Artículos

Juventudes y ruralidades en el noroeste patagónico argentino. Relaciones sexoafectivas y estereotipos de género en jóvenes de contextos no urbanos

Youth and Ruralities in the Argentine Northwestern Patagonia. Sexual Relationships and Stereotypes of Gender Among Young People from Non-Urban Contexts

Aymará Daniela Barés
Universidad Nacional de Río Negro, Sede Andina, Argentina

Revista Argentina de Estudios de Juventud

Universidad Nacional de La Plata, Argentina

ISSN-e: 1852-4907

Periodicidad: Frecuencia continua

núm. 17, e076, 2023

revistadejuventud@perio.unlp.edu.ar

Recepción: 28 Diciembre 2022

Aprobación: 19 Mayo 2023

Publicación: 13 Junio 2023



DOI: https://doi.org/10.24215/18524907e076

Resumen: Desde una perspectiva interseccional, que considera los clivajes de ruralidad, edad, etnicidad y sexo-genéricos, en este artículo se analiza cómo los contextos discursivos y no discursivos específicos de territorios no urbanos inciden en las relaciones sexoafectivas y en los estereotipos de género de jóvenes estudiantes y egresados/as que habitan en las localidades argentinas de Ñorquin-co (Río Negro) y Cushamen (Chubut). La investigación etnográfica permite detectar resquebrajamientos en las representaciones hegemónicas en relación con las temáticas de sexo-género y en las agencias juveniles propias de estos contextos que entraman los discursos feministas a la realidad local.

Palabras clave: juventudes, representaciones, ruralidades, discurso.

Abstract: From an intersectional perspective, that takes into account the cleavages of rurality, age, ethnicity and sex-gender, this article analyzes how the specific discursive and non-discursive contexts of non-urban territories affect sexual relationships and gender stereotypes in young students and graduates who live in the Argentine towns of Ñorquin-co (Río Negro) and Cushamen (Chubut). Ethnographic research allows us to establish cracks in hegemonic representations in relation to sex-gender issues and in the youth agencies typical of these contexts that weave feminist discourses into local reality.

youth, representation, ruralities, speech

Keywords: youth, representation, ruralities, speech.

Introdución

En el presente trabajo se exponen los resultados de una investigación1 sobre las relaciones sexoafectivas y los estereotipos de género en jóvenes de contextos no urbanos desarrollada en Ñorquin-co y en Cushamen, localidades ubicadas en el límite fronterizo de las provincias argentinas de Chubut y de Río Negro, y emplazadas en «reservas indígenas o colonias pastoriles» creadas durante el gobierno de Julio Argentino Roca.2

Ambos pueblos se encuentran cercados por las estancias de la familia Benetton3 y muchos de los/as jóvenes que actualmente viven en ellos provienen de campos con una estructura productiva reducida y con infraestructuras prediales limitantes. En la zona, la principal actividad económica es la cría de ganado ovino y caprino, con un sistema de latifundio que convive con una economía de pequeña escala llevada a cabo por familias ganaderas de auto sustento, la mayoría de origen mapuche tehuelche.

Ñorquin-co y Cushamen tienen un núcleo poblacional central de menos de mil habitantes y una zona compuesta por parajes rurales que se vinculan con el ejido urbano pero que cuentan con su propia dinámica poblacional.4 También comparten el hecho de que la escuela secundaria se creó durante la primera década de 2000.5 Previo a esto, quienes deseaban continuar sus estudios debían irse a otras localidades dependiendo de los recursos familiares y materiales disponibles.

En particular, en este escrito abordamos aspectos vinculados a las relaciones sexoafectivas, los estereotipos en relación con el género y las prácticas atravesadas por lógicas diferenciales entre generaciones, las cuales proponen marcos interpretativos disímiles que por momentos entran en tensión.

Anclaje teórico

Inscribimos esta investigación en el marco de los estudios que proponen modos históricos, contextuales y plurales de pensar la juventud (Bourdieu, 1990; Margulis & Urresti, 1996; Reguillo Cruz, 2000; Chaves, 2010). A partir de las tensiones teórico-metodológicas y del mismo campo, la literatura sobre el tema nos fue inclinando hacia los estudios sobre juventudes rurales, pues compartíamos dilemas acerca del modo en que estas eran identificadas por otros/as y en las propias adscripciones de los/as jóvenes. Estos estudios (Kropff, 2008; González Cangas, 2003, Urteaga Castro Pozo, 2010; Pacheco, 2010) alimentan nuestra investigación en función de dos tesis centrales: el cuestionamiento a la perspectiva urbano céntrica de la tradición académica sobre las juventudes (González Cangas & Feixa Pàmpols, 2006); y el señalamiento de que cuando estas logran ser visibilizadas en el mundo rural como sujeto promotor de desarrollo persiste la invisibilización de aspectos y de prácticas que las diversifican (Bevilaqua Marin, 2009; Pezo Orellana, 2014).

Asimismo, trabajamos con una noción de ruralidad ampliada, pues consideramos que no es posible entenderla desde una mirada homogénea, que se respalda en el continuum que opuso campo y ciudad. Esa dicotomía, construida pero también cuestionada por el mundo académico, fue repensándose a partir de las interrelaciones entre lo rural y lo urbano que se han ido acelerando y/ o profundizando en lo que puede entenderse como un proceso de expansión del capitalismo a escala global que atraviesa todos los espacios (Brenner, 2013). Forman parte de ello la emergencia de las tecnologías de la información y la comunicación, los consumos y los accesos que conllevan.

Así, diversos conceptos como «rururbanidad» (Cimadevilla, 2005, Ávila Sánchez, 2005), «rural-urbano» (Ávila Sánchez, 2005), «nueva ruralidad» o «ruralidad urbanizada» (Torres-Mazuera, 2012) intentan dar cuenta de estas vinculaciones y configuraciones espaciales, así como de los procesos que en ellas se despliegan.

Juventudes y ruralidades son términos que no se contraponen; al pensarlos en sus cruces con otras intersecciones, amplifican los modos de comprender las realidades en su diversidad y las tensiones que se presentan, así como la posibilidad de mejorar herramientas para transformarlas (Hirsch, Barés & Roa, 2020).

Este trabajo de investigación también tiene en cuenta los estudios sobre trayectorias juveniles desarrollados desde el encuadre sociológico, pero focaliza la noción de trayectoria en relación con la categoría de movilidades estructuradas. Lawrence Grossberg (1992) señala que mientras en el concepto de trayectoria tradicionalmente se subraya la dimensión temporal –que permite trabajar diferentes eventos a lo largo de la vida de una persona, cuestionando la lógica moderna que escinde tiempo y espacio–, también es posible que la noción de trayectoria nos permita dar cuenta de las movilidades estructuradas que están atravesadas y configuradas espacialmente, ya sea porque las personas son confinadas a determinadas geografías o porque esas geografías forman parte de cómo se piensan y cómo piensan sus posibilidades.

Así, la noción de trayectoria con la que trabajamos en esta investigación refiere a desplazamientos en tiempo/espacio; a sistemas de circulación específicos relacionados con las representaciones sociales imbricadas en estas espacialidades. Para abordar lo que se percibe como «mandatos» o como «prejuicios», nos valemos del concepto de representaciones sociales hegemónicas, y de la relación entre discursos sociales, prácticas culturales y hegemonía (Angenot, 2012). Desde esta perspectiva, el sistema de representaciones es lo que construye el sentido, y somos nosotros quienes lo fijamos de manera reiterativa, y tan firme que luego parece natural e inevitable (Hall, 1997). De este modo, la hegemonía discursiva es parte de una hegemonía cultural abarcadora, que establece legitimidad y el sentido de los diversos «estilos de vida», lo que da lugar a lo que Marc Angenot (2012) denomina como formas suaves de dominación, propiciadas por el discurso social.

