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Juventudes y cuerpos. La experiencia vital de Joel granito para problematizar el lugar de las narrativas en los cuerpos de las personas jóvenes del colectivo LGBTD

Bodies and Youth: the Life Experience of Joel Granito to Problematize the Place of the Narratives in the Bodies of Young People from the LGBTD Collective

Vanesa Lucía Carreras
Universidad Nacional de La Plata, Argentina

Revista Argentina de Estudios de Juventud

Universidad Nacional de La Plata, Argentina

ISSN-e: 1852-4907

Periodicidad: Frecuencia continua

núm. 16, e071, 2022

revistadejuventud@perio.unlp.edu.ar

Recepción: 06 Mayo 2022

Aprobación: 19 Julio 2022

Publicación: 25 Agosto 2022



DOI: https://doi.org/10.24215/18524907e071

Resumen: La autora indaga en la relación que se establece entre territorios narrativos, cuerpo y juventudes, y en el reconocimiento de narrativas de disidencias sexuales por parte de Joel, un joven con identidad de género no binaria con trayectoria educativa en la localidad de Loma Verde, Partido de General Paz, provincia de Buenos Aires, Argentina. A través de entrevistas en profundidad y de observaciones participantes, se analiza qué lugar ocupa la propia biografía en los procesos de producción narrativa, a fin de reflexionar sobre los cuerpos entendidos como territorios de inscripción de narrativas.

Palabras clave: juventud, cuerpos, territorio, narrativas.

Abstract: The authoress investigates the relationship established between narrative territories, bodies and youth, and the recognition of narratives of sexual dissent by Joel, a young man with a non-binary gender identity with an educational background in the Buenos Aires town of Loma Verde, from the General Paz Party, Argentina. Through in-depth interviews and participant observations, it is analyzed what place the biography itself occupies in the processes of narrative production, in order to reflect on the bodies understood as territories of inscription of narratives.

Keywords: youth, bodies, territory, narratives.

Introducción

En este artículo nos proponemos indagar sobre la presencia o la ausencia de prácticas de lectura y de escritura de narrativas de disidencias sexuales a partir del establecimiento de un estudio de caso: Joel Granito, joven que se autopercibe con identidad de género no binaria con trayectoria educativa en el contexto rural de la localidad de Loma Verde, Buenos Aires, Argentina.

Reflexionamos acerca de las concepciones de territorio para pensar y para problematizar los cuerpos juveniles como territorios de inscripción de narrativas. Inicialmente, consideramos la frase que Joel manifestó en una de las entrevistas realizada durante el trabajo de campo de esta investigación: «Tenés que estar muy comido por el neoliberalismo para salir inmune de la escuela» (agosto, 2021). A partir de allí, analizamos que la relación cuerpo-escuela desde el «lugar de maricón» ha sido para Joel el inicio de su revolución y de su proceso de «aceptación» de violencias por su identidad de género disidente.

De esta manera, establecimos que si bien lo escolar resulta para Joel un espacio significativo de producción narrativa coexisten otros territorios mediante los cuales Joel conoce/reconoce las narrativas de disidencias sexuales.

La investigación surge como inquietud en un tiempo preciso, el año 2018, momento en el cual la educación pública y, principalmente, las políticas socioeducativas sufrieron el recorte presupuestario por parte del gobierno de Mauricio Macri y de María Eugenia Vidal, a nivel nacional y en la provincia de Buenos Aires, respectivamente. Identificamos que se trata de un momento histórico en el que las juventudes asumen un rol protagónico en el marco de múltiples movimientos y colectivos –a partir de disputar, de visibilizar y de reivindicar derechos– y en cual el sistema educativo está fortalecido por la Ley 26.150 del Programa Nacional de Educación Sexual Integral (ESI)1, (http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/anexos/120000-124999/121222/norma.htm) que también genera tensiones en diversos sectores.

Para responder el interrogante acerca de por qué es posible hablar de territorios narrativos cuando referimos a los cuerpos, tomamos las herramientas teóricas y metodológicas que se inscriben en el paradigma de la comunicación/cultura2 (Schmucler, 1984), para analizarlas y para problematizarlas de un modo relacional, es decir, entendiendo que no pueden ser estudiadas sin considerar el espacio social y las relaciones de poder que las atraviesan. En este sentido, surgen (otras) preguntas para analizar el reconocimiento de narrativas de disidencias sexuales por parte de Joel: ¿de qué manera impactan los factores contextuales en la construcción de subjetividades en la escuela?, ¿por qué se mira a la escuela como una institución indispensable para la socialización, pero no se la puede pensar por fuera del condicionamiento social?

Frente a esto, indagamos en las complejidades juveniles para problematizar la conformación de las juventudes en diferentes contextos y la existencia de diversos (y desiguales) modos de ser joven, que marcan distintas maneras de dar sentido y de habitar el mundo.

En este artículo abordamos, en primera instancia, la idea de juventud como categoría socialmente construida en un momento o período determinado. Seguidamente, analizamos la idea de territorio para referir a la idea de que los cuerpos son territorios donde se inscriben narrativas. Describimos quién es Joel Granito, nuestro sujeto de análisis, e indagamos en sus propias narrativas y en el reconocimiento de narrativas de disidencias sexuales durante su trayecto por la escuela secundaria. Finalmente, exponemos reflexiones que son determinaciones sensibles recopiladas y analizadas a partir del relato de Joel.

Metodología

Este artículo resulta del Trabajo Integrador Final «Narrativas de disidencias sexuales desde Joel» (2022) (http://sedici.unlp.edu.ar/handle/10915/134189), realizado por la autora en el marco de la Especialización en Comunicación y Juventudes de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata.3

El objetivo de la investigación fue indagar y analizar el reconocimiento de narrativas de disidencias sexuales a partir de un análisis de caso. Para esto, el relato de vida constituye la herramienta metodológica decisiva para reconstruir los momentos biográficos más importantes de Joel, en pos de «crear una relación de intercambio, [de] tomarse el tiempo de entrar en el universo de otro» (Bertaux, 1989, p. 2).

