En casa solía repetirse y estirarse una frase de rutina: “no hay milico ni policía bueno”. Una cuestión de tiempo, y tal vez de madurez, demolió la majestad de tal afirmación.
Pero sin dudas fue Hugo Chávez quien removió las certezas y acudió con urgencia a sacarnos de las penumbras. Es cierto, Chávez se parecía cada vez menos a un militar. Pero también es cierto que como en toda regla, hay excepciones. Y si no las hubiera, no habría tal regla.