Artículos
Identidades heredadas, atribuidas y reivindicadas. El caso de les jóvenes del barrio El Martillo, Mar del Plata, Argentina
Inherited, Attributed and Claimed Identities. The Case of Young People from the El Martillo Neighborhood, Mar del Plata, Argentina
Revista Argentina de Estudios de Juventud
Universidad Nacional de La Plata, Argentina
ISSN-e: 1852-4907
Periodicidad: Frecuencia continua
núm. 18, e085, 2024
Recepción: 01 Noviembre 2023
Aprobación: 27 Junio 2024
Publicación: 29 Julio 2024
Resumen: A partir de un trabajo etnográfico que incluyó entrevistas en profundidad y observaciones participantes, la investigación indaga sobre la construcción de identidad social de jóvenes que viven en el barrio El Martillo de la ciudad de Mar del Plata, Argentina. Como principal hallazgo, se establece que en este proceso entran en tensión y en disputa: las identidades heredadas producto de la socialización en diferentes instituciones, las identidades atribuidas por el mundo adulto, la identidad hegemónica asociada al ser joven en la sociedad actual, la identidad negativizada que le asignan los medios de comunicación y las identidades que les propies jóvenes reivindican.
Palabras clave: juventud, identidad social, identidad hegemónica, etnografía.
Abstract: Based on ethnographic work that included in-depth interviews and participant observations, the research investigates the construction of social identity of young people who live in the El Martillo neighborhood of the city of Mar del Plata, Argentina. As the main finding, it is established that in this process come into tension and dispute the inherited identities as a result of socialization in different institutions, the identities attributed by the adult world, the hegemonic identity associated with being young in actual society, the negativized identity assigned by the media and the identities that young people themselves claim.
Keywords: youth, social identity, hegemonic identity, ethnography.
Introducción
En el presente artículo se recuperan las contribuciones del enfoque nominalista de la sociología de las juventudes, que identifica esta categoría como una construcción sociohistórica que debe dar cuenta de la diversidad y la heterogeneidad del ser joven (Brunet & Pizzi, 2013), y los aportes de la teoría de las identidades propuesta por el sociólogo francés Claude Dubar (1991, 1992, 2002). El objetivo es reconstruir la identidad social de las personas jóvenes que viven en el barrio El Martillo de la ciudad argentina de Mar del Plata a partir del análisis de entrevistas en profundidad realizadas en el territorio durante los años 2018 y 2019.1
La investigación fue guiada por la pregunta: ¿cómo pensar la construcción y la reconstrucción de la identidad social de la juventud desde la percepción de les mismes jóvenes? En línea con las propuestas de María Iciar Lozano Urbieta (2003), Mariana Chaves (2010) y Ramiro Segura (2017), se adoptó una perspectiva que busca entender el sentido que les jóvenes dan a su realidad, a sus expresiones y a sus experiencias. La premisa central es que les jóvenes logran identificarse a partir de las relaciones con otres, adhieren a comunidades, a causas y a creencias, y son elles quienes pueden justificar el sentido de lo que hacen, lo que sienten y cómo se identifican a sí mismes.
Algunas de las características que definen lo juvenil pueden identificarse a partir de observar el desarrollo de las identidades juveniles (Lozano Urbieta, 2003). La juventud es un concepto históricamente construido, que se encuentra en cambio permanente y que depende de las luchas entre generaciones (Bourdieu, 2002), entre jóvenes y no jóvenes, en torno a la definición de quiénes están dentro de lo joven y quiénes no. La juventud como concepto es cambiante y se reconstruye en forma permanente; se reproduce en lo cotidiano, «se construye en relaciones de poder definidas por las condiciones de alteridad, dominación o desigualdad, unas veces superpuestas entre sí; otras, definidas por el conflicto» (Lozano Urbieta, 2003, p. 5).
En consonancia con el enfoque nominalista de la sociología de las juventudes, la teoría de la identidad social propuesta por Dubar (1991) permite comprender a la identidad como algo que no permanece idéntico en el tiempo, sino que es resultado de una identificación contingente, histórica y contextual, lo que permite abordar la identidad de les jóvenes desde una trama compleja que implica relaciones de poder, transacciones con otros tipos de identidades y la socialización por medio de diferentes instituciones.
El presente artículo se estructura en tres apartados. En el primero, se presenta la vinculación entre el enfoque nominalista de las juventudes y la teoría de la identidad social. En el segundo, se aborda la perspectiva etnográfica adoptada como estrategia metodológica para el trabajo realizado en el territorio. En el último, se exponen los hallazgos alcanzados, que se presentan como resultados, siempre provisorios, de la lucha entre diferentes identidades.
Sociología de las juventudes e identidad social
La perspectiva teórica elegida es el enfoque nominalista de la sociología de las juventudes (Brunet & Pizzi, 2013), que las interpreta como un producto histórico y que da cuenta de su heterogeneidad a partir de la multiplicidad de experiencias que viven les jóvenes, superando la limitación de pensarlos como sujetos homogéneos (Viera Alcazar, 2017). Desde este modo, se evidencia la centralidad de la relación que la sociedad establece y mantiene con les jóvenes, los cambios que esta categoría ha experimentado a lo largo de la historia y las diferentes experiencias de juventud que existen de acuerdo con la clase social en la que se encuentra la persona. Esa constitución del sujeto joven no incide solamente en su posición actual, sino que este es producto de la historia de todas las posiciones anteriores. Les jóvenes pueden diferenciarse según el capital cultural, escolar, social y simbólico que posean, por lo que al no haber un acceso igualitario a todos estos capitales no se puede considerar que todes son iguales (Martín-Criado, 2005).
En consonancia con el enfoque nominalista, se retoma la perspectiva de identidad social que propone Dubar (1991, 2002), ya que permite concebir a les jóvenes como sujetos activos, con capacidad de agencia y en constante negociación con las configuraciones atribuidas por las instituciones en las que desarrollan su vida. También es propicio este concepto ya que el autor considera que la identidad no permanece idéntica en el tiempo, sino que es resultado de una identificación contingente, histórica y contextual. La identidad es la diferencia, pero es también la pertenencia común: «No hay identificación sin alteridad y las identidades tanto como las alteridades varían históricamente y dependen del contexto de su definición» (Dubar, 2002, p. 11). Para el autor, la identidad es «el resultado a la vez estable y provisorio, individual y colectivo, subjetivo y objetivo, biográfico y estructural, de diversos procesos de socialización que conjuntamente construyen los individuos y definen las instituciones»2 (1991, p. 113, traducción de la autora).