A partir de la voz de Joel, identificamos y describimos qué lugar ocupa la propia biografía en los procesos de producción narrativa. Esto supone la aplicación de diversas técnicas de recopilación de la información, como la observación participante, la entrevista en profundidad, y la selección y el análisis documental.

Nuestro sujeto de investigación

Joel nació el 31 de mayo de 2001, año en el que la crisis social, política y económica instauró en la sociedad argentina la aclamada frase «que se vayan todos». Su trayectoria educativa tuvo lugar en el contexto rural de la localidad bonaerense de Loma Verde, en el Partido de General Paz. Joel se autopercibe con identidad de género no binaria. En la actualidad, estudia en la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de La Plata.

Loma Verde es una pequeña localidad con 657 habitantes4 ubicada en la provincia de Buenos Aires, a 70 kilómetros de la ciudad de La Plata y a 47 kilómetros de la ciudad de San Miguel del Monte. Como en tantos otros pueblos, las personas jóvenes se conocen por haber transitado juntas el jardín de infantes, la escuela primaria y secundaria, los talleres municipales, los torneos deportivos, así como los bautismos, confirmaciones, comuniones y cumpleaños.

Esa cercanía es inevitable, como así también la que construyen con la familia de sus pares. Y esa proximidad física pero también simbólica abre la posibilidad de pensar el lugar que adopta cada uno/a/e, las relaciones que se establecen con otros/as/es, y las formas en que esos/as/es otros/as/es son reconocidos/as/es y nombrados/as/es.

A la Escuela Secundaria «Villa Brown» asisten jóvenes que viven a pocas cuadras, pero también jóvenes que viajan desde Brandsen y campos cercanos, y jóvenes que viven en el Barrio San Antonio, ubicado sobre uno de los accesos al pueblo, a dos kilómetros de la escuela. En esta institución conocimos a Joel, siempre interactuando en actividades pedagógicas y en los espacios de participación política escolar. Desde estos espacios es que se «reveló» como sujeto de investigación para identificar las narrativas que consumen/producen los/as/es jóvenes, pero, fundamentalmente, para problematizar las narrativas que consumen/producen jóvenes con identidad de género autopercibida no binaria en contextos rurales (y conservadores, como Loma Verde).

A Joel lo sensibiliza estar con personas con las que comparte un ideal. En la Facultad de Psicología y en la ciudad de La Plata encuentra ese espacio donde hacer su propia revolución, y también la colectiva. Milita políticamente y considera que lo ha hecho siempre, desde su «proceso de deconstrucción diaria» hasta la insistencia de buscar el debate de manera constante en diversos espacios: en su casa, en las mesas familiares, en las marchas, en cada reunión y evento al que asiste. Defiende el lema «lo personal es político» y afirma que esa frase es la impulsora de todo: «Si no lo milito en mi territorio estoy siendo político en ser funcional a todo lo que sucede» (marzo, 2019).

Cuando Joel dice «territorio» se refiere a los geográficos, como el que dejó a 70 kilómetros de la ciudad en la que actualmente reside, pero también al territorio en el que se inscribe su propia narrativa, su cuerpo.

La juventud, una categoría socialmente construida

La juventud, constituida por diferentes actores sociales que dan sentido a sus condiciones de ser y de estar, ha ocupado un rol protagónico en las agendas sociales, en las investigaciones académicas y en los medios de comunicación. Desde ese lugar, las personas jóvenes son actores visibles en el campo de la política y la cultura, en tanto productoras de escenarios y de discursos sociales.

Al respecto, Carles Feixa (1998) señala:

Para que exista la juventud debe existir una serie de condiciones sociales, es decir, normas, comportamientos e instituciones que la distingan de otros grupos etarios. A su vez, debe existir una serie de imágenes culturales asociadas a la juventud, ya sea, valores, atributos, ritos. Ambas dependientes de la estructura social en su conjunto (p. 18).

De esta perspectiva, a las juventudes hay que dimensionarlas, antes que como un grupo etario o generacional, como determinaciones histórico sociales.

En diversas sociedades, la juventud y la vejez son territorios de disputa. Para Pierre Bourdieu ([1984] 1990) «las divisiones por edad son arbitrarias» (p. 63). Desde su propuesta, «las clasificaciones por edad (y también por sexo, o, claro, por clase) vienen a ser siempre una forma de imponer límites, de producir un orden en el cual cada quien debe mantenerse, donde cada quien debe ocupar su lugar» (p. 164).

La juventud es vivida de modos diferentes según el lugar que se ocupa en el espacio social. Dentro de esas múltiples formas de ser y de estar, y mediante la consideración de sentidos diversos y de diferentes intereses, se determina qué es ser joven, quiénes lo son y quiénes no. En este sentido, Mario Margulis y Marcelo Urresti (1996) proponen referir a la juventud como una categoría significativa y analítica que no debe ser pensada desde argumentos etarios o desde datos biológicos. Hablar de juventud implica, entonces, considerar la diversidad de situaciones sociales que atraviesan esta etapa de la vida, y atender, a su vez, a las condiciones materiales, sociales e históricas que le otorgan sentido.

La juventud, como categoría socialmente constituida, que alude a fenómenos existentes, posee una dimensión simbólica, pero también tiene que ser analizada desde otras dimensiones: se debe atender a los aspectos fácticos, materiales, históricos y políticos en los que toda producción social se desenvuelve (Margulis & Urresti, 1996, p. 2).

La juventud es una categorización en un momento o período determinado. Desde una mirada antropológica, Feixa (1998) refiere que la juventud es una construcción cultural que, como tal, dependerá de la percepción social de cada comunidad.

