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Para todos

                                                       Rossana Viñas
Transcurrieron cien años de la Reforma Universitaria de 1918,
que nació en la provincia de Córdoba y que se extendió más
allá de nuestras fronteras, a toda Latinoamérica.
Una Reforma que nos dejaría como legado el Manifiesto
Liminar, que fue el puntapié para pensar una universidad
para todos, desde una matriz laica y latinoamericanista y que
nos enseñó a todos los que somos parte del sistema educativo
que en realidad, “toda la educación es una larga obra de amor
a los que aprenden”.
Una larga obra de amor a los que aprenden, como portadores
del derecho a la educación. Un derecho inalienable, que
quienes ejercemos el rol de la docencia no debemos perder de
vista.
Y entonces pensar ese derecho es pensar y repensar en las
políticas de acceso que rigen en la universidad. Lo restricto o
irrestricto en ese acceso a una institución de educación superior,
se establece desde la institución misma a la que el estudiante
llega y también por el marco educativo político nacional. Esto
implica decisiones de presupuesto e infraestructura, pero
tambiénde marco legislativo.
Entonces, son las instituciones y el Estado, como garante, quie-
nes con parte fundamental en las políticas y en las estrategias
que se implementan o no. Son decisiones académicas pero
mucho más, político-ideológicas: qué universidad proyectamos,
qué universidad queremos, qué universidad sentimos.
En ese escenario, uno de los actores que cumplimos un rol
elemental en el acceso a los estudios superiores para todos,
somos nosotros, los docentes. Cabe recordar-más allá del
Manifiesto Liminar- que en 1949, la Ley  de Gratuidad de la
Enseñanza Universitaria permitió el acceso a la universidad a
todos los sectores sociales y que en 2015, la reforma de la Ley de

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