Las relaciones entre las identidades heredadas, aceptadas o rechazadas y la identidad vivida –en continuidad y en ruptura con las precedentes– dependen de los modos de reconocimiento y de la legitimación de las instituciones y sus agentes. Las configuraciones de las identidades constituyen las formas relativamente estables y cotidianamente cambiantes de compromisos entre los resultados de esas dos transacciones con diferentes articulaciones. La identidad, por lo tanto, es entendida como el resultado, siempre provisorio, de dos procesos heterogéneos que se dan en simultáneo: el relacional y el biográfico. El proceso relacional remite a las identidades que atribuyen las instituciones y a las identidades propuestas o asumidas por los grupos o sectores sociales. El proceso biográfico, en tanto, es aquella transacción subjetiva que se produce entre la identidad heredada y atribuida, y la identidad deseada o proyectada.
En sus desarrollos, Dubar (1992) retoma el concepto de habitus de Pierre Bourdieu (2007), entendido como «el sistema de disposiciones duraderas y transferibles, estructuras estructuradas predispuestas para funcionar como estructuras estructurantes, es decir, como principios generadores y organizadores de prácticas y de representaciones» (p. 86), pero plantea que no resulta suficiente. Si bien el autor reconoce la fuerza que presenta este concepto para explicar la reproducción de las posiciones de clase –en tanto mecanismo simultáneo de interiorización y de exteriorización de disposiciones subjetivas que estructuran las representaciones y generan las prácticas–, al encontrarse relacionado genéticamente con una posición social en una trayectoria de clases determinada, el habitus presenta limitantes para comprender las contradicciones que generan los cambios que se producen en la socialización y en la toma de posición práctica del espacio social.
En consiguiente, plantea que es a partir de las sucesivas socializaciones (familiares, escolares, laborales, barriales, etc.) que se amplía el campo de las interacciones de los grupos sociales, lo que complejiza las situaciones y da lugar a las rupturas y a las reconversiones identitarias. Al mismo tiempo, Dubar (1991) incorpora la dimensión histórica e introduce la perspectiva de la lucha de legitimidades entre generaciones al interior de un sector social: la identidad social no se transmite de una generación a otra, sino que se construye en cada una sobre la base de categorías y de posiciones que se heredan de la precedente, pero también a partir de las estrategias identitarias que se despliegan en las instituciones que los individuos atraviesan y que contribuyen a la transformación (Kossoy, 2009). Dubar (1991) también sostiene que la identidad individual, la identidad para sí y la identidad para los/as otros/as son inseparables y están relacionadas de forma problemática; así, define a la identidad social como la tensión entre la identidad heredada, la atribuida y la reivindicada.
Para ser dotada de significado, la identidad requiere del uso del lenguaje. Dubar (2002) señala que la identidad depende de los recursos simbólicos que son utilizados para establecer dos tipos de identificaciones: las atribuidas por otres (para otres) y las reivindicadas por uno mismo (para sí). La identidad personal es la que permite vincular las identificaciones en múltiples grupos (familiares, barriales, laborales, políticos) como resultado de las propias elecciones y en este proceso adquiere una importancia central la narrativa. El uso de la narrativa le permite al sujeto generar un relato alrededor de un plan de vida, de una vocación que se encarna en proyectos profesionales y sociales, de allí que su abordaje permita analizar la forma en la que el sujeto elabora un sentido en su biografía y lo proyecta en un futuro.
La construcción de la identidad social se analiza como un espacio de lucha simbólica entre las identidades heredadas, las atribuidas socialmente y las reivindicadas como universo propio. Se trata de una lucha de legitimidades entre generaciones de un mismo sector social (padres/madres e hijes) y al interior de una misma clase de edad (en diferentes o en similares posiciones sociales). Son transacciones subjetivas lo que les jóvenes realizan para conciliar o para refrendar su identidad heredada con la proyectada por elles mismes y, a su vez, tomar distancia o aceptar la identidad atribuida en los diversos ámbitos de socialización (Dubar, 1991).
Para el sociólogo, la identidad es construida y reconstruida cada día al interior del proceso de socialización. Esta construcción se realiza como producto de dos procesos heterogéneos:
- El proceso de atribución de la identidad por las instituciones y por los agentes directamente en interacción con el individuo; lo que Erving Goffman (2006) llama «identidades sociales virtuales», que resultan del juego de fuerzas entre todos los actores involucrados y la legitimación de las categorías utilizadas.
- El proceso de incorporación de la identidad por los individuos, que es analizado a través de las trayectorias en las que estos han construido sus identidades sociales (identidades sociales reales).
El segundo proceso concierne a la interiorización activa, a la incorporación de la identidad por los sujetos, analizable a través de las trayectorias sociales por las que se construyen sus identidades, que no es otra cosa que la historia que los sujetos relatan sobre lo que son. Estos dos procesos no necesariamente coinciden, y cuando hay desacuerdo entre la identidad social virtual y la identidad social real resultan dos estrategias destinadas a reducir este desequilibrio: las transacciones externas entre el individuo y los otros significados, con la intención de acomodar la identidad propia a la atribuida por los/as otros/as (transacción objetiva); y las transacciones internas, que suponen una lucha entre la aceptación de la identidad atribuida y el deseo de construir nuevas identidades (transacción subjetiva).
En este proceso de configuración identitaria, Dubar (1992) plantea que se produce un proceso de doble transacción: una biográfica y una relacional, que son, a la vez, heterogéneas y necesariamente articuladas entre sí. Son heterogéneas puesto que mantienen en juego las diferentes dimensiones de lo social que no son a priori armoniosas: la dimensión biográfica, temporal y subjetiva pone en juego la continuidad de la pertenencia social y el sentido de las trayectorias individuales; la dimensión relacional, espacial y objetiva, las posiciones reivindicadas y el logro de las políticas estructurales. Pero, a su vez, ambas transacciones se encuentran en una relación de interacción, ya que cada una depende de la otra.
Según Dubar (1991), la llave de los procesos de construcción de identidades sociales se encuentra en la articulación de estas dos transacciones (subjetiva y objetiva). Las relaciones entre las identidades heredadas, aceptadas o rechazadas, y las identidades vividas –en continuidad y en ruptura con las precedentes– dependen de los modos de reconocimiento y de la legitimación de las instituciones y de sus agentes. Las configuraciones de las identidades constituyen las formas relativamente estables y cotidianamente evolutivas de compromisos entre los resultados de esas dos transacciones con diferentes articulaciones. Este punto de vista supone concebir su análisis como una negociación verdadera entre los demandantes de la identidad en situación de incertidumbre y las identidades virtuales que se proponen. Esta negociación constituye un proceso comunicacional completo, sobre la base de trayectorias individuales, que es irreductible a un etiquetaje autoritario de identidades predefinidas y que implica hacer de la calidad de las relaciones con otros/as un criterio y un juego importante en la dinámica de las identidades.