En esa dirección, Bourdieu ([1984] 1990) menciona la disputa entre generaciones y aquellos momentos en los que, inevitablemente, chocan las trayectorias de las personas jóvenes chocan con las de otras. Esas disputas se relacionan con intereses propios y pueden asociarse a los tres escenarios culturales planteados por Feixa (1998): hegemónico, parental y generacional, de acuerdo con la articulación social juvenil y sin dejar de considerar que «las culturas juveniles no son homogéneas ni estáticas, las fronteras son laxas y los intercambios, numerosos» (p. 87).

En el caso concreto que convoca este artículo, ponemos en relación (y en tensión) la edad de Joel (18 años) durante el trayecto por el último año de la escuela secundaria, y consideramos para esto las categorías de «moratoria social» (aspectos culturales, sociales e históricos) y de «moratoria vital» (aspectos biológicos) planteadas por Margulis y Urresti (1996). En este sentido, Joel pertenece a la categoría «joven» desde ambas perspectivas (social y vital).

Desde la literatura sociológica que busca superar la consideración de «juventud» como mera categorización por edad, se incorpora en los análisis la diferenciación social y, hasta cierto punto, la cultura. Así, se sostiene que la juventud depende de una moratoria, entendida como espacio de posibilidades abierto a ciertos sectores sociales y limitado a determinados períodos históricos (Margulis & Urresti, 1996).

A su vez, y en relación con la categorización de la juventud por «edad», agregamos un aspecto para analizar/reflexionar respecto de nuestro interés de investigación: el lugar de Joel en la escuela (cuerpo que habita la escuela) y las lógicas de relación/ poder. En todas estas instituciones se sigue un orden vinculado con los distintos segmentos de edad –presentes en las reglas del juego, en los sistemas de roles, en el posicionamiento de los actores, en los discursos, en los tipos de sanciones, en lo permitido y lo prohibido (Margulis & Urresti, 1996)– que no puede dejar de considerarse.

Las definiciones nacen de preguntas: ¿qué es territorio?

Antes de reflexionar sobre los territorios narrativos es conveniente abordar la noción de «territorio». Esto implica indagar en autores/as que lo estudian como un elemento fundamental para la organización espacial y social, y que entienden sus «bordes» como instrumentos para delinear espacios y procesos.

Desde la idea de territorio como construcción social, esto es, como resultado de la intervención social sobre el espacio, Luis Llanos-Hernández (2010), desde un abordaje epistemológico, afirma que el concepto «ha desbordado los límites fronterizos del pensamiento geográfico, para adquirir cada vez más una mayor relevancia al interior de otras disciplinas de las ciencias sociales» (p. 207).

En su trabajo, el autor expone los cambios ocurridos en los procesos de producción de la economía capitalista que, junto con otros acontecimientos y cambios económicos y sociales, tuvieron su impacto en el mundo del conocimiento. Llanos-Hernández (2010) refiere a la necesidad inminente de revisar el concepto teórico de «región», que mostraba las relaciones sociales entre los seres humanos y la naturaleza, pero que «ya no lograba describir las nuevas relaciones que fueron desplegándose a un ritmo vertiginoso» (p. 212).

Al respecto, Alejandro González (2011) señala que «territorio es un concepto sumamente inestable, cambiante, dinámico, problemático y conflictivo en el que confluyen todas las relaciones sociales que en él se establecen» (p. 11). Según el autor, el «espacio socialmente creado» debe ser estudiado a partir de «la idea de territorio que los que allí habitan tienen sobre el mismo, lo cual nos lleva directamente a comprender de manera más simple la estructura y la funcionalidad» (p. 1).

Por su parte, Vanesa Arrúa (2018) logra conjugar en la descripción de territorio el aspecto geográfico con el social. La autora refiere al territorio de manera pragmática a partir del enfoque propuesto por Cecilia Ceraso, quien sitúa su análisis en el contexto latinoamericano para pensar el territorio desde una posición epistemológica orientada a producir conocimiento situado:

En Latinoamérica, decir territorio muchas veces es decir patria. Más allá de que hay territorios vocabulares, un territorio es todo lo que se come, todo lo que se piensa, todo lo que se habla en un lugar determinado y tiene mucha importancia la tierra. Desde una mirada latinoamericana, es muy importante pensar el territorio como tierra. Más allá de que el territorio no es un mapa estático; tiene muchas relaciones en movimiento y siendo...

Es muy importante que produzcamos conocimiento sobre el territorio, porque la idea colonizada que tenemos es que el territorio es una cosa estática, y la tierra no es una cosa estática, nosotros estamos absolutamente enredados con la tierra (Arrúa, 2018, p. 59).

En lo que respecta a la noción de narrativas, la exposición de Myriam Salazar Henao y de Ligia López Moreno (2016) resulta crucial. Comprometidas con los procesos de transformación social, las autoras presentan las narrativas como método de investigación en las ciencias sociales. Hacen un análisis metafórico entre la narración y la habilidad de reescribir la realidad, que a veces resulta inaccesible a la descripción directa, como una forma de aprender a ver aquello cercano, lo muy cercano, para integrarlo, luego, en algo más grande.

En un apartado anterior referimos a la decisión, no casual ni ingenua, de hablar de narrativas, considerando que invocar este concepto implica recuperar y poner en práctica la acción vital de transmitir experiencias y múltiples maneras de ver, de interpretar y de narrar el mundo. En este sentido, Salazar Henao y López Moreno (2016) afirman:

Las narrativas [....] han sido un camino propicio para develar procesos de estigmatización en las prácticas discursivas de agentes institucionales y familiares sobre la vida de los y las niñas y los y las jóvenes, quienes, al vivir en contextos de vulnerabilidad, suelen ser invisibilidades en sus identidades y en sus modos de subjetivación, los que se encuentran conectados a situaciones y a acontecimientos de sus vidas cotidianas (p. 3).

