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lectores a ver lo que podría ocurrir en un futuro (a veces lejano,  Distopías: su propuesta hacia la transformación
a veces cercano y a veces incierto) si continúan comportándose
de la misma manera.
Algunos de los autores más reconocidos del subgénero crearon
sus obras en las primeras décadas del siglo XX y, por ellas,
se han convertido en referentes de la cultura universal. Estos
son los casos, por nombrar solo algunos, de Franz Kafka, Ray
Bradbury, Aldous Huxley y Herbert George Wells. Todos ellos
construyeron mundos futuros o paralelos, a partir de ciertas
cuestiones tomadas de sus entornos reales, que daban cuenta
de un destino plagado de posibles catástrofes. El hecho de
que sus escritos hayan pasado a considerarse clásicos de la
literatura está estrechamente ligado a la atemporalidad que
estos presentan: los diversos momentos de lecturas parecen
acomodarse con facilidad, a pesar de la aparente lejanía con
el contexto de producción,adaptándose y creando nuevos
sentidos.
En gran parte, ese carácter ácrono de las producciones distó-
picas está acompañado y enriquecido por referencias constan-
tes a las obras y por la continuidad respecto a su consumo. La
hipertextualidad y la intertextualidad pueden verse en diversos
bienes culturales: otras novelas y cuentos, capítulos de series,
películas, dibujos animados, merchandising. Fahrenheit 451,
para evidenciar a través de unejemplo, fue una novela escrita
por Ray Bradbury en 1953, llevada al cine por primera vez
en 1966 y adaptada nuevamente en 2018. En innumerables
ocasiones sirvió, además, como fuente o como hipotexto para
la creación de otros productos.
Otra cuestión, también relacionada con la atemporalidad, es
que el transcurso de la historia pareció darle la razón a gran
parte de estos artistas hacedoresde la llamada ciencia ficción:
esos mundos futuros y posibles que ellos plantearon, en muchos
casos, se transformaron en realidades tangibles. Esos críticos
se adelantaron a sus tiempos y resultaron ser visionarios de lo
que después terminó ocurriendo. Esto evidencia justamente
el carácter analítico de esas obras: estas no pretenden ser sólo
material de entretenimiento, sino que, además, son enfoques
profundos y reflexivos que apuntan a concientizar al público
de lo que sucede y de lo que puede llegar a suceder.
Tal es el caso del escenario planteado por George Orwell en
la reconocida 1984, publicada en 1949. Allí, a partir de un
universo que en una primera instancia se siente absurdo e
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