De esta manera, las identidades sociales no son solo expresiones psicológicas de personalidades individuales, tampoco el producto de estructuras o de políticas económicas,
[…] son las construcciones sociales implicadas en la interacción entre las trayectorias individuales y los sistemas de empleo, de trabajo y de formación. Producto de procesos de socialización, las identidades constituyen formas sociales de construcción individuales de cada generación, dentro de cada sociedad (Dubar, 1991, p. 262, citado en Gewerc, 2001, p. 7).
La perspectiva etnográfica
La presente investigación se realizó a partir de un trabajo etnográfico llevado a cabo durante los años 2018 y 2019 en el barrio El Martillo de la ciudad argentina de Mar del Plata. La elección del enfoque etnográfico se asienta en que su propósito es estudiar la vida social y cultural de comunidades, barrios, grupos humanos, etc. lo más naturalmente posible y en profundidad (Sautu, 2003). Lo que caracteriza a este método, que recrea las prácticas sociales, las creencias, los conocimientos y las pautas de comportamiento de una sociedad o de una comunidad, es la relación directa vivida por les investigadores y el lugar central que ocupa el contexto cultural.
La etnografía como enfoque constituye una concepción y una práctica de conocimiento que busca comprender los fenómenos sociales desde la perspectiva de los agentes entendidos como informantes privilegiados, en tanto que solo ellos pueden dar cuenta de lo que piensan, sienten, dicen y hacen con respecto a los eventos que los involucran (Guber, 2011). En este sentido, una buena descripción es aquella que no malinterpreta, es decir, que no incurre en interpretaciones etnocéntricas que sustituyen el punto de vista, los valores y las razones de los agentes por los de quien investiga. Adoptar un enfoque etnográfico consiste en elaborar una representación coherente de lo que piensan y dicen los miembros de determinada comunidad para alcanzar una conclusión interpretativa que surja de la articulación entre la elaboración teórica de la persona que investiga y el contacto prolongado con los miembros de una comunidad. De este modo, las etnografías no solo reportan el objeto empírico de investigación –un pueblo, una cultura, una comunidad, una sociedad– sino que constituyen la interpretación-descripción problematizada acerca de un aspecto de la realidad de la acción humana.
En este caso, las técnicas de trabajo de campo utilizadas fueron la observación participante y no participante y las entrevistas en profundidad, junto con el análisis de fuentes secundarias. En todo momento, resultó fundamental dar lugar a la propia voz de les actores involucrades y mantener la fidelidad a su perspectiva (Sautu, 2003).
En una primera instancia, el acercamiento fue a las instituciones del barrio: jardines, escuelas, el Centro de Integración Comunitaria (CIC), el Centro de Atención Primaria de la Salud (CAPS), comedores barriales, etc. La observación participante involucró dos actividades principales: observar en forma sistemática y controlada lo que sucedía alrededor de la investigadora, y participar en varias actividades de la comunidad. Esta técnica permite recordar que se participa para observar y que se observa para participar, ya que involucramiento e investigación no son opuestos, sino partes de un mismo proceso de conocimiento social. En esta línea, la observación participante es el medio ideal para realizar descubrimientos, para examinar críticamente los conceptos teóricos y anclarlos en realidades concretas, poniendo en comunicación distintas reflexividades (Guber, 2011).
En una segunda instancia, y a partir de identificar quiénes eran les referentes de las instituciones, se les solicitó que presentaran una persona joven. A través del muestreo de la bola de nieve o tipo cadena (Scribano, 2008) se accedió a un primer contacto con jóvenes del barrio con quienes se realizaron entrevistas en profundidad. Se optó por esta técnica ya que permite una narración espontánea y libre creada de manera conjunta entre la persona entrevistadora y la persona entrevistada, que posibilita ir más allá del lenguaje superficial y descubrir qué subyace, para lograr una interpretación de las actitudes y los comportamientos. La entrevista es una estrategia para hacer que las personas hablen sobre lo que saben, piensan y creen, en este caso, como forma de reconstruir su identidad social. Esta información suele referirse a la biografía, al sentido de los hechos, a sentimientos, opiniones y emociones, a las normas o estándares de acción, y a los valores o conductas ideales. Al ser una relación social, a través de la cual se obtienen enunciados y verbalizaciones en una instancia de observación directa y de participación, los datos que la persona entrevistada provee son la realidad que esta construye en el encuentro (Mejía Navarrete, 2002; Guber, 2011).
La estadía en campo se extendió desde enero de 2018 hasta septiembre de 2019 (fecha de la última entrevista realizada). En este periodo, se realizaron entrevistas en profundidad a dos personas adultas referentes de la zona, el director de una escuela de educación secundaria y la ex coordinadora del CIC, y a siete personas autopercibidas como jóvenes (Ver Apéndice Metodológico). Asimismo, se realizó un mapeo del barrio, para dar cuenta de la división interna («Martillo viejo» y «Plan de viviendas»), de las instituciones y de los sitios más relevantes para la comunidad, y se llevó a cabo un análisis de las informaciones sobre el barrio ofrecidas por diversos medios de comunicación digitales.
Caracterización del barrio
Debido a su conformación históricosocial y a sus particularidades, el barrio El Martillo se puede caracterizar a partir de dos características centrales: se encuentra segregado del resto de la ciudad y, a la vez, segmentado internamente (Parson, 2020). En su composición, se yuxtaponen dos conformaciones históricas; por un lado, El Martillo tradicional y su urbanización alrededor de la Sociedad de Fomento; por el otro, «las casitas», esto es, la construcción del Plan Federal de Viviendas, cuyos habitantes provienen tanto de la relocalización de la Villa de Paso como del vecino barrio Pueyrredon (Núñez, 2011).
Les habitantes de ambas zonas intentan marcar la diferencia entre los segmentos, lo que se traduce en una fuerte polarización donde la construcción del otre, planteada en términos de nosotres/elles, está impregnada de una carga negativa. Para quienes viven del lado tradicional, les recién llegades fueron quienes desencadenaron la inseguridad, los robos y la sensación de peligro. Debido a esto, la parte tradicional del barrio marca distancia y establece límites que le permitan diferenciarse en un nosotres homogéneo, normal y seguro. Les recién llegades también perciben esta diferenciación, y no se sienten parte del barrio.
Sin embargo, desde los medios de comunicación digital, es decir desde una mirada externa, El Martillo se concibe como una unidad homogénea asociada a problemas habitacionales y de infraestructura, como un barrio en las afueras de Mar del Plata donde suceden situaciones de violencia y hechos delictivos. Estas características impactan en la vida de les jóvenes, en sus trayectorias y en los recorridos por las distintas instituciones (Parson, 2020).
