“Queremos justicia por Giuliana y por todas las chicas violadas”

*Actis, María Florencia
Lo dijo Patricia Urbina, madre de Giuliana Peralta, la chica de 21 años que fue recientemente
violada por Alexis Zárate, el nuevo jugador de la primera división de Independiente, en el marco
de una amena entrevista en el living de su casa, ubicada en la localidad bonaerense de Quilmes.
De acuerdo a su testimonio, la situación actual de la familia es crítica. En principio, por el daño
físico y el impacto inflexivo en la subjetividad de la chica que produjo el hecho de violación,
costosamente reparable, y por las dificultades que proyectan en su desenvolvimiento sexoafectivo,
y en ciertos procesos cotidianos de socialización con el género masculino. “Tuvo que
darle un corte a su vida social: no va más a fiestas, ni al gimnasio, no le gusta hacer nada de lo que
hacía antes, mi preocupación es cómo va a rehacer una pareja, cómo se va a enamorar de nuevo ”.
Pero, en segundo lugar, por la repercusión del caso reflejado en la cobertura mediática y en un
caudal de comentarios incriminatorios en las redes sociales, principalmente, emitidos por jóvenes.
“Si hubiesen leído la causa y accedido a las pruebas que tenemos en contra de Zárate, está claro
que hubo una violación”. Menciona que tanto a ella, como a Giuliana, le sorprendieron y dolieron,
la cantidad de mensajes y la carga de violencia que conllevaban publicaciones firmadas por
mujeres.
También relató algunas derivaciones concretas de lo sucedido en sus otrxs dos hijxs, vinculados con problemas de atención y comportamiento dentro del ámbito escolar, malas calificaciones; “son manifestaciones de dolor poco productivas; no sabemos cómo sacar el
sufrimiento que tenemos, nadie está preparado ni tiene la receta para transitar esta situación”.
Describió una cotidianeidad angustiante en la casa, que se expresa con mayor exacerbación en
Giuliana porque es quién lleva consigo la violencia impresa en el cuerpo, “sufre depresión, tiene
problemas de insomnio, temores, se aísla, si le sacás el tema se larga a llorar, no puede hablar de
ésto salvo con su psicóloga”.
Cuenta de qué manera, algunos de los síntomas se extendieron a todo el grupo familiar: “Cambió
la vida completamente para nosotrxs; estamos en tratamiento psicológico familiar, cada unx por
su lado trabajando para estar mejor, pero no es fácil”.
Paralelamente, destacó de qué manera el contexto de adversidad lxs ha unido como familia.
Patricia y el padre de Giuliana viven separadxs hace un tiempo; no obstante, el escenario de
vulnerabilidad en que están situadxs, lxs encontró juntxs, afrontando un proceso interno al núcleo
familiar, de acompañamiento hacia la joven y contención de sus hermanxs, pero también un
proceso con el afuera, a partir de la condenatoria respuesta judicial, mediática y social contra
Giuliana y su entorno.
El hecho y sus traducciones
El sábado 15 de marzo, Giuliana había salido a bailar a un boliche ubicado en la ciudad de Quilmes, junto a un grupo de amigas y su pareja, Martín Benítez, jugador en las inferiores de Independiente. La familia Peralta, seguía a este equipo de fútbol e incluso, frecuentaba el club; circunstancia en la que, dos años atrás, había nacido el vínculo amoroso con Benítez, que se venía consolidando notoriamente a partir de los últimos dos meses. Patricia relató que se trataba de una relación informal pero fraterna; en líneas generales, tenía buenas referencias del chico, contemporáneo a la edad de su hija: “No eran novixs, sino amigovixs; se veían cuando tenían ganas, Giuli siempre me habló muy bien de él, se tenían cariño”.
Esa noche, Martín le propone retirarse del boliche para tener un poco de intimidad en el departamento de su amigo, y compañero de equipo, Alexis Zárate, ubicado en la ciudad aledaña de Wilde, en el partido de Avellaneda. Ella accede. Una vez allí, mantienen relaciones sexuales y se quedan dormidxs en una de las habitaciones. Al rato, llega al lugar Zárate, junto con Christian Nicolás Pérez, y dos chicas más.
De acuerdo a declaraciones que hizo Pérez a sus allegados, las invitadas se fueron rápidamente, no permanecieron en el departamento más de diez minutos, y Zárate habría salido de la habitación, donde preveía estar con una de ellas, con el pene erecto. Luego, se introdujo en el dormitorio donde descansaba la pareja, y pasado no más de un minuto, comenzó a escuchar los gritos de Giuliana. No obstante, ante el fiscal Guillermo Castro, de la Unidad Funcional de Instrucción (UFI) descentralizada 4 de Avellaneda, donde se tramita el expediente, cambió su versión de los hechos, imprecisando aspectos determinantes. Aparentemente, se habría despertado recién en el momento que la joven insultaba a Zárate, “en el quilombo”, sin poder identificar qué gritaba, y que intentó pegarle una trompada al susodicho. Además, aclaró que el imputado es su amigo desde hace ocho años.
