El imperio al acecho

América Latina: los recursos naturales y la espada de Damocles

Por Héctor Bernardo

«Cuando todos nos ponemos contentos porque tenemos alimentos, energía y litio, (les digo) no nos pongamos contentos solamente, pongámonos atentos además, porque se lo van a querer llevar sin darnos nada. Esto es lo que hay que mirar. Vienen por esto, porque hoy estamos contentos con Vaca Muerta, pero Vaca Muerta hubo que recuperarla, porque si no, no sería Vaca Muerta, sería Vaca Viva y no sería de los argentinos y sería de otros señores. Entonces, cuando estamos en una etapa civilizatoria como la que está la humanidad, con una disputa geopolítica sin precedentes (…), por lo menos desde que tengo memoria, tenemos que estar muy atentos. Ya no solamente son derechos laborales, van a querer una maquila de salarios baratos, poder llevar una economía absolutamente extractivista para que no queden beneficios en el país. En eso tenemos que estar muy atentos», aseguró Cristina Fernández en el Congreso Nacional de Argentina el 30 de agosto de 2022. Dos días después, el 1 de septiembre, en medio de una multitud que se acerba para saludarla, un hombre puso una pistola en la cabeza de la vicepresidenta y gatilló dos vece. Por la impericia del tirador, o por las vueltas imprevistas del destino, la bala no salió de la recámara y el intento de magnicidio quedó frustrado.

Los recursos naturales son fundamentales para el desarrollo de cualquier país. Aquellos que los poseen amplían enormemente sus potencialidades. Quienes los codician, buscan las formas de apropiarse de ellos.

A principios de 2023, con brutal claridad, la actual jefa del Comando Sur de los Estados Unidos, Laura Richardson, expresó el interés de su país por los recursos naturales de América Latina cuando se preguntó retóricamente: «¿por qué es importante esta región (América Latina)?» y luego se contestó: «por todos sus ricos recursos y elementos de tierras raras. Está el triángulo de litio, que hoy en día es necesario para la tecnología. El 60 % del litio del mundo se encuentra en el triángulo de litio: Argentina, Bolivia, Chile. Tiene las reservas de petróleo más grandes, incluidas las de crudo ligero y dulce, descubierto frente a Guyana hace más de un año. Tienen los recursos de Venezuela también, con petróleo, cobre y oro. Tenemos los pulmones del mundo, el Amazonas y tenemos el 31 % del agua dulce del mundo en esta región».

En alusión a aquellas declaraciones, en la reciente Cumbre del Mercosur, celebrada el pasado martes 3 de julio en Argentina, el presidente del Estado Plurinacional de Bolivia, Luis Arce, señaló: «nuestra región ha demostrado un potencial enorme y una diversidad inmensurable. Somos parte de un territorio colmado de riquezas y tesoros naturales incalculables, como agua, biodiversidad, recursos energéticos y tierras altamente productivas, además de un patrimonio invaluable de diversidad ética y cultural. Solo hay que ver este lugar (las cataratas del Iguazú) y saber de lo que estamos próximos para darse cuenta de que no es una casualidad que cierto Comando del Sur nos tenga en la mira. Tenemos muchos recursos que despiertan codicia de quienes siempre se han llevado todo sin dejarnos nada».

La historia reciente refuerza los señalamientos hechos por el mandatario boliviano y por la vicepresidenta argentina. El interés de Estados Unidos y sus socios Europeos por los recursos naturales de la región ha sido – es y será – uno de los factores clave detrás de las arremetidas contra los líderes y los procesos populares de la región. Los golpes de Estado en Venezuela (2002), Brasil (2016) y Bolivia (2019) son un claro ejemplo de ello.

Un monstruo con sed de petróleo y hambre de litio

El caso venezolano  es, tal vez, el más evidente sobre este tema. La constante arremetida norteamericana contra el Gobierno Bolivariano no tuvo ni tiene que ver con la ya desgastada excusa de la supuesta preocupación del Washington por la democracia, por la libertad o por los derechos humanos. El interés estadounidense en Venezuela está centrado en un tema mucho menos altruistas y más evidente: la necesidad de apropiarse del petróleo de ese país.

