El lado silenciado de la ciudad
“Por la urbanización y radicación de las villas, y la no criminalización de la pobreza” se basó la lucha de la Corriente Villera Independiente en los 53 días de acampe frente al Obelisco. Cómo el macrismo oculta los reclamos y las dificultades de vivir bajo la estigmatización de una sociedad discriminadora.
Por Francisco Matías Russo Coroman
El Papa Francisco los cuida, les da fuerzas, esperanzas, fe, los mira desde arriba. La gigantografía con la imagen del Sumo Pontífice, ex arzobispo de Buenos Aires Jorge Bergoglio, ubicada en el frente del Edificio Del Plata cuando comenzó la Semana Santa, intenta ser un símbolo de paz y de progreso para el país bajo la tutela del credo católico.
Lo que busca transmitir el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires en su propaganda, con la imagen de Francisco sobre la calle Carlos Pellegrini, parece no llegar a los corazones y a los pensamientos de aquellos vecinos que cansados de la exclusión y de que sus voces no sean escuchadas decidieron manifestarse. A metros de la atenta mirada de la gigantografía religiosa, el lunes 21 de abril se instaló en la Plaza de la República, frente al Obelisco, la Carpa Villera.
La Corriente Villera Independiente (CVI) inició esa mañana el montaje de una carpa, donde siete integrantes comenzaron con una huelga de hambre. ¿El motivo?: que el Gobierno de la Ciudad declare la emergencia habitacional, socioambiental, sociosanitaria, y socioeducativa en las villas; la regulación de los alquileres y de los subsidios habitacionales; el cumplimiento de las leyes de urbanización y obras en los barrios; la auditoría de las cooperativas de trabajo, y que no se criminalice la pobreza. “Urbanización con radicación”, decía un cartel.
“Frente al modelo de las dos ciudades que plantea Mauricio Macri donde la ciudad rica excluye a la pobre, frente al lucro inmobiliario de las tierras destinadas para la urbanización mientras los funcionarios del Gobierno de la Ciudad no esconden sus pretensiones de llenarse los bolsillos, se hace evidente la falta de voluntad política para resolver la problemática de la vivienda. ¡Por todo esto vamos a la huelga de hambre!”, sostiene el comunicado de la CVI anunciando la instalación de la carpa.
Pasaban los días, no había respuestas por parte del Ejecutivo mientras la huelga seguía sumando vecinos de las villas en su lucha. En las afueras de este escenario de lucha política y social, sobre la 9 de Julio, en las paradas del micro del metro-bus, en los bares, en los subtes, distintos sectores sociales se referían a este acontecimiento directa o indirectamente.
–Eh amigo ¿Te limpio el vidrio?, ¿Una moneda?– dice un adolescente vestido con una campera del Real Madrid y una gorra negra, sosteniendo en una de sus manos una escobilla sobre Pellegrini. Muy pocos aceptan su trabajo, muchos lo rechazan de distintas maneras: desesperados le dicen un “no” rotundo, otros lo esquivan con la mirada haciendo de cuenta que para ellos el pibe no existe.
–No veo la hora de que la cana los saque a estos negros de mierda y los devuelvan a su país– le comenta un hombre de unos treinta y pico, con aspecto de oficinista, a otro bastante mayor, canoso, con anteojos, con un diario bajo el brazo, que cruzaban juntos la 9 de Julio.
–Si hubiesen buscado laburo durante todo este tiempo que jodieron con este circo no tendrían por qué protestar, pero no, mejor que venga todo de arriba– acota el anciano.
Bajando las escaleras en el ingreso a la estación del Subte D una muchacha, que no llega a los 30 años de edad, de piel tostada, pelo morocho y atado, sentada en el piso, con una mano extendida pide con voz lastimosa, a punto de lagrimear pero con los ojos secos, de manera repetitiva, “una ayuda”. La situación es similar a la del chico limpiavidrios: la gente que pasa no la registra con la vista, hacen que la escuchan pero siguen de largo, pocos son los que se detienen a dejar unos centavos. El más generoso algún que otro peso.
Un hombre a una mujer, aparentemente su pareja, sentados en la barra de “Nac y Pop”, mientras esperaban la comida que pidieron, comentó –esto debe ser una movida para bajar a Macri–.
