Lidia Anselmi de Díaz, se acercó a Madres cuando el terrorismo de estado, detuvo y desapareció a su hijo Ricardo Antonio que tenía 24 años. A partir de aquel 7 de febrero de 1977, su vida cambió para siempre, convirtiéndose en una luchadora incansable en la búsqueda de la verdad.Llegó a formar parte de la Línea Fundadora de Madres de Plaza de Mayo. 

Fue una de las primeras en hacerle saber a la Iglesia que estaban esperando que hiciera algo. En una peregrinación a Luján, se les ocurrió ponerse una tela blanca en la cabeza para identificarse y reconocerse con el resto de las madres, cuando llegaron a la basílica se pusieron en fila para hablar con el cura que iba a dar la misa. Esa fue una de las primeras veces que el simbólico pañuelo aparecía en la escena pública. Otro de los recuerdos que aparece detrás de tantos años de militancia y activismo, es de cuando iban con una mesita a Plaza Italia con el diario que hacían en Madres. Salía una vez por mes y cuidadosamente empaquetaban para mandar afuera y otra parte para distribuir en el país. 

A Ricardo le decían “flaco”, estudiaba en la Escuela Superior de Periodismo y militaba en la Juventud Universitaria Peronista. Lo secuestraron junto a su compañero de organización, Rafael Antonio Pedreira. Según diferentes testimonios de sobrevivientes, habría estado 

en el Centro Clandestino de Detención que funcionó en la Comisaría Quinta de La Plata. 

Lidia participó de los Juicios por la Verdad, que llevó adelante la Cámara Federal de La Plata. La desaparición de su hijo, fue investigada por el juez español Baltasar Garzón y su caso fue juzgado en España en el juicio denominado “Scilingo”.