«La identidad se construye permanentemente»
El relato de Ángela Urondo, una periodista que escribe para contarse a sí misma su propia historia. La constante construcción de identidad que nunca termina.
Por Rodrigo Ruiz Peña
¿Cómo fue tu historia?
Yo nací en 1975. En el año 76, mis papás fueron secuestrados y asesinados por la dictadura. Yo misma fui secuestrada, y después de eso, ocurrió una situación que llevó a la pérdida de mi identidad. Mi abuela, que me recuperó, me dio en adopción a mis tíos. Me cambiaron el nombre, me contaron una historia que era distinta a la verdadera, y fue así cómo yo crecí hasta los 20 años. La historia que me hicieron creer fue que mis padres habían muerto en un accidente de autos.
Cuando mi abuela me recupera del lugar donde fui secuestrada, unos meses después decide darme en adopción a su sobrina. Sobre todo para separarme de la familia Urondo, que para la familia de mi mamá era una situación peligrosa. Les tenían más miedo a los Urondo que a los propios milicos. Hay que entender también que estaba muerta de miedo, porque acababan de matar a su hija. Por eso mi juicio para recuperar la identidad duró 7 años, mucho más que la mayoría. Si bien mi adopción era legal, era ilegitima, porque existía un delito previo de lesa humanidad.
De todos modos la palabra apropiación está mal usada, porque técnicamente apropiarse de algo es tomar algo que está a disposición de todos. Apropiación no es la palabra apropiada, se llama robo de identidad. Llamarlo apropiar es darle una ventaja a los victimarios, cuando en realidad son ladrones.
Es muy interesante que recién se abrieron los archivos de todas las adopciones de esa etapa, porque todas en principio, están para poner en tela de juicio. Hay que investigarlas todas.
¿Cómo fue que te llegó la verdad?
Desde los 17 años empecé a enterarme de pequeñas cosas que habían pasado, que desarticulaban la historia del accidente de auto que nunca había ocurrido. A mis 20 años se destapa una olla donde estaba toda esta verdad ahí guardada. Entre las cosas que me entero, está que lo del accidente de auto era una mentira. Me entero además el nombre de mi papá que nunca lo había escuchado. Para mí el nombre Paco Urondo no significaba nada. De hecho a mi me habían dicho que era escritor, pero que escribía libros de economía, y la verdad que desde que supe quien era mi papá, hasta que supe quien era realmente, pasó un buen tiempo. Y con mi mamá tomó más tiempo, porque si bien también era periodista y escribía, era una escritora anónima.
Así que durante estos últimos 20 años de mi vida, que tengo casi 40, me la pasé reconstruyendo, pedacitos sueltos de mi historia, que tuve que salir a buscar y escarbar para encontrarlos. Y hay un montón de detalles y cosas que todavía no termino de ensamblar. Todo es un gran rompecabezas al que le faltan piezas y esas piezas nunca llegan en orden. Y dentro del ejercicio de reconstrucción que es largo, no es lineal, ni continuo, recién cuando el tiempo pasa y uno esta información la deja decantar es que se empieza a conectar con otra información que capaz no tenía una conexión directa y empieza a tenerla.
Es así que con el tiempo, me encontré con muchos escritos que hablaban de mi historia. Escritos que me contaban de donde venía. Por ejemplo, hay un escrito bastante conocido de Rodolfo Walsh sobre la historia de nuestra caída en Mendoza, y hay un montón de otros escritos periodísticos muy interesantes sobre nuestra historia, de los que pude extraer información que no podía creer.
Sin embargo, en los recortes periodísticos oficiales de la época, la bajada de línea era tremenda. Tanto así que muchos diarios dicen que mis padres, unos terroristas subversivos, habían utilizado a un bebé cómo escudo. Ese bebé era yo. Las versiones decían que mis padres, unos delincuentes, habían robado a esa bebé para utilizarla como escudo.
Algo que me impactó mucho fue darme cuenta que los medios que habían publicado estas mentiras, eran medios que hoy en día siguen en funcionamiento, y que nunca publicaron una enmienda, una fe de erratas ni nada por el estilo, tratando de remediar el hecho de haber reproducido la bajada de línea de los genocidas sin ningún tipo de pudor.
¿Vos pensás que encontraste tu verdadera identidad o incorporaste tu historia a una identidad que ya tenías construida?
La identidad es algo complejo. La identidad es algo que uno trae en la esencia, algo que tiene que ver con lo biológico. La herencia identitaria genética es la identidad. Porque nuestros pulmones tienen una forma de respirar, nuestro cabello una forma de crecer, y en sí, nuestros rasgos físicos que en definitiva son parte de nuestra identidad.
