Page 3 - La poesía es un arma cargada de futuro. Mónica Caballero
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tores, cámaras, actrices y actores. O convertirla en un jue-
go interactivo. Son tareas socializadas, labor de equipo.
El libro tiene esa extraña condición de placer solitario –en
todas las acepciones del término- y sin embargo compartido.
Porque a esa tarea sumamente asocial de escribir le corres-
ponde la de inventar huecos en el tiempo social para leerlo.
En general, declararse novelista o poeta, por los tiempos que
corren, puede suscitar la pregunta: ¿y de que trabaja? Y es más
conveniente alegar una enfermedad, para faltar al estudio, a
una cita o al trabajo, que la imperiosa necesidad de terminar
de leer una novela.
“Yo siempre digo en broma [dijo, bastante en serio, Ricardo
Piglia] que esta sociedad no inventaría la literatura si no la
hubiera encontrado hecha. No se le hubiera ocurrido a la so-
ciedad capitalista inventar una práctica tan privada, tan im-
productiva desde el punto de vista social, tan difícil de valorar
desde el punto de vista económico” (1998).
Se puede decir algo parecido del lector en la medida en que a
cada libro corresponden tantas lecturas como lectores tenga.
Se puede recomendar una novela pero no se puede inducir en
todos los lectores una sensación idéntica.
Comparto la idea de que debe haber un horizonte cultural que
permita entender y sobre todo aprehender los contenidos. Pero
también creo -por experiencia personal- que lo nuevo, lo diferen-
te, conquista, enamora, sorprende. Abre la puerta para ir a jugar.
Y en la educación es muy importante, sobre todo en el primer
contacto con la literatura, confiar en el valor de la escritura y
de la palabra: si soy muy pequeño, si mi edad o mi instrucción
son insuficientes, por lo menos captaré el ritmo, la sonoridad;
luego volveré sobre ese texto y comprenderé otras cosas.
Un ejemplo transparente es el de la música llamada popular
(habitualmente, las que llamamos clásicas fueron antes popu-
lares, con el caso paradigmático de la ópera). Textos indiscu-
tiblemente poéticos o, directamente, poesía transmutada en
canción, circulan más allá del mundo a veces cerrado de la lec-
tura literaria.
De pequeña, por la influencia de mi hermano, leí lo que po-
dríamos denominar alta literatura y considero que comprendí
esa lectura. O por lo menos que aquellos textos modificaron mi
vida. Por supuesto, que más tarde, releídos, algunos de aque-
llos libros me revelaron nuevas claves. O dicho de otra manera,
los releí dueña ya de otras contraseñas para entrar en ellos.

ARTES | 71
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