En este mismo sentido también actúan los discursos sociales que estructuran los roles de género y las formas de construcción de la sexualidad, aunque con especial énfasis, ya que, de acuerdo con Butler, ([1997] 2001), la performatividad discursiva sobre género y sexualidad actúa como configuradora de subjetividades y de trayectorias. Esta performatividad discursiva refuerza sus efectos porque atraviesa, además, los procesos de producción, de reproducción y de transformación de los lazos sociales (Pecheny, 2010).

Por lo anterior, resulta necesario trabajar a partir de la perspectiva de la interseccionalidad (Viveros Vigoya, 2016; Lugones, 2008) y analizar desde qué imbricaciones se entraman las diferentes trayectorias juveniles, a partir de entender que el modo en que se articulan los clivajes de edad, clase, género, raza, entre otros, estructura oportunidades, interacciones, conciencia, ideología y formas de resistencia (Andersen, 1996, en Brah & Phoenix, 2004).

Abordaje metodológico

El trabajo de investigación se desarrolló a partir de un abordaje cualitativo, de carácter interpretativo y mediante un enfoque etnográfico. En esa perspectiva, la observación participante permitió instrumentar otras técnicas, como las entrevistas focales de un solo encuentro, en algunos casos específicos, y las entrevistas en profundidad (Valles, 1997), realizadas en encuentros sucesivos. Esto derivó en la posibilidad de combinar los registros grabados con las notas de campo.

La selección de informantes se realizó por muestreo intencional y mediante la técnica de «bola de nieve», lo que permitió recoger la mirada de actores diversos, con trayectorias disímiles, hasta alcanzar el criterio de saturación y dar por finalizada, temporalmente, la etapa de recolección (Mayan, 2009, en De la Cuesta Benjumea, 2015).6 Como es sabido, no existe forma de captar completamente un fenómeno, mucho menos de acuerdo con el enfoque etnográfico (Denzin, 2011, en De la Cuesta Benjumea, 2015).

El universo de estudio fueron jóvenes, entendiendo esta noción desde su categoría nativa, es decir, a partir de interpretar lo que cada comunidad refiere como tal.7 En este caso, acorde a las siguientes categorías:

Categorías aplicadas sobre los jóvenes que integraron el universo de estudio de la investigación.
Cuadro
Categorías aplicadas sobre los jóvenes que integraron el universo de estudio de la investigación.
Fuente: elaboración propia

El trabajo tuvo lugar dentro y fuera de las escuelas, e incluyó la participación en actividades realizadas en los pueblos –reuniones comunitarias, festivales, inauguraciones, marchas y asambleas, entre otras– en las que se identificó la presencia de jóvenes. También se realizaron encuentros en el ámbito escolar, mediante la técnica de grupos focales, y se realizó una encuesta con metodología participativa (Baker, 2000), lo que significó que los/as propios/as jóvenes participaran tanto en el armado del cuestionario como en la recolección de información.8

El análisis se planteó de forma estructural y supuso la utilización de técnicas descriptivas e interpretativas propias del enfoque etnográfico. El procesamiento de los resultados se realizó mediante la contrastación, el reajuste y la resignificación de las variables y las subvariables con las que se encaró la investigación –y sus relaciones y entrecruzamientos– con base en el planteo del problema, los presupuestos epistemológicos y las categorías que surgieron del corpus documental, lo que derivó en el debido proceso de categorización y de sistematización del material. El entramado, así elaborado, constituye el corpus necesario para la interpretación.

La mirada adultocéntrica: entre los prejuicios y el chisme

Como mencionamos, la creación de las escuelas secundarias provocó la convivencia entre pares, por un lado, y entre generaciones con distintas posibilidades históricas, por el otro. La mirada adultocéntrica –que juzga a los/as jóvenes por su forma de vestir, por sus gustos, por sus prácticas; fundamentalmente, por su necesidad de diferenciarse– se hizo evidente en las observaciones realizadas en espacios colectivos y surgió en los testimonios recogidos durante el trabajo de campo.

En este sentido, Huilén,9 una joven que egresó en la primera promoción del secundario de Ñorquin-co y que en la actualidad reside en La Plata, cuenta:

Por ahí, en Ñorquin-co el tema del prejuicio como que no te dejaba ser. Como no había muchas cosas que podías hacer, deportes, algo artístico, teatro, no había lugares donde ir o donde reunirte, entonces, uno como adolescente prefería juntarse a tomar o visitarse los fines de semana, porque no había otra cosa para hacer.

(…) la gente grande es como desconfiada de los jóvenes. Creo que la gente no tuvo esa experiencia, de vivir la juventud, porque en un pueblo la mayoría son madres o padres a temprana edad, y nuestros padres lo fueron a temprana edad, no vivieron lo que nosotros vivimos. El haber terminado la secundaria, tener 17 años… La mayoría capaz que era padre a esa edad; se vivía de otra forma, ellos vivían de otra forma la adolescencia. También ese miedo de los padres, como no tuvieron esa experiencia, a los que nos pueda pasar (Huilén, 24 años, Ñorquin-co, 2015).

El su relato, Huilén refiere a las prácticas de los/as jóvenes acotadas a las posibilidades disponibles –en las que el alcohol se presenta como «el plan del fin de semana»–, y a ciertos «mandatos» adultos sobre su vida afectiva.

En su diversidad, los/as jóvenes interpretan e interpelan el mundo adulto de diferentes formas. Sus cuestionamientos, sus decisiones, sus afirmaciones van desplegándose en el desarrollo de sus trayectorias y no permanecen ni inmutables ni necesariamente coherentes a lo largo del tiempo. Por el contrario, los devenires van mostrando las estructuras que los condicionan; estructuras que, construidas a lo largo de la historia y permanentemente actualizadas, habilitan o inhabilitan ciertas posibilidades y, como en un negativo, ciertas imposibilidades.

Durante el trabajo de campo, compartimos charlas con jóvenes que residen actualmente en Ñorquin-co. El aislamiento por la pandemia de covid-19 generó que muchos/as de quienes se encontraban estudiando en otras localidades regresaran a su pueblo de origen y, en algunos casos, continuaran sus estudios superiores en forma virtual. Entre otras cosas, este impasse en las rutinas diarias generó la posibilidad de iniciar en estas localidades actividades junto con jóvenes de diferentes edades.

En ese contexto, se formó en Ñorquin-co un equipo de futbol de mujeres, «Alianza femenina», algo inédito para el pueblo. Las chicas entrenan todos los días durante la noche tarde en el polideportivo local –según indican, el único turno posible–, alquilan el espacio y las entrena el compañero de una de ellas. Algunas tienen hijos/as pequeños/as, estudian, trabajan y se encuentran a jugar el fútbol, lo que «las despeja» y las hace «olvidar las preocupaciones diarias». Organizan campeonatos locales y participan en campeonatos de otras localidades como El Maitén, El Bolsón o Jacobacci. Para esto, recorren de 35 a 140 kilómetros en transportes que deben pagar ellas mismas porque en Ñorquin-co no hay transporte público; tampoco hay una Secretaría de Deporte o algún estímulo a la actividad que llevan adelante, aunque, a veces, el municipio las ayuda con fondos para el traslado.