Al momento de analizar una de las preguntas que estructura este trabajo, ¿por qué hablar de territorios narrativos cuando referimos a los cuerpos de los/as jóvenes?, indagamos en el trabajo de Diana Maffía (2013) «Los cuerpos como frontera». Allí, la autora recurre a esa metáfora que resulta significativa para hablar de los cuerpos sexuados, de las disidencias, de las violencias.

La metáfora del cuerpo como frontera resulta clave para analizar la idea de que los cuerpos son territorios en los que se inscriben las narrativas. En este sentido, además del aspecto físico de una frontera, existe, en línea con el análisis de Maffía (2013), una dimensión simbólica:

En general, el concepto de frontera tiene una interpretación geográfica, en tanto demarcación del confín o el límite entre Estados. Una línea física, arbitraria o natural, que le da a la espacialidad una intención, un «adentro» y un «afuera» de la frontera, una separación entre lo propio y lo ajeno. Pero además del aspecto físico, existe una dimensión simbólica que opera para darle sentido a la experiencia de lo propio y lo ajeno. «La frontera simbólica reordena, entonces, las condiciones de la vida para dictar cómo se vive el tiempo, el espacio, los comportamientos, los deseos, lo temido y lo querido» (Maffía, 2013, p. 1).

De este modo, a partir de la mirada cultural que realiza sobre la frontera, la autora propone profundizar en «las representaciones, los sentidos de la vida, del mundo, del nosotros y los otros» (p. 1).

En lo que respecta a los estudios de género, el presente trabajo se enfoca en el reconocimiento de narrativas de disidencias sexuales, o sea, aquellas sexualidades que no forman parte ni de la norma ni de la expectativa de la heterosexualidad. En este sentido, Judith Butler (2007) aporta el concepto de performatividad de la sexualidad y se pregunta sobre la formación de identidad y de subjetividad. Toma la definición según la cual el género es una construcción cultural, pero señala que aunque se pueda elegir el género que se prefiera hay fijaciones. Cuando Butler (2007) refiere a lo «perfomativo» considera que el sujeto no es un individuo, sino una estructura lingüística en formación. Es performativo (está en formación) y por eso no hay una definición sexual, ya que no es una definición fija, sino móvil e infinita.

El género no debe considerarse una identidad estable o un sitio donde se funde la capacidad de acción y de donde surgen distintos actos, sino como una identidad débilmente formada en el tiempo, instaurada en un espacio exterior mediante una reiteración estilizada de actos. El efecto del género se crea por medio de la estilización del cuerpo y, por consiguiente, debe entenderse como la manera mundana en que los diferentes tipos de gestos, de movimientos y de estilos corporales crean la ilusión de un yo con género constante (Butler, 2007, pp. 273-274).

Las propias narrativas hacen algo para defenderse de lo insoportable

El trabajo de campo se extendió entre 2018 y 2021. En el devenir del proceso de investigación, implementamos diversas técnicas: entrevistas en profundidad, observaciones participantes y selección de textos, libros, documentos, artículos, fotografías y posteos. Luego de recopilar la información, la organizamos en función de diferentes puntos de partida para relacionar y para analizar la experiencia/ trayectoria de Joel en la escuela secundaria.

En esas conversaciones, sumamos el interrogante sobre cómo fue el acercamiento a las narrativas ficcionales LGBTIQ+. Esta pregunta resultaba difícil para Joel. Le costaba definir ficciones narrativas LGBTIQ+, en función de que no sabía si dichas narrativas exponen explícitamente «lo LGBTIQ+» o si también están incluidas en aquello que evidencia y significa «lo LGBTIQ+». Mencionó que fue a partir de uno de los primeros procesos de aceptación identitaria disidente que comenzó a entenderse como bisexual, lo que lo llevó, a los doce años, a recorrer todas las películas disponibles en sitios web de «películas gays».

Ahí conoció el «destino gay», lo que fue, para alguien que estaba acostumbrado a los finales felices, «bastante frustrante» pues supuso encontrarse con ficciones narrativas cuyos finales eran la evidencia de lo sádico que el azar puede ser con un cuerpo y, peor aún, con un vínculo que socialmente ya tiene sus dificultades.

Fuera de lo explícito, Joel considera que su primer acercamiento a esas narrativas se produjo cuando conoció, a los nueve o diez años, a Lady Gaga. No porque entendiera lo que la artista decía cuando cantaba Born This Way (2011), sino porque cuando en cualquier ámbito público mencionaba que la escuchaba, instantáneamente, resonaban comentarios como «es de mujeres» o palabras como «trolo», «puto». Esto hizo que empezara a cuestionarse algo que ya le habían hecho entender: «Mi diferencia, pero no cualquier diferencia, sino en relación con el género» (agosto, 2021).

Joel conoció «oficialmente» al colectivo LGBTIQ+ en tercer año de la escuela secundaria, en la materia Construcción de Ciudadanía, o, al menos, así lo registra en términos «mnémicos». Pero ¿cuándo «aparece» su voz narrativa? Reconoce dos momentos: «pre feminismo» y «pos feminismo». En el pre feminismo, su voz narrativa carecía de sentidos o de nociones propias, de algo con lo que realmente se identificara. No sabía de rumbos, solo sabía que se sentía mal por determinados acontecimientos pos «salida del clóset». Recuerda que en Literatura siempre había espacios de creación, al igual que en Plástica, ya no del orden de lo narrativo, pero sí más propio. El quiebre se produjo en cuarto año, momento que Joel identifica como pos feminismo en su trayecto por la escuela secundaria, dado por el surgimiento de la lucha a favor del aborto legal en la Argentina y, paralelamente, por su necesidad de identificación y de reconocimiento a través de la utilización de lenguaje inclusivo. Durante ese año, Joel generó una noción de autoconciencia a partir de la cual comenzó a «disputar todo». Desde entonces, encontró los espacios en asignaturas como Historia, Literatura, Salud y Adolescencia, y Geografía, con las tensiones del desencaje y la no representación dentro de las gramáticas que proponían para la diversidad o para lo disidente.

Joel refiere que podía hablar desde un lugar que no era un lugar común, compartido, de complicidad. Por eso, en algún momento, tomó como punto de partida el tema aborto, lo que entendía que era necesariamente LGBTIQ+ pero sí disidente, por lo menos en la escuela. En cierta forma, eso lo mantenía «en el lugar de lo abyecto, de aquello que se sabía y no se mencionaba ni disputaba, como mi colectivo. Fue ahí que su voz narrativa empezó a tomar forma, «gracias a principios de activismo enmarcados en el feminismo que conocía por Malena Pichot».5

A partir de sus declaraciones, evidenciamos que entre la escuela y el reconocimiento de narrativas de disidencias sexuales existió una estrecha relación. Para Joel, «la relación fue indirectamente activa»:

De la escuela pude sacar los recursos lingüísticos, las herramientas de análisis de lo que se dice, cómo se dice y demás. También, elementalmente, sacaba las violencias, porque sin dudas para mí la escuela fue violenta.

No solo conmigo, pero entiendo que conmigo fue por mi disidencia sexual, y no per se, sino por la actitud que tomaba ante el registro de mi disidencia sexual, que no era otra que defensiva ante reacciones conservadoras en casi todos los espacios.

Fue gracias a eso que surgió una voz narrativa con convicciones. Surgió de sentir esas cadenas, y de necesitar hacer algo al respecto.

Por eso también escribía, porque con tirar toda la mierda que tiré no alcanzaba. Tenía que dejarlo plasmado de alguna forma, en talleres, en encuentros regionales, con escritos.

Surge una voz narrativa para defenderme de lo insoportable que me parecía que se normalizara tanto la negación de alternativas a normas totalmente oxidadas (septiembre, 2012).

El reconocimiento de narrativas de disidencias sexuales

En relación con el reconocimiento de narrativas de disidencias sexuales por parte de Joel durante su trayecto por la escuela secundaria, encontramos cinco elementos para analizar.

El primero es el hallazgo, en la biblioteca de la escuela, de Todo sexo es político. Estudios sobre sexualidades en Argentina (2008),6 libro que llegó a la Escuela Secundaria N.° 4 «Villa Brown» de Loma Verde en el marco de las líneas de acción implementadas por la Dirección Nacional de Políticas Socioeducativas (DNPS), entre 2003 y 2015.

Para contextualizar este hecho, debemos considerar que hasta 2008 la atención de esta política estuvo puesta en la transferencia de recursos a las poblaciones en situación social más vulnerable y en el mejoramiento de las trayectorias educativas y escolares de niños/as y de jóvenes de todo el país. En dicho período se distribuyeron libros y útiles escolares, se otorgaron becas y se crearon programas y proyectos dirigidos a fortalecer la oferta pedagógica de las escuelas, acorde a lo que contempla el artículo 80 de la Ley 26.206 de Educación Nacional (2006) (http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/anexos/120000-124999/123542/norma.htm).7

Joel afirma que ese fue el inicio de su interés por la ciencia social, el encuentro con la sociología y la psicología, y detalla cómo lo que le pasaba internamente tenía fundamentos teóricos. «Solía buscar temáticas de género o de filosofía, pero muy pocas veces literatura, porque nunca encontraba algo muy disidente y, sinceramente, tenía toda mí libido ahí» (noviembre, 2020).

Al preguntarle acerca de cómo impactó esa lectura y qué cosas intervinieron en su mirada sobre el cuerpo, Joel señaló que de Todo sexo es político… pudo sacar parte de su consolidación como «maricón». Ni gay ni homosexual. Había algo de lo propio en un sentido nacional, popular, al leer tantas experiencias de pares. «Para mí, ser maricón siempre va a ser subversivo, no importa cuánto tiempo pase, ni que tan a la izquierda esté. Ese libro me dio un pie inmenso que después solidificó Lemebel8 acerca de esto de ser maricón» (noviembre, 2020).

El segundo elemento es la obra que, según Joel, «fue un hermoso hito en la materia Literatura»: El juguete rabioso ([1926] 1993), de Roberto Arlt. A su entender, aquellos/as/es compañeros/as/es que no habían leído el libro no tuvieron la suerte de encontrarse con la travesti que Arlt describió como «homosexual travestido».

Durante la entrevista, Joel revivió los temas que quedan expuestos en la mirada del autor: género, mirada social, moralidad, sexualidad, enfermedad, identificación, amor, sufrimiento, masculinidad. En especial, recordó el tercer capítulo en el que se narran escenas que giran en torno a la homosexualidad y a la mirada social de la época, y se utilizan metáforas significativas para exponer los conflictos que se generan en la trama. «Recuerdo que me emocioné mucho cuando me encontré con esa narración sin aviso previo» (noviembre, 2020).

El tercer elemento es la poesía de Alejandra Pizarnik.9 Para Joel, la poeta argentina vino con efecto tardío, en términos y en tiempos psicoanalíticos. Vino a instalar en él algo aún más propio, más latente, más común: la angustia. Acerca de qué ha significado y qué significa esta poesía en la construcción de subjetividades, en la disidencia y en la militancia, Joel señaló:

En mi cuerpo, Pizarnik es sadismo puro, es esa cuota de nihilismo y de la evidencia de que Dios me abandonó cuando entendí y conté que era trolo, con mis amigos/as de ese momento y con mi papá. Pizarnik viene con esa angustia que, por más que me renueve, o que lo intente, hay un vacío ahí que queda para determinarme y para empujarme al conflicto del querer/ poder/deber. La tengo en mi cuerpo como una par. Sé que ni a ella ni a mí nos gusta la vida, la dinámica, esa necesidad social abrumadora… pero, como el amor, es necesaria, ¿no? (noviembre, 2020).

