El padre de los desaparecidos
Historia de un hombre como pocos. Historia de un padre, un esposo, un abuelo, un bis abuelo, un luchador, y un militante. La historia de Carlos Ramírez Abella.
Por Rodrigo Ruiz Peña
Carlos Ramírez Abella es considerado por las Madres de Plaza de Mayo, como el padre más padre de todos. Abogado y militante político desde muy temprana edad, Carlos sufrió en carne propia, lo que muchísimas familias durante la última dictadura cívico-militar.
Casado con Haydee Pérez, tuvo tres hijos. En sólo ocho meses, su familia fue diezmada y desaparecieron 6 miembros. Su hija con su marido, y dos sobrinas con sus respectivos matrimonios. En todos los casos, los secuestradores se llevaron a los pequeños hijos de las parejas, y Carlos y su esposa, se encargaron de recuperar a todos los bebés.
De esta manera fue que Carlos asumió la crianza de Arturo, su nieto, e hijo de su hija María Nélida, (Manely), y Haydee se dedicó a la militancia de Madres. Sin embargo, Carlos asumió un rol silencioso de protección y colaboración apasionada a la causa de las madres desde las sombras. Ya sea como encargado de transportar en su auto de un lado para otro a las madres, como un vigilante en la catedral de plaza de mayo mientras pretendía leer La Nación, o como abogado a la hora de sacar a las madres de las comisarías, y evitar que las dejasen a disposición del poder ejecutivo, el peor miedo que tenía.
Para algunos padres de chicos desaparecidos, era pertinente crear la asociación “Padres de Plaza de Mayo”, pero Carlos se opuso de inmediato. “La lucha es de las madres”, dispara con absoluta convicción. Su condición de mujeres y madres las hace más aptas para esta lucha, según el jurista, y el trabajo de los padres es acompañar hasta la muerte. Y así lo hizo.
Hoy Carlos tiene 89 años, y es viudo hace casi 20. Cuando recuerda a su querida Haydee, a quien el cáncer se llevó, la emoción invade la habitación, y es inevitable sentirla. La admiración por la lucha de su compañera, el amor por su nieto, y ahora por su bisnieto, lo mantiene lúcido, sabio, en paz, y activo. Todos los días sale en su auto, va a caminar con su perrita, y vive a plenitud lo que le toca. Si tiene que tomarse unas copas de vino lo hace sin problema y está dispuesto a hacerle frente a lo que venga. “Yo pensé que de los 62 no pasaba”, dice mientras ríe, y cuenta que tanto su padre como su abuelo murieron a esa edad.
Un hombre, que a diferencia de la mayoría, tuvo la entereza de seguir adelante, a pesar de la pérdida de su compañera, y de honrarla comprometiéndose aún más con la causa. Los dos fueron los encargados de comprar la primer fotocopiadora de la institución para imprimir los boletines, que serían el inicio de un camino que se direccionaba a continuar la lucha revolucionaria de sus hijos.
Todos los martes 13, que fue el día en que Haydee y Carlos se casaron, el inquebrantable viudo se junta con todas las amigas de su esposa, para recordarla y festejarla entre todos. Ese martes que de vez en cuando llega, se convierte en un pequeño tributo que el doctor Ramírez, junto con las compañeras de lucha, le hacen a su mujer, siempre presente.
Es tan incansable, que la semana pasada viajó a Uruguay a votar en las elecciones presidenciales, porque su padre era uruguayo, y él tiene la ciudadanía. Además, está dispuesto a ir para la segunda vuelta, porque si algo le sobra, es sangre militante. Desde que co fundó la Asamblea Permanente de Derechos Humanos de La Plata, he incluso antes, no ha dejado ni un día de ser parte activa de los movimientos por la justicia, por la memoria y por la verdad.
Tuvo la difícil tarea de criar a un hijo que en realidad es su nieto, y de trazar las directrices de su identidad. Arturo, su nieto, cuenta que el abuelo desde siempre inventaba unos cuentos fantásticos, en los que toda la familia, emprendía grandes viajes, o safaris por África, y caminaban montados en elefantes. Lo interesante, dice Arturo, es que siempre en todas las historias, se presentaban ciertas circunstancias o problemas, que la familia tenía que resolver, en todos los casos, apelando a la solidaridad. Hoy Arturo se da cuenta que con tan poca edad, el abuelo, de la manera más divertida, les hablaba de igualdad social, y les transmitía valores, con una gran capacidad didáctica.
Pero el Doctor Ramírez Abella, siempre se distinguió por su gran corazón para con todos. Su suegro, el papá de su amada Haydee, en sus últimos días, había desarrollado una demencia senil, y estaba seguro de que era un hombre rico, y con muchos inmuebles de su propiedad. En realidad, era su yerno el que pagaba las facturas del centro donde se encontraba en sus días finales, y dinero era lo que menos tenía. Sin embargo, este yerno fuera de serie, en su calidad de abogado, le realizó el testamento a su suegro, dejando terrenos, casas y autos a todos sus descendientes y llenando de júbilo a un hombre que se fue a la tumba seguro de haber dejado bien acomodada a su familia.