Al abordar con las jóvenes esta experiencia, nuevamente aparece el peso de la mirada adultocéntrica. El cuestionamiento, sobre todo de otras mujeres adultas, es porque «se muestran». Sin embargo, siguen adelante, pese a los esfuerzos que les implica sostener este espacio y ante las miradas de desaprobación que reciben, sobre todo, en lo que refiere a los haceres fuera de la cancha.

En este punto, es interesante analizar la función social del chisme como dispositivo discursivo que opera de modo disciplinante. En poblaciones pequeñas como las analizadas, el chisme opera como un modo regulatorio de conductas que, tradicionalmente, se consideran inadecuadas. De acuerdo con Harry Todd (1978), el chisme ayuda a la redefinición y a la reafirmación de las normas comunitarias, y la información que contiene puede actuar como sanción. Asimismo Patricia Fasano (2006, 2008) desarrolla la performatividad de este tipo de discurso social y sus implicancias en el entramado social. La autora comprende que la práctica del chisme, en tanto intromisión convencional en la vida privada de las personas, forma parte de los mecanismos regulatorios de la vida social, un orden social basado en el ejercicio de la moralidad.

Asimismo, resulta pertinente analizar cómo en la actualidad, debido a los cambios acontecidos en las formaciones discursivas de nuestra época –algo que retomaremos más adelante–, la información que antes circulaba a través del «chisme» es significada –tanto la información cómo la práctica enunciativa misma– de formas diferentes, no solo por las nuevas generaciones, sino también por los marcos interpretativos que brindan los discursos dentro del paradigma de protección de derechos que atraviesa a las instituciones. Así, lo que antes era tomado como un comentario entre mates y tortas fritas, en la actualidad se vuelve una denuncia en la Comisaría de la Mujer. Los chismes, entonces, continúan con su función social, pero también son atravesados por otras dinámicas, como las del feminismo, que introducen en la escena lo que antes era silencio o rumor.

De acuerdo con el modo en que traemos esta operación discursiva del «chisme» para pensar la manera en la que los prejuicios dan forma a una mirada adultocéntrica sobre las prácticas de los/as jóvenes, consideramos que las tensiones que se producen en torno al «rumor» constituyen, también, un diálogo generacional, no solo sobre los modos de contar lo que sucede en torno al espacio íntimo, sino respecto del modo de construcción y de las representaciones mismas en las que se redefine qué debe ser conservado en el espacio de la intimidad y quiénes pueden hacer públicos aspectos que en otros tiempos eran reservados al dominio privado, en relación con cuestiones tan diferentes como la violencia de género intrafamiliar o la decisión de exponer el propio cuerpo en las redes sociales.

El amor de pareja

El emergente del trabajo de investigación sobre las trayectorias de los/as jóvenes en estos contextos fue el suicidio de un joven en 2007. Algo estaba pasando, algo que no era nuevo, y que delataba un malestar del que no se conocían las dimensiones. Un acontecimiento de estas características deja huellas profundas en el grupo de pares; en este caso, tan profundas que años después se volvería a repetir tres veces.

Un shock tremendo. En ese momento, decís: «Estaba mal», lo justificás un poco. Después crecés y decís: «Qué tonto, no se termina la vida porque se termine la relación con una persona». Hay tantas cosas afuera que si las salís a buscar te motivan... En la época que Diego se suicidó, y yo tenía la edad que tenía, hasta lo hubiese justificado. Y eso es lo que más asusta cuando te enterás que vuelve a pasar y vuelve a pasar. Tenés miedo de que el resto de los chicos lo copie porque lo ve bien, porque no lo ven como yo lo veo ahora. Hay tantos problemas más graves que no tienen solución, pero en ese momento, con esa edad, no lo ves…

Eso es lo que más preocupa en Ñorquin-co, porque ya ha pasado un montón de veces que los chicos han amenazado con suicidarse de la misma forma. Incluso, me asustaba con mi hermano cuando lo veía que andaba mal. Pensaba: «Por ahí a él le pasa lo mismo y toma la misma decisión» (Laura, 25 años, Ñorquin-co, 2015).

El amor de pareja parecería estar sobredimensionado. Construidas a «todo o nada», durante los primeros años del trabajo de campo, las relaciones de noviazgo configurarían vínculos en los que la otra persona era, casi literalmente, la vida, y su ausencia, la ausencia de la vida misma.

Las relaciones amorosas encabezarían el motivo, la explicación del por qué. Sin embargo, también podemos preguntarnos cómo es que para los/as jóvenes una relación amorosa se convierte en lo más, en lo único importante para vivir, y cómo y por qué esto se vuelve a repetir en otros/as jóvenes. ¿Qué obtura, qué es lo tapa este motivo? Cuando algo cobra mucha fuerza es porque tal vez otras cosas han dejado de tenerla, o nunca la tuvieron. Cuando un camino se vuelve el único viable es porque quizás muchas otras puertas parecieran estar cerradas.

Fue bastante doloroso para todos. Uno siendo adolescente no era tan consciente de los conflictos que había en el pueblo, pero después de eso nos pusimos a pensar que hacían falta un montón de cosas y que capaz los adultos nunca nos iban a entender. La falta de trabajo, la falta de oportunidades, a veces te deja una desesperanza, como que no vas a encontrar una salida, como que no hay ayuda para los/as jóvenes, sobre todo con el tema del trabajo, porque allá la mayoría ya de chico tiene que trabajar. Y saber que no vas a tener un futuro, o el futuro que vos querés… Creo que la mayoría de los adolescentes lo vive así (Huilén, 24 años, Ñorquin-co, 2015).

No hay explicaciones lineales ni es nuestra intención esbozar respuestas concluyentes. Más bien, la idea es abrir interrogantes para pensar la multiplicidad de dimensiones que atraviesan las trayectorias de los/as jóvenes. Entendemos que, por un lado, están las formas que toman las relaciones afectivas; y, por el otro, la falta de posibilidades en relación con los recursos y las trayectorias disponibles, que las complementan o las sobredeterminan. En este sentido, la univocidad de las las relaciones afectivas puede explicar por qué en estos contextos adquieren semejante intensidad. En todo caso, ambas formas se articulan con las visiones de género construidas y actuantes en los/as jóvenes.

En cuatro años, la localidad de Ñorquin-co se conmocionó por el suicidio de cuatro jóvenes, tres de ellos, varones. A nivel nacional, las estadísticas indican que el suicidio es la segunda causa de muerte en adolescentes y que de cada cuatro suicidios, tres son ejecutados por varones (UNICEF / Ministerio de Salud, 2016). Estas cifras coinciden con los datos de las provincias patagónicas, si bien estas no encabezan la lista.10 En este sentido, el área de adolescencia del Ministerio ha venido trabajando en la perspectiva de género para abordar los patrones varoniles hegemónicos que atraviesan esta problemática.11

Consideramos que la problemática del suicido interpela el modo de ser varón en nuestras sociedades, así como la manera en la que se piensan y se construyen las relaciones de pareja.