En cuanto a Benítez, Patricia lo definió como un chico “sin carácter, que no tuvo la valentía de defender a Giuliana”. En este sentido, puso en duda la interpretación de su abogado, que sostiene la hipótesis de una supuesta entrega, de que la habría llevado hasta el departamento sabiendo de antemano cómo iba a concluir la velada. “Quiero creer que no la entregó, que sólo no fue capaz de no responder ante la situación como mi hija hubiera querido; es más, se dejaron de comunicar”.
Ante ésto, Benítez declaró que no estilaban “compartir mujeres” entre ellos, en contradicción con los dichos de Zárate, quien afirmó que sí lo hacían habitualmente. “De cualquier manera- aclara Patricia-, mi hija nunca fue al departamento con intenciones de estar con nadie más que con Martín, de hecho, ni lo conocía a Zárate, jamás había hablado con él”.
Las implicancias de la denuncia
“Lo único que nos hizo reconsiderar si fue un error haber hecho la denuncia, fue la exposición pública y el menosprecio que sufrió Giuli a posteriori”, declaró ante la pregunta de un eventual arrepentimiento por sentar la denuncia. “Pero hoy no nos arrepentimos; la denuncia la hicimos inmediatamente con la aprobación de nuestra hija”. Esta instancia suele ser muy dura para muchas mujeres víctimas de alguna forma de violencia de género, por no ser debidamente
atendidas por el personal policial y/o médico, por atravesar circunstancias vejatorias en las comisarías, desde el interrogatorio alusivo al qué hiciste vos para que te golpee, al qué llevabas puesto-, hasta rutinas y procedimientos, invasivos y humillantes. En la concepción general establecida –generadora de violencia institucional-, que aún hoy, teniendo una ley de alcance nacional que propone abordar desde un lugar integral la violencia de género, sigue prevaleciendo la idea de que la violencia de género es un problema de índole privada, y por lo tanto, secundario. Esta habitual subestimación de las denuncias por violencia de género, y la consecuente inacción por parte del estado, es una de las razones que paraliza a las mujeres frente al hecho de denunciar.
Según el punto de vista de Patricia, denunciar fue un acto impulsivo en un primer momento, que hoy resignifican como aliviador y saludable.
Las expectativas respecto del juicio, que se iniciará dentro de un año aproximadamente, son esperanzadoras. La mujer remarcó que pedirán la condena máxima por el delito de violación, y el optimismo radica en el elemento probatorio clave que constituyen los mensajes de texto.
Vale recordar que, minutos después de lo sucedido en el departamento de Wilde la madrugada del 16 de marzo, Martín Benítez, pareja de Giuliana hasta ese momento, le envió un comprometido sms que decía: “Decime que no hiciste la denuncia. No quiero que se me pudran las cosas en el club”. En otro de los mensajes, daba cuenta del estado de nerviosismo de Zárate, y denotaba el suyo propio: “Él está como loco, se quiere herir con un cuchillo. Cómo podemos arreglar?”.
El intercambio inmediato entre Benítez y Giuliana, será la evidencia más contundente a la que apelará la querella a la hora del juicio. Por su parte, la defensa del violador se ampara en la figura del consentimiento por la falta de lesiones genitales. Más allá de si hubo o no penetración, la argumentación descansa sobre una idea reducida de lo que es la violencia de género, e incluso, la violencia sexual, que la define irreductiblemente a su afección física. Es una carta estratégica de la defensa, pero también una concepción normalizada de la justicia patriarcal que necesita para considerar veraz la denuncia de la mujer marcas de violencia visibles en el cuerpo; negando otras modalidades de violencia, no menos significativas.
De acuerdo al testimonio de Patricia, y a lo que muestran los mensajes de texto, la preocupación central, tanto de Benítez como de Zárate fue el efecto negativo que la denuncia pública pudiese causarle al club, y a sus respectivas carreras futbolísticas. Luego de unos días, y de ser asesorados por sus abogados y de conocer las penas que el Código Penal prevee para lxs violadorxs, la inquietud viró fuertemente a la posibilidad de ser condenado.
Por su parte, la repercusión dentro del club, de acuerdo a las palabras de Urbina, mientras duró la gestión de Javier Cantero, previo a su renuncia a mediados del mes de abril, se sancionó provisoriamente a los jugadores involucrados quedando suspendidos, y se hizo llevaron a cabo una serie de charlas para concientizar al equipo sobre la gravedad del caso. Ante la llegada del nuevo titular y ex vicepresidente, Claudio Keblaitis, cambió la visión y solución institucional respecto del
problema: los chicos fueron inmediatamente reincorporados. “Ver que ellos, los responsables, sí pudieron reincorporarse con normalidad a sus actividades, que fueron de alguna manera perdonados por sus pares, representó un golpe muy bajo para mi hija”.
En cuanto a la actuación del club, no hay que dejar de mencionar su ligazón directa con el juez de garantía, Luis Carzoglio,–quien no sólo es socio, sino que además, su hijo es vocal en la institución-, y recordar algunas ideas del fallo que expidió el magistrado, congruentes con sus intereses políticos y particulares. En líneas generales, el documento adjudicaba la responsabilidad a la familia de Giuliana por no educarla correctamente, y permitirle prácticas sexuales “promiscuas”, exculpando a Zