Page 2 - Sobre gustos y un poco más. Tomás Grilli
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primer lugar, a ninguno de los entrevistados le gustó leer Sobre gustos y un poco más
ni El Poema del Mio Cid, ni El Quijote. Aparecían respuestas
como “se me dificultaba leerlo, no entendía muchas de las
palabras y me terminaba aburriendo”. En segundo lugar, no
se les explica el porqué van a leer ese texto, y mucho más
importante el porqué hay que leer.
Nos “formamos” bajo una filosofía de obligatoriedad durante
todo el ciclo escolar, leemos porque nos dicen que tenemos
que leer. Leemos para poder pasar la materia.
Desde chiquitos, se nos leen cuentos, cuentos fantásticos, de
aventuras, de magia, de princesas, de caballeros. Empezamos
el colegio, la primaria, y nos enseñan a reflexionar, a sacar
conclusiones sobre fábulas, sobre mitos griegos. Esos los
recordamos toda la vida.
Pasamos a la secundaria y lo primero que nos dan para
leer es, por ejemplo, El Mio Cid, nos llama la atención un
lenguaje antiguo, un formato distinto, es un poco más largo
que todo lo que veníamos leyendo, la lectura se dificulta y nos
preguntamos, ¿para qué me sirve?
Nos toman el examen, tenemos que resumir “X” capítulo,
resumir el “Segundo cantar: las bodas”. Pasamos al Quijote,
nos acordamos de la obra de teatro que alguna vez vimos,
la pelea con los molinos. No lo terminamos de leer, total ya
conocemos la historia.
Entonces llega Cortázar, Poe; nos enamoramos. Nos gustan,
decimos que son locos, que lo que escriben es genial, leemos
“Continuidad en los parques” y “nos vuela la cabeza”. A la
profesora también le gusta, charlamos sobre los cuentos y nos
recomienda leer Rayuela.
Esos son los puntos en común de las entrevistas de chicos de
distintos pueblos, diferentes edades y distintas instituciones.
Quizá el plan académico incluya El cantar del Mio Cid, y
seguramente sea necesario conocer que es la primera obra
narrativa extensa de la literatura española en una lengua
romance. Pero lo que puede llegar a influir mas allá de los
gustos personales, es la forma en la que se presente el texto.
En el artículo “Contar para leer, esa es la cuestión”, Judith
Vescovo aclara “La literatura es para los jóvenes un lenguaje
oscuro y difícil de abordar por su densidad formal, semántica y
estética y por ello genera una resistencia a la lectura, de modo
que es necesario la presencia de mediadores” (2015).
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