En este sentido, existe un cambio notorio en los discursos de los/as jóvenes sobre el amor de pareja, que se puede identificar tanto en los medios masivos como en las redes sociales virtuales. Una de las figuras enunciativas que podemos considerar como novedosa es la de las relaciones «tóxicas», noción dio lugar a la figura de «la toxi» o »el toxi» –sobre todo, de la primera– en donde el epíteto se vuelve sustantivo.

Esta nueva configuración discursiv, que se coló, mayormente, a través de las redes sociales virtuales y se volvió popular, proviene de la literatura de autoayuda. Desde el campo de la psicología critican esta conceptualización y plantean la diferencia entre denominar como «tóxica» a una relación a llamar de este modo a una persona. Sin embargo, es desde el propio campo que proviene el término (en 2010, el psicólogo Bernardo Stamateas publicó Personas tóxicas, que se convirtió en un éxito editorial, y en 2013 los/as psicólogos/as José Alonso Andrade Salazar, Diana Paola Castro, Laura Angélica Giraldo y Leidy Milena Martínez publicaron Relaciones tóxicas de pareja). Es de mencionar que esta categoría parece abrir la posibilidad de resignificar las relaciones agobiantes y les da un cauce a los modos opresivos de ser para con el/la otro/a, un sentido que permite tanto poder tomar distancia mediante el chiste cómplice («mi toxi») como reconocer conductas que dañan y que construyen modos violentos de relacionarse.

Hacerse varón

Las representaciones hegemónicas, en este caso los estereotipos de género, denotan lo que en estos contextos implica ser varón: hacer mucho ejercicio físico, tomar alcohol entre pares –de forma excesiva–, fumar y tener o hablar de sexo parece ser más valorado por los varones que por las mujeres. Más allá de que efectivamente hagan lo que dicen hacer, lo importante en este punto es cómo los varones se autoperciben y qué cuentan sobre ellos.

A esto se suma la tensión entre estudiar y hacer otras cosas –en general, sinónimo de «andar en la calle»–, vivir la vida, adquirir experiencia. Para los jóvenes varones que están empezando a armar sus propias familias este «andar en la calle» es considerado un riesgo. Carlos y Víctor formaron una banda de música cuyos integrantes tienen entre 16 y 25 años; dos de ellos estudian, tres trabajan.

Más que nada, es un buen camino el que agarraron ellos. Terminan de salir de la escuela y van a ensayar, antes que estar haciendo otras cosas, antes que andar en la calle [dicen todos al unísono] (Carlos, 20 años, Ñorquin-co).

Ocupa más tiempo la música que andar en la calle, bah… para ellos. Uno ya es grande y no sale, y ellos hoy se dan cuenta. Ellos son jóvenes y nosotros hace poco tiempo decidimos hacer seriamente lo de la banda (Víctor, 25 años, Ñorquin-co, 2015).

Para estos jóvenes, el trabajo es valorado, aunque no sea en condiciones seguras ni estables ni bien pagas.

Yo trabajé de albañil, panadero, en la cosecha de frutas, en el campo, en la estancia, en Bariloche, en El Hoyo.12 Cuando vivía acá en Ñorquin-co era «mercachifle», vendía en la calle cosas que hacía mi vieja. Casi la mayoría de mi infancia laburé para poder salir y andar, recorrer. Vivía mi vida en la calle (Víctor, 25 años, Ñorquin-co, 2015).

Estuve un tiempo de canillita, vendía diarios, limpiaba patios, como cualquier chico que empieza a trabajar. Ahora estoy en la municipalidad, como Víctor, como ayudante de albañil. Nos pagan por día, no tenemos ni seguro, nada (Pablo, 19 años, Ñorquin-co, 2015).

Yo trabajo para la Municipalidad pero en la Resi [Residencia Nivel Medio],13 cuando estaba estudiando, iba a la mañana a la escuela y a la tarde me iba a trabajar (Carlos, 20 años, Ñorquin-co, 2015).

Las razones para trabajar, a veces desde edades tempranas, no solo se relacionan con el mantenimiento de la familia propia, sino que se asocian a las condiciones sociales y económicas de las familias de origen, sumado al deseo de autonomizarse, de valerse por sí mismos, de comprarse ropa, de salir…

[Trabajar] va de la mano más de uno, si uno es independiente de la familia. Queremos algo propio, no depender tanto de los padres sino de uno mismo, y así se va haciendo uno (Carlos, 20 años, Ñorquin-co, 2015).

Digamos, también, que hay que aportar a la familia. Uno por ahí se quiere dar el gusto de comer algo o de no estar pidiéndoles a los viejos. Es mejor salir, fortalecerte. Yo creo que la estancia me fortaleció mucho como persona. Me enseñó que estar bajo la pollera de una madre es lindo, pero cuando ya sos grande y no dependés más de la familia, vos sos más que.... (Víctor, 25 años, Ñorquin-co, 2015).

Empecé trabajando. Mi vieja entró acá y cobraba poco, no alcanzaba para la comida ni nada. Empecé a trabajar para ayudar en mi casa y todo eso, para comprar un paquete de comida, lo que sea. Y así empecé, de a poquito, despacito (Pablo, 19 años, Ñorquin-co, 2015).

Por distintos motivos, el estudio parecería demorar la autonomía deseada por los varones jóvenes, pues no es considerado como un paso necesario o deseable para conseguir un mejor trabajo.

De acuerdo con Rita Segato (2009), es posible que en las sociedades actuales los hombres estén condicionados a pensar que correrse de los patrones históricos de varón implica la pérdida no solo de su masculinidad, de lo que socialmente se aprueba como tal, sino también de su humanidad, lo que implica la muerte social. Podríamos pensar que esta presión es bien particular en los jóvenes varones de estos territorios que ven dificultosas las trayectorias educativas y las trayectorias laborales, tanto como quedarse en el campo o en el pueblo, o irse a la ciudad.

Las inversiones afectivas que los/as jóvenes realizan parecieran, como hemos mencionado, sobredimensionar la dimensión a la que sí tienen acceso, la pareja. La imposibilidad o la dificultad para sostener económicamente, para proveer, a esa familia, potencial o real –en el caso de tener hijos/as o de sostener una convivencia–, coloca a los hombres en el medio de la crisis de lo que para ellos implica ser varón. Del mismo modo, podría pensarse que la construcción histórica de lo que supone ser mujer en estos contextos posibilita en el caso de los embarazos articular hacia ellas un afecto aún vedado socialmente para ellos.

Hacerse mujer

En Ñorquin-co y Cushamen, la instalación de la escuela secundaria no solo incidió en el hecho de que centenares de jóvenes permanecieran más tiempo con sus familias, lo que también modificó la vida entre pares, las prácticas y los consumos diferenciados, sino que colaboró en la transformación del rol de la mujer. En este sentido, la circulación de discursos que resaltan a la mujer como sujeto de derecho habilita o posibilita cambios, tanto en los modos de pensarse de las jóvenes como en el modo de interpelar a sus familias y a la sociedad en la que viven.

Yo siempre quise que mi vieja tratara de hacer su vida. Yo sabía que la relación con mi viejo no estaba bien y todos los miedos que ella tenía… Pero nosotros ya éramos grandes y ahora la veo contenta, que está haciendo un esfuerzo por salir adelante. Ella tenía mucho miedo de salir por lo que iba a decir la gente, porque allá [Ñorquin-co] es raro que una mujer se separe, que viva sola o que tenga un trabajo. (…) Ella tuvo nuestro apoyo porque sabíamos que no estaba bien. Nosotros la impulsamos a que se separe, consiga trabajo y empiece a hacer su vida, porque sabíamos que no estaba bien y nosotros tampoco (Huilén, 24 años, Ñorquinco, 2015).

