Lo Político
Por Francisco Lazo, Franco Pappatico , Tadeo Camotti, Francisco Cristini, Ramiro Vega
El texto de Chantal Mouffe nace como una crítica al concepto Zeitgeist “pospolítico”. Para ello insiste en una diferenciación entre “la política” y “lo político”, estando la primera relacionada al campo empírico, y la segunda al ámbito filosófico y teórico. Retomando autores como Heidegger y Arendt, Mouffe sostiene su propia definición de ambas acepciones:
“(…) concibo “lo político” como la dimensión de antagonismo que considero constitutiva de las sociedades humanas, mientras que entiendo a “la política” como el conjunto de prácticas e instituciones a través de las cuales se crea un determinado orden, organizando la coexistencia humana en el contexto de la conflictividad derivada de lo político” (Mouffe, p.16)
Para la autora lo que está en juego al momento de definir las características mismas de lo político es el futuro de la democracia, y se enfrenta de forma explícita a la concepción liberal, que es la hegemónica. Afirma: “(…) la tendencia dominante en el pensamiento liberal se caracteriza por un enfoque racionalista e individualista que impide reconocer la naturaleza de las identidades colectivas” (Mouffe, p.17).
Para discutir esta idea, retoma a Carl Schmitt que sostiene que existe una diferencia irreductible entre el liberalismo y el campo de la política, porque este último habla de identidades colectivas enmarcadas en el binomio amigo/enemigo frente al individualismo metodológico que caracteriza el pensamiento liberal. Al margen de que los autores lleguen a conclusiones opuestas, las herramientas metodológicas propuestas son útiles para Mouffe, que propone “pensar con Schmitt contra Schmitt”. Por esta razón expresa:
“(…) considero que el énfasis de Schimitt en la posibilidad siempre presente de la distinción amigo/enemigo y en la naturaleza conflictual de la política, constituye el punto de partida necesario para concebir los objetivos de la política democrática” (Mouffe, p.21)
Para luego formular su síntesis superadora:
“(…) la especificidad de la política democrática no es la superación de la oposición nosotros/ellos, sino el modo diferente en el que ella se establece. Lo que requiere la democracia es trazar la distinción nosotros/ellos de modo que sea compatible con el reconocimiento del pluralismo, que es constitutivo de la democracia moderna” (Mouffe, p.21)
En la búsqueda por conjugar esta disputa, retoma a Henry Staten, quien utiliza el término “exterioridad constitutiva” para definir el carácter necesariamente relacional que tiene la construcción de cualquier tipo de identidad. Dicho en otras palabras: es necesario que exista un “otro” para que exista un “nosotros”, porque es la diferencia lo que nos constituye nuestro sentido de pertenencia.
Ahora bien, si a partir de la diferencia nos constituímos, y no existe un criterio objetivo para la construcción de lo político, sino un “enfrentamiento” entre identidades: “toda sociedad es el producto de una serie de prácticas que intentan establecer orden en un contexto de contingencia” (Mouffe, p.24). Entonces, para que puedan convivir una relación nosotros/ellos, al margen de la diferencia, debe existir un punto en común; un vínculo entre las partes en conflicto. A la cristalización de este tipo de orden Mouffe lo denomina: agonismo. En palabras de la autora este término:
“ (…) establece una relación nosotros/ellos en la que las partes en conflicto si bien admitiendo que no existe una solución racional a su conflicto, reconocen sin embargo la legitimidad de sus oponentes (…) la tarea de la democracia es transformar el antagonismo en agonismo” (Mouffe, p.27).
Usando las categorías propuestas por Elias Canetti, el texto analiza como un ejemplo de relación de agonismo al sistema parlamentario, ya que representa a las partes en conflicto con una importante salvedad: se ha renunciado a matar al adversario. A cambio de esto, el voto es la demostración de fuerza que permite una convivencia que no busca exterminar.
Además, el autor analiza la importancia de las pulsiones humanas en la constitución de lo masivo, y sostiene que la falta de comprensión del enfoque racional-liberal del componente subjetivo y pasional, hace que vean en lo colectivo una “vuelta a lo arcaico”.
Para tratar con las pulsiones, Mouffe retoma conceptos del psicoanálisis creados por Freud, en particular su estudio sobre el “proceso de identificación” el cual enmarca en el campo del líbido. Para él, el ser humano tiene dos instintos libidinales: el Eros (Instinto de vida) y la Muerte (instinto agresivo y de destrucción). Entonces la autora sostiene que las instituciones democráticas, entendidas de un modo agonista, pueden contribuir al desarme de las fuerzas libidinales.
Continuando con su vinculación hacia el psicoanálisis, retoma al sucesor de Freud más famoso, Jacques Lacan y su concepto de “goce” (jouissance). Para él, lo que permite la existencia de identidades sociopolíticas, es la retribución en goce que genera pertenecer a un colectivo. A partir de esta principio, Mouffe afirma que:
“ (..) incluso en sociedades que se han vuelto muy individualistas, la necesidad de identificaciones colectivas nunca va a desaparecer, ya que es constitutiva del modo de existencia de los seres humanos.” (Mouffe, p.35).
La síntesis de Mouffe entonces, es que el dualismo nosotros/ellos, puede ser planteado en lo político de una forma agonista qué resaltando la diferencia, no llegue al punto del exterminio.