Pero también la identidad es algo cultural, es algo adquirido que tiene que ver con el entorno, que tiene que ver con el momento político que uno atraviesa, y bueno, seguro con la familia en la que uno crece. Es en realidad la escuela a la que uno va. En ese sentido, yo siento que si bien tuve una historia con muchas fragmentaciones donde hay etapas bien delimitadas y distinguibles, una de la otra, no quiere decir que uno sea distintas personas en cada una de esas vivencias. Uno es una unidad que va atravesando todo eso. Entonces la identidad en todo caso es una sumatoria, en donde hay cosas que vienen de adentro, cosas que vienen de afuera, cosas que vienen de distintas etapas, y que muchas veces las cosas que nos constituyen son contradictoria entre sí, nos gusta una cosa, y también nos gusta otra cosa que es absolutamente lo opuesto.
Además el tema de la identidad, es que no es algo estático. No es que un día, uno se encuentra con su propia identidad y es un paquete cerrado que vas a llevarte hasta la tumba. La identidad es algo que se construye permanentemente, y que cuando uno cree que está instalado en un lugar donde se conoce, de repente algo cambia, adentro o afuera, que hace que uno se re planteé quién es en ese marco. Entonces creo que la identidad nunca es algo cerrado, es algo dinámico, es algo que circula, y que a mi parecer, si se estanca se pudre y deja de ser identidad, y que tiene trampas eso. Es algo que tiene una construcción de sumatorias.
En mi caso yo fui criada por una en familia que me dio un trato cariñoso, pero que por otro lado me ocultaba mi propia historia. Entonces tengo la dualidad de los momentos buenos, que contrastan con el silencio, con la omisión, con el no haber mantenido los vínculos con mis padres. Con no haberme mantenido a mis padres presentes. Pero la verdad es que el alimento rico que uno ha recibido a diario, no deja de tener valor “nutritivo”, por decirlo de alguna manera.
También es duro saber que además hubo todas estas cosas escondidas en un doblés. El doblés es parte de la identidad, llegado el punto. Lo que sí, mi identidad seguramente está marcada, con cosas que tiene que ver con esto de poder haber mutado la piel y seguir siendo el mismo. Por el poder descubrirse que fuera de contexto, aunque uno no sepa realmente quien es, uno tiene esa esencia. Así que mi trabajo es más que nada eso, un reconocimiento de uno mismo hacia adentro. Es tratar de encontrar lugares en donde uno se ve genuinamente a sí mismo, y no se queda con la cosa superficial. Y cuando uno se mira hacia adentro profundamente, uno se va dando cuenta de no es el mismo que el año pasado, ni que la semana pasada. Entonces mas allá de estos quiebre grandes de contexto, uno cambia indefectiblemente.
Yo siento que hay algo que viene con uno. Yo siento que tuve manifestaciones en el periodo de no saber quién era, en donde claramente yo contaba al mundo quien era de una forma y me daba a mí ese espacio, y no necesariamente lo tenía claro. Es algo que seguramente tenía que ver con algo más instintivo, más animal más que intelectual.
Yo no soy el horror que he vivido, pero ese horror también me significa. Es ineludible.
¿Cómo fue encontrarte con tu papá a través de sus producciones literarias?
Mi encuentro con los escritos de papá fue bastante difícil, porque sus libros habían sido editados en los 60 y 70, y en la actualidad ya no estaban disponibles, porque no se re editaron. Entonces para encontrarlo tuve que buscar en anticuarios, con coleccionistas, y buscando cómo investigadora, hasta que accedí a esos libros. Y en esos libros, me encuentro que el viejo, además de sus formas literarias, tenía cómo una capacidad de anticiparse a lo que iba a ocurrir, de una manera muy fuerte. Él en sus poemas deja pautas y pistas, sobre la identidad, sobre la pérdida de la identidad, sobre cómo recuperar el camino perdido, sobre cómo accionar en situaciones de confusión. Es increíble, pero tiene un poema para cada duda, y yo siento que eso es algo excepcional que no todas las personas que se encontraron con esta situación de ausencia, de espacios borroneados y de desaparición tiene la fortuna de encontrarse. Yo descubrí a un viejo que había dejado escritas un montón de respuestas.
Sin embargo, más allá de sus respuestas, que muchas estuvieron escritas antes de mi existencia, yo tengo la certeza de que había en él algo muy anticipado, de poder ver que el compromiso que estaba asumiendo tenía una consecuencia y que esa consecuencia iba a ser su propia muerte. Una muerte que iba a dejar espacios sin respuestas, porque no iba a ser individual, iba a ser una muerte colectiva. Una vez escribió: “Lo importante no es no haber vivido mucho, sino no haber vivido al pedo”.
Después de encontrarlo al viejo, empecé a encontrarme con los amigos de él, con otros periodistas que tampoco eran nadie para mi hasta ese entonces, porque en el ámbito en el que fui educada de chica, esos nombres no existían, así que nunca los había leído. Por eso no tenía a ninguno endiosado.
¿Pensás que hay suficiente material escrito sobre el tema?
