buenos Aires y tiene cabecera en la ciudad de Azul.
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