Identidades en tensión y en disputa
Para reconstruir la identidad social de les jóvenes del barrio El Martillo, se apela a la propuesta de Dubar (1991, 2002), quien plantea la tensión entre tres tipos de identidades: la heredada, la atribuida y la reivindicada. En este caso, para evidenciar la complejidad que presenta la identidad social de les jóvenes, se da cuenta de las tensiones que surgen entre las identidades heredadas producto de la socialización en diferentes instituciones, las identidades atribuidas por el mundo adulto, la identidad hegemónica asociada al ser joven –predominante en la sociedad actual–, la identidad negativizada que se les asigna y las identidades que les propies jóvenes reivindican.
La identidad heredada
Para la reconstrucción de la identidad heredada, se indagó acerca de los capitales económicos, culturales y sociales (Bourdieu & Passeron, 1996, 2009) heredados por estes jóvenes producto del tránsito por cuatro instituciones de socialización: la familia, la escuela, el mercado de trabajo y el barrio. En línea con lo propuesto por Alicia Kossoy (2009), se concibe a las instituciones como habilitadoras del juego identitario y se considera la importancia del tránsito de les jóvenes por ellas, pero sin perder de vista que el eje central que son les jóvenes, y poder superar, así, la visión fragmentaria de los sujetos entendidos solo como hijes, estudiantes o trabajadores. El paso de les jóvenes por las diferentes instituciones es lo que habilita y tensiona las configuraciones identitarias. Estas instituciones son concebidas como espacios sociales en los que se atribuyen identidades, pero también como ámbitos que permiten reafirmar las divergencias, el encuentro con otres, el acceso a los primeros trabajos, la elección de las escuelas, las formas familiares, la construcción de los vínculos filiares y la posibilidad de independencia.
La familia
Con respecto a los lazos familiares, se identificó que dos de les entrevistades se habían independizado de su hogar de origen; cuatro vivían con su padre y/o madre y con sus hermanes; y una, con su familia ampliada. Si bien las trayectorias familiares son distintas, y los hogares presentan diferentes composiciones, todes les jóvenes cumplen tareas no remuneradas de reproducción del hogar (Rodríguez Enríquez, 2014), con la salvedad de que las mujeres lo plantean en términos de deber y los varones lo hacen en tanto ayuda. En este sentido, destaca el caso de las mujeres jóvenes, para quienes si bien estas prácticas están naturalizadas como tareas que deben realizar, no lo hacen en forma acrítica, sino que existe un movimiento de ruptura y de incomodidad ante la obligatoriedad de tener que llevarlas a cabo.
Asimismo, destaca el modo en el que les jóvenes describen las desigualdades de género percibidas. Las mujeres que han sido madres lo hacen desde un lugar vivencial, desde las desigualdades que viven en carne propia, y denuncian la sensación de encierro, la sobrecarga de actividades de cuidado con sus hijes y las diferentes libertades con las que cuentan los varones cuando tienen que asumir su paternidad. Los varones, en cambio, hacen referencia a las desigualdades desde los peligros que implica ser mujer (violaciones, vulnerabilidad, opresiones, etc.), pero no dan cuenta de las libertades y de las oportunidades con las que cuentan.
La escuela
Del total de entrevistades, solo el padre y la madre de une terminaron el secundario; el resto tiene este nivel incompleto. En el caso de les jóvenes, todes finalizaron la escuela secundaria o lo estaban haciendo al momento de realización de este estudio. Esto puede entenderse en el marco de la Ley 26.206 de Educación Nacional (2006) (http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/anexos/120000-124999/123542/norma.htm), que determina la obligatoriedad de la educación secundaria, y de las políticas tendientes a su finalización.3 A lo que pueden agregarse los programas de financiamiento que, bajo la modalidad de becas estudiantiles orientadas a la terminalidad educativa, permiten la permanencia y la continuidad dentro de las instituciones de educación obligatoria (Corica, Otero & Merbilhaa, 2022).
No obstante, en el contexto actual, el título de nivel medio no garantiza tener un buen empleo, ni siquiera asegura la posibilidad de contar con empleo. La expansión de la escuela secundaria, el debilitamiento de las instituciones educativas y de sus marcas en términos socializadores, y la persistente precariedad del mercado laboral constituyen elementos sociales clave para entender la pérdida de valor de esa credencial, que se ha constituido en el requisito mínimo para acceder a empleos de calidad. A ello se suman las desigualdades en torno al valor de esta credencial en las trayectorias laborales posteriores, sobre todo, para quienes provienen de hogares con menos recursos o menos capital educativo (Jacinto, 2013).
El mercado de trabajo
Al momento del estudio, solo uno de les entrevistades no se encontraba trabajando, aunque manifiestó deseos de hacerlo. El resto indicó trabajar en atención al público, hotelería, construcción, tareas de cuidado y limpieza, y como contraprestación a un plan percibido. Sus inserciones en el mercado de trabajo han sido fragmentarias e interrumpidas, con períodos de inactividad y de empleo precario. Si bien trabajan desde edades muy tempranas –en el cuidado de familiares o de niñes ajenes a sus familias, pelando camarones o en la atención al público–, no han sido trabajos sostenidos en el tiempo, sino eventuales y rotados con otros.
Todes les entrevistades consideran que la formación permite el desarrollo y el crecimiento personal, el ser alguien, así como la inserción en el mercado de trabajo. Señalan que los estudios les permitirían acceder a lo que consideran un «buen trabajo» o un «trabajo ideal», pero que esto siempre depende de un esfuerzo personal. De este modo, asocian un buen trabajo con aquel que no exija mucho esfuerzo físico desgastante, que genere ingresos suficientes y que sea motivante para progresar; lo caracterizan como aquel que está regularizado, que tiene aportes jubilatorios y obra social, y que «brinde derechos laborales» (Fran, 24 años).4
Solo una de las entrevistadas trabajaba en forma registrada, pero solo cuenta con la mitad de la jornada declarada por sus empleadores. Al respecto, es importante señalar que ninguno de les entrevistades considera tener, o haber tenido alguna vez, un buen trabajo, pero esperan conseguirlo algún día, a través de la formación y el esfuerzo personal.
El barrio
El reconocimiento del barrio como una institución más en la que los saberes, las reglas y los capitales se ponen en juego, permite identificar la complejidad de la relación que les jóvenes mantienen con este espacio. Como se desprende de las entrevistas, distintas fueron las trayectorias hasta habitar su casa actual.