Los/as jóvenes también reclaman, en un diálogo intergeneracional, que los/as adultos/as puedan hacer otras cosas, que puedan correrse del lugar sostenido tradicionalmente y abrir otras posibilidades.

Lamentablemente, en ciertos contextos el paradigma de protección de derechos permanece solo en el discurso y las prácticas no logran ser transformadas. Muchas veces, las instituciones locales, la policía, el juez de paz, llevan adelante con los/as pobladores prácticas por fuera del derecho; a menudo, amparados en el aislamiento geográfico, en el distanciamiento de las dependencias centrales, en las relaciones entre poderes políticos, judiciales y de seguridad locales, y en los vínculos personales de quienes ocupan esos puestos.

El juez no quería darle [a mi mamá] la tenencia de los más chicos porque ella había hecho abandono de hogar. Y Facu tenía seis años, y necesitaba estar con ella, porque necesita a su edad tener a su mamá y se notaba un montón. Así que mi vieja no descansó hasta tenerlos. Ellos sabían que le tenían que dar la razón (Huilén, 24 años, Ñorquin-co, 2015).

Esta situación se presenta en casos de violencia familiar, de violencia hacia la mujer, de violencia hacia los/as jóvenes, en los cuales las víctimas debieron recurrir a la movilización, a los medios y al costeo de pasajes –muchas veces inalcanzables– para hacer las denuncias en las dependencias ubicadas en centros urbanos distantes.

En numerosas oportunidades, para denunciar violencia de género es necesario recurrir a actores por fuera de la localidad, lo que implica poder acceder a la posibilidad económica de hacerlo. Pero la denuncia es solo un primer paso en el camino de conseguir abrirse de esas situaciones de violencia; lograr una vivienda y un ingreso propios que permitan sostener el alejamiento de esas situaciones requiere, necesariamente, de una red local que pueda garantizarlo, lo que en Ñorquin-co y en Cushamen todavía es difícil de observar.

En relación con los diálogos intergeneracionales, se hace evidente el rol que tiene la educación para las generaciones adultas. La educación es presentada como la puerta, como la posibilidad de alcanzar otras trayectorias deseables, a las que ellos/as no tuvieron acceso.

Mi mamá siempre estuvo acompañándonos, apoyándonos para hacer todo lo que habíamos soñado. Puso nuestra educación allá arriba, para tener algo, porque ella sabe que en el pueblo sin estudios no podés hacer mucho (Huilén, 24 años, Ñorquin-co, 2015).

Esto se refuerza en la transmisión madre-hija. «Si volvía a Ñorquin-co iba a defraudar a mi mamá, que era la que más había apostado a esto [los estudios]» (Laura, 25 años, Ñorquin-co, 2015).

Sin embargo, más allá de la expectativa de que las chicas estudien, otro mandato –que difiere de la mirada que los/as trabajadores/as de la salud y de la educación puedan tener al respecto– es el de ser madre joven.

El tema del embarazo adolescente lo hemos trabajado un montón en la escuela. Pero te das cuenta que muchas de las chicas no saben qué hacer de su vida y, además de eso, es parte de la sociedad de Ñorquin-co. Me pasó una vez, el primer año que volví a visitar a mi familia desde que vine a La Plata, de cruzarme con una vecina que me preguntó si yo no me iba a casar y no iba a tener hijos, que cuando quisisera tener hijos iba a ser vieja, y yo tenía 19 años.

Le dije que los adolescentes tenemos otra salida, que quedarnos a tener hijos, que esa época ya la vivieron ellos... Fue bastante gracioso, porque llegué a la casa de mi vieja enojada, diciendo: «Es increíble que la gente siga pensando que sos adolescente y que tenés que tener hijos, que tenés que casarte a esa edad». Estaba muy enojada, porque encima allá mi prima, mi tía, todos tienen hijos. No quería saber nada, sobre todo porque ser madre es una elección, no es una obligación, como que si no sos madre, sos una muerta (Huilén, 24 años, Ñorquin-co, 2015).

Coincidimos en que «estas experiencias hablan mayormente de situaciones en las que hubo poco lugar para decisiones autónomas. Las desigualdades y las fragilizaciones se expresan en las formas en que se llega al embarazo, en los modos de tramitar la noticia y en cómo se toma la decisión de continuar con la gestación» (Fainsod, 2013, p. 2).

La problemática del varón que asume su responsabilidad ante el futuro/a hijo/a pareciera pasar más desapercibida, ser menos visible, en articulación con las condiciones económicas en las que viven los jóvenes padres que siguen el mandato de «varón proveedor» del hogar. En general, cuando esto sucede terminan por dejar los estudios para trabajar.

Mi hermano, el más chico, si hubiera querido hubiese tenido la oportunidad de estudiar. No solamente tenía la ayuda de mi mamá sino también la mía. Yo siempre le dije: «Una vez que me reciba, si vos querés estudiar, te voy a ayudar porque sé lo que es andar afuera, pasando necesidades». Y, bueno, no quiso, no hubo caso de que siguiera estudiando. Fue papá hace poquito. En este momento, la prioridad es la nena, así que es difícil que estudie ahora. Igual se vino a Trevelin; y acá trabaja de albañil. Pero sí, el estudio en su vida pasó a segundo plano (Laura, 25 años, Ñorquin-co, 2015).

Yo vivo con mi suegra. Alquilamos y nos cuesta 700 pesos, pero no tiene gas, no tiene nada; el baño está afuera. Es complicado y necesitás un alquiler barato, porque si uno cobra poco no alcanza para nada (Víctor, 25 años, Ñorquin-co, 2015).

Las trayectorias no son homogéneas, y mucho dependen del papel del Estado,14 de los/as agentes involucrados –entre ellos, profesionales de la salud y de la educación–, así como de las familias y de las relaciones en las que esos embarazos se producen.

En esas trayectorias también se encuentran las «apuestas afectivas» (Barés, 2021), que permiten ver los espacios o las líneas de condensación donde los sujetos intentan hacer SU historia (Grossberg, 1992). En este sentido, el equipo de fútbol «Alianza femenina» emerge como un espacio de encuentro y de identificación para las jóvenes de Ñorquin-co. Una de sus integrantes llevó adelante una denuncia por abuso contra su progenitor y logró su condena. Otras son jóvenes separadas con hijos/as que reivindican la posibilidad de ser mamás y de continuar con su vida sexoafectiva. En este sentido, en los posteos que realizan en las redes sociales virtuales hablan de paternidades ausentes y de lo que implica ser «mamá luchona» (un concepto que, al igual que «la toxi», en los últimos años devino vox populi en las redes).

De este modo, «ser mujer» se convierte en un campo de disputas subjetivas y políticas, anclado en contextos específicos y en relación con otras tensiones coyunturales.

Ser otrxs

Con respecto a la posibilidad de relaciones no heterosexuales, de la emergencia de otros géneros, al igual que ocurre con los modos de «ser mujer», la circulación de otros discursos –en especial, de aquellos que se consideran autoridad, como la ley– provocó cambios importantes en los modos de pensar. Consideramos que la aprobación y la aplicación de la Ley Nacional 26.618 de Matrimonio Civil (2010) (https://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/anexos/165000-169999/169608/norma.htm) (conocida como Ley de Matrimonio Igualitario) y, sobre todo, la difusión del debate a través de los medios abrieron la posibilidad de pensar trayectorias distintas.

