Detrás de la claqueta
Con la frescura y la simpatía con la que atraviesa sus días, Sol Martínez contó las experiencias vividas en la que es su gran pasión, el cine.
Por Alma Carrasco
Elegir ser cineasta en un mundo donde el séptimo arte se convirtió en el principal exponente de la cultura de masas, donde el privilegio de contar historias es propiedad de unos pocos que dominan la industria, puede parecer ante los ojos de cualquiera una utopía, un desquicie y hasta una pérdida de tiempo.
Castaña, de pálida y delicada tez, relucientes dientes blancos y alegres ojos marrones, Sol Martínez nació hace 28 años en Bahía Blanca. Licenciada en la carrera de Artes Visuales de la Universidad Nacional de La Plata, se erige en un personaje merecedor de narrar sus aventuras y anécdotas, de convertir en relato sus andanzas.
Era apenas una adolescente cuando la pasión por los libros y la fotografía se adueñó de ella. Fue durante su paso por una escuela secundaria de arte en su ciudad natal donde gracias al apoyo e incentivo de uno de sus profesores tomó la decisión de estudiar cine. Con sus risueños ojos marrones que reflejan la nostalgia naciente frente a los recuerdos, la productora del Festival de Cine Latinoamericano de La Plata (Fesaalp) se sumergió en un viaje en el tiempo para traer al presente algunos de sus atesorados momentos que fueron los cimientos del presente que atraviesa.
Su risa contagiosa se cuela en la charla cuando rememora sus primeros pasos en el festival. Con la desfachatez que la caracteriza, junto a uno de sus compañeros, George, se acercaron a quien hoy es el director del certamen cinematográfico, Federico Ambrosis, para ofrecerse como voluntarios, sin pretensiones económicas, sólo con la necesidad de ser parte. Fue dos años después de esa propuesta cuando el espacio creció y necesitó de nuevos integrantes para poder realizarse. “Arrancamos cortando entradas, apagando las luces”, recordó mientras daba un sorbo a su taza de té y una sonrisa tímida y melancólica asomó en su fresco rostro.
Por la responsabilidad y el permanente aporte de ideas que la caracterizan, sin prisa pero sin pausa ganó terreno en la organización del Fesaalp, en la toma de decisiones, en la formación de espacios de fomento, en la selección de las películas competidoras, en la coordinación de los jurados, y se posicionó como uno de los pilares fundamentales para que cada septiembre La Plata se convierta en el lugar donde convergen actores, realizadores y fanáticos cinéfilos, para que el festival se haga realidad.
En el recorrido por sus comienzos es inevitable remontarse a su vida en el sur de la provincia de Buenos Aires. Durante su niñez, menciona, esperaba con impaciencia la llegada a principio de mes de la revista del cable para localizar y agendar la transmisión de sus películas favoritas en los canales de cine. Sus padres, Sergio y Silvia, siempre motivadores de los sueños de sus dos hijos, no ponían objeciones cuando su niña pedía retirarse de la mesa familiar para correr entusiasta a encender el televisor del living de su casa, sentarse en el gran sillón, cubrir sus largas piernas con una manta y, bebida caliente en mano y un chocolate de compañía, disfrutar de una cálida función hogareña.
En esa arraigada afición por el arte de la gran pantalla, su vocación tomó forma e hizo raíces en su vida. Para cuando cumplió 18 años y la hora de inscribirse en una carrera universitaria llegó, su familia, como muchas a lo largo y a lo ancho del país, se recuperaba de la apabullante crisis económica que había golpeado a la Argentina a principios de siglo, por lo que sus deseos de trasladarse a La Plata se desvanecieron y optó por estudiar la Tecnicatura en Emprendimientos Audiovisuales de la Universidad Nacional del Sur, que por aquel entonces se dictaba en Punta Alta, a una hora de su casa.
