Milei

Milei y el totalitarismo neoliberal

Por Carlos Ciappina

La versión totalitaria original –como todos sabemos- surgió en la Europa de entreguerras y se expandió hasta la derrota final de las potencias totalitarias en 1945.

Ese totalitarismo se caracterizó por un corpus de ideas que no admitían discusión ni debate: la primera premisa para un régimen totalitario es la certeza que transmiten sus líderes de portar un conjunto de definiciones que no pueden ser discutidas porque son “la verdad” mas allá de toda duda.

Este punto es relevante para entender el pensamiento totalitario: la más mínima crítica es interpretada como un intento de derrumbar completamente el régimen; por lo tanto, el pensamiento totalitario se “cierra” sobre sí mismo y todo aquel/ella que proponga un debate de ideas pasa a formar parte del “enemigo”. La lógica que distingue amigos de enemigos en forma tajante y definitiva es otro de los rasgos del comportamiento político totalitario.

Otro rasgo definitorio del totalitarismo de entreguerras fue la entronización de un líder – el Führer alemán, el líder Mussolineano o el emperador japonés – que detentaba el poder por su condición infalible. Discutirle a los líderes totalitarios no era poner en duda una idea política sino atacar a la nación como tal. Se presentaban a sí mismos como salvadores providenciales. Ellos o el fracaso nacional.

Aparte de estas definiciones sobre los modos de la política totalitaria de entreguerras ; están las definiciones de “contenido” de los regímenes totalitarios: Las ideastotalitarias eran bastante simples , pero efectivas en la coyuntura de los años 1920-1930: 1. La fuerza definía quienes debían sobrevivir y quienes no, quienes debían “mandar” y quienes obedecer. 2. La noción de raza dividía a las personas en superiores e inferiores. Las “razas inferiores” eran las culpables de todos los males que aquejaban a la nación totalitaria. Para ellas dos caminos: la sobreexplotación o el exterminio.

Ese cóctel de ideas retrógradas encontró en la pos-crisis de la primera guerra mundial y luego en la crisis de 1930 , un clima social de desesperanza y frustración en amplios sectores populares en Italia, Alemania o Japón. Las ideas racistas, voluntaristas y supremacistas encontraron un campo social fértil y la lógica de los “enemigos de la patria y /o la nación” se hizo carne en poblaciones desesperadas por la miseria y la inflación.

Tal era el nivel de agotamiento político que sentían las poblaciones de entreguerras que por ejemplo el nazismo y el fascismo se presentaron como “lo nuevo”, como lo opuesto al poder tradicional político y económico y, en ese sentido como “popular”. La realidad de las experiencias totalitarias fue exactamente lo opuesto a lo que enunciaban: la alianza con el gran capital fue constitutiva del fascismo y del nazismo en detrimento de los propios trabajadores que eran –al mismo tiempo- su base electoral.

El esquema se completó con el uso novedoso –para la época – de los nuevos modelos masivos de comunicación : en particular el cine y la radio que transmitían los discursos y reuniones masivas de los líderes totalitarios. Los gritos y gesticulaciones , la agresión verbal y los calificativos denigratorios completaban el mensaje discursivo totalitario.

El regreso totalitario: un siglo después

En el primer cuarto de este siglo XXI asistimos al retorno de la lógica y la perspectiva totalitaria. Digámoslo claramente: el neoliberalismo tiene todos los rasgos del modo de pensamiento y la práctica totalitaria.

El neoliberalismo se presenta a sí mismo como un cuerpo de ideas válido en todo tiempo y lugar. Se expresa particularmente como una forma de “pensamiento único”. Ese pensamiento único parte del entrelazamiento de dos conceptos que no admiten discusión: Uno : Las “leyes de la economía” que expresan que los mercados “deben” ser libres de la injerencia estatal y política para funcionar óptimamente. Dos: toda la actividad humana está regida por el principio de la búsqueda del lucro individual.

La consecuencia práctica de estos dos conceptos “inmutables” es la mercantilización de toda la vida social: para el pensamiento totalitario neoliberal, la experiencia humana se constituye a partir de la optimización económica que lo mercantiliza todo: así , no hay nada que no pueda constituirse en “mercado”: por supuesto que los bienes tradicionales de consumo son “mercado”; pero también son mercantilizables bienes como la educación, la salud, los órganos , la compra-venta de niños/as , la naturaleza , el arte , la cultura y así hasta el infinito…

Así, en esta lógica totalitaria que responde, – recuérdese esto muy bien – a “leyes inmutables de la economía” las personas acceden o no a los bienes mercantilizados porque disponen del capital para hacerlo. ¿Y los que no poseen el capital? Simple: no acceden a los bienes.