Sin embargo, aún existe un discurso muy fuerte sobre la «anormalidad» de estas relaciones, en gran medida, relacionado con el accionar de las iglesias evangélicas. Resulta interesante lo que los/as jóvenes decían al respecto en 2015 –a cinco años de la aprobación de la ley– durante el relevamiento realizado en la primera etapa de la investigación. Entre los/as jóvenes encuestados en Ñorquin-co (116 en total), si bien un alto porcentaje no contestó a la pregunta, el 36 % (41 jóvenes) que sí lo hizo señaló que era más fácil admitir otras identidades de género gracias a la ley de matrimonio igualitario.

Como se desprende de las respuestas recabadas, los testimonios relacionados con esta cuestión son variados:

Depende donde vivas; no te discriminan tanto porque se relacionan con el mundo; demuestran cómo son y tienen una ley que los protege; por la libertad; cambió todo, ya no es como antes; cada quien tiene derecho a ser feliz con la persona que quiera, sea del mismo sexo o no; ahora es como algo común; porque hay más información y se aprobó la ley; porque la humanidad está corrompida; porque hay leyes que nos/los protegen; es normal, se acepta; porque salió la ley en la que ellos se conciben libres, sin temor a nadie; en la actualidad, es más fácil expresar y elegir; hay más información y así la gente puede entender.

En tanto, un 4 % (5 jóvenes) considera que no es más fácil: «Porque hay personas que les pegan o hasta los meten presos».

En Cushamen, el porcentaje de los que no contestaron alcanzó el 70 % (69 jóvenes). De los que sí respondieron, 23 % (23 jóvenes) consideró que en ese momento era más fácil expresar otras opciones sexuales:

por las leyes que aprobaron; porque ahora es más fácil aceptarlos; porque ya esas relaciones no se pueden parar; porque vivimos en una sociedad con muchos cambios y las nuevas generaciones ya tienen incorporado este tema; porque tienen más libertad; porque hoy es diferente; porque es normal; porque la sociedad ya lo acepta como algo normal; porque ahora se acepta elegir lo que quieras ser; hoy en día respetan su sexualidad; porque es cada día más normal y la gente lo acepta.

Un 7 % (7 jóvenes) no lo consideró ni más fácil ni admisible. «Porque Dios así no lo manda; porque no es correcto; porque los chicos de ahora no respetan, se burlan, les dicen barbaridades; porque no; porque sigue habiendo prejuicios».

En El Maitén,15 en la actualidad, las jóvenes entrevistadas (15 en total) consideran que la emergencia de adscripciones no binarias y de relaciones no heterosexuales es parte de su cotidianeidad, lo que también es visible en sus estéticas, aunque en los espacios de socialización, como en las escuelas y las redes, se hacen presentes las tensiones.

Sobre la resignificación de las prácticas a través de la fuerza de lo colectivo

En el contexto nacional, los diversos activismos sexo-genéricos han logrado caracterizar e instalar la problemática de la violencia machista / sexista / homofóbica / transodiante –sobre mujeres, niños, niñas y disidencias– como violencia de género, y han conseguido interpelar pública y masivamente a la sociedad, los medios de comunicación y el poder político (Friedman & Tabbush, 01/11/2016; Sciortino, 2018; Barrancos, 2017).

Según Silvana Sciortino (2018), la primera movilización articulada bajo la consigna «Ni Una Menos», que tuvo lugar en 2015, es considerada como punto de quiebre e inicio de un nuevo «momento de apertura» del movimiento amplio de mujeres y disidencias. A partir de su realización, en múltiples localidades del país –y no solo en las grandes ciudades–, diferentes grupos se configuraron como colectivos de denuncia y de reclamo frente a la violencia que es ejercida por razones de género y por disciplinamiento hetero-cis-normativo, que adquiere matices propios de acuerdo a cada contexto. Más allá de la continuidad o no de esos espacios de militancia, compartimos con la autora que tales movilizaciones son acontecimientos que nos permiten analizar agendas y agenciamientos novedosos que se desplegaron a partir de ese momento.

Otro punto de gran visibilidad y de conflictividad en relación con la ampliación de los derechos sexo-genéricos ocurrió en 2018, con el tratamiento en el Congreso de la Nación del proyecto de Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE)16 (http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/anexos/345000-349999/346231/norma.htm), presentado por la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal Seguro y Gratuito (https://abortolegal.com.ar/). La magnitud del debate generado, que involucra de formas diferentes a distintos y polarizados sectores de la sociedad (Gutiérrez, 23/09/2018, 2018), puso de manifiesto que lo que está en juego es el control de la sexualidad de las mujeres y de los cuerpos con capacidad de gestar (Brown, Pecheny, Gattoni & Tamburrino, 2013) y, por lo tanto, la autonomía y el derecho a decidir.

Este acontecimiento no solo hizo visible la amplísima participación de mujeres y de disidencias sexuales –organizadas o no–, muchas de las cuales pertenecen a la llamada generación sub20 (Gutiérrez, 23/09/2018,2018), sino que estimuló una poderosa reconfiguración de prácticas discursivas y no discursivas liderada por grupos religiosos. El amalgamiento de estas últimas agencias hegemónicas derivó en una lucha explícita en el espacio público, que avanzó no solo como oposición a esta iniciativa, sino también como una nueva respuesta de rechazo encarnizado a la Ley 26.150 de Educación Sexual Integral (ESI) (http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/anexos/120000-124999/121222/norma.htm), sancionada en 2016 (Elizalde, Felliti & Queirolo, 2009; Vaggione, 2010). Aunque de modos particulares, tanto en las grandes urbes como en los pequeños poblados, las escuelas, las calles y otros espacios públicos se convirtieron en lugares de tensión en los que dirimir posturas a favor y en contra de la interrupción voluntaria del embarazo, desplegadas y materializadas en la confrontación entre pañuelos verdes y celestes, lo que puso en juego, a su vez, una disputa en torno del derecho a aparecer en la escena pública (Barros & Quintana, 2020).

A través del compartir, mediante la observación participante, observamos cómo las mujeres de los contextos en los que desarrollamos el trabajo de campo se organizaron, marcharon por el pueblo o visibilizaron en escuelas, municipios y encuentros las desigualdades de género, las violencias. Consideramos que esto se relaciona con los ecos de la organización y de la visibilización a nivel nacional, sobre todo en las grandes capitales, que circuló a través de los medios de comunicación. A nivel local, incide la presencia fortuita de ciertos agentes, como médicas, trabajadoras sociales y docentes en lo que hace a viabilizar estas posibilidades, así como la movilidad –física y virtual– que caracteriza a las juventudes y les permite participar de diferentes instancias en localidades cercanas, así como ser parte de una red de relaciones que construye circuitos de discursos y de prácticas no discursivas, que permea los modos de identificación y las construcciones de subjetividad.

Tanto en la escuela media de Ñorquin-co como en la de Cushamen Centro participamos, presenciamos o nos referenciaron jornadas sobre educación sexual integral. Algunas más abocadas a las tradicionales cuestiones sobre anticoncepción, otras acerca del consentimiento y los buenos tratos, o sobre la violencia de género –aunque estas últimas fueron las menos–. En Cushamen, desde hace varios años pueden verse intervenciones artísticas en relación con las temáticas de género promovidas desde distintos ámbitos. Asimismo, en ambos pueblos se ha conformado el Área de la Mujer como espacio de articulación y de propulsión de articulaciones que garanticen los derechos de las mujeres y de las diversidades sexogénericas.

