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¡Mexicanos al grito de guerra! Patrioterismo y xenofobia en el quincenario en marcha de Chetumal, Quintana Roo, México, entre 1942 y 1943

Chauvinism and Xenophobia in the Magazine en marcha of Chetumal, Quintana Roo, Mexico, between 1942 and 1943

http://orcid.org/0000-0001-9436-5091 Arturo E García Niño
Universidad Veracruzana, México

¡Mexicanos al grito de guerra! Patrioterismo y xenofobia en el quincenario en marcha de Chetumal, Quintana Roo, México, entre 1942 y 1943

Improntas de la historia y la comunicación, núm. 5, 2017

Universidad Nacional de La Plata

Recepción: 02 Mayo 2017

Aprobación: 05 Julio 2017

Resumen: La Segunda Guerra Mundial coincidió en México con el inicio del proceso de consolidación del régimen producto de la Revolución Mexicana, cuando el proyecto de nación pasaba a un sui generis capitalismo dependiente, bajo la égida de un sistema de partido único con un discurso nacionalista incendiario y una práctica de sometimiento a la política estadounidense. Centralizador de las decisiones hasta en las zonas más alejadas, ese sistema recurrió al patrioterismo y a la xenofobia, y el contenido del quincenario en marcha es una muestra de tales expresiones en la vida cotidiana de Quintana Roo, en el sureste y Caribe mexicanos.

Palabras clave: en marcha, patrioterismo, xenofobia, México.

Abstract: Second World War coincided in Mexico with the start of the process of consolidation of the system product of the Mexican Revolution, when the nation project passed to a sui generis dependent capitalism, under the aegis of a single-party system with an inflammatory nationalistic speech and a practice of subjection to USA policy. Centralizer of decisions in the furthest areas, this system cast hand of chauvinism and xenophobia, and the content of the biweekly en marcha is a sample of such expressions in the field of the daily life of Quintana Roo, in the Mexican Southeast and Caribbean.

Keywords: en marcha, chauvinism, xenophobia, Mexico.

¡Mexicanos al grito de guerra! Patrioterismo y xenofobia en el quincenario en marcha de Chetumal, Quintana Roo, México, entre 1942 y 1943

Los vientos de la Segunda Guerra Mundial llegaron a México cuando el proceso de consolidación del régimen emanado de la Revolución Mexicana iniciaba su transformación. De un proyecto de nación con fuertes tintes de izquierda, promovido e impulsado por el presidente Lázaro Cárdenas del Río, durante el sexenio 1934-1940, en el sexenio del presidente Manuel Ávila Camacho se pasó a cimentar un sui generis capitalismo dependiente, sustentado en el corporativismo erigido durante el sexenio cardenista bajo la égida de un sistema de partido único: el Partido Nacional Revolucionario (pnr), creado en 1929 (Garrido, 1982) como una entidad política que acrisoló el consenso de los grupos y de los caudillos regionales que habían participado en el movimiento armado de 1910.

Con un discurso nacionalista incendiario y una práctica de sometimiento a la política estadounidense, ese proyecto de nación segmentó, para efecto de sus intereses y luego de la creación del pnr —convertido en Partido de la Revolución Mexicana, en 1938, y que terminaría siendo el Partido Revolucionario Institucional, en 1946—, a la sociedad en tres sectores pilares de dicho partido: el obrero, el campesino y el popular, la clase media, pues.

Autodesignado garante de la soberanía y de los intereses nacionales por encima de las contradicciones de clase, dicho sistema político centralizó las decisiones y la administración políticas, ejerciendo el poder y controlando hasta las zonas más alejadas de la capital nacional, como fue el caso del entonces territorio de Quintana Roo, en el sureste y Caribe mexicanos, cuyo Gobernador —designado por el Presidente de la República y cuyas órdenes obedecía a pie juntillas— promovió el patriotismo mexicano durante la Segunda Guerra Mundial. Lo relevante del caso es que los llamados a defender la patria frente a ese extraño y osado enemigo del que habla el Himno Nacional Mexicano terminaron en patrioterismo alimentador de la xenofobia, cuestiones estas que el contenido resultante del hacer propagandístico / periodístico del quincenario en marcha, sintetiza en el terreno de lo regional y de lo micro histórico.

La utilización de la prensa como una fuente primaria importante en los procesos de investigación desarrollados en las ciencias sociales y en las humanidades ha permitido llevar a efecto un trabajo heurístico en pos de

las motivaciones que subyacen bajo la superficialidad de las apariencias, la interrogación sobre las inclusiones y las omisiones, las razones de la selección de las noticias [...] la tergiversación de los canales informativos... [el] propio y directo poder de la prensa en su impacto al público lector [y] su capacidad de generar estados de opinión (García de los Arcos y otros, 2015, pp. 2-3).

Por ello, acudir a las páginas de en marcha posibilita elaborar una panorámica de ese espíritu de la época que metafóricamente hace a los hombres, según el proverbio árabe, más parecidos a su tiempo que a sus padres. Y desde ahí, desde la panorámica de la década de los cuarenta, lograr un acercamiento a los detalles que contiene toda postal del momento al detener el paisaje y el ambiente con los datos que los constituyen.

Con base en lo anterior, el objetivo de las líneas por venir es analizar cómo se manifestaron el patrioterismo y la xenofobia —como expresión ad hoc de este—, entre 1942 y 1943, en las páginas del quincenario en cuestión, un medio de información local y estatal anclado a las directrices ideológicas del gobierno avilacamachista y, posiblemente, crisol del sentir de la sociedad quintanarroense de entonces como resultante de su dimensión histórica particular.

El hilo conductor de la descripción cronológica y sustento / materia de análisis son las notas periodísticas referentes a la guerra y a la incursión de México en ella, publicadas durante el corte histórico definido, sin dejar de lado hechos sueltos que puedan contribuir a poner en contexto la vida social en la capital del territorio, en su área de influencia inmediata, en Cozumel y en Isla Mujeres, como ciudades relevantes.

El quincenario en marcha

Registrado el 5 de octubre de 1937 ante la administración local de correos como órgano de la Federación de Cooperativas de Quintana Roo, y como parte del apoyo que el gobierno del General Lázaro Cárdenas proporcionó durante su sexenio a estas formas organizativas para la producción en el territorio caribeño gobernado por Rafael Melgar entre 1935 y 1940 (Careaga Viliesid,1990; Alonso Alcocer, 1992; Dachary & Arnaiz Burne, 1998; Gómez Navarrete, 1998), en marcha se editaba en formato tabloide en la ciudad de Chetumal, capital del por entonces territorio de Quintana Roo, en México.

El quincenario, que circuló entre el 31 de enero de 1942 y el 31 de agosto de 1943, constaba de ocho páginas y decía ser una publicación «Bimensual de ideas avanzadas». Dirigido por Gustavo Durán Vilchis, Secretario de Gobierno del Territorio, era abiertamente oficialista y propagandista de las acciones del gobernador de turno, el General Gabriel R. Guevara, quien también era el Comandante de la 34ª Zona Militar. La cabeza principal del número 107 (31/1/1942) muestra de bulto su afán propagandístico en altas y a todo lo ancho del tabloide: «EL INFORME DEL GRAL. GUEVARA». Se refería al informe del estado que guardaba el territorio que, por mandato de ley, el aludido había rendido el 31 de diciembre del año que recién había concluido, y del cual se reproducía la parte final en las páginas 1, 6 y 7.1 Se daba cuenta, también en esa primera plana, de un niño ahogado en las playas de Calderitas, población hoy conurbada con la capital quintanarroense, y del decomiso, en la ribera del Río Hondo que divide a México y Belice, de un kilo cuatrocientos cincuenta gramos de marihuana.