No pudo recordar el título del texto con el que la conoció, uno que leyó la profesora de Literatura en una clase en quinto o en sexto año. Lo que sí recuerda es que representó ese poema con la imagen de una nena, cerca de las vías del tren, hablando consigo misma, con su conciencia.

Finalizada la entrevista, y tras indagar en los poemas de Pizarnik, encontramos «ese» texto que refiere a los conceptos, las emociones y los pensamientos que Joel rememoró: «Piedra fundamental» (1971). 10

Joel también contó que registra claramente cómo le quedó el sentir melancólico cuando piensa en la ausencia de sentidos que tiene la vida en sí. «Y cómo, aun así, algunos recepcionamos sentidos tan inestables, conflictivos, contradictorios y caóticos (aunque solo implique todo eso dentro de la cabeza), y en lo destructivo y, aun así, necesario que es el autoconsuelo» (noviembre, 2020).

Giuliana Pates (2021) invita a (re)pensar la lectura como un proceso activo, creativo e influyente en la vida de las personas y, principalmente, en lo que respecta a los/as/es jóvenes. La autora señala que no siempre se consideró esta idea, ya que, tradicionalmente, se pensó a la lectura desde un lugar pasivo, lo que implica una unicidad de sentido dada por el texto.

Al pensar en la lectura y en la literatura juvenil, retomar el debate acerca de qué leen los/as jóvenes y qué lugar ocupa la escuela en este sentido es fundamental (Pates, 2021). En el trayecto de Joel por la escuela secundaria, la lectura es ese «proceso activo, creativo e influyente» al que hace referencia Pates (2021). Es construcción de sentidos y encuentro con las identidades. Es un proceso de (auto)reconocimiento.

El cuarto elemento es la frase de la canción «Histórika» (2009) (https://youtube.com/watch?v=GS_1OBAILZc), de Sara Hebe,11 que se tatuó en el cuerpo mientras transitaba el último año de la escuela secundaria. En el pecho, a pocos centímetros del pezón, Joel se grabó «MORITE KEN» [Imagen 1]. Al día siguiente, compartió la foto en una red social, definiendo ese tatuaje como el «vestigio de una adolescencia e infancia disidente».


Imagen 1

Tatuaje «MORITE KEN» que Joel se grabó en el pecho.

Fuente: cuenta de Facebook de Joel Granito, https://facebook.com/joel.granito

En el posteo, Joel escribió:

Por más que en Argentina a «Ken» se lo vea como puto por su estética, todos/as sabemos que fue un muñeco creado para reflejar cómo debería ser un varón. Cómo debería ser el varón ideal, ese varón anglosajón, rubio, de ojos celestes, con músculos, lampiño y blanquito, para no perder la línea de la hegemónica belleza blanca.

Ken define lo que es belleza, lo instala socialmente de forma implícita. Ken tiene una novia rubia que se llama Barbie.

Ken y Barbie son la expresión más clara de qué mierda quiere el sistema capitalista de nosotros/as. Quiere que seamos blancos/as, quiere que seamos heterosexuales, quiere varones musculosos y masculinos, y mujeres delgadas y femeninas. Quiere una pareja que muera por las compras. Quiere que consumamos, pero que no dejemos nuestra heterosexualidad de lado, nuestro género asignado.

Hoy, bien maricón, te digo MORITE KEN.

Hoy, después de toda una vida de nunca llegar a ser varón, te digo MORITE KEN.

Hoy, después de darme cuenta que no quiero normativizar más mi cuerpo, mis sentimientos y mis acciones, al sistema y a Ken, les digo MORITE.

Sí, Morite Ken (diciembre, 2018).

La música es un medio de comunicación que expresa cosmovisiones y que tiene un valor formativo cultural fundamental para las sociedades. El campo de la comunicación (y de la educación) tiene mucho para analizar sobre el lugar que ocupa la música en la construcción de subjetividades de la juventud. En este sentido, podemos afirmar que tanto la letra como el estilo musical de «Histórika», fusión de rap y hip-hop, constituyen valiosas herramientas de análisis.

En su artículo «Identidades narrativas y música. Una primera propuesta para entender sus relaciones» (1996), Pablo Vila aborda la relación música-identidad y señala que los múltiples códigos que operan en un evento musical expresan la importancia y la complejidad de la música como interpeladora de identidades, algo que la distingue de otras manifestaciones de cultura popular.

El hip-hop y el rap son estilos musicales que no solo incorporan la rima y el ritmo interpretados sobre una pista instrumental, sino que también incluyen un lenguaje creativo y estrategias retóricas para expresar una «conversación» con otros/as. Las tramas narrativas constituyen elementos de interés a la hora de entender cómo funcionan dichas interpelaciones en la vida real de los actores sociales. Esto es lo que se observa en la narrativa y en el lenguaje de «Histórika», donde existe un «ida y vuelta» entre narrativas e identidades, entre lo que Vila (1996) define como vivir y contar.

La canción «Histórika» interpela a Joel porque trabaja con sus experiencias emocionales, con su identidad. Y es, quizás, más potente e intensa que las procesadas por otras vertientes culturales desde el momento en que decidió grabar una de las frases en su «territorio cuerpo».

Por último, respecto a la relación entre narrativas y categorías (de lo humano) en la construcción de las identidades sociales, Vila (1996) sostiene:

[…] por un lado, siempre necesitamos de narrativas para entender el carácter relacional y secuencial de nuestras identidades. Pero, por otro lado, la única manera que tenemos de contactarnos con nuestro pasado y con el «otro» es a través de descripciones culturales, esto es, a través de aquellas categorías con que definimos tanto al pasado como al «otro» y que forman parte inseparable de las narrativas que utilizamos para armar nuestra identidad (s/p).

