Teórico nº 9 – Voleibol en Argentina

LA SELECCIÓN NACIONAL QUE JUGÓ EL MUNDIAL 1982 (Foto voley631.com.ar)

En esta clase vamos a concluir con el desarrollo del voleibol, el segundo de los deportes con los que vamos a trabajar en la materia. Vamos a hacer un recorrido por lo más importante de su historia en nuestro país y será a partir de la lectura del texto “Historia del voleibol e inicios en Argentina”, de María Belén Bartoli y Andrés López, que se puede leer en ESTE LINK. Daremos comienzo a la clase propiamente dicha mirando un video.

Esta pieza es un video institucional de la Liga Mundial de voley, que intenta mostrar una de las virtudes que tiene el deporte en la Argentina: su federalismo. La frase “Tu naturaleza pide voley” intenta relacionar a la disciplina con la naturaleza de los distintos puntos del interior del país, aunque en este caso sirve para pensar en una de las características que tiene el voley como disciplina, que es toda una paradoja en relación al lema elegido. Y es que se trata de un deporte donde todos los movimientos técnicos son antinaturales.

Todos los movimientos del voley deben ser aprendidos, y quizá por eso fue que se incorporó con mucha fuerza a la escolaridad a partir del impulso de Enrique Romero Brest, el padre de la Educación Física escolar en Argentina. En 1938 se incorporó en las escuelas de enseñanza media como un deporte para los varones, que desde entonces comenzaron a tener un desarrollo superior al de las mujeres, que en esos tiempos jugaban en la escuela a la pelota al cesto.

Por eso mismo, no es casual que el voleibol sea un deporte para adultos. Toda su lógica de juego se planteó originalmente para personas mayores. Dicen los especialistas que si a un niño de dos o tres años se le da una pelota, puede hacer tres cosas: patearla, agarrarla o picarla. Y en el vóley, ninguna de esas acciones forma parte del juego.

Sin embargo, el deporte tardó mucho en alcanzar la popularidad. Introducido en el país en 1912 por la Asociación Cristiana de Jóvenes, llegó junto con el básquetbol y (salvo en algunas excepciones) siempre estuvo por detrás de él en la consideración de los clubes, el tradicional espacio de la práctica. En los patios y en los gimnasios, los aros le ganaban a las redes de voley. Y también en los medios de comunicación.

Si la revista El Gráfico sirvió como un termómetro para medir la popularidad de los deportistas en Argentina, hay que decir que la primera vez que tuvo voleibolistas en la tapa fue en su edición nº 3.289. Fue el 19 de octubre de 1982, gracias al Mundial que se disputó en nuestro país y donde nuestro seleccionado masculino sorprendió al quedarse con un tercer puesto que no estaba en los planes de nadie. Y encima de todo, lo hizo en un momento histórico muy particular.

Ese torneo se disputó pocos meses después de la Guerra de Malvinas, que empezaba a marcar el ocaso de la última Dictadura de nuestra historia. Allí, un grupo de jóvenes hicieron historia subiéndose al podio por primera vez. Pero además generaron el espacio para que, en el Luna Park, se cantara masivamente contra el gobierno militar. Y eso los hizo muy populares, casi tanto como el éxito deportivo.

En la entrevista a Waldo Kantor, el armador de ese equipo, el periodista Carlos Asnaghi decía que en ese 1982 el voleibol “abandonó las playas, abandonó los institutos secundarios, los torneos de federados”. Hasta allí, esos eran los espacios en los que se desarrollaba el deporte, lejos de las luces y del reconocimiento. La historia comenzó a cambiar allí, cuando los nombres de Hugo Conte, Daniel Castellani, Raúl Quiroga, Carlos Wagenpfeil, Jon Uriarte y Esteban Martínez empezaron a ser reconocidos. Y también el de su entrenador.

El hombre que condujo a la llamada Generación del 82 se había hecho cargo de la selección siete años antes, el 21 de mayo de 1975. Y si esa fecha permanece en el recuerdo es porque hay un antes y un después de la llegada de Young Wan Sohn a la conducción técnica nacional. Su trabajo produjo un impacto único, revolucionando la forma de jugar y dándole un salto de calidad a nuestros jugadores.