En interiores, la columna «Se rumora con insistencia...» hacía saber que el Delegado de Gobierno en la ciudad iba a echar de los parques chetumaleños y de la explanada de la Bandera a esa «calamidad» representada por los boleros y por los vendedores de chicles, «muchachitos y muchachitas que deberían acostarse temprano para poder asistir a las aulas» (31/1/1942, p. 3), en lugar de andar por las calles a altas horas de la noche. Y en la página 4 se reproducía, íntegro, un «Mensaje a los Profesores del Territorio», cuyo autor era el profesor Santiago Pacheco Cruz, Director Federal de Educación. Fechado en diciembre de 1941, el escrito iniciaba diciendo a los mentores que había llegado el momento de excitar el patriotismo de todos los que verdaderamente se sintieran mexicanos. La guerra se hacía presente en el blanco y negro del papel y la tinta, y estaría presente de manera relevante en las ediciones subsecuentes de em.

Enteraba ahí mismo Pacheco Cruz a los docentes quintanarroenses que el presidente Ávila Camacho, en el Manifiesto a la Nación pronunciado el 9 de enero, señalaba que la patria se encontraba en peligro porque Japón estaba ya «en plena actividad bélica en contra de los Estados Unidos del Norte [sic], o lo que es lo mismo, la guerra a muerte se ha declarado entre esas potencias» (31/1/1942, p. 4). Les recomendaba, también, que tuvieran controladas a sus comunidades, que organizaran manifestaciones de apoyo a los gobiernos territorial y federal, y que hicieran

un llamamiento [...] lleno de patriotismo, muy particularmente entre los núcleos indígenas de la región maya, haciéndoles detalladas explicaciones del caso en el propio idioma, de tal suerte que entiendan bien qué es lo que se pretende y cómo está la situación latente en nuestro México (31/1/1942, p. 4).

Finalizaba diciendo que todos los quintanarroenses debían agruparse en torno al Gobernador y al Presidente de la República, «olvidando rencillas, odios, rencores y banderías políticas, confundidos en un solo abrazo y constituidos en frente único [para ofrendar su] sangre en aras de la Patria Grande. ¡Viva México!» (31/1/1942, p. 4).

Tal era el espíritu de aquellos tiempos mexicanos y quintanarroenses, en los que el ambiente de la época, signada por la guerra cuyos ecos llegados de Europa eran ya circunstancias y hechos realmente existentes en México, se dejaba caer desde la capital de la república, en el altiplano mexicano, hacia el sureste profundo donde estaba, y está, la costa caribeña nacional fronteriza por mar y por tierra con el actual Belice, antes de su independencia, llamado Honduras Británica.2

Los años cuarenta en México y las circunstancias específicas en Quintana Roo

Durante el segundo año del gobierno del General Ávila Camacho, decenio que estaría signado, en lo externo, por la entrada en la Segunda Guerra Mundial y por la resaca de la misma —por ejemplo, la emergencia de la guerra fría, que obligaría a la toma de partido por alguno de los dos bloques hegemónicos que empezarían a definirle el rostro al devenir del mundo contemporáneo: el soviético y el estadounidense—,3 y, en lo interno, por el tránsito de la radicalidad del gobierno cardenista —en pro del cumplimiento de las demandas sociales, asentadas en el texto constitucional mexicano de 1917 mediante una práctica reformista al lado de las mayorías nacionales cuya cima vendrían a ser la expropiación de la industria petrolera y la entrega de los ferrocarriles a una administración obrera— al ávilacamachista y por la política de unidad nacional4 como la fase previa, de 1940 a 1946, que abonaría el terreno para el ascenso del sexenio de Miguel Alemán, autoerigido en el paradigma del México moderno.

Los años cuarenta vendrían a ser, a fin de cuentas y en el terreno de lo simbólico concreto, el período en el que acontecería «el canje de la conciencia pública de la épica revolucionaria por la épica capitalista» (Monsiváis, 1981, p. 7), definido por el alemanismo como sinónimo de los que se dio en llamar genéricamente «el sistema» para referirse al régimen político; y el encabalgamiento de la figura presidencial, vuelta ya el centro del tal sistema desde que Cárdenas enviara al exilio a Plutarco Elías Calles,5 como un ente supra histórico, omnímodo y rampante, dador de los muchos bienes y de los pocos males en la sociedad nacional, modelo que se reproducía y que continuaría haciéndolo en el ámbito de lo estatal / regional a través de las figuras de los gobernadores.

Pero también vendría a ser ese decenio un punto de quiebre en los ámbitos de la cultura y de la vida social toda, por la propuesta de una envolvente lógica urbana que intentaría arrinconar y dejar atrás lo rural, considerado como rémora del despegue mexicano hacia el desarrollo y hacia su integración al primer mundo.6 Lo rural que era en aquellos tiempos la impronta del por entonces territorio de Quintana Roo, que según el Censo Nacional de 1940 tenía 18 752 habitantes concentrados en Cozumel, en Carrillo Puerto y en Ciudad Chetumal, una densidad de 0,4 habitantes por kilómetro cuadrado (INEGI, 2009)7 y donde la lógica del Estado benefactor, a través de la acción política y social del general y gobernador Melgar, no había logrado superar entre 1935 y 1940 —lapso en el que gobernó y durante el cual se hicieron campañas de prevención del paludismo, la viruela, la tifoidea y se promovió la construcción de fosas sépticas— el añejo atraso de una zona desde siempre alejada del interés central.

A esos males endémicos nacionales se agregaba uno casi exclusivo del territorio quintanarroense en el alborear de la quinta década del siglo xx, y que sería una constante histórica por la escasez de corrientes fluviales caudalosas dada su ubicación geográfica y su topografía: el grave problema del abasto de agua, que la población intentaba combatir mediante la recolección de agua de lluvia en grandes recipientes de flejes de madera calafateada, parecidos a los barriles, llamados curvatos y puestos en los patios de las casas. Por consiguiente, la carencia de ríos susceptibles de ser utilizados para generar energía mediante hidroeléctricas provocaba una grave situación en este rubro y afectaba, incluso, a Ciudad Chetumal, la capital del territorio.

Esta difícil circunstancia se agravaría día a día a lo largo de los tres años y cuatro meses que duró la administración del gobernador Guevara —del 15 de diciembre de 1940 al 1 de abril de 1944—, quien no haría nada al respecto en ese tiempo, cuando se vivió bajo la égida de la guerra en Quintana Roo y em fue dando muestra, quincena a quincena, de cómo era exaltado el sentimiento nacionalista de los quintanarroenses, cuyo Gobernador merecía que el presidente Ávila Camacho le enviara una carta personal de agradecimiento, fechada el 22 de diciembre de 1941 y publicada en la primera plana del número 107 del quincenario, que a la letra decía: «Ha sido particularmente satisfactorio para mí enterarme del atento mensaje que con fecha 8 del actual se sirvió usted dirigirme, a propósito de la posición adoptada por nuestro país ante los sucesos internacionales que conmueven al mundo» (31/1/1942, p. 1).