El quinto elemento que analizamos es la experiencia de Joel en durante los festejos del «Último Último Día» (UUD) en la escuela secundaria.12 Este ritual «incluye una dimensión significativa de politicidad, por cuanto pone en tensión algunos parámetros convencionales de la cotidianidad escolar» (Elizalde & Romero, 2019).

Esa tarde de celebración, Joel se calzó medias caladas debajo de una minifalda negra e intervino con palabras y con un arcoíris una remera gris.13 Al atardecer, cuando sonó el timbre de despedida, fue en bicicleta a celebrar con Milena (compañera durante el trayecto en la escuela secundaria) al camino de acceso principal del pueblo. Allí se dio el «lujo campero» de «mear de parado» de cara a los cinco hilos del alambrado que separan los campos de la pampa húmeda.

Según Silvia Elizalde y Guillermo Romero (2019):

Dichos rituales exhiben prácticas corporales que discrepan con las formas «esperables» de habitar las instituciones educativas, subvierten la autoridad escolar mediante la instalación de complicidades resistentes intra e inter grupos, y escenifican energías libidinales y de emocionalidad notoriamente amenazantes del –en apariencia– deserotizado orden pedagógico establecido (p. 3).

Si tomamos la fotografía que Joel compartió en las redes sociales14 sobre el UUD, [Imagen 2], y partimos de la noción de cuerpo como territorio de inscripción de narrativas, lograremos aproximarnos a una reflexión acerca de cómo lo transitó. Al respecto, Elizalde y Romero (2019) mencionan que, «como parte de un proceso compartido de subjetivación juvenil, las redes sociales cumplen un papel central en la construcción de un sentido de “éxito” asociado a estas celebraciones».


Imagen 2

Final del Último Último Día (UUD) de Joel en la escuela secundaria.

Fuente: cuenta de Instagram de Joel Granito, https://instagram.com/joelgranito

La relación cuerpo-escuela es un tema al que Joel le ha dedicado reflexión e introspección, lo que, admitió, fue duro.

Tengo una memoria recurrente que consiste en mi compañera y yo contando los años, los meses y los días para irnos del pueblo, aún sin saber a dónde. Sabíamos que nos queríamos ir, tanto de la escuela como del pueblo, pero la sensación del pueblo era más en consecuencia de lo que vivíamos en la escuela (noviembre, 2020).

En su relato, Joel vincula el trayecto por la escuela secundaria con sentimientos y con experiencias de fragilidad desde el cuerpo: «De ahí salía todo, salieron marcas, muchas».

Le incomoda pararse desde el victimismo, tanto por lo reduccionista que eso le resulta como por los años de análisis psicoanalítico que han arrojado algunas conclusiones. Aun así, le resulta imposible no pensarse como víctima.

«Es imposible no transitar al día de hoy las afecciones de algunas violencias», reconoció Joel, quien hace poco, en una situación de crisis emocional, compartió con pares tener «la sensación paranoica, de que todo el tiempo te están mirando». En esa misma confesión, llegó a la conclusión de que esa sensación «salió de la escuela».

Según el análisis de Maffía (2013),

Todo cuerpo está atravesado por lo que cierta antropología llama «zonas de clivaje» que estructuran (aunque no determinan) las identidades. Factores como la clase, la raza, la etnia, la religión, el sexo, la edad son condiciones materiales a partir de las cuales se configura un universo de sentido que va a delinear los territorios del yo, del nosotros y de lo ajeno. Es la relevancia que otorgamos a estos factores, y no su mera existencia, lo que produce esa acción preformativa del nombrar. Así, se establece nuestra comunidad de pertenencia, como identidad, y se expulsa al diferente fuera del colectivo, como alteridad (p. 2).

Para la autora, muchas de esas condiciones, al ser materiales, actúan como «razones objetivas y tangibles» que establecen fronteras «naturales» entre los cuerpos.

Determinaciones sensibles

A lo largo de este artículo, hemos abordado las principales perspectivas teóricas que construyeron nuestro sujeto de investigación para indagar, luego, en la presencia o en la ausencia de prácticas de lectura y de escritura de narrativas de disidencias sexuales. En el caso de Joel, el reconocimiento de narrativas de disidencias sexuales estuvo atravesado por las propias búsquedas e inquietudes en torno a los temas sexualidad y heteronormatividad, y, a su vez, por lo normativo y lo prescriptivo de la «dinámica social», como por ejemplo, la escuela.

Frente a esto, resulta fundamental analizar algo recurrente en Joel: la urgencia de esas búsquedas estuvo (y está) motorizada por la interpelación y por los impactos que provocó (y que provoca) en el «el territorio cuerpo».

Tanto la experiencia de Joel como el concepto de juventud son concebidos más allá de una categoría clasificatoria como la edad; por el contrario, son analizados en su carácter integral y plural. Algo similar ocurre con la noción de territorio, concepto «inestable, cambiante, dinámico, problemático y conflictivo en donde confluyen todas las relaciones sociales que en él se establecen» (González, 2011, p. 11). Para Joel, el cuerpo constituye un «territorio narrativo», desde el cual asume la idea de recuperar y de poner en práctica la acción vital de transmitir experiencias y múltiples maneras de ver, de interpretar y de narrar el mundo.

Para finalizar, recuperamos, nuevamente, una idea recabada en una de las entrevistas: «Tenés que estar muy comido por el neoliberalismo para salir inmune de la escuela». Están latentes en Joel las ideas de desprotección, de ausencias y de que la escuela, en particular, ha sido, para/con/en él, violenta.