Finalmente, y para su suerte, un año después, con gran esfuerzo y movidos por el anhelo de hacer realidad los sueños de película de su hija, sus padres se afianzaron y pudo mudarse a la capital bonaerense para realizar sus estudios superiores en la Facultad de Bellas Artes. Encontró una acogedora pensión de estudiantes universitarias para vivir, cargó su valija de libros, ropa, sueños y esperanzas. Tomó un colectivo y en soledad comenzó una nueva etapa, comenzó su vida.
Al igual que la mayoría de sus compañeros, su cotidianeidad dio un giro de 180 grados. La vida en la ciudad platense trajo consigo nuevos amigos y responsabilidades; también anécdotas irrepetibles. “Íbamos a fiestas de gente que no conocíamos y nos colábamos”, relató alegremente al tiempo que se acomodaba en su silla y esperaba que Ana, su amiga y compañera de trabajo, ultimara los detalles de la cena luego de una intensa jornada laboral.
Su relación con ella merece un párrafo aparte. Estudiante de periodismo, Ana llegó a la pensión donde vivía la protagonista de esta historia hace ocho años. Su afinidad fue inmediata y desde entonces han sido prácticamente inseparables. Compañeras de recitales, de largas noches de películas, de cigarrillos en la tibieza de los atardeceres primaverales y cenas improvisadas, de juegos de playstation y carcajadas interminables; de navidades y año nuevo. Hoy comparten espacio en la organización del festival y en la puesta en escena de Fesaalp TV y Argentina en cortos, los dos programas televisivos que le otorgan visibilidad y difusión a las producciones cinematográficas locales, nacionales y regionales. Mientras la cineasta se encarga de la producción, la periodista es la cara del proyecto. Siempre complementarias. Siempre la una para la otra.
Esos espacios de creación donde interviene junto a otros amantes del séptimo arte le abrieron las puertas para participar en un nuevo proyecto que tendrá lugar en el Tv Universidad. El mejor plan, nombre del programa que comenzará sus grabaciones en los próximos días, será un magazine cultural que cubrirá las actividades de artistas regionales. La concreción de esta idea se da después de más de tres años de trabajo, de producción de contenidos y obtención de recursos. “Es un desafío poder llevarlo adelante porque implica trabajar con más gente de la habitual y además la lógica y las temáticas son diferentes a las que estamos acostumbrados”, arrojó para luego agregar, con tierna emoción, que “es lindo porque es cultura local y es importantísimo que se conozca. Sería el broche de oro para finalizar un gran año”.
Este 2014 llegó para la cineasta con un torbellino de planes, actividades y novedades. Desde la expansión del festival a nuevas sedes, la posibilidad de producir un espacio televisivo en un canal de alcance nacional como 360 TV, la ejecución de proyectos que parecían estancados, hasta la salida de la miniserie Me revienta que realizó en conjunto con algunos compañeros de la facultad y se transmite exclusivamente por internet.
Los días de Martínez pasan entre su trabajo como empleada administrativa en un instituto educativo, cientos de cortometrajes y largometrajes que llegan de los rincones más recónditos del continente con la intención de competir en el festival o tener un espacio en Fesaalp TV, series, tardes de té con sus amigas, largas llamadas nocturnas con su madre para contarse las vivencias del día a día y, eventualmente, algún viaje furtivo a su ciudad natal para compartir fines de semana festivos con su familia; entre planillas de programación y mails, siempre a contrarreloj, siempre al borde del colapso por la falta de tiempo y la urgencia de resoluciones. Pero siempre con la imborrable sonrisa y el buen humor como estandartes.
La bahiense vive para transformar en arte relatos y sensaciones. Respira, siente cine. En su soñadora mirada se refleja esa intacta ilusión que la trajo a la ciudad de las diagonales y es el motor que la mueve: la de contar sus propias historias, crear sus escenarios, darle vida a sus personajes y colores a sus paisajes. Late en ella la necesidad de convertirse en la portavoz de sus ideas, pensamientos y sentimientos, de erigirse de una vez en la real protagonista de ese film lleno de emociones, de idas y vueltas, de amores y amistades incondicionales que hoy es su vida.