Para el totalitarismo neoliberal , los ideales que no están mercantilizados simplemente son en el mejor de los casos una muestra de ignorancia e inocencia o, en el peor de los casos una forma de “amenazar” el orden neoliberal con ideas “falsas”. Ideales tales como la comunidad, la justicia social, la solidaridad social, las políticas compensatorias por parte del Estado hacia los mas vulnerables , las clases sociales, la lógica de los “derechos” a todos los bienes para una vida digna, el humanismo de raíz confesional o no; todo eso forma parte de un enorme obstáculo que nos conduce al fracaso, al pasado y a la imposibilidad de desplegar el verdadero sentido de la vida: maximizar el lucro individual.

Y entonces llego Milei

En el caso de la Argentina, el totalitarismo neoliberal hizo sus intentos más despiadados en dos momentos claves de nuestra historia reciente: La última dictadura militar y luego durante el menemismo. El macrismo –con todos su mal gobierno- fue un híbrido , más un gobierno de repartija del Estado para las empresas que un gobierno basado en una concepción neoliberal totalitaria.

Sin embargo, hoy, en el año 2023, a la sociedad argentina se le presenta una disyuntiva en donde el totalitarismo neoliberal ha encontrado un liderazgo verdaderamente carismático.

Las similitudes con otras experiencias totalitarias son evidentes: la población argentina sufre desde hace 8 años altas tasas inflacionarias, el valor del salario formal o informal condena a la pobreza inclusive a los que tiene trabajo. Ni hablemos de los/as que carecen de trabajo y reciben planes sociales que les permiten apenas sobrevivir. Hay una crisis profunda del Poder Judicial y una extendida distancia –salvo honrosas excepciones- entre una clase política –nacional, provincial y local – que es percibida como privilegiada en medio de la crisis. Pareciera que la democracia no ha podido dar respuesta a los anhelos y esperanzas de amplios sectores sociales.

Y allí es –como en otros procesos totalitarios – que aparece un personaje como Miei. Con el totalitarismo neoliberal como dogma indiscutible, este candidato vocifera, agrede a periodistas (en especial si son mujeres), presume de infalibilidad económica; critica a toda la “casta” política por igual y reserva los calificativos mas denigrantes para el Estado (adonde trabajan los “parásitos”), la Iglesia Católica (conducía por (sic) un “imbécil”; propone dinamitar el Banco Central y utilizar una motosierra para desguazar y achicar al Estado. El cuadro se complementa con un ataque directo a la concepción de los Derechos Humanos y una propuesta de reivindicación de la última dictadura cívico-militar de modo explícito.

No importa cuan brutal y degradante sea su discurso. Tampoco cuánto odio destile el mismo. Al parecer la sociedad argentina hace caso omiso y le ha otorgado en las PASO casi el 30% de sus votos. La empatía con Milei –como en todo proceso totalitario – es , en principio emocional y no racional. Ese apoyo bien puede ser circunstancial –hay matrices culturales profundas en el pueblo argentino que no desaparecerán de la noche a la mañana – pero en la circunstancia de una elección , bien puede triunfar el modelo totalitario y desatar todo un conjunto de medidas de las que ya conocemos –por experiencia histórica- sus terribles resultados.

No importa que en ese fárrago de discursos agresivos y denigratorios, no se incluyó ni una sola vez como problema a las grandes empresas capitalistas, para las que sin duda gobernaría de ganar la elección. Y, lo peor de todo, es que es percibido por amplios sectores como “lo nuevo”, cuando atrasa en economía casi 100 años! .

Subido a una espiral de presencia mediática (ha sido el candidato mas convocado por los medios hegemónicos) y de la gran revolución comunicacional de las redes sociales (otra similitud con los procesos totalitarios) repite una y otra vez como en una letanía los principios “infalibles” del totalitarismo neoliberal.

En esta elección, como nunca desde 1983, sentimos que está en juego la existencia misma de esto que llamamos la Nación Argentina. Milei puede llegar a la presidencia por el voto , pero su programa es incompatible con la democracia. Ojalá podamos evitar la triste historia de otros procesos totalitarios y recuperar el funcionamiento de una democracia basada en los principios de la igualdad , la equidad y una vida digna para todos/as.

Publicado originalmente en Contraeditorial.