Page 3 - 24- ¿Por qué grita esa mujer?
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también aprendimos (como Matta-Clark, como las chinas de
Hunan) que una puerta no está donde dice puerta.]
En Homero, “grafo” no significa otra cosa que “rasgar”,
“desgarrar”, “trinchar la carne”. En latín sucedía otro tanto
con “scribo”5. Hubo que contar mil y una veces para salir de
la sombra, repasando el dibujo para evitar que se borrara. Un
poema más para estropear el límite y que se vea el rostro. El
rastro. La que astilla, la que mete los dedos buscando, digo,
la poesía, pidiendo que la palabra sea la cosa misma6. Porque
decían que el placer era uno aunque todos lo sintieran. Hubo
que cartografiar las rayas del tigre: estaban sobre la piel las
huellas por más que se pelase el pelo. Con el conocimiento
y la vivencia de las sensaciones, y la conciencia de la frase
dicha desligada del mensaje, se reforzó el gesto de la escritura
señalando los valores enunciados y ordenados en la lengua.

Yo soy mi propia mujer

[Es 2018 y Frankenstein cumple cien años. Ese cuerpo
inaprensible, parte de otros cuerpos, que se abre camino en el
mundo solo, construyéndose a sí mismo por dentro.]
Pequeño saurópsido escamoso con ojitos independientes, con
lengua rápida y larga. Puede ver en diversas direcciones, casi
360 grados, en silencio, tras la hoja. Como dicen el proverbio:
con un ojo al futuro y un ojo al pasado. Oye desde un oído
que no se ve, en un rincón que no se ve, con un cuerpo que
no semira, que muta, que cambia de piel cada tanto. Todos
sus colores y sus brillos y dibujos. Cuando se oculta no se
pierde, no se traiciona, y un buen observador lo nota. Decían
los antiguos que la lengua arrancada a un camaleón estando
vivo servía para ganar un pleito, que atada a la cintura de una
mujer facilitaba el parto, y que quemada su cabeza hacía llover
y tronar.
El cuento corto es que estas criaturitas graciosas se juntaron.
Y ahí delante resultó quedar la hechura. Como un tul que
abrazaba las cosas. Una red, le habían dicho. Entonces, la
Colectiva de Mujeres Escritoras y Editoras de La Plata se
habló a sí misma.
He aquí el cuerpo, ¿no quiere verlo?

5 No lo digo yo. Otra vez Benveniste.
6 Lea ahora el poema “Intelijencia”, de Juan Ramón Jiménez.

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