Esos jugadores, sin embargo, ya existían cuando él hizo su arribo con un Mundial en el horizonte, el de 1978. Allí a Argentina no le fue bien (terminó antepenúltimo entre 24 participantes), pero le dio a su entrenador una experiencia que pudo capitalizar cuatro años después, jugando como local. El equipo tuvo una extensa preparación para llegar a ese torneo, aprovechando un momento ascendente del deporte, que en el siguiente video explica Julio Velasco, quien integró el cuerpo técnico del coreano.

Para muchos que no son grandes conocedores del deporte, todos estos datos que brinda Velasco son una sorpresa. Existe consenso en que el gran transformador del voley en Argentina fue Young Wan Sohn, pero no son muchos los datos que se conocen de los años previos, de esas transformaciones que se fueron produciendo en el medio interno. Hacía por lo menos 13 años (desde aquel Mundialito en Uruguay de 1969) que se estaba mirando fronteras afuera, y eso generó que se buscara a un entrenador extranjero para buscar un salto de calidad.

Desde el continente asiático llegaron las enseñanzas a partir de la llegada de Sohn, y fue justamente en Corea del Sur donde nuestra selección consiguió su mayor conquista de la historia: la medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Seúl 1988. El tercer lugar igualaba la posición del Mundial jugado seis años antes, pero en el escenario más importante y venciendo en el duelo por el tercer lugar a Brasil, el clásico rival sudamericano y al que muy pocas veces se pudo derrotar en toda la historia.

Para graficar la despareja rivalidad con Brasil hay que decir que en la historia el Campeonato Sudamericano se jugó en 35 ocasiones y que en 33 de ellas los campeones fueron los brasileños. Argentina solamente pudo ganar el torneo de 1964 (que se jugó en Buenos Aires y donde Brasil no participó) y el de 2023, donde por primera vez le ganó una final a su clásico rival. Sin embargo, en el historial olímpico, nuestra selección se impuso cuatro veces a la verdeamarelha.

La primera victoria del historial fue en el duelo por el tercer lugar en Seúl 1988. La segunda, en el partido inaugural de Atlanta 1996 y la tercera en cuartos de final de Sydney 2000, que clasificó a nuestro equipo a las semifinales. Argentina terminó esa vez en el cuarto lugar, con Hugo Conte de regreso al equipo a los 37 años y complementando al equipo que había dado un gran impacto cinco años antes, en los Juegos Panamericanos de Mar del Plata 1995, donde consiguió la medalla de oro.

Con Javier Weber como armador (que había sido el suplente de Kantor en Seúl 1988), Marcos Milinkovic como opuesto estrella y Daniel Castellani (el capitán de la Generación del 82) como DT, Argentina sorprendió al quedarse con ese título y luego demostró que no fue casualidad, al consolidarse en el lote de los diez mejores del mundo durante una década.

El Mundial 2002, que se disputó en Argentina, fue el cierre de un proceso para gran parte de esa generación, con otro jugador del 82 como entrenador, en este caso Carlos Getzelevich. En ese toneo, que volvió a tener al Luna Park como escenario principal, se despidieron del equipo Javier Weber (que más tarde volvió como técnico) y Conte, elegido como uno de los ocho mejores jugadores del siglo XX. Y Argentina terminó en el sexto lugar, su puesto más alto hasta el presente.

Desde ese momento hasta aquí, fue el turno de los hijos de la Generación del 82. Y eso no es solamente una frase hecha, ya que Facundo Conte, Nicolás Uriarte e Iván Castellani llegaron a la selección como antes lo habían hecho sus padres. Y Rodrigo Quiroga, otro que fue figura en el equipo nacional en el nuevo siglo, es el sobrino de Raúl, como parte de un legado que se transmitió de una generación a otra.

Ellos tuvieron una chance que no tuvieron sus padres y tíos: formarse en una Liga Argentina, que les dio la posibilidad de medirse con los mejores del país y con muy buenos extranjeros, y además de tener una competencia continua en el seleccionado, a partir de la creación de la Liga Mundial, hoy reemplazado por la Liga de las Naciones. Y en 2015 volvieron a conseguir el oro panamericano en Toronto 2015, venciendo a Brasil en la final.