En un orden ajeno a la guerra, en esa primera plana se informaba que le habían llevado «asalto» —sinónimo de serenata en México— a la primera dama del territorio por su onomástico; que habían sido asesinadas dos personas por causa del cubilete —juego que desde ese momento quedaba prohibido en las cantinas—; que se había constituido el Comité Organizador de las Fiestas del Carnaval de ese año; que hacía más de quince días que Ciudad Chetumal no tenía energía eléctrica; y que se necesitaban «no menos de doscientos mil pesos para dotar a la población de luz» (31/1/1942, p. 3).

El ambiente guerrero

Las reales circunstancias sociales de la capital del territorio acompañaban el tráfago cotidiano en tanto el gobierno hacía publicar en el número 110 del 15 de marzo de ese año, dos días después del cumpleaños del Gobernador y de su hija [Figura 1], un desplegado firmado por el Secretario General de Gobierno, Durán Vilchis, y por el Oficial Mayor, Lamberto García Zapata, a través del cual se consideraba necesario dar a conocer las declaraciones del Secretario de Relaciones Exteriores, Ezequiel Padilla, sobre la posición de México respecto a la situación internacional, «así como los métodos para afrontar los problemas que pudieran presentarse en un futuro no lejano» (15/3/1942, p. 4). Se agregaba que tales declaraciones estaban «inspiradas en la política patriótica que ha delineado el C. Presidente de la República Gral. de División MANUEL ÁVILA CAMACHO», quien había afirmado, también, que «LA LUCHA PARA LOS MEXICANOS NO ESTABA DE MOMENTO EN LAS TRINCHERAS, SINO EN EL CAMPO, EN EL TALLER» (15/3/1942, p. 4) [Figura 2].

Figura 1 │ en
marcha, número 110, portada
Figura 1 │ en marcha, número 110, portada

Cabeza y nota principal dedicada a la visita del gobernador Guevara a Belice (en la que se aprecia un montaje fotográfico) e información sobre los cumpleaños del Gobernador y de su hija

Figura 2 │ en
marcha, número 110, página 4
Figura 2 │ en marcha, número 110, página 4

Desplegado en el que el gobernador Guevara sintetiza las declaraciones del presidente Ávila Camacho sobre la guerra, llama a cerrar filas y deja en claro que en ese momento la tarea de los mexicanos no está en el frente de batalla, sino en la fábrica y en el taller

De lo anterior derivaba como necesario, según lo expresaba el primer mandatario,

que todo mexicano se conserve apto en el manejo de las armas y adquiera los principios de la disciplina militar; al efecto habrá prácticas de esta índole […] a partir del día 30 del mes en curso, a las 16 y 30 [sic] horas se impartirán tres veces por semana, los días LUNES, MIÉRCOLES y JUEVES, y para lo cual la XXXIV Zona Militar prestará amplia y eficaz colaboración (15/3/1942, p. 4).

Las prevenciones guerreras se insertaban ya en la agenda cotidiana y en las mismas páginas de em, con fecha 11 de marzo, se avisaba a los extranjeros radicados en el territorio de Quintana Roo que, de acuerdo con el Decreto Presidencial del 4 de marzo, era obligatorio [Figura 3]

inscribirse en el nuevo Registro de Extranjeros […] y dentro de un plazo de tres meses pagar un impuesto de $30.00 [para obtener] la documentación infalsificable de identificación [y que] la Secretaría de Gobernación impondrá una multa de $50.00 a $200.00 al extranjero que no dé cumplimiento a la ley (15/3/1942, p. 6).

Figura 3 │ en
marcha, número 110
Figura 3 │ en marcha, número 110

LLamado oficial del Gobierno para registrarse como tales

En el mismo mes, en el número 111 se publicaba como nota principal el discurso del Presidente de la República en el «Día Panamericano» [Figura 4], donde Ávila Camacho refrendaba el compromiso del país con la unidad panamericana y el apoyo a las

varias naciones americanas frente a Alemania, Italia y Japón [...], estado que no ha sido la consecuencia de una voluntad bélica de nuestros pueblos, sino el producto de la agresión cometida por las fuerzas japonesas contra la Unión Norteamericana [sic], el 7 de diciembre próximo (31/3/1942, pp. 1 y 5).

Incluía esa página, el desmentido —remitido a em por el ingeniero Livio Guerra Leal, delegado agrario en Quintana Roo— que el Jefe del Estado Mayor Presidencial enviara al periodista Enrique Navarro T., del diario Últimas Noticias de la capital de país, acerca de las afirmaciones que este publicara en su columna «La voz del ágora», en el sentido de que el ejército y la armada mexicanos estaban llevando a cabo acciones de leva entre la población joven del país [Figura 4].

A mediados de abril se daba a conocer como nota principal del número 112 (15/4/1942) lo que los redactores de em llamaban el «Catecismo AA», que el presidente de la American Airlines, C. R. Smith, había hecho llegar a los trabajadores de esta línea aérea con motivo del conflicto armado y que el quincenario sintetizaba así:

El trabajo silencioso y austero; la producción intensa y constante; la serena confianza, y la abstención de participar en la siembra de rumores absurdos y malévolos [es lo] más eficaz para combatir las maniobras del quintacolumnismo y del derrotismo y alcanzar a la postre la victoria final (15/4/1942, pp. 1 y 5).

En la página 3, en tanto, se repetía el llamado a los extranjeros a registrarse como tales.

García Zapata, Oficial Mayor del gobierno quintanarroense, asumió la dirección de em a partir del número 114 (15/5/1942), en el cual se incluyó el telegrama que el Secretario de Gobernación, Alemán —quien sería Presidente de la República de 1946 a 1952—, había hecho llegar al Gobernador del territorio, informándole el 21 de mayo que estaba enterado, vía el telegrama que este le había remitido el día 20, «con satisfacción [de] las manifestaciones populares de condolencia y protesta por el atentado al Barco Nacional “Potrero del Llano”» (15/5/1942, p. 1), hundido en el Océano Atlántico por un submarino alemán, el 13 de mayo de 1942.

Figura 4 │ en
marcha, número 111, portada
Figura 4 │ en marcha, número 111, portada

Cabeza y nota principal referidas al discurso del Presidente de la República en el Día Panamericano. Se reproduce una aclaración gubernamental que desmiente al diario Últimas Noticias de la capital de la República, que había publicado una nota donde el periodista Enrique Navarro T. daba a conocer que el gobierno reclutaba por la fuerza a la población

En la misma edición se incluía un largo reportaje, escrito «por el Lic. ALBERTO MARIN BARREIRO» (15/5/1942, p. 6), referido a los 22 marinos náufragos del buque tanque canadiense «Colgolorite», que habían llegado a Isla Mujeres luego de que el navío, echado al mar en Nueva York con rumbo al sur el 30 de abril, y cuya tripulación estaba integrada por 45 hombres de nacionalidades inglesa, canadiense e irlandesa, había sido torpedeado y hundido el 9 de mayo por un submarino no identificado. El resto de la tripulación había llegado a la isla de Cuba, también, sano y salvo.