Fran y Rosa se criaron en el barrio contiguo, donde todavía vive parte de su familia, y luego se mudaron a casas pertenecientes a la zona del plan de viviendas. Alicia, Leo y Fede, quienes viven actualmente en El Martillo viejo, se criaron en este barrio desde que nacieron y hay, por lo menos, una generación anterior que ya residía allí. Lorena y Mayra provienen de barrios más lejanos de la ciudad; la primera, vivía a aproximadamente 10 km de su casa actual; la segunda, vivía en Villa de Paso y su vivienda fue parte de la relocalización.
Se encuentran, al menos, dos posiciones con respecto al barrio, las cuales van más allá de vivir en El Martillo viejo o en la zona del plan de viviendas. Por un lado, hay jóvenes que identifican al barrio como peligroso e inseguro, no tienen mucho contacto con sus vecines y realizan la mayoría de sus actividades dentro de su casa o fuera del barrio. Por otro lado, están quienes asocian el barrio con instancias de militancia, de diversión (por ejemplo, con bailar en la murga), comparten actividades con sus vecines y revalorizan la esquina como parte constitutiva de su identidad.
La identidad atribuida
Para reconstruir la identidad atribuida a les jóvenes de este barrio se emplearon fuentes primarias y secundarias. Por un lado, las entrevistas a dos personas adultas referentes de la zona –el Director de una Escuela Secundaria de gestión estatal y la ex Coordinadora del Centro de Integración Comunitaria (CIC)– y las entrevistas a les jóvenes. Por otro lado, las noticias publicadas en tres medios de comunicación digital locales (0223, Qué Digital y La Capital) que hacen referencia al barrio El Martillo.
La mirada adulta
Las personas adultas refieren a la juventud como una etapa de vitalidad y de formación, la comparan y la contraponen con sus propias vivencias y marcan las diferencias respecto al uso de las nuevas tecnologías y las redes sociales.
La juventud es una edad que personalmente viví muy bien. Me pude relacionar con muchas personas de mi edad, y también me fui formando en aptitudes para en el mañana tener objetivos de logros (...). La juventud es un eje de formación importantísimo, porque es donde empezamos a ver distintas formas de vida que queremos para el futuro (...). Yo lo veo como juego, diversión, como encuentro (Ex Coordinadora del CIC).
[La juventud es] oportunidad, futuro. (...) Para mí, los jóvenes son el futuro del país, tienen que aprender a salir adelante. Creo que en los últimos años, a los chicos se les están cortando la proyección, el futuro. No es que les están cortando, sino que no se pueden proyectar. Les cuesta pensar qué hacer, cómo salir adelante (...). Uno antes iba a juntarse con sus amigos, iba a la plaza, se generaba otro tipo de encuentros en el barrio… (Director de escuela secundaria).
Cuando describen a la juventud de este barrio en particular, dan cuenta de jóvenes que están atravesados por la inseguridad. En este sentido, la muerte de dos jóvenes en un tiroteo y ajuste de cuentas entre vecines5 marcó un antes y un después.
Por lo que me llega, y por lo que se ve, parece un lugar peligroso, complicado para andar, para estar… Hay mucha violencia, mucha delincuencia. Hay diferencias en el barrio, pero acá vienen chicos de toda la zona y no noto esa diferencia, por lo menos, no dentro del colegio. Sí escuché que a veces afuera hay alguna cosa, pero acá adentro no, jamás nada de eso (Director de escuela secundaria).
Estos niños, adolescentes, padecieron una adolescencia bastante compleja, por distintas pérdidas, producto de la violencia, y la violencia generó mucha división. Más allá de lo que pasó con Francisco, me refiero a lo que pasó en grupos de familias. Fue un antes y un después en todo el barrio. Marcó instancias en que los niños ya no salían más a la calle, y en los adolescentes, obviamente, que no estaban teniendo contención por la pérdida, lo que se notó muchísimo. Más allá de lo que podíamos hacer desde el CIC, de encontrarnos, se notó la poca contención que tenían (Ex Coordinadora del CIC).
Finalmente, plantean que su rol con respecto a la juventud es el acompañamiento, la contención, la formación de un vínculo fuerte y el suplir la figura adulta que está ausente en los hogares.
Son pibes que tienen muchas necesidades. Hay que ser cuidadoso, porque los jóvenes buscan vínculos que por ahí en su primer núcleo no tienen. Si venís y después te vas, es un manoseo de sentimientos con el otro (...) y, muchas veces, cuando no los tienen (en su casa) uno cumple esas funciones (...). Creo que la esperanza es fundamental para tener objetivos de vida, para que estemos bien con una persona, para que dejemos la violencia y empecemos a tratarnos bien, para que generemos espacios de buen trato, de vinculación (Ex Coordinadora del CIC).
Uno tiene que generar un vínculo, ir de a poco para ganarse su confianza, para que entiendan que uno está de su lado o que está para ayudarlos, o para lo que sea mejor para ellos (...). Pero es todo un proceso, generar un vínculo, que se entiendan algunas cosas, lleva mucho tiempo (...). A mí lo que más me gusta, lo que más trato de hacer, es darles a entender que si ellos se ponen las pilas pueden conseguir lo que quieran. Pero lo tienen que conseguir ellos, para que entiendan que pueden (Director de escuela secundaria).
Los medios
Para el análisis de las noticias que hacen referencia al barrio El Martillo, se realizó una búsqueda en tres medios locales de comunicación digital (0223, Qué Digital y La Capital), durante el período en el que se llevó a cabo el trabajo de campo (enero de 2018 a septiembre de 2019, fecha de la última entrevista realizada). Las noticias seleccionadas se dividieron en tres temas principales: condiciones habitacionales, hechos delictivos y «sociedad».
En el portal 0223 (https://www.0223.com.ar/) se identificaron 34 noticias que hacen referencia a El Martillo: 19 aluden a condiciones habitaciones (obras públicas, acceso a la vivienda digna, recolección de residuos, problemas edilicios de la escuela secundaria y situación del Centro de Atención Primaria de Salud); 12 corresponden a hechos delictivos (robos varios con jóvenes y adolescentes implicados, tiroteos, «el salvaje crimen del Martillo» y robo seguido de amenaza de violación); y tres abordan temas de «Sociedad» (reconocimiento a un fomentista del barrio, pedido de ayuda para una familia y rectificación de la partida de nacimiento de una mujer trans).
En el portal La Capital (https://www.lacapitalmdp.com/) encontramos 11 noticias. Las condiciones habitacionales son referidas en dos de ellas (caravana por la vivienda digna y dichos del Secretario de Salud); los hechos delictivos, en seis (robos, condenas, juicios y asaltos en la zona); y los temas relacionados con «Sociedad», en tres (muerte de un fomentista y homenaje, una misa y festejos por el mes de la niñez).