Si se tienen en cuenta que Estados Unidos es el principal consumidor de petróleo a nivel mundial (con más de 18 millones de barriles diarios) y que, según el ranking de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), Venezuela es el país con las mayores reservas de petróleo extraíble comprobado, con más de 300 mil millones de barriles (302.500 millones) – muy por arriba de los 260 mil millones de Arabia Saudita, que está en segundo lugar – y que el costo del transportes del combustible es varias veces menor al llevarlo desde el país suramericano en comparación con el valor de trasladarlo desde Medio Oriente, no es difícil entender el porqué del incansable accionar de Washington por colocar en Miraflores un gobierno que responda sus intereses y no a los del pueblo venezolano.

Por solo señalar algunos hechos: el golpe de Estado de abril de 2002 contra el Gobierno de Hugo Chávez, el decreto de Barack Obama que declaró al país suramericano como una «una amenaza inusual y extraordinaria» (2015) – decreto que sentó las bases para emitir infinidad de sanciones que generaron una profunda crisis económica y social -; el desconocimiento del legítimo presidente de ese país, Nicolás Maduro, en pos de intentar imponer un gobierno títere con un supuesto «mandatario interino», Juan Guaidó, el intento de intentar un magnicidio contra Nicolás Maduro (2018), el intento de incursión armada por un grupo de mercenarios liderados por ex boinas verdes, que fue conocida como Operación Gedeón (2020), etc., etc., etc.

Aún más claras y contundentes que cualquier enumeración hechos fueron las recientes declaraciones del ex presidente norteamericano Donald Trump cuando, a principios de junio de este año, aseguró: «cuando me fui (de la presidencia), Venezuela estaba a punto de colapsar. Nos hubiéramos apoderado de ella, nos hubiéramos quedado con todo ese petróleo». Difícilmente se pueda decir con mayor claridad.

Pero el caso venezolano no es la excepción, sino la regla. No es casual que, en 2016, tras el golpe de Estado parlamentario contra la legítima presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, una de las primeras medidas de mandatario de facto, Michel Temer, haya sido aprobar una ley que permitió que las empresas extranjeras pudieran extraer los recueros del Presal, la mayor reserva petrolera del gigante suramericano. Hasta ese momento la explotación del Presal era exclusiva de la empresa estatal Petrobras.

El golpe en Bolivia en 2019 tuvo otro componente estratégico en como uno de los detonantes: el litio. Como señaló Richardson el litio «hoy en día es necesario para la tecnología. El 60 % del litio del mundo se encuentra en el triángulo de litio: Argentina, Bolivia, Chile».

En varias oportunidades, ex presidente Evo Morales sostuvo que uno de los principales factores que motivaron en golpe de Estado en su contra fue el interés de Estados Unidos por el litio boliviano. El mandatario aseguró contundentemente que su derrocamiento: «ha sido un golpe al litio».

Dos meses antes del golpe de Estado en Perú contra Pedro Castillo, el oficialismo había presentado un proyecto de ley para nacionalizar la extracción e industrialización del litio.

«Los recursos económicos provenientes del litio y sus derivados están orientados a garantizar el desarrollo homogéneo de todas las regiones del país, de las comunidades campesinas y nativas, y a fortalecer el sistema de defensa interna y externa de la nación», señalaba una parte del proyecto de ley que cayó junto con el mandatario peruano.

Cuenta la leyenda que el Rey Dionisio sentó en su trono a su amigo Damocles y le dio la potestad de gobernar Siracusa durante todo un día, pero mientras estaba sentado allí una afilada espada pendía sobre su cabeza colgando solo de delgado hilo que podría cortarse en cualquier momento. Potencialidad y amenaza. América Latina tiene innumerables riquezas que podrían garantizar el bienestar de todos sus pueblos. Riquezas que a la vez la ponen en el foco de las miradas de aquellos que a lo largo de la historia ha construido su poder en base al saqueo y la opresión.