Para el 8M de 2018, distintas instituciones de Ñorquin-co organizaron una jornada de reflexión en la que mujeres de todas las edades pudieron reconocerse en sus diferencias –por ejemplo, en relación con la interrupción legal del embarazo–, así como en sus puntos en común –por ejemplo, respecto de la violencia de género–. Las jornadas se volvieron a realizar en la localidad al año siguiente, fueron interrumpidas en 2020 y en 2021 por el aislamiento que supuso la pandemia y se retomaron desde entonces.

A fines de 2018, una joven de Ñorquin-co ocupó su banca en la Cámara de Diputados de la provincia de Buenos Aires en el marco del «Parlamento Federal Juvenil INADI», iniciativa que busca que estudiantes de todo el país sesionen acerca de cómo erradicar la discriminación por aspecto físico, orientación sexual y nacionalidad.17 En sus intervenciones, los/as jóvenes exigieron a los gobiernos provinciales la aplicación de la Ley 26.150 de Educación Sexual Integral, se expresaron a favor del derecho a decidir, y por el aborto legal, seguro y gratuito. Fue la primera vez que una joven de Ñorquin-co participó de esta instancia. En su muñeca llevaba un pañuelo verde.

Conclusiones

A lo largo de este trabajo, hemos abordado el modo en el que se realizan las inversiones afectivas en torno a las cuestiones sexogenéricas, así como la manera en la que se entrecruzan diferentes clivajes en torno a la cuestión de género en contextos no urbanos. Como mencionamos, creemos que existen particularidades de cada contexto y también líneas transversales propias de las épocas y de las relacionales de estos espacios con otros.

Como plantea Segato (2009), en nuestras sociedades «el niño va a ser presionado para seguir el camino del patriarca y la niña va a ser presionada para seguir el camino de la identidad con la madre, son presiones sociales que están en la casa, en la escuela, en los vecindarios, en todas partes» (p. 5). Por esto, si bien el trabajo realizado nos permite afirmar que, lejos de permanecer inmutables, las prácticas culturales en estos contextos se transforman y lo hacen atravesadas por elementos discursivos, discursivos-normativos y prácticas de agenciamiento de otros contextos urbanos –que, de una u otra forma, interpelan las fibras más íntimas–, también debemos coincidir con Segato (2009) en que, pese a los aires de cambio, aún persisten configuraciones tradicionales que se constituyen como hegemónicas.

Podemos apreciar que existen en las trayectorias de los/as jóvenes presiones sociales comunes, que en cada caso se despliegan o se repliegan de forma singular. No creemos que haya una sola forma de condicionar ni un único sistema de diferenciación social, ya que el poder opera en y es construido a través de diferentes formas o mecanismos (Grossberg, 1992) y sus efectos no son unívocos ni coherentes ni están garantizados de antemano. Los relatos aquí compartidos nos hablan de trayectorias singulares, en las que si bien hay construcción o consolidación de hegemonía también hay desenlaces no esperados, creatividad y puesta afectiva, lo que genera, al menos, disenso respecto de las trayectorias que parecen pensarse como reiterativas.

En este sentido, creemos que es necesario continuar analizando los efectos desencadenantes de la eclosión actual de los discursos feministas a través de los medios masivos de comunicación, pero también de las prácticas comunicacionales en las redes sociales, relevantes en nuestra época y para estas nuevas generaciones, que tensionan las representaciones hegemónicas arraigadas en las geografías específicas e invierten –o al menos transforman– sus condiciones de enunciación y de recepción.