La guerra había arribado ya a las costas mexicanas y el hundimiento del «Potrero del Llano» obtuvo al otro día como respuesta de México la demanda de disculpas y de indemnizaciones ante los gobiernos de Italia, de Japón y de Alemania —país éste que ni siquiera aceptó recibir el reclamo— en un plazo no mayor a una semana. Lo que no ocurrió porque antes del cumplimiento del plazo, el 20 de mayo, un nuevo ataque hundió frente a las costas de La Florida a otro barco mexicano: el «Faja de Oro». Ante ello, esgrimía Ávila Camacho en su discurso ante el Congreso, reproducido en el número 115 (31/5/1942),8 no quedaba otra opción que declarar el estado de guerra frente a los tres países del eje Berlín-Roma-Tokio.9

México estaba ya en guerra y el día 21, en Ciudad Chetumal, renunciaba el Secretario de Gobierno y exdirector de em, Durán Vilchis, quien fue reemplazado por el hasta entonces secretario particular del gobernador Guevara, doctor Guillermo T. Padilla Ramos; el 46º Jueves Cultural de la Federación de Cooperativas de Quintana Roo se impregnaba de fervor patrio y patriotero (31/5/1942, p. 4); N. Campos Ponce publicaba en la primera plana un texto titulado «UNA SOLA IDEA, LA PATRIA» [Figura 5]; se reproducían en la página 3 dos estrofas del Himno Nacional bajo la cabeza «EL MEXICANO QUE NO SABE CANTAR SU HIMNO, NO ES DIGNO DE LLEVAR EL NOMBRE DE MEXICANO» y la bajada –¿cursi y machista?– «CUANDO ESCUCHE LAS SIGUIENTES BELLAS ESTROFAS DE NUESTRO HIMNO, ¡CANTELAS FUERTE! PROCURE QUE TODOS LO ESCUCHEN, PUES ES DE HOMBRES CANTARLE A LA PATRIA»; y se hacía un llamado: «MEXICANO: La patria está en peligro y tú debes contribuir a salvarla con tu fe, tu trabajo y tu propia vida» (31/5/1942, p. 3) [Figura 6].

Figura 5 │ en marcha, número 115, portada
Figura 5 │ en marcha, número 115, portada

Titular y nota principales dedicados al discurso del presidente Ávila Camacho ante el poder legislativo para informar sobre la declaración de guerra al eje Berlín-Roma-Tokio

La estrofa / arenga «¡Mexicanos al grito de guerra!», con que inicia el Himno Nacional Mexicano, que es decididamente guerrero, trasponía lo simbólico para insertarse en la realidad realmente existente de la vida cotidiana nacional y, específicamente, en la quintanarroense. Vale señalar que la letra del Himno fue escrita en 1853 por el potosino Francisco González Bocanegra, musicalizada en 1854 por el catalán Jaime Nunó e interpretada por vez primera en público el 16 de septiembre de 1854. Sin embargo, aunque lo recuperó Porfirio Díaz en los actos oficiales y se cantaba en actos oficiales y en las escuelas durante las efemérides, sería precisamente durante el sexenio de Ávila Camacho cuando, mediante decreto presidencial del 4 de mayo de 1942, se oficializarían y se normarían su letra, su música y su uso.

Quizás […] sea significativo que su declaratoria de oficialización ocurriera durante la Segunda Guerra Mundial. Si bien México tuvo una modesta participación con el Escuadrón 2001,10 estaba latente el temor de que nos pudiéramos ver envueltos en la conflagración (Conzevik & Vélez Paz, 2010, p. 152).

La xenofobia, generada por el patriotismo devenido patrioterismo, se instalaba definitivamente en las mismas páginas mediante un artículo firmado por el licenciado Justo A. Santa-Ana, titulado «LOS EMBOSCADOS» [Figura 6]. Allí el autor hacía reclamos a

los tales «emboscados», eternos derrotistas, entes opacos a todo sentimiento de sacrificio, infelices ayunos de esa serena dignidad que debe caracterizar al hombre. Desechemos sentimentalismos estériles. Ese zalamero japonesito, aquel bonachón alemán, este dicharachero y alegre italiano, con quienes tropezamos diariamente y que a fuerza de tratarlos han conquistado nuestra simpatía, son un peligro inminente, magüer [sic] se exiban [sic] amantes de México y estén ya nacionalizados. Esos y los «falangistas» hispanos, aunque no lo parezcan, son los modernos «emboscados». ¡Vigílenlos! Prevengámonos, que toda precaución, por pueril que nos parezca, será bien poca. Desoigamos rumores y, sobre todo, no los propalemos. Echémosle un nudo a la lengua, pues cualquiera indiscreción puede hacernos llorar mañana la pérdida de nuestros padres, de nuestras esposas, de nuestros hermanos, de nuestros hijos, de la Patria, en suma (31/5/1942, p. 3).

Figura 6 │ en
marcha, número 115, página 3
Figura 6 │ en marcha, número 115, página 3

El espíritu patriótico presente en el artículo «LOS EMBOSCADOS», en la reproducción de dos estrofas del Himno Nacional con arenga y en el desplegado que llama a la defensa de la patria

El 3 de junio se llevaba a efecto en la capital del territorio el Bando solemne que recorría la ciudad y mediante el cual se daba a conocer oficialmente a la población que desde el 22 de mayo prevalecía el estado de guerra con Japón, Alemania e Italia. Como informaba la portada del número 116 (15/6/1942), encabezada por la banda de guerra de la policía municipal, la columna que hizo el recorrido incluyó a funcionarios de los tres niveles de gobierno y, cerrando el grupo, desfiló uniformada por vez primera la Primera Compañía Militarizada de Voluntarios. Por supuesto, el citado Decreto se incluyó a toda plana en la contraportada del quincenario [Figura 7].

Figura 7 │ en marcha, número 116,
contraportada
Figura 7 │ en marcha, número 116, contraportada

Declaración Presidencial del Estado de Guerra

En la siguiente edición de em (número 117), la segunda nota en importancia —la primera, como siempre, refería las actividades que el gobernador llevaba a efecto «intensamente en beneficio del conglomerado territorial» (30/6/1942, p. 1)— daba cuenta de la llegada a las costas quintanarroenses del grupo de náufragos que viajaba en el barco holandés «Crijnssen», el cual había zarpado de Nueva York con 86 personas a bordo —60 tripulantes y 26 sobrevivientes de los navíos «Lessen», «Welendoc» y «Silver Arrow», de nacionalidades noruega, canadiense y panameña, respectivamente— y zozobrado después de ser torpedeado en el Mar Caribe [Figura 8].

La otra nota importante en primera plana era la que, bajo el encabezado «PATRIOTISMO QUINTANARROENSE», daba a conocer la felicitación del quincenario a los 2 500 chetumaleños que recibían instrucción militar, «cantidad asombrosa» de voluntarios, según la redacción, dada la población capitalina (30/6/1942, p. 1).11 Y en la página 2 se informaba que en Cozumel continuaba «LA DIFUSIÓN DE LA CULTURA Y EL PATRIOTISMO», a través de los festivales culturales sabatinos, espacios en los que, como los jueves en Ciudad Chetumal, se producían y se reproducían exaltadamente el nacionalismo y el patriotismo que habían puesto los cimientos de una cultura guerrera y de una labor vigilante en torno a las actividades de los italianos, los japoneses y los alemanes [Figura 8].

Respecto a lo anterior, en el número 118 (15/7/1942) se hacía saber del viaje de algunos extranjeros para ser concentrados en el Distrito Federal: «SALEN PARA LA CAPITAL DE LA REPUBLICA LOS CIUDADANOS DEL EJE RESIDENTES EN ESTA CIUDAD», decía la cabeza; y en la nota se asentaba que los viajeros obligados «se muestran agradecidos por la forma en la que han sido tratados, no obstante pertenecer a países enemigos de nuestra nación» (15/7/1942, p. 1).