Mientras tanto en la carpa, cuyo techo de lona tiene los colores celeste y blanco a rayas, los activistas se encontraban allí continuando su reclamo, esperando al recambio de huelguistas; seguían sin haber respuestas a su favor. En el interior de esta base de lucha, había sillas rodeando el perímetro, una mesa larga en su interior, abundaban termos, mates, saquitos de té y mate cocido, y sobres de sopa instantánea para esquivar el hambre en esta huelga de sólidos; la cara del Che Guevara y la del Padre Carlos Mugica en un telón blanco que divide el ambiente en dos: en uno de ellos se encuentra la “habitación” donde duermen los huelguistas; folletos referidos a la problemática que afrontan y un petitorio con una extensa lista de firmas apoyando la lucha, están presentes como armas de combate. Fuera de la carpa una mesa pequeña con dos mujeres de la Corriente Villera Independiente rodeadas por banderas y por carteles que hacen mención a la urbanización, se pide por una vivienda digna y se critica a Mauricio Macri y al Intendente de San Isidro, Gustavo Posee. En el ingreso a esta base se anuncia con números y letras: “día 22 de huelga de hambre”. Pasaban los amaneceres y ese número aumentaba.
Zulma Moretti, delegada de la mesa de negociación de la Villa 31, jujeña, hija de padres bolivianos, le brinda un servicio al barrio porque es una “apasionada del trabajo social y de la lucha por los derechos de la comunidad”. Trabaja en limpieza, es madre de un adolescente y de una chica de 24 años. Pese a que no se puede dar lujos en su vida, asegura estar feliz y tranquila donde ella vive, en la manzana 13 del Barrio Güemes. Se retrasó en llegar a la entrevista que habíamos pautado porque se quedó ayudando a una vecina que tenía problemas de luz. Se prestó al diálogo y se refirió a la relación entre la política y las villas.
“Yo no voy a hablar mal de ninguno de los dos gobiernos. Los medios quieren darle palo a uno o a otro, y nosotros ya aprendimos que no debemos meternos en la puja política. Del Gobierno de la Ciudad las cooperativas que se desempeñan en la Villa 31 han recibido bastante apoyo en obras como una nueva red de agua, de cloacas, en un principio no queríamos hacer el pintado de la fachada de las casas pero lo hemos hecho porque significaba trabajo para los chicos del barrio, que pudieron cobrar una pequeña ayuda económica. Y a Cristina (Fernández) la conocemos desde que era senadora, ella siempre visitaba el barrio. Era una persona muy sencilla, siempre nos recibía. Estamos agradecidos de la atención que hemos recibido de su parte y de las políticas que tanto ella como Néstor (Kirchner) defendieron y nos permitieron tener una Asignación Universal Por Hijo, la jubilación para las amas de casa. Son medidas que han ayudado mucho al barrio. Yo con respecto a ambos gobiernos hago críticas constructivas: por ejemplo, cuando hace poco se juntaron Macri y Cristina en la autopista Illia, y comenzaron a limar diferencias, eso tendría que haber sido mucho antes. Hoy en día pido que Cristina llegue bien a terminar su mandato, que tan difícil se lo están haciendo”.
En los ojos y el tono de voz de Zulma se notaba una temprana confianza hacia mí. Entre pregunta y respuesta se encargaba de cebar mate. Una señora muy risueña, que se le notaba su amabilidad en la voz al contar cómo se compromete con su labor de delegada. Sin embargo, pese a la fluida charla que se estaba dando entre nosotros, la situación dio un giro hacia el lado del suspenso y la confianza parecía haberse perdido en esa pregunta.
-¿Cómo es el tema de la compra y de los alquileres de viviendas en la villa?
–El tema de los alquileres y de la compra de viviendas es complejo. No me gusta hablar de eso con gente que no conozco– . Zulma no fue hostil en su respuesta pero sí seca. En seguida cambiamos de tema y la tensión que se había generado entre ambos se disipó.
-¿Cómo se vive la estigmatización en la villa?