En el portal Qué Digital (https://quedigital.com.ar/) solo fueron publicadas cuatro noticias relacionados con El Martillo. En dos de ellas se hace referencia a condiciones habitacionales (paralización de la obra pública en el barrio y falta de recolección de residuos); las otras dos pueden enmarcarse en hechos delictivos (robo en el CIC y condena a dos personas por una entradera).
Según se desprende del relevamiento, para estos medios los únicos jóvenes que entran en escena son «varones peligrosos», que delinquen, realizan entraderas, balean o son baleados en el contexto de un barrio que presenta graves problemáticas habitacionales y de «inseguridad». Esta identidad que es atribuida a la juventud de El Martillo, y la forma de caracterizar a les jóvenes en general, no se encuentra solo en los medios de la ciudad de Mar del Plata. En la investigación realizada por Christian Dodaro y Verónica Díaz Ordoñez (2020) se muestra cómo los medios hegemónicos de tirada nacional construyen un estigma sobre la peligrosidad de les jóvenes, mediante el refuerzo de estereotipos (uso de «gorras, de equipos de gimnasia, violencia, abuso de droga y pequeña delincuencia», p. 6) que recaen sobre aquellos que provienen de sectores populares.
Les propies jóvenes
Al analizar las entrevistas realizadas a les jóvenes, también se observa la doble caracterización expuesta: la juventud ligada a la esperanza, a las oportunidades, al futuro, que coincide con el modo de caracterización de las personas adultas referentes; y la juventud con fuerte carga negativa, concebida como peligrosa, en línea con lo que expresan los medios de comunicación.
La gente más grande, la gente adulta, se queja de que los jóvenes no son como los jóvenes de antes (Lorena, 23 años).
Que son unos vagos, que no sirven para nada. Es lo que dicen todos: «Ese vago no sirve para nada» (Rosa, 21 años).
Y… depende con qué mirada, porque los podés ver como un motor o como una desgracia, o sea, están los dos puntos de vista. Se dicen en cosas positivas o negativas, depende a qué joven se esté mirando y depende quién lo esté mirando (Alicia, 24 años).
Hoy en día los ven como gente plaga, depende quién igual; la mayoría los ve así. Hoy en día los pibes son muy plagas, y son como distintas generaciones y siempre recalcan eso: «Uy, mi generación era así». Y así todo el tiempo (Leo, 24 años).
Creo que los ven medio mal, es como que sos muy joven todavía, como que ellos por ser grandes nos tienen que enseñar todo (...). Es como la gente adulta los trata, como si no entendieran nada por ser más jóvenes, o sea, no. Tipo: «Soy joven pero puedo entender un montón de cosas» (Mayra, 19 años).
La misma gente te lo dice: «Este, si no termina siendo chorro, va a terminar vendiendo droga” [risas]. Pero también está la mirada esa de que los jóvenes son el futuro de la sociedad, del país, del mundo. Pero ¿qué le damos a esos pibes para que sean el futuro? Si hoy no tenemos acceso a un trabajo y la educación está cada vez peor. Muchos, ni siquiera tienen acceso a un plato de comida y eso los lleva a hacer un montón de cosas: salir a robar o terminar vendiendo droga (Fran, 24 años).
Los medios locales muestran una representación negativa y estigmatizada. Tanto el barrio como la juventud de El Martillo están vinculados con la imagen de hombres jóvenes que delinquen en un barrio marcado por problemáticas habitaciones y de inseguridad. Por el contrario, las personas adultas referentes que se encuentran en contacto constante con estas poblaciones, si bien marcan diferencias entre la juventud actual y la propia, plantean que se trata de una etapa de formación, que les jóvenes son «el futuro» y que su rol como personas adultas es acompañarles y estar presentes. Les propies jóvenes, en tanto, observan estas diferencias y dan cuenta de una comparación con las juventudes anteriores, en términos de diferencias entre generaciones y señalan que algunes adultes piensan a la juventud de forma negativa (como vagos, plagas, rebeldes y vinculados con actividades ilícitas. Sin embargo, también plantean que existen personas adultas que ven a la juventud como el futuro, como motor de cambio.
La identidad reivindicada
¿Qué significa ser joven para les jóvenes de El Martillo? ¿Cuál es la juventud que reclaman como propia? Al buscar desentrañar cuál es la juventud que reivindican, nos encontramos con una idea fuerte presente en todas las entrevistas: la juventud y el ser joven son una condición interna que no depende, necesariamente, de la edad de las personas. La juventud está asociada a la fuerza, al espíritu, a salir de joda, a las pilas, a las ganas de vivir, a la alegría.
[La persona joven] tiene más energía, más positividad, capaz, más esperanza, más voluntad (...). Depende del espíritu interno de cada uno, porque hay gente de 40 años que parece joven, son jóvenes (Alicia, 24 años).
Ser joven no es, precisamente, la edad, sino sentirse bien y con ganas de hacer cosas. No estar decaído, haciéndote el viejo: «No, no tengo ganas, estoy cansando». Es cagarse de risa, pasarla bien, sentirse bien (...). Si tenés 30, 40 años y te sentís joven, y salís de joda, sos joven. Depende de la actitud y el carisma de la persona (Leo, 24 años).
Hay mucha gente que parece que es joven pero no lo es; es más lo que uno es. Una persona joven es joven, además de por la edad, por la actitud (Mayra, 19 años).
Aunque reconocen que a veces no tienen esa fuerza con la que caracterizan a la juventud, se consideran personas jóvenes y plantean que tienen proyectos a futuro como terminar la escuela, estudiar algo más, formar una familia, progresar y contribuir a una sociedad mejor.
Ser joven es tener el deber de caminar para algún lado donde pienses que va a ser mejor para la sociedad (Alicia, 24 años).
Fidel decía que en la juventud se deposita la esperanza, y creo que en parte es así; o sea, la juventud es como siempre, va a ser la nueva generación. Nosotros depositamos mucho en la nueva generación, no sé si serán los que cambien todo el día de mañana, sino los que muestren a las generaciones que vienen atrás que las cosas pueden ser distintas. Esa es una de las cosas más positivas (Fran, 24 años).
E: ¿A qué asociás la palabra juventud?
A futuro… progreso, todo lo que tenga que ver con eso. Dedicación. Hay jóvenes que son muy dedicados a muchas cosas, a sus estudios, a la militancia, a la gente que menos tiene. Veo más grupos de jóvenes que grupos de otras cosas (Mayra, 19 años).
Se observa, así, que la identidad que reivindican estes jóvenes se aleja, y contrasta con la juventud negativizada atribuida por el mundo adulto.