La actual generación también logró meterse en el podio de las mejores selecciones del mundo al obtener, después de 33 años, nuevamente una medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020. En esta oportunidad el representativo nacional perdió en semifinales con Francia y logró el bronce ganándole nuevamente un partido histórico al poderoso Brasil por 3 a 2. El equipo comandado por Marcelo Méndez estuvo integrado por Luciano De Cecco, Matías Sánchez, Bruno Lima, Federico Pereyra, Sebastián Solé, Martín Ramos, Agustín Loser, Facundo Conte, Ezequiel Palacios, Cristian Poglajen, Nicolás Méndez y Sebastián Danani.

Como con el básquet, también la presencia de las mujeres aparece en segundo plano en esta historia, aunque en este caso hay muchos motivos por lo que podría ser diferente. Y es que los equipos femeninos son más que los masculinos en la mayor parte del país, y son más las jugadoras federadas que los jugadores. Sin embargo, el seleccionado femenino no ha conseguido tantos resultados positivos como el de los varones.

Recién en el año 2001 ellas consiguieron la clasificación a un Mundial, con el equipo que le dio origen al apodo de Las Panteras, como se las conoce desde entonces. Y había jugadoras como para pensar en un crecimiento (como el caso de Carolina Costagrande, de quien hablaremos la próxima clase), pero los conflictos dirigenciales y la falta de continuidad en los procesos hicieron que el desarrollo fuera más lento de lo esperado.

Costagrande, por ejemplo, pasó a jugar para la selección de Italia, donde ganó la Copa del Mundo de 2011, siendo elegida como la mejor jugadora de ese torneo. Y Argentina tardó para recuperar un lugar entre las mejores del mundo, algo que empieza a consolidar en estos años. En 2014 y 2018, por ejemplo, consiguió volver a los Mundiales dejando afuera a Perú y en 2016, por primera vez, clasificó a los Juegos Olímpicos, en una historia que vamos a repasar con el video que aparece a continuación.

Aun con inconvenientes, el crecimiento de la competencia interna de los últimos años va dando sus frutos, con una Liga que permite que las jugadoras tengan una preparación en el día a día que les permite subir un escalón en el continente, y que les da la chance de llegar al escenario internacional a medirse con las mejores del mundo.

Los últimos años le dieron además una continuidad inédita en el primer nivel, con una generación de voleibolistas que se acostumbró a ser parte de las grandes competencias. Después de 2016 lograron clasificar al Mundial de 2018 (donde no pudieron pasar de ronda por diferencia de sets en un triple empate con México y Camerún), en 2020 volvieron a clasificarse para los Juegos Olímpicos.

Y ese crecimiento también empieza a notarse en las categorías menores. Allí llegó hace tres años otro impacto inolvidable entre los varones. El 25 de agosto de 2017, Argentina se consagró por primera vez en la historia como campeón del mundo, en este caso en la categoría Sub23, al vencer en la final a Rusia por 4-2, con una modalidad diferente que se probó a modo experimental: partidos al mejor de siete sets pero más cortos, terminando en 15 puntos y no en 25.

Matías Sánchez, Gaspar Bitar, Germán Johansen, Gastón Fernández, Agustín Loser, Liam Arreche, Edgar Vieira, Brian Melgarejo, Jan Martínez, Ignacio Luengas, Andrés Arduino y Santiago Danani integraron el plantel campeón que dirigió Camilo Soto y unos cuantos de ellos llegaron a la selección mayor para quedarse por mucho tiempo. Uno de ellos fue Loser, figura en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 y responsable de una jugada que ya está en la historia: el bloqueo que le dio a Argentina el triunfo ante Brasil en el duelo por el tercer puesto, y la segunda medalla olímpica de la historia.

Luciano De Cecco y Matías Sánchez como armadores; Bruno Lima y Federico Pereyra como opuestos; Sebastián Solé, Martín Ramos y Agustín Loser como centrales; Facundo Conte, Ezequiel Palacios, Cristian Poglajen y Nicolás Méndez como puntas receptores; y Santiago Danani como líbero fueron los integrantes de ese equipo que dirigió Marcelo Méndez y que unió generaciones, con veteranos como De Cecco, Solé y Conte (hijo de Hugo, estrella de la Generación de 1982) hasta quienes llegaban desde el equipo campeón del mundo Sub23 de unos años antes. Y entre todos repitieron la medalla de bronce olímpico, la más grande hazaña de la historia de nuestro voley, que ahora hay que nombrarla en plural.

LECTURA PARA LA PRÓXIMA CLASE:

“Origen, crecimiento y evolución del básquetbol en Argentina”, de Andrés López LEER EN ESTE LINK.

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