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Notas

1 Se utiliza la voz de la primera persona en plural porque si bien en muchas de sus instancias el trabajo de investigación es bastante solitario, en muchas otras, las dudas, los pensamientos y las conclusiones provisorias se construyen de manera colectiva; en mi caso, con la directora de beca, con compañeros/as becarios/as, con pares del trabajo docente y de la militancia, con adultos/as de las instituciones por las que circulamos, con los/as mismos/as jóvenes. Durante 2020, defendí mi tesis doctoral fruto del trabajo de campo en Ñorquin-co y en Cushamen. Allí analicé la forma en la que los/as jóvenes interpretan en sus trayectorias, adscribiendo o disputando, los sentidos de los discursos hegemónicos acerca de qué y cómo deben ser los/as jóvenes de estos contextos (Barés, 2020). El contacto con el territorio es preexistente a esta experiencia, ya que durante cinco años viví en Ñorquin-co, en donde desarrollé mi trabajo como docente de nivel medio.
2 El Gral. Julio Argentino Roca, Ministro de Guerra durante la presidencia de Nicoás Avellaneda (1874-1880), dirigió campañas militares (de 1878 a 1885), denominadas «Conquista del desierto», que permitieron mediante la persecución, las entraderas, el hostigamiento, las torturas y el encierro en campos de concentración la expropiación del territorio a los pueblos originarios que poblaban –y pueblan– el territorio al sur del río Colorado (Mases, 2010). Posteriormente, el Gral. Roca se desempeñó como Presidente de la Argentina (1880-1886, 1898-1904), períodos en los cuales otorgó hectáreas del territorio expropiado a poblaciones originarias sobrevivientes que buscaban reasentarse para reconstruir sus vidas (Delrio, 2005).
3 El grupo empresarial Benetton se conforma a partir de lo que eran las tierras de la Compañía Inglesa. La Compañía de Tierras Sud Argentino (ex Cía. Inglesa de Tierras del Sud) operó en el mercado como una firma extranjera de capitales ingleses hasta 1975, época en la que fue vendida a las familias Menéndez Hume, Ochoa y a José María Paz. Por esos años se inició el proceso de traslado de la sede de Londres a Buenos Aires. Hacia 1982, se produjo la nacionalización de la firma y se constituyó en Sociedad Anónima. Durante el gobierno de Carlos Saúl Menem, Edizione Real Estate adquirió la Compañía de Tierras Sud Argentino S.A. Justamente, este holding pertenece a la familia Benetton (Klipphan & Enz, 2006).
4 Los datos censales disponibles son escasos. En el caso de Ñorquin-co, contamos con datos del censo 2010 que hacen referencia al Departamento Ñorquin-co (que coincide con nuestro recorte poblacional). La información precisa 1 736 habitantes en todo el departamento (2 079 habitantes en el censo 2001, con un índice de variación de -16,5%, y 2 356 habtiante en 1991, con un índice de variación de -11,8%), con una población de 241 jóvenes de entre 14 a 24 años y de 369 si extendemos la categoría hasta 29 años (en el 2001, los datos eran de 341 jóvenes entre 14 a 24 años y 483 hasta 29 años). Para saber cuántos viven en la localidad de Ñorquin-co, donde está emplazado el Centro de Enseñanza Media (CEM), nos remitimos a los datos censales del Hospital Sub Zonal de Ñorquin-co de 2011, que arroja 496 habitantes totales. En este caso, la subdivisión en edades no es de utilidad porque abarca de los 10 a los 49 años, para lo que nos remitimos a las matrículas del CEM N.º 110, que informa una matrícula estable, pero in crescendo, de 100 alumnos, aproximadamente, entre el 2011 y la actualidad. Con respecto a los datos de Cushamen, las cifras son más inciertas, ya que los censos informan por Departamento y el Departamento de Cushamen no coincide con el recorte poblacional, ya que incluye ciudades como El Maitén, que modifican altamente los números de Cushamen Centro y los parajes aledaños. Sin embargo, mediante la búsqueda de información, nos encontramos con informes basados en datos censales que muestran que para 2001 había una población total de 580 habitantes en Cushamen Centro y de 711 habitantes en los parajes rurales (lo que da un total de 1 291 habitantes en la zona geográfica sobre la que trabajamos) y de 180 jóvenes de entre 14 a 24 años al 2005, de acuerdo al Censo Social «Las Familias Cuentan 2005», realizado en la zona de Cushamen Centro. Para acercarnos a datos más específicos, tomamos datos del censo del Hospital de Cushamen 2013, que hablan de una población en Cushamen Centro de 800 habitantes, pero en donde nuevamente la subdivisión por edad, al ser de 10 a 49 años, no nos es de utilidad. Por esto, revisamos la matrícula del Colegio de la localidad, que al 2014 remite 193 jóvenes. El problema general es que de 1991 a la actualidad se observa una mengua de población total (en general, asociada en otras investigaciones a la disminución del trabajo rural en contextos de desertificación creciente y de mercado lanar), pero no podemos obtener datos exactos de la población joven en comparación en ninguna de las dos localidades y zonas aledañas. Esto se complejiza un poco más cuando nuestro criterio respecto de la categoría de edad prioriza la mirada que las propias comunidades tienen sobre qué entienden cómo jóvenes.
5 El CEM N.º 110, en la actualidad, ESRN N.º 110, de la localidad de Ñorquin-co, se creó en 2004, mientras que el Colegio N.º 7709, de Cushamen Centro, se creó en 2010. En un principo, ninguno contó con edificio propio, sino que se adecuaron a instalaciones con las que el pueblo ya contaba.
6 Se recuperan en este trabajo los testimonios de algunos de los/as jóvenes entrevistados/as durante el trabajo de campo: Huilén, 24 años, Ñorquin-co (2015); Laura, 25 años, Ñorquin-co (2015); Víctor, 25 años, Ñorquin-co (2015); Carlos, 20 años, Ñorquin-co (2015); Pablo, 19 años, Ñorquin-co (2015).
7 Este criterio amplía la categoría específica de las Naciones Unidas que considera jóvenes al rango de 15 a 24 años, extendiéndose hasta 30 años y, según los casos, un poco más. Esto último, sobre todo en el caso de los varones, está asociado a no haber formado aún una familia propia, estar iniciando una trayectoria laboral más allá del predio «familiar», continuar –en algunos casos– una trayectoria educativa y, también, a un «estar» en la ruralidad diferencial al de sus padres y abuelos, ya que el ser joven impica la posibilidad de movilidad física, con estadías parciales entre urbe y predio rural.
8 En 2015 se encuestó a la totalidad de jóvenes de las escuelas secundarias de Ñorquin Co y Cushamen Centro. Las encuestas se realizaron con una metodología participativa. A partir de las Encuestas Nacionales de Juventud llevadas adelante en otros países de Latinoamérica (Pereyra, Cozachcow & Colombari, 2022), armamos un cuestionario provisorio que, en gran parte, incluía preguntas con opción de respuesta cerrada, excepto la última, que era abierta. Este cuestionario fue puesto a disposición de un grupo de cuarto y quinto año de jóvenes del secundario del entonces Centro de Enseñanza Media N.º 110 de Ñorquin co –en la actualidad, ESRN N.º 110– y se realizó con ese colectivo una revisión y mejora del mismo. El cuestionario mejorado se aplicó a los/as estudiantes de otros cursos, al tiempo que se realizaron encuestas con amigos/as y familiares, quienes también oficiaron de encuestadores/as. Este mismo cuestionario se aplicó a estudiantes de cuarto y quinto año del Colegio N.º 7709, de Cushamen. Con ellos también se realizó una revisión y un mejoramiento del protocolo incial, que luego se aplicó al resto de los cursos. Esta metodología participativa, no solo brindó información que no habíamos podido obtener en otros registros y censos, sino que permitió registrar otros momentos con los/as jóvenes, haciéndolos parte del proceso de obtención y de construcción de los datos.
9 En pos de preservar la identidad de quienes ofrecieron su testimonio, los nombres utilizados en este trabajo son ficticios.
10 «[…] desde principios de la década del 90 a la actualidad la mortalidad por suicidios en adolescentes se triplicó en el conjunto del país […], especialmente en las provincias del norte argentino como Jujuy, Catamarca, La Rioja, Salta, Tucumán y Formosa; y en el sur la provincia de Chubut. […] En el último trienio 2011-2013, son Salta y Jujuy las jurisdicciones que tienen las tasas más elevadas, las mismas rondan las 20 defunciones por cada 100.000 adolescentes, mientras Chubut, Catamarca y Formosa presentan tasas que se ubican en las 14 y 15 defunciones cada 100.000» (UNICEF / Ministerio de Salud de la Nación, 2016, p. 58).
11 Tal es el caso de las Segundas Jornadas Patagónicas de Actualización en Salud Integral del Adolescente, realizadas por el Programa Nacional de Salud Integral en la Adolescencia, del 8 al 10 de abril de 2015 en Las Golondrinas, Chubut.
12 El Hoyo es una localidad en el noroeste de Chubut, Argentina, que forma parte de la región comprendida como «Comarca Andina del Paralelo 42».
13 Residencia de Nivel Medio: albergues escolares que reciben a estudiantes provenientes de la zona rural, también denominados «internados».
14 «Un hito significativo en la Argentina fue la Ley Nacional 25.273 (http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/anexos/60000-64999/63777/norma.htm), sancionada en 2000, que creó un régimen especial de inasistencias para embarazadas, alumnas madres y alumnos padres de escuelas medias. Este instrumento jurídico, junto con otros, establece la responsabilidad del Estado para garantizar el derecho a la educación y el compromiso en adoptar mecanismos que favorezcan la escolaridad de quienes atraviesan estas situaciones» (Fainsod, 2013, p. 3).
15 Esta localidad se agregó en durante mi estancia posdoctoral, realizada entre 2021 y 2023. Ubicada entre las dos localidades antes mencionadas, se considera una ciudad intermedia de 5 000 habitantes, aproximadamente. En relación con la cantidad de jóvenes, se toma como dato de referencia el censo 2010 que se encuentra desagregado por localidad, y que remite 497 jóvenes de 13 a 17 años y 782 jóvenes de 18 a 29 años.
16 La Ley 27.610 de Acceso a la Interrupción Voluntaria del Embarazo (http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/anexos/60000-64999/63777/norma.htm) se aprobó el 30 de diciembre de 2020.
17 El Parlamento Federal Juvenil del INADI (Instituto Nacional contra la Discriminación la Xenofobia y el Racismo) (https://www.argentina.gob.ar/inadi) es un encuentro de alcance federal que reúne a estudiantes de nivel secundario, de 15 a 17 años, con el objetivo de generar espacios de participación para que los/as jóvenes intercambien, dialoguen y discutan entre sí sobre el desarrollo de leyes inclusivas tendientes a prevenir la discriminación y a promover una sociedad más igualitaria.
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