-Yo nunca sufrí discriminación, pero el papá de mis hijos era rechazado porque tenía el domicilio en la villa en el DNI, tuvo que cambiar de domicilio para poder conseguir trabajo. Además es de piel morena, trigueña, descendiente de bolivianos. Él sintió mucha discriminación. Mi hija también sufrió por el color de piel, yo en cambio tengo otros rasgos y nunca sentí ese rechazo. Pero a los jóvenes, sobre todo cuando buscan trabajo, se les dificulta muchísimo. Incluso dentro de la comunidad también se da ese rechazo cuando por ejemplo a los hijos de los delegados les dicen “tu papá es delegado y se roba la plata”.
Con respecto a la discriminación, Rodrigo Alonso, uno de los organizadores y militante del Movimiento Villero Independiente dice que pese a la bronca que le genera que se los trate como “negros, sucios y vagos”, él personalmente explica que no le da importancia a esas agresiones ya que le preocupa más la realidad que vive: se tiene que bañar con agua fría, sufre la falta de gas en invierno, y los cortes de luz le provocan tirar la comida a la basura.
Desde el macrismo nadie se acercaba a tratar la problemática habitacional con los referentes de la organización villera. Distintas agrupaciones fueron sumándose al reclamo, a la huelga de hambre de sus compañeros. El Movimiento Popular La Dignidad, Marea Popular, la Federación Universitaria de Buenos Aires (FUBA), el Frente Popular Darío Santillán-Corriente Nacional, La Garganta Poderosa, sectores políticos de izquierda y kirchneristas se acercaron a apoyar la causa, así como también reconocidos artistas como Gastón Pauls, Malena Pichot, Mex Urtizberea, Víctor Heredia, Las Pastillas del Abuelo, y Alejandro Awada, cuñado de Mauricio Macri.
El ex jefe de gobierno Aníbal Ibarra, actual legislador por el Frente Progresista Popular expresó: “Los problemas no eran de falta de plata, sino de soluciones políticas. Macri tuvo una situación de bonanza económica y en ese contexto hay cosas que decidió hacer y no hacer, decidió invertir en la Policía Metropolitana y no en obras hidráulicas, no dedicó lo necesario a viviendas ni a urbanización en villas, por eso la Carpa Villera expresa una situación que es muy compleja y que requiere tiempo de su concreción”.
El método de reclamo sin impedir el tránsito en la Ciudad de Buenos Aires fue bien recibido por las personas que transitan a diario el centro porteño. La idea de visibilizar ante la población el reclamo, con el paso del tiempo fue obteniendo sus frutos reflejados en las más de 15.000 firmas escritas en el petitorio presentado por la CVI.
Distintas actividades se fueron realizando en el marco de concientización social de la lucha de la Carpa Villera. Charlas-debate sobre la urbanización, el derecho a una vivienda y a una vida digna, reproducción de películas de alto contenido político, radio abierta, y recitales con la presencia de bandas como Arbolito y Salta La Banca formaron parte del compromiso cultural.
Para entender la realidad que se vive en las villas y la confrontación desatada contra el Gobierno de la Ciudad es necesario analizar números y estadísticas: El último Censo Nacional, realizado en 2010 marcó que había 164 mil personas que pueblan las villas miserias de la Ciudad de Buenos Aires. El déficit habitacional, es decir la cantidad de familias sin acceso a vivienda digna, era de 86.185 familias en 2001 y creció a 108.225 en una década. En los últimos 10 años se construyeron 14.592.673 metros cuadrados con destino residencial; las viviendas construidas fueron 152.608. Si en el 2001 había 86.185 familias sin vivienda digna y se construyeron más de 152 mil viviendas la única explicación posible es debido a la falta de regulación del mercado inmobiliario, ya que el 82% de las viviendas se construyeron en la zona norte y centro de la ciudad, en los lugares donde hay menos déficit habitacional como Palermo, Villa Urquiza, Belgrano y Caballito principalmente. Estos datos surgen del diagnóstico socio-habitacional de la Ciudad de Buenos Aires, elaborado por la Comisión de Vivienda del Consejo Económico y Social.
Pasaron 50 días desde la instalación de la Carpa Villera y del comienzo de la huelga de hambre. Ya la imagen del Papa en el Edificio Del Plata había sido reemplazada por la de Lionel Messi, en el marco de apoyo a la Selección Argentina a días de comenzar el Mundial Brasil 2014. A casi dos meses de haber iniciado los reclamos frente al Obelisco, de Macri ni noticias. Ningún referente del PRO se había acercado a negociar la situación.