Sobre infancia y dictadura hay mucho escrito, y con respecto a ese tema Abuelas de Plaza de Mayo, ha conseguido 115 pruebas de que lo que estaban planteando las abuelas era verdad. Hoy esa situación está bastante expuesta y muy legitimada por el pueblo en su conjunto. De todas formas hay muy poco escrito sobre los chicos que éramos más grandes y que fuimos secuestrados y detenidos en los centros clandestinos. Después íbamos a parar a lugares de tránsito y en lugares de huérfanos, en las casas cuna, donde algunas veces nuestros familiares nos encontraban y donde otras veces no. Y estos lugares funcionaban para blanquear la barbarie, y para tapar la verdadera historia. La realidad es que había un plan muy claro de desarticular a la sociedad e implantar el terror en todos. Pienso que todas estas situaciones que van haciendo mi historia de vida, a mi me llevaron a la necesidad de buscar en mis propias palabras un relato mío y fue por eso que yo también empecé a escribir
Yo no escribo para contarles a los demás mi historia, yo escribo para contarme a mi misma. Yo escribo desde ahí. A veces me preguntan para qué público escribo, y yo la verdad es que escribo desde el egoísmo absoluto, porque escribo para explicarme a mi misma las cosas. Generacionalmente somos la última generación que puede dar cuenta de esa dictadura y es nuestro deber hacerlo. Es un compromiso con nosotros mismos.
¿Cómo es tu relación con tu familia adoptiva?
Mi relación es muy difícil, hoy por hoy es nula. Tardé unos 15 años desde que supe la verdad hasta que me desligué de ellos. En el medio el juicio fue muy complicado, porque por un lado, no habían cometido el delito del robo, pero por otro me escondieron toda la vida mi historia, así que era bastante complicado.
Para mí era muy difícil porque yo sentía que los tenía que sostener, y que eran la familia que tenía y que perderlos a ellos era una nueva pérdida, y yo no quería seguir perdiendo. Con el pasar del tiempo, y después de tener a mis hijos, me fui dando cuenta que eso no era familia, de que no eran vínculos amorosos, que habían situaciones que a mí me obligaban a una dualidad y de que eso me hacía muy mal. Una dualidad que yo había aceptado llevar adelante en mi propio cuerpo, pero que sentía que no se la podía transmitir a mis hijos, y sin duda mis hijos fueron determinantes para que yo rompa ese vínculo. Creo que es algo que le pasa a la mayoría de las personas en situaciones similares, eso de vivir amores duales.
La realidad es que cuando yo inicié el juicio contra mis adoptantes con mi hermano mayor, que estuvo siempre ideológicamente en otra frecuencia, ya no tenía relación, pero con mi hermana menor si existía y a partir del juicio, ella sintió que tenía que tomar una distancia y yo lo entendí, porque ella también se estaba reestructurando dentro de esta familia que de pronto se armaba de otra forma sin mí. Y no tiene que ver con el amor, pero son situaciones muy complejas.
¿Qué sentiste durante el juicio?
Desesperación porque era larguísimo, insoportable. Hace poco alguien me decía que en los polos cuando es invierno se hace de noche, y es una noche que dura tres meses. Esa es la famosa noche polar, y esto de que nunca sale el sol hace que la gente se desespere, y va haciendo que la gente entre en una especie de locura, que se llama la locura de la noche polar. Cuando finalmente sale el sol, se dan olas de suicidios, y cosas ridículas que tienen que ver con la locura de la noche polar, y yo siento que lo de la noche polar es lo que mejor representa cual fue mi sensación durante el juicio.
Todo el tiempo eso tenía que terminar y salir el sol de una vez pero siempre había algo que dilataba. Cuando salió el sol fue muy raro. Es muy reciente. Yo tengo mi sentencia de adopción hace dos años apenas, y pasaron casi 9 meses para sacar mi nuevo dni. Y uno cree que salió el sol y se encuentra por ejemplo que no puede demostrar que es madre de sus hijos, porque cuando nacieron tenía otro nombre. La jueza debió mandar de oficio la solicitud de rectificación a todas las instituciones pertinentes, y eso no ocurrió. Ahí empieza una vorágine de burocracia que es pesada pero ineludible, y ahí a veces uno piensa que todavía es de noche. Para algunas cosas todavía es de noche.
Pero bueno también hay muchas etapas de celebración individual y colectiva y eso también compensa la noche.
Las heridas están abiertas y todavía hay lugares donde la dictadura se sigue articulando. Es una grieta que se abre desde los 70 y que no está cerrada.
¿Cómo encarás estos temas con tus hijos?
Yo con mis hijos lo hablo de frente. Ellos hacen preguntas de todo. Me preguntan cómo mataron a los abuelos, y aunque no es la verdad que a mí me gustaría contar lo hago con la mayor sinceridad posible. Y es interesante pero gracias a ellos me doy cuenta que si tienen a su abuela, y que se apropiaron de sus muertos, y eso para significa mucho.
Hemos vivido situaciones de impacto. No sólo las pérdidas sino también las recuperaciones son muy impactantes, pero mis hijos tienen el derecho de que yo les sea sincera y que los haga parte de la construcción de nuestra identidad, tanto colectiva cómo individual.