La identidad hegemónica
Para hacer referencia a la identidad hegemónica de juventud, se recupera lo planteado por Mario Margulis y Marcelo Urresti (1998), quienes postulan que esta se encuentra directamente asociada con la experiencia de juventud de la clase media, que se propone como universal y transferible al resto de los sectores de la sociedad. Para los autores, estes jóvenes poseen una moratoria social, es decir, la posibilidad de postergar las responsabilidades de la vida adulta, que alberga una promesa de futuro, un espectro abierto de posibilidades; en palabras de les jóvenes de El Martillo, la disponibilidad de tiempo para estudiar, para trabajar, para salir, etcétera.
Esta juventud hegemónica entra en tensión y en contradicción con la identidad atribuida por el mundo adulto cuando considera a les jóvenes como vagos y peligrosos, y, al mismo tiempo, como esperanza para el futuro. Las expectativas impuestas por elles mismes, por les adultes referentes y por la sociedad en general otorgan un gran peso y responsabilidad al hecho de ser joven, y aparece el esfuerzo por demostrar que no son ni vagos ni peligrosos, y por hacerse cargo de las altas expectativas de otra generación. A su vez, esa identidad que han heredado de sus familias entra en tensión con las socializaciones siguientes y con la capacidad de poner en juego los capitales con los que cuentan para reconfigurarla, capitales que, muchas veces, son precarios e insuficientes: un título secundario devaluado, pocas redes de contactos para conseguir trabajo, experiencias laborales precarizadas y lugares asignados en los que quedan dentro del mercado de trabajo, escaso capital social (falta de cupos en cursos de su gusto, limitadas recomendaciones para otras instancias de formación, etc.), y el hecho de encontrarse en un barrio segregado del resto de la ciudad y segmentado internamente.
Entendiendo la identidad social como una instancia de lucha, de negociación y de tensión entre vivencias biográficas y experiencias vitales, resulta interesante analizar la forma en que la construcción de la identidad de estes jóvenes entra en tensión con la idea de juventud hegemónica. En tal sentido, podemos pensar en el impacto que genera la necesidad impuesta por la sociedad actual para permanecer jóvenes, al instaurar una sola forma de ser joven, una juventud homogeneizada. Esto repercute en la constitución identitaria de les jóvenes, dado que crecen y son socializades en un sistema donde pareciera que la ley es que todes cumplan con el modelo de eterna juventud (Gallego & Granada, 2008; Margulis & Urresti, 1998).
Así es como se construye un joven tipo, que se muestra sonriente, triunfador, seguro de sí mismo, a la moda, etc. y que algunos autores llaman el «joven del mito» (Margulis & Urresti (1998); Gallego & Granada, 2008). Se trata de un joven privilegiado que dispone de bienes, posee tiempo libre y, sobre todo, consume –y que, podríamos agregar, es varón cis heterosexual–. Este joven es un estereotipo sobrevalorado por el mensaje publicitario, un joven legítimo, heredero, que tiene todas las cualidades que los grupos dominantes definen como las características ideales para la reproducción de la vida, el patrimonio y la posición social. Esto habilita a pensar que a tal categoría solo pueden acceder les jóvenes acomodades económicamente, y no aquelles de sectores sociales bajos, lo que permite suponer que los distintos tipos de jóvenes tienen distintos tipos de legitimación social.
Esta juventud homogénea, hegemónica y legítima influye sobre la identidad de les jóvenes de El Martillo, como se observa cuando se indaga sobre la identidad que reivindican, ligada a la fuerza, al espíritu de ser joven. Así como en la construcción de juventud hegemónica, para elles la juventud está asociada con la formación, con el tener tiempo para capacitarse, para desarrollarse, tiempo de ocio para usar en redes sociales y, también, para trabajar; una forma de ser joven que se aleja de sus propias realidades y recorridos.
Al preguntarles sobre las actividades diarias, en general, les jóvenes no mencionan las que elles realizan, sino que las dejan en segundo plano, quitándoles legitimidad y valoración (tareas ligadas a la reproducción del hogar, el cuidado de sus hijes, el esfuerzo que implica criar a sus hijes mientras estudian y se capacitan, la militancia, la murga, el rap y los lazos que comparten en la esquina de su barrio).
E: ¿Qué pensás que hace una persona joven a lo largo del día?
Una persona joven va a la escuela, almuerza, ayuda en la casa, hace la tarea, duerme la siesta, mira mucho el celular, el facebook, el whatsapp… Está muy pendiente de quién subió una foto o quién escribió algo (Adriana, 23 años. Notas de campo).
Mmm… divertirse… no sé, estar con amigos, mmm… estudiar (Alicia, 24 años).
Creo que se levanta, va al colegio, hace algún deporte, estudia (Rosa, 21 años).
Desde mi punto de vista, es verle el punto bueno a la vida y disfrutar de las cosas que te van pasando, aprender de lo que te pasa y buscarle lo positivo (...). Y disfrutar, disfrutar y ponerle onda a todo lo que hagas: trabajar, estudiar, hacer cualquier cosa seria y ponerle la mejor onda (Leo, 24 años).
La mayoría trabaja, estudia, está con la familia. Pero trabajar y estudiar, es lo que digo, sos joven, tenés que trabajar y estudiar (Mayra, 19 años).
Siento que tiene que trabajar y estudiar; eso creo que es fundamental.Cada uno decide ¿no?, pero creo que algo tiene que hacer, y lo digo yo que soy vago (risas). Creo que es la mejor etapa, es donde más podés disfrutar, porque el cuerpo está con energía y eso. Cosas así (Fede, 17 años).
Y, según con qué responsabilidades cuente. Si sos joven y tenés tu trabajo y tenés tus responsabilidades familiares o en lo que vos cumplas… Eso es más bien una vida normal. Después, el que no tiene responsabilidades, al tener el día tan desocupado, vas buscando momentos del día para poder refugiarte, digamos. Te vas a jugar al fútbol o te juntas en la esquina o elegis otras cosas (Fran, 24 años).
La identidad negativizada
Les jóvenes de El Martillo se encuentran en una constante negociación con la identidad negativizada a la que refieren los medios de comunicación por vivir en un barrio determinado. Cargan con el estigma de ser jóvenes que habitan un barrio alejado del centro y considerado peligroso; es decir, no solo las características del barrio les imponen este estigma, sino también el hecho de ser jóvenes.