Ante la falta de respuestas, se instalaron 20 pequeños ranchos con el motivo de hacer crecer el reclamo. Finalmente el 12 de junio, representantes de la Corriente Villera Independiente acordaron con miembros del Gobierno de la Ciudad el levantamiento de la Carpa Villera tras 53 días de huelga.
La victoria por parte de la comunidad villera consistió en que el Gobierno de la Ciudad se comprometió: como primer punto, a una mesa de diálogo permanente con los vecinos; y el segundo punto establece que “la Defensoría se compromete a aportar dos ambulancias equipadas para el manejo de urgencias en las villas, y contará con la colaboración de la mutual Senderos de la CTEP en todos los requerimientos administrativos vinculados a la gestión y administración de las mismas, incluyendo eventualmente contratación de personal y pago de combustibles”. Además, el acuerdo menciona que “el gobierno porteño y la Defensoría se comprometen a cursar una solicitud a AYSA para conformar una mesa operativa por el derecho al agua para las villas con el objetivo de avanzar veloz y eficazmente en la revisión del sistema de aguas”.
Tuvieron que pasar más de 53 días para que el reclamo pacífico de la comunidad villera sea tratado por el macrismo. A tres semanas de haberse levantado la Carpa Villera, el diputado y dirigente del movimiento popular Seamos Libres, Pablo Ferreyra presentó un proyecto referido a la disputa por la urbanización de las villas. “Declarar la emergencia eléctrica en las villas de la Ciudad de Buenos Aires teniendo en cuenta que estamos llegando a la época invernal, donde la fuente de energía eléctrica termina siendo la primeria ante la imposibilidad de que llegue el gas”, anunció el legislador porteño.
Consciente de que fue uno de los ejes del debate de la Carpa Villera, Ferreyra dijo: “El PRO está muy lejos de querer avanzar detrás de esa problemática. Lo más interesante de la carpa fue visibilizar hacia los sectores medios la problemática villera que en algún punto tiene que ver con la regulación que hay del suelo en la ciudad. Vemos una regulación del metro cuadrado establecida por el mercado inmobiliario y no una planificación integral urbana de las viviendas hechas a partir de las políticas públicas que tiene que tener el Gobierno de la Ciudad y que tiene los recursos para hacerlo. El propósito de la carpa era visibilizar una problemática y creo que lo han logrado”.
– ¿Cómo es esta relación entre el PRO y el mercado inmobiliario?
– La lógica del PRO busca revalorizar terrenos y avanzar en una especie de urbanización, que se destina al mercado inmobiliario y no se soluciona el problema de la urbanización misma. Los vecinos se terminan desplazando y precarizando su condición. La integración urbana de los habitantes de las villas es lo que buscamos nosotros. Con su participación, que tomen las decisiones junto con arquitectos y el Gobierno de la Ciudad. La Legislatura termina votando o promoviendo leyes que tienen que ver con estos diferentes beneficios para grandes corporaciones, dándole mucho más margen de juego al mercado inmobiliario y muy poco avance en la integración urbana de las villas. El macrismo busca en general darle las escrituras a los diferentes ciudadanos de las villas para que se transforme en un título de propiedad que se pueda vender fácilmente al mercado inmobiliario y transformar las villas en un “Puerto Madero II”. La erradicación de las villas y no la urbanización es lo que busca el macrismo, sentenció el diputado Pablo Ferreyra.
En el compromiso político, social y cultural está la reivindicación de valores, sectores sociales y condiciones de vida digna que deberían ser para todos un factor de igualdad. Transitando contra la corriente, contra las negaciones y los oídos sordos del macrismo, contra la estigmatización de la sociedad, la comunidad villera logró hacer visible su problemática, que la gente entienda la lógica entre poder y mercado que avasalla la libertad y la justicia de los sectores más necesitados. La Carpa Villera consiguió dar a conocer sus necesidades y quienes la representan son conscientes que así como la política los hizo nacer y vivir en la pobreza, es la política la que puede reivindicar su lucha y sus condiciones de vida, donde la unión entre el vecino, militante y comprometido, y el político es clave para la victoria en materia de derechos.