Fue (y es) por eso que desde los inicios de esta investigación nos plantamos en lugares no cómodos desde donde mirar, preguntar y conversar. Nos posicionamos en un lugar no neutral en relación con el propio posicionamiento sexo-genérico en los procesos de producción de conocimiento (Elizalde, 2015).

Decimos «no cómodos» porque las entrevistas realizadas a Joel sobre estos temas sensibles acercan recuerdos, recrean vivencias, y provocan ardores en el cuerpo y en la psique. Ardores que, en diversas ocasiones, dejan de ser estrictamente individuales/personales y resultan colectivos.

Este trabajo constituye un aporte a los campos de estudios de comunicación/de juventud/de género desde la temática que aborda: el reconocimiento de narrativas de disidencias sexuales a partir del relato y la «historia de vida» de Joel. Asimismo, aporta a la sistematización y a la reflexión acerca de lo que sucede con las actuales juventudes y sus búsquedas en relación con las sexualidades, en este caso, en el marco de la escolaridad rural. Por último, interpela a problematizar la escuela, pero también a otras instituciones en las que la temática género dejó de «ser nueva» para tornarse parte de debates permanentes.

En este sentido, consideramos que el relato de Joel resulta fundamental para identificar que «lo social se expresa a través de voces individuales» (Bertaux, 1989, p. 7). Es Joel, pero son todos los Joeles que encontramos en las contextualidades escolares realizando sus búsquedas personales y colectivas.

Referencias

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Notas

1 La Ley, sancionada y promulgada en octubre de 2006, en su artículo 1 establece: «Todos los educandos tienen derecho a recibir educación sexual integral en los establecimientos educativos públicos, de gestión estatal y privada de las jurisdicciones nacional, provincial, de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y municipal. A los efectos de esta ley, entiéndase como educación sexual integral la que articula aspectos biológicos, psicológicos, sociales, afectivos y éticos».
2 Héctor Schmucler (1984) propone abandonar la «y» (de comunicación y cultura) reemplazándola por la barra (comunicación/cultura), al considerar que la «y» impone la relación y afirma lejanía. La barra, en cambio, genera una fusión tensa entre elementos distintos, pero de un mismo campo semántico, acepta la distinción, pero anuncia la imposibilidad de un tratamiento por separado.
3 El Trabajo Integrador Final fue dirigido por Cynthia Beatriz Díaz y defendido el 22 de marzo de 2022. Recuperado de http://sedici.unlp.edu.ar/handle/10915/134189
4 Esta cifra corresponde al censo 2010 (INDEC) y representa un incremento de 10 % frente a los 596 habitantes registrados en el censo de 2001. Se consideran estos datos porque al momento de elaborar este artículo no se encontraba disponible la información del censo realizado en mayo de 2022. Los resultados del Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas 2010 pueden consultarse en https://indec.gob.ar/indec/web/Nivel4-Tema-2-41-135
5 Militante feminista, actriz, comediante en vivo y escritora. Alcanzó la popularidad en 2008 a través de sus videos «La loca de mierda», publicados en YouTube. Actualmente, conduce el programa de humor «Furia Bebé», junto con Danila Saiegh y Vanesa Strauch, en la radio de Internet Futurock.
6 En la contratapa del libro, se indica: «La mayor visibilidad de variadas experiencias sexuales revela y produce diversidad. Este libro da cuenta de algunas de esas experiencias que fundan la diversidad sexual en la Argentina, encarando temas como sexualidad y violencia, identidades de género y prácticas sexuales, conyugalidades y parentalidades, entre tantos otros. Este libro es el resultado de investigaciones discutidas en el Grupo de Estudios sobre Sexualidades del Instituto Gino Germani de la Universidad de Buenos Aires».
7 «Las políticas de promoción de la igualdad educativa deberán asegurar las condiciones necesarias para la inclusión, el reconocimiento, la integración y el logro educativo de todos los niños, jóvenes y adultos en todos los niveles y modalidades, principalmente los obligatorios. El Estado asignará los recursos presupuestarios con el objeto de garantizar la igualdad de oportunidades y los resultados educativos para los sectores más desfavorecidos de la sociedad» (Ley 26.206, 2006, art. 80).
8 «Pedro Mardones Lemebel (1952-2015) fue, seguramente, el único escritor chileno que se maquillaba y usaba zapatos de taco alto, al menos en público. Maquillaje y tacones fueron parte de la propuesta contestataria de este escritor que, de ser un niño pobre criado a orillas de un basural y un artista travestido que usaba la provocación como herramienta de denuncia política, pasó a ser uno de los autores chilenos más comentados y exitosos de las últimas décadas» (Biblioteca Nacional de Chile, s/p).
9 Escritora, poetisa, ensayista y traductora argentina. Sus trabajos y su poesía constituyen un legado de valor incalculable para la literatura latinoamericana.
10 Poema incluido en El infierno musical (1971), el último libro que escribió y que publicó Alejandra Pizarnik.
11 Sara Hebe Merino, más conocida como Sara Hebe, es una cantante y compositora argentina. Se formó de la mano del hip hop, la cumbia y el dance hall. Nunca dejó de moverse y de cruzar géneros: baile funk, reggaetón, punk rock.
12 Los/as/es estudiantes que cursan el último año del nivel secundario festejan el fin de curso con una larga «previa» que se inicia la noche anterior al UUD, se prolonga durante la madrugada –muchas veces, en plazas y/o parques cercanos al colegio–, y finaliza en la puerta o en el patio de la institución, a la que los/as/es jóvenes concurren con ropa intervenida, espuma, bombos y banderas.
13 La remera gris que Joel intervino decía «Promo ´18» y lucía un arcoíris con los colores representados en la «bandera del orgullo LGBTIQ+» (rojo, naranja, amarillo, verde, azul y violeta.
14 Perfiles de Joel Granito en las redes sociales virtuales Instagram (https://instagram.com/joelgranito) y Facebook. (https://facebook.com/joel.granito).
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