Blanca Torres (1979) señala que en el país hubo extranjeros perseguidos por presuntas actividades subversivas a los cuales se les incautaron sus bienes y fueron, incluso, recluidos en campos de concentración. Aseveración que corrobora el General Francisco L. Urquizo (2005), Subsecretario de la Defensa Nacional durante el gobierno de Ávila Camacho: cuenta que a su regreso de Monterrey, capital de Nuevo León, luego de acompañar al Presidente a esa ciudad, se detuvo en la igualmente neoleonesa ciudad de Cadereyta y encontró ahí a un amigo alemán llevado para ser recluido en compañía de varios de sus compatriotas, ya que la ciudad había sido designada para tales efectos.

Figura 8 │ en marcha, número 117,
portada
Figura 8 │ en marcha, número 117, portada

Nota principal dedicada al Gobernador e informaciones sobre el arribo de los supervivientes del barco holandés «Crijnssen»

y sobre los 2 500 quintanarroenses que reciben instrucción militar

Había 2 500 voluntarios chetumaleños, como ya se dijo, y para armarlos llegaban a la capital, por gestiones del General Guevara, «quinientos mosquetones de siete milímetros mausser con su correspondiente dotación de parque [y] quinientos uniformes para el segundo batallón» (15/8/1942, p. 6). En la nota, correspondiente al número 120 (15/8/1942), se manifestaba el ambiente de la época, que no dejaba lugar a los pacifistas:

Es penoso que algunas personas que están en aptitud de prestar servicio de armas pretendan, sin resultado, esconderse en sus hogares y que sean víctimas del desprecio de quienes con toda buena voluntad han puesto sus vidas al servicio de nuestra patria en peligro (15/8/1942, p. 6).

Tampoco lo dejaba al libre albedrío ciudadano, acorralado mediante una especie de paternalismo que trasuntaba una posición oficial moralina, la cual quedaba manifestada en el «AVISO IMPORTANTE» que, con fecha 11 de septiembre, firmaban el Gobernador y el Secretario General de Gobierno del territorio, y que em reproducía completo en su número 123 (30/9/1942):

En defensa del salario de los trabajadores y a fin de evitar que los extranjeros ejerzan el espionaje obteniendo informes perjudiciales aprovechando para su explotación la pasión de nuestro pueblo por los juegos de azar, el Gobierno Federal expidió una ley contra los juegos de apuesta sancionando con reclusión de uno a doce meses a las personas que exploten o regenteen dichos centros, así como a los que asistan, toleren o disimulen los garitos en los que tengan lugar juegos de azar... solamente se permitirán las rifas o los sorteos entre familiares o amigos, juegos de billar, ajedrez, dominó, damas sin apuestas y éstos previa autorización de la autoridad Municipal (30/9/1942, p. 2).

Se reproducía en el mismo número una entrevista con el Jefe de la Sección Latino Americana del Ministerio de Información de Londres, Oliver Bonhan Carter, firmada por Miguel Alessio Robles y publicada originalmente en El Universal de la capital mexicana, donde el discurso grandilocuente del entrevistado y del entrevistador terminaba haciendo apología del bien aliado frente al mal del eje; a fin de cuentas, como hacía ver Alessio Robles para cerrar la nota: «Benditos y gloriosos son todos aquellos pueblos que luchan por la causa excelsa de la libertad del mundo» (30/9/1942, p. 7).

Quince días más tarde, en el número 124 (15/10/1942), se daban a conocer en el territorio, mediante nota firmada por Teodoro Hernández, las declaraciones del Secretario de la Defensa Nacional, Cárdenas, respecto al servicio militar obligatorio para los extranjeros nacionalizados, obligación que embrolladamente el reportero exponía como «uno de los resabios coloniales fomentadores del complejo de inferioridad nacional para justificar la conquista y las injusticias sociales que de ella han derivado» (15/10/1942, p. 2). Y en el número 125 (31/10/1942) se informaba que en Cozumel

todos los varones aptos comprendidos entre los 18 y los 65 años están recibiendo enseñanza militar con gran entusiasmo […] especialmente entre la juventud, la que, anhelosa de adquirir destreza en el manejo de las armas, no escatima esfuerzo por estar presente en las horas que le han señalado para la instrucción, por el Comité Regional de Defensa Civil (31/10/1942, p. 2).

En las páginas 3 y 4 de la misma edición se incluía un largo artículo —«Con México por la libertad», era el título— firmado por Samuel Zafra y Galicia, plagado de una sintaxis abigarrada y difícil de entender:

Para México, para el glorioso pueblo mexicano, soldado de la libertad que tiene adquirida su independencia y la autonomía de sus derechos al precio de vida de los más caros hijos de su sangre y de su raza, genios abnegados en los pedestales del tiempo; mucho ha que el grano de arena en el reloj de su trayecto histórico marcó el primer escalón de: «una etapa distinta a las demás» en la que es imprescindible y necesario actuar, defender lo que tenemos creado, que no es mucho esfuerzo, cuando con ello va implícito su bienestar y el de los pueblos todos libres del Orbe [...] [Por ello] se forman ejércitos de hombres que aunando sus esfuerzos y su entusiasmo, coadyuvan al robustecimiento de un todo invencible en una causa común; el amor a la libertad y la libertad misma, camino del lema en el espíritu de un pueblo: Independencia y Libertad (31/10/1942, pp. 3-4).

Durante el resto del año se publicaría una edición especial de cien páginas (20/11/1942), llena de felicitaciones al Gobernador del Territorio, a su magna obra y a las acciones llevadas a efecto en pro de la instrucción militar a los patriotas voluntarios quintanarroenses.

No hubo notas especiales acerca del ambiente bélico hasta el siguiente año, cuando en el número 132 (28/2/43) se publicó una «ATENTA INVITACION... para escuchar todos los sábados en la Cadena Nacional, formada por todas las estaciones radiodifusoras, en punto de las 20 horas, los programas que presente la DEFENSA NACIONAL» (28/2/1943, p. 4) y dos poemas: uno, titulado «GOBERNANTE....!», firmado por Ricardo Palma Quintero y dedicado al Gobernador, que terminaba así: «Y si algún día, el destino se llevara/ a otra tierra de Dios tu gran pureza,/ no olvides General Gabriel R. Guevara/ que ya te cobijaste con nobleza!» (28/2/4193, p. 3); y el otro, titulado «LA PATRIA ES SACRIFICIO Y ES DOLOR» (28/2/1943, p. 3) y firmado por Ricardo Mimenza Castillo, plagado de los tópicos y de los adjetivos, vueltos lugares comunes, que el espíritu de la época había ya aportado al argot cotidiano.

En la sección «COLABORACIONES ESPONTÁNEAS», del número 133 (15/3/1943), el Lic. Justo A. Santa Ana daba a conocer el caso de Donaciano Cañedo, quien había solicitado en Mazatlán, Sinaloa, que su hijo Juan, de 18 años, fuera aceptado entre los conscriptos para defender a la patria, dado que el sorteo correspondiente lo había exentado de esa tarea enorgullecedora de todo mexicano albergador en su seno de «un Cuauhtémoc en potencia: bravo hasta la temeridad y sereno en el sacrificio» (15/3/1943, p. 5). No se informaba si al tal Juan se le había pedido su opinión al respecto.