En términos de Goffman (2006), el estigma hace a la conformación de una identidad deteriorada que afecta a la persona de una manera tal que le es difícil salir de ese proceso. En este caso, y como sostiene Chaves (2005), el joven es visto como peligroso, «pero no es la acción misma, sino la posibilidad de la acción lo que lo hace peligroso. Todo joven es sospechoso, carga por su estatus cronológico la marca del peligro» (p. 15). En nuestra sociedad, las juventudes se encuentran negadas y negativizadas, no se reconocen como sujetos clave y productivos, a la vez que sus acciones cargan con una fuerte impronta negativa (Chaves, 2023).
E: ¿Qué cosas negativas tiene el ser joven?
Depende de a donde vos correspondas, a qué parte de la sociedad correspondas, porque si sos joven de un barrio tenés como un montón de cosas negativas. La gente te discrimina, la misma sociedad, no podés andar tranquilo. Hasta la policía tiene esa idea del pibe villero, por la característica de la ropa, ya sabe si te tiene que parar, si te deja seguir o si te tiene que verduguear o no. Hay como muchas cosas negativas. No sé si son nuestras, sino que son más parte de la sociedad si se quiere, que ser joven pobre es ser drogadicto, chorro… Eso se vuelve una parte negativa (Fran, 24 años).
Y, los jóvenes que se drogan, que andan robando, que matan gente… Esas cosas negativas (Rosa, 21 años).
De esta forma, se observa cómo la constitución de la identidad social de estes jóvenes se encuentra en constante tensión y lucha con las identidades anteriormente desarrolladas. Ser joven del barrio El Martillo carga con una doble negativización: por un lado, por vivir en un barrio considerado peligroso; por otro lado, por la carga que otorga el solo hecho de ser joven. A esto se suma la presión moral por ser la generación del cambio, por tener que crear un futuro mejor para todes, mientras ejerce presión la idea de juventud hegemónica y se ponen en juego sus propias vivencias y herencias.
Reflexiones finales
Que no solo te sirva a vos como un trabajo para poder terminar, sino que también nos pueda servir a todos.
Fran (24 años).
En el presente artículo se propuso investigar la configuración de la identidad social de jóvenes que viven en El Martillo, un barrio segregado de la ciudad argentina de Mar del Plata. Para reconstruir esta identidad social, durante los años 2018 y 2019, se realizó un trabajo de campo que incluyó entrevistas, tanto a jóvenes como a personas adultas referentes, así como observaciones participantes. Como principal hallazgo de este proceso de reconstrucción, se puede considerar el hecho de las identidades de les jóvenes se encuentran en tensión y en disputa, y que sus propias vivencias se presentan en contradicción con la identidad de juventud hegemónica.
Como se expuso, el barrio El Martillo tiene la doble característica de encontrarse segregado del resto de la ciudad y, a la vez, segmentado internamente. Esta situación, y la mirada externa y negativa de los medios de comunicación, impacta en la conformación identitaria de les jóvenes, quienes dialogan en las entrevistas con esa mirada pública que conocen y que buscan discutir. Quienes habitan El Martillo viejo tratan de diferenciarse de las casitas, mientras que quienes habitan en esta zona buscan mostrar otra cara de vivir en el plan de viviendas. De este modo, si bien se identifica una construcción del nosotros/ellos, ambos grupos coinciden en su búsqueda por sortear la negativización y la estigmatización que implica vivir en este barrio en particular.
Resulta interesante destacar cómo la identidad que reivindican estes jóvenes se encuentra en pugna con la caracterización de la que son objeto, sobre todo, en los aspectos negativos y estigmatizantes. Por un lado, expresan que el mundo adulto les otorga un enorme peso al atribuirles el rol de agentes de los cambios en el mundo; si bien comparten esta idea, no dejan de percibir que se trata de cumplir con expectativas altas. Por otro lado, disienten con la configuración negativa que ofrecen los medios de comunicación, que refieren a la juventud en términos de jóvenes varones y peligrosos que habitan un barrio marcado por la delincuencia y por los problemas de infraestructura. Frente a esto, les entrevistades caracterizan a la juventud como ligada a proyectos, a esperanzas y a un futuro mejor, a la vez que se puede rastrear una resistencia más explícita cuando resignifican la esquina, el compartir con los pibes, el participar de la murga o el militar, es decir, otras formas de habitar el barrio y la esquina que escapan a la mirada estigmatizante del mundo adulto.
A lo largo del análisis, se pudo dar cuenta de que les jóvenes de este barrio no han tenido una misma forma de transitar su juventud: son distintos los recorridos por las instituciones, las composiciones familiares, las trayectorias escolares y las experiencias laborales. A pesar de estas diferencias, algunas veces tan marcadas, coinciden en la forma en la que representan a la juventud reivindicada y a la hegemónica, ambas asociadas a la sensación de vitalidad y a la existencia de un futuro abierto: para les entrevistades, las personas jóvenes son aquellas que poseen el tiempo para formarse, capacitarse, desarrollarse y trabajar, a la vez que también disponen de tiempo de ocio para divertirse, para compartir con amigues y en redes sociales. Esta caracterización de la juventud entra en tensión con las actividades y con las sensaciones que elles mismes describen en su día a día, lo que pone de manifiesto una distancia entre aquella juventud que desean o a la que aspiran y aquella que viven. Al indagar sobre sus tareas diarias, les jóvenes no mencionan las que elles realizan, sino que las dejan en segundo plano, quitándoles legitimidad y valoración; estas son las actividades ligadas a las tareas de reproducción del hogar, el cuidado de sus hijes, el esfuerzo que implica criar a sus hijes mientras siguen estudiando y capacitándose, la militancia, la murga, el rap y los lazos que comparten en la esquina de su barrio.
Existen, al menos, dos temas que sería interesante continuar indagando en función de los resultados obtenidos en esta investigación. Por un lado, lo referido a las desigualdades de género que les jóvenes mencionan que viven y que observan. Por otro lado, las consecuencias que las investigaciones sobre juventudes tienen sobre las vidas de les mismes jóvenes. Sobre esto último, Fran (24 años), al finalizar la entrevista, planteó que el presente trabajo debía poder servir a todes y no ser solo un ejercicio académico. La reflexión sobre este aspecto nos lleva a cerrar el artículo con la propuesta de no perder la capacidad de interrogarnos sobre nuestro rol como cientistas sociales y de preguntarnos: ¿cómo impacta, tanto en las subjetividades de les investigadores como de les integrantes de una comunidad, la interacción para producir conocimiento? ¿Somos les mismes luego del trabajo de campo? ¿Qué tipo de consecuencias tiene para la comunidad nuestro trabajo en territorio? También resulta central darnos el espacio para reflexionar de qué forma podemos retribuir a las comunidades los conocimientos, el tiempo y la dedicación que nos brindan, para que, como dice Fran, las investigaciones les sirvan a todes.
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Apéndice
Notas