Así también, ayudó a muchos a salir del país en la clandestinidad, muchas veces arriesgando su propia piel, para dar una mano, a compañeros que no podían permanecer en el país. Así muchos conocieron al maletero del auto del doctor Ramírez, al que no le tembló la mano a la hora de jugársela.
Quizás lo de jugarse sin miedo y con convicción era para él de vital importancia. Cuenta que poco tiempo antes de que secuestrasen a su hija Manely y a su esposo Nereo, tuvieron una discusión en un almuerzo, porque él les ofrecía sacarlos por Uruguay, ya que la cosa estaba ya muy fea. Sin embargo, en ese momento Nereo lo increpa y le dice: “Vos y yo tenemos convicciones parecidas, pero la diferencia es que yo estoy dispuesto a poner el cuero por esa lucha” a lo que su hija aumentó: “Tenemos 18 compañeros desaparecidos, ¿vos podrías irte?”. A partir de ese momento Carlos asumió que lo que iba a pasar tendría que pasar y así fue.
Amigo entrañable de Hebe de Bonafini, se refiere a ella como al referente de lucha incansable en el que se convirtió. Comparte con la rama de madres que preside Hebe, la incansable acción política directa, y la perseverancia en las luchas sociales que para las madres, han excedido el tema de las atrocidades de la dictadura, y hoy después de tanta movilización, han podido plasmar su lucha y materializarla en la Universidad de Madres de Plaza de Mayo.
“Con el liderazgo natural de Hebe, se pueden mover montañas”, asegura el luchador que acompaña a las madres, desde sus primeras reuniones en el Parque Pereyra Iraola, donde según recuerda, simulaban que era el cumpleaños de una de ellas, e inclusive cantaban y comían la torta, cuando en realidad estaban coordinando las estrategias para la militancia que encararían sin descanso y de por vida.
Entre sus anécdotas con Hebe, destaca uno de tantos jueves, en los que lograba sacar a las madres de la comisaría, después de varias horas de detención. Mientras salían una por una, el comisario les advertía que no las quería volver a ver, y que si lo hicieran, no volverían a salir. En medio de las amenazas y en el momento en que Hebe estaba por salir, le responde: “Hasta el próximo jueves comisario”.
Nacido en 1925 ha tenido una vida atravesada por la política, la militancia y la superación de la muerte con la vida. Desde sus diez años comenzaba su militancia en la política, repartiendo las boletas de las elecciones.
De familia Irigoyenista, nunca desde los diez años dejó de militar. Fue amigo de Frondizi, y compartió mucho con él. Fue adepto de los Radicales Intransigentes. Conoció por casualidad a Perón en España, con quien tuvo un charla muy interesante en la calle. Recuerda que Perón se dio cuenta inmediatamente que él no era peronista, pero que sin embargo, mostró mucho interés en el diálogo.
Pero no todos sus conocidos eran dignos de su respeto. Carlos Ramírez Abella, fue compañero de escuela del almirante Massera, de quien recuerda que era discriminado por la tez no tan blanca de su piel. “Yo creo que en esos años, ese hombre acumuló mucho resentimiento”, y cómo lo canalizó, es historia trágica.
Fue Vicepresidente del Colegio de Abogados, pero finalmente volcó su vida a la construcción de la identidad de Arturo, a quien recuperó de manos de un oficial al que se lo habían regalado, y a colaborar con la labor de las madres.
El doctor Ramírez, trabajó muy duro y con mucho amor, para transmitirle a Arturo, su identidad, y nunca le ocultó nada. A través del abuelo y sus historias, Arturo pudo conocer a su mamá. Tuvo que manejar el tema de acuerdo a la edad de su nieto, pero siempre fue claro y directo. Siempre estuvo incondicional, incluso cuando el nieto ya era grande, y comenzó a tener otro tipo de problemas.
Carlos Ramírez Abella, es un hombre simple, humilde y muy sabio. Según su nieto, jamás lo vio derramar una lagrima, y según él, jamás dejó que lo vieran mal. Hoy después de una vorágine de vida, y después de tanta tragedia, ha sabido ganarle a la oscuridad con luz. Para él, con la luz de la madres, a quienes considera las activistas más importantes de todos los tiempos, y por las que está dispuesto a seguir luchando.
Hundido en sus lecturas diarias, siempre tiene humor para un café, un chocolate e inclusive un whisky. La mirada directa, profunda y tierna, es lo único que hace falta ver para sentir la calidad de persona que es. En su auto, que piensa manejar hasta que por orden de un juez le quiten la licencia, va y viene de su casa a la casa de Arturo que está a un par de cuadras de distancia, y si tuviera que utilizarlo para transportar a la madres, no dudaría un segundo y estaría firme y dispuesto, como lo estuvo toda su vida.