Se informaba, también, que el titular de la Dirección de Educación, Prof. Santiago Pacheco Cruz, había girado una circular donde hacía un llamado, al cual em adhería, a profesores y a autoridades para combatir

[…] el lenguaje, soez, obsceno, injurioso, que las personas sin educación y cultura emplean en su plática habitual [...] sería de magníficos resultados ordenar a la policía de vigilancia en los lugares públicos que procedan a la detención de toda persona que profiera palabras indecentes e injuriosas, imponiéndole una pena alternativa de multa o de arresto (15/3/1943, p. 5).

Dos semanas más tarde, en el número 134 (31/3/1943), bajo el encabezado «CADENA DE BUENA VOLUNTAD», se publicaba la primera parte de un largo texto con las palabras que «un grupo de mexicanos... ha hecho llegar [...] hasta el corazón mismo de todos sus compatriotas» (31/3/43, p. 8), donde se justificaba el llamado a filas. Y en la siguiente entrega (número 135) se exponía la tristeza porque «el Servicio Militar [en el país] solo atrajo a 10,000 conscriptos y estos efectivos son ridículos y risibles comparados con los cientos de miles de hombres que caen en cada frente de batalla» (15/4/1943, p. 8). Ahí mismo se incluía una crónica, firmada por el «Sr. Prof. Abelardo Castillejos Borges, culto escritor quintanarroense», acerca del acto del Día de la Bandera celebrado el 24 de febrero, durante el cual se habían inaugurado los monumentos a la enseña y al ejército nacionales y en el que, según el autor, había descollado «el evocador momento en que el señor Gobernador del Territorio recibiera de los jóvenes conscriptos de la clase de 1924 el solemne juramento de defender a la Patria hasta obtener el triunfo con las armas en la mano o perder la vida» (15/4/1943, p. 7). Soldados que, según el Himno Nacional Mexicano, Dios le había dado a la patria en cada uno de sus hijos, y que para el caso eran cinco conscriptos chetumaleños merecedores de diplomas entregados por el Gobernador el 19 de febrero, Día del Soldado (30/4/1943, p. 1).

El 15 de mayo de 1943, García Zapata renunció a la dirección de em y fue sustituido interinamente por Francisco Toache González, quien se había encargado de la jefatura de redacción desde el 1 de enero del año que transcurría. En esa edición (número 137) se publicaba una colaboración de Abelardo Castillejos Borges, titulada «Recordando una Fecha de Dolor y de Vergüenza», que era una serie de loas al patriotismo del Gobernador y al pueblo quintanarroense que lo seguía, anatemas a los judas traidores y apologías por la formación de

los batallones voluntarios —[en] la primera Entidad en la República que tal cosa hizo—,12 que al desfilar marciales y con el corazón latiendo al unísono con el corazón lacerado de la Patria, al toque de tambores y cornetas, y de emotivas marchas guerreras, por las calles de Chetumal, Cozumel, Carrillo Puerto, etc., hacen pensar que los pueblos son grandes cuando, como el de México, cuentan con hijos que saben defenderlo hasta el último momento (15/5/1943, p. 8).

En la portada del número 139 (15/6/1943) em daba a conocer que el nuevo Oficial Mayor de Gobierno, Manuel González Ramírez, era su nuevo director y que Alfredo Sosa Cuevas asumía de nueva cuenta la jefatura de redacción. Informaba, también, que el gobernador llevaba a cabo negociaciones para conseguir un aumento en el precio del chicle ante los fabricantes estadounidenses, porque este producto era ya «UNA DE LAS MATERIAS DE GUERRA MÁS APRECIADAS, [dado] que todos los soldados norteamericanos reciben una buena dotación de chicle y hay una demanda histórica» (15/6/1943, p. 5).

Para mediados de julio de 1943 aflojaba la tensión por la guerra y el Subsecretario de la Defensa Nacional, General Urquizo, hacía saber, mediante la Circular número 41 reproducida en la página 2 del número 141 (15/7/1943), que a partir de la fecha se volvían a conceder licencias ilimitadas para la tropa que así lo solicitara. Y el chicle, producto que sustentaba la economía del territorio, volvía a aparecer porque, como ya se había señalado en ediciones anteriores, estaba «considerado como material bélico, pues es indispensable como un excelente calmante nervioso para los soldados en la hora de la batalla [...] amén de que también estimula algunas secreciones útiles en los momentos de fatiga, ayudando a resistirla mejor» (15/7/1943, p. 6).13

No se sabe si el quincenario continuó inundando el territorio de Quintana Roo del nacionalismo descrito porque no existen más ejemplares disponibles.

Consideraciones finales

Lo expuesto en las páginas de en marcha nos ayuda a vislumbrar cómo las tendencias macro se manifiestan en el ámbito micro; en lo local específico. Pueden servirnos, también, para atisbar desde el espacio micro algunas interpretaciones y derivar, ya metidos en el pantanoso terreno de las hipótesis, que lo ocurrido en el territorio de Quintana Roo, entre enero de 1942 y julio de 1943 —según la versión que fue dando a conocer el quincenario—, era el zeitgeist que cabalgaba al país en ese preciso tiempo de guerra, que, de tan envolvente, llegaba hasta uno de los rincones más alejados del centro del poder federal. Sin embargo, hay estudiosos del periodo, como Delia Salazar y Eduardo Flores (1998), que consideran al presunto ambiente de guerra o guerrerista como construido artificialmente para, si no lograr el consenso sustentador y declarar la guerra al eje Berlín-Roma-Tokio, hacer propaganda bélica en todo el país, incluidos los lugares más alejados del centro mandante, aunque supeditados en su línea de mando al titular del poder ejecutivo federal, como el gobierno quintanarroense, por ejemplo.

Cierto es que las centrales aglutinadoras de los sectores obrero y campesino, así como el llamado sector popular, corporativizados por el Partido de la Revolución Mexicana bajo las siglas de la Confederación de Trabajadores de México, la Confederación Nacional Campesina y la recién creada Confederación Nacional de Organizaciones Populares, respectivamente, apoyaron, decididamente y sin condiciones, la declaración y la instauración del estado de guerra. Sin embargo, hubo oposición del derechista Partido Acción Nacional; y, no sobra decirlo: el Partido Comunista Mexicano apoyó a Ávila Camacho.

Francisco L. Urquizo (2005) afirma que hubo entusiasmo de voluntarios y de jóvenes que acudieron al llamado del recién inaugurado Servicio Militar Nacional (smn) obligatorio para los mayores de dieciocho años. Pero que también hubo protestas, e incluso levantamientos, cuando al darse aviso a las autoridades civiles municipales de que convocaran a los integrantes de la clase 1924 que inauguraría el 1 de marzo de 1942 el smn, los cuales serían trasladados a los lugares de concentración donde se desarrollaría su instrucción militar, se presentaron problemas por «cierto descontento en algunas regiones del país, y aún tuvimos que lamentar que pequeñas partidas de hombres alzados en armas aparecieran en el Estado de Zacatecas y los límites de los de Puebla y Morelos» (Urquizo, 2005, p. 145). Más aún, agrega: «De los estados de Guanajuato y Michoacán [...] enviaron puros indios reclutados de leva [...] Algunos pobres muchachos llevaban todavía en sus muñecas huellas de ligaduras, pues los habían atado [...] para conducirlos a los lugares de destino» (Urquizo, 2005, p. 142).

Aunque el General reconoce tales hechos en sus memorias, no puede dejar de tenerse en cuenta que era no solo un militar, sino el tercero más importante en la línea de mando de las Fuerzas Armadas mexicanas, ya que el presidente de la república es por ley el Comandante Supremo. Lo que lo lleva a ponderar en algunos pasajes del texto la existencia de un ambiente nacional que llama de «entusiasmo bélico» y de que en la capital «el Campo Militar era una romería» (Urquizo, 2005, p. 98), debido a la muchedumbre de civiles que acudía al llamado para instruirse militarmente. A tal grado, sigue contando, que debieron instalarse centros de adiestramiento cerca de los lugares de trabajo, con el apoyo de los patrones respecto a los horarios de labores; y enfatiza la relevancia de Monterrey como la ciudad donde todos los civiles14 acudieron para adiestrarse en lo militar. Para entonces, existía ya una Ley de Defensa Civil que había sido publicada en el Diario Oficial el 21 de septiembre de 1942.

En el mismo orden, a pesar de que en su totalidad los medios de información masiva existentes se volcaron en hacerle propaganda a los designios y a las acciones presidenciales, más que a informar y a analizar los acontecimientos, no puede obviarse un hecho que definía el actuar periodístico de los diarios, las revistas, las estaciones radiofónicas y las productoras cinematográficas: estaban supeditados a las directrices que se generaban desde las oficinas de gobierno. Esto no impidió, cuando desde la presidencia de la república se generó la posibilidad de ir más allá de hacer únicamente la guerra desde la fábrica y el taller, y enviar contingentes militares al frente de batalla, la oposición de algunos grupos gubernamentales, incluso dentro de la Secretaría de la Defensa Nacional, y de intelectuales, entre los cuales destacó Salvador Novo (Salazar & Flores, 1998).

Dado que no conocemos —lo que no niega su existencia, que conste— trabajos que aborden desde lo regional o lo local la incidencia en estos ámbitos del ardor guerrero generado por la entrada de México en la Segunda Guerra Mundial, es posible, y aún no probable, que la propaganda nacionalista, arraigada a un originario patriotismo devenido patrioterismo y propulsor de acciones xenofóbicas, no haya caído en terreno fértil a todo lo largo y ancho del país y solo haya arraigado en algunas zonas. Independientemente que para la época, y más acá de su lejanía o su cercanía geográfica con el centro del poder, toda las entidades federativas y los tres territorios —Baja California Norte, Baja California Sur y Quintana Roo— conformadores de los Estados Unidos Mexicanos, mantenían no solo fuertes lazos de dependencia administrativa, sino que eran engranes bien aceitados en la línea de mando que de facto eliminaba las divisiones de poderes y los niveles de gobierno, puestos todos, junto con la CTM, la CNC y la CNOP, al servicio de lo que mandara el Presidente.

Puede aventurarse, también, que aprovechando la dependencia económica y política hacia Estados Unidos del gobierno de México aquel haya ejercido presión para que este manifestara, a contracorriente de la Doctrina Estrada que guiaba la diplomacia nacional y que promovía la no intervención y la autodeterminación de los pueblos, una posición al lado de los gobiernos aliados, y que ello llevara a desarrollar una campaña propagandista que se vio justificada por las agresiones al buque «Potrero del Llano», hecho que condujo a la inicial declaración de guerra pero sin el envío de tropas al frente de batalla. El discurso belicista que recurrió al patriotismo se insertaría, así, como parte de una maniobra política del presidente Ávila Camacho en dos vías: una externa, para disminuir la presión estadounidense; y una interna, para convocar el consenso de la sociedad hacia su gobierno luego de unas accidentadas elecciones antidemocráticas y violentas que le habían regateado la legitimidad en las urnas.15 Y solo cuando la presión externa arreció y se tornó muy difícil mantenerse al margen de la acción militar se decidió enviar al Escuadrón 201.

Urquizo deja entrever algo al respecto cuando dice que «se hacía cada vez más necesario [...] enviar efectivos militares a algunos frentes de la guerra. Así lo exigía nuestro decoro y la posición internacional que habíamos adoptado» (2005, p. 215). Era imprescindible, dice, y decidieron que fueran tres escuadrones de la aviación, porque eran 300 hombres en total. La otra opción, continúa diciendo el Subsecretario de la Defensa Nacional, era enviar por lo menos una división del ejército —cinco mil hombres—, casi el 40% del total de efectivos; y «una división mexicana sería imperceptible entre los formidables efectivos terrestres de nuestros aliados, y su actuación no tendría individualidad» (2005, p. 215). Lo expresado por Urquizo abona a interpretar que la acción propagandística del gobierno metió a este en una espiral de palabras sin retorno, conducente a que la práctica discursiva tuviera que manifestarse consecuentemente en la participación militar concreta. Y para «preparar el ánimo de la nación» (2005, p. 217) antes de la partida hacia el frente del Escuadrón 2001 se hizo una demostración aérea.

Quedarse en el señalamiento de que el influjo central guerrero dimanó invicto de la montaña y del altiplano a la costa caribeña podría conducirnos a un sesgo interpretativo si no tomamos en cuenta dos hechos y circunstancias históricos moldeadores del rostro social quintanarroense, y chetumaleño en específico: que la fundación, en 1889, de la ciudad capital —llamada, inicialmente, Payo Obispo— tuvo como objetivo crear un campamento militar para la defensa de la frontera sur mexicana, lo que llevó a que sus pobladores y sus descendientes fueran, durante por lo menos las primeras décadas, soldados; y que el responsable del poder ejecutivo del territorio era un General, que había sido nombrado desde el centro por otro General ocupante de la Presidencia de la República, y que era este el único ante el cual el primero respondía de su actuar —sin olvidar que en marcha era una publicación oficialista bajo la lógica de una política corporativista durante los años extraordinarios de la guerra—.

Circunstancias particulares que, echando mano de un cambio en la escala de análisis y apelando a los aportes de la microhistoria en su vertiente italiana, bien pudieran revelársenos, también, como elementos contribuyentes para hacer una lectura de los tiempos de guerra desde la subjetividad y la intersubjetividad existentes en cada uno de los espacios concretos en los que se manifiestan las condiciones generales de existencia de una formación social, para nuestro caso Quintana Roo y México, en la línea señalada por William Sheridan Allen (1984) respecto a cómo, derivado de las condiciones locales concretas de existencia, el nivel de aceptación del nazismo en un pequeño pueblo alemán, por ejemplo, llegó a ser superior al de la media nacional.

A la interpretación anterior contribuye una nota, ya citada aquí, publicada en el número 135 de em: «El Servicio Militar [en el país] solo atrajo a 10,000 conscriptos y estos efectivos son ridículos y risibles comparados con los cientos de miles de hombres que caen en cada frente de batalla» (15/04/43, p. 8). En Quintana Roo, recuérdese, el quincenario felicitaba en su edición 117 (30/6/42), también ya citada aquí, a los 2 500 patriotas quintanarroenses que voluntariamente estaban recibiendo adiestramiento militar; porcentaje importante —13.33%— dentro de una población total, según el Censo Poblacional de 1940, de 18 752, concentrada en tres centros poblacionales/municipios —Carrillo Puerto, Ciudad Chetumal y Cozumel—, de los cuales ninguno alcanzaba los 15 000 habitantes y solo uno era considerado ciudad.

Habitaban el territorio 10 453 hombres —4 672 en la capital quintanarroense— y 8 299 mujeres (Secretaría de la Economía Nacional, 1943, p. 39). Del total de hombres, 6 027 habían nacido en Quintana Roo, 3 146 en otras entidades de la República Mexicana y 1 281 en el extranjero; 5 919 de ellos tenían entre 15 y 54 años y 384 entre 55 y 64 (pp. 40-41). Los extranjeros oriundos de alguno de los tres países integrantes del Eje eran 2 italianos, 13 españoles y 4 españolas, 5 japoneses y 2 japonesas; no había ningún habitante de origen alemán y 3 italianos, entre los cuales estaba una mujer, que habían obtenido la nacionalidad mexicana (p. 47). Sabían leer y escribir 5034 hombres y 3 166 mujeres (p. 55) y había 44 incapacitados —sordos, mudos, sordomudos, mancos, cojos, jorobados, idiotas y locos, según los rubros oficiales— mayores de 12 años (pp. 52-54).

Restándole los 44 incapacitados y los 1 281 extranjeros al total de hombres nacidos en México que en 1940 habitaban el territorio de Quintana Roo quedarían 9 172 mexicanos de sexo masculino. De estos, solo caerían 5 919 dentro del rango 15-54 años (y 384 entre 55-64), o sea en edad de tomar las armas para defender la patria en 1942. Aceptando que hubo varones de hasta de 65 años entre los más de 2 500 quintanarroenses que acudieron voluntariamente al adiestramiento militar —como informó la edición 125 (31/10/42) que acontecía en Cozumel—, la cifra sube a 6 303; luego, entonces: 39,66% de los varones en edad de tomar las armas para defender la patria estuvo dispuesto a hacerlo. Entre ellos, los 981 del rango 15-19 años (p. 40), el más cercano en edad al grupo de conscriptos que en el país ascendía a 969 506 (pp. 2 y 40) y de los cuales solo 10 000 —según la nota ya citada de en marcha— acudieron al llamado para hacer el Servicio Militar Nacional. Por cierto, en 1940 la población total de habitantes en México era de 19 653 522 personas (p. VI).

¿El nacionalismo / patriotismo, trasuntado en patrioterismo y su vástago la xenofobia, fueron quizás solo patrimonio y expresión de los quintanarroenses y de algunas otras poblaciones de tierra adentro en México, y no algo común a la sociedad nacional de aquel entonces? La articulación entre sí de las circunstancias locales y nacionales, líneas de trabajo desarrolladas aquí respecto a ese tiempo bélico generador de un discurso belicoso cuando quizás en el territorio de Quintana Roo estar dispuesto a morir por esa entidad amorfa —y de suyo recurrente en el discurso cívico oficial mexicano— llamada Patria, era una posición ante el horizonte bélico inmediato, apuntalan esa interpretación como respuesta.

Tales cuestiones son las que pueden derivarse de haber leído las páginas de en marcha entre enero de 1942 y julio de 1943, y las que conducen a dejar abiertas dos posibilidades: ¿se creyeron realmente los quintanarroenses, por su génesis y sus circunstancias histórico sociales específicas, el discurso bélico y respondieron al llamado, incluso, llegando al patrioterismo y a la xenofobia?; o ¿todo lo publicado en las páginas de en marcha, dadas sus circunstancias y sus condiciones de producción de la información como una publicación oficial, fue solo propaganda oficialista? Queden ambas posibilidades interpretativas en tránsito, como todas lo son, a la espera de nueva información contenida en otras fuentes interrogables.

Hemerografía

en marcha. Órgano de la Federación de Cooperativas de Quintana Roo. 15 de enero de 1942-15 de julio de 1943.16

Las ediciones citadas en el artículo corresponden a los número 107 (31/1/42), 110 (15/3/1942), 111 (31/3/1942), 112 (15/4/1942), 114 (15/5/1942), 115 (31/5/1942), 116 (15/6/42), 117 (30/6/1942), 118 (15/7/1942), 120 (15/8/1942), 123 (30/9/1942), 124 (15/10/1942), 125 (31/10/1942), 132 (28/02/43), 133 (15/3/1943), 134 (31/3/1943), 135 (15/4/1943), 136 (30/4/43), 137 (15/5/1943), 139 (15/6/1943), 141 (15/7/1943) y la edición especial publicada el 20/11/1942.

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Notas

1 El número especial de 62 páginas publicado el 15/03/42 dedica unas tres cuartas partes de la edición a los desplegados de felicitación que le hacen llegar los gremios, los empresarios y los grupos políticos al Gobernador por su cumpleaños.
2 Una visión de conjunto acerca de México y de la Segunda Guerra Mundial puede verse en Torres (1979).
3 Luis Medina (1979) afirma que como producto de ello el anticomunismo «fue elevado al rango de doctrina oficial» (p. 110).
4 José Cayetano Valadés (1985) señala que «aunque el propósito no entrañaba una idea principal ni un principio doctrinario, se entendió por unidad nacional, lo contrario de lo perseguido por el general Cárdenas» (p. 1).
5 Para una visión global del fenómeno del presidencialismo mexicano, de sus antecedentes y su cimentación, pueden verse, entre muchos, Córdova (1993); González (1980); Aguilar Camín (1983); Aguilar Camín & Meyer (1989); Hernández Chávez (1994); Espíndola Mata (2004); Marván Laborde (1997); Adler-Lomnitz, Salazar & Adler (2004); Castañeda (1999). Tzvi Medin (1990) afirma que a partir del gobierno de Miguel Alemán puede hablarse de presidenciato.
6 Una visión de conjunto de la década de los cuarenta puede verse en Loyola (1986); y para el alemanismo en específico pueden verse López Portillo (1995) y Medin (1990).
7 Vale destacar que Luis Unikel (1976) señala que, para entonces, en el territorio no había ninguna ciudad con más de 15 mil habitantes.
8 En las páginas 5 y 6 del quincenario se incluyen fotografías —cinco en la primera y una en la segunda— de la concentración llevada a efecto por el gobierno para que la gente escuchara el mensaje presidencial en directo a través de los altavoces instalados en la explanada de la Bandera.
9 En total, durante el conflicto armado serían atacados seis buques-tanque, un barco mercante y morirán 63 marinos (SEMAR, 1986).
10 Acerca del Escuadrón 201, su conformación y su participación en el frente de batalla, puede verse Urquizo (2005).
11 Recuérdese que, según Unikel (1976), ninguna población del territorio rebasaba los 15 mil habitantes.
12 Las negritas son nuestras y no sabemos si la afirmación es parte del discurso grandilocuente, adjetivado y triunfalista en boga por entonces o si es cierta. Hasta ahora no hemos obtenido los datos que puedan confirmarla o negarla.
13 Delia Salazar y Eduardo Flores (1998) afirman que además de imponerse nacionalmente una campaña conducente al ahorro energético se incentivó la producción de artículos contribuyentes al triunfo de las fuerzas aliadas.
14 Las negritas son nuestras.
15 Certeros acercamientos interpretativos al respecto del proceso y de las elecciones de 1940 pueden verse en Michaels (1971) y Loaeza (2012a y 2012b).
16 El autor posee desde 2008 una copia de la colección del quincenario, la cual fue utilizada para la elaboración del presente artículo. Dicha colección puede ser consultada in situ en el Archivo General de Estado de Quintana Roo. Informes en http://quintanaroo.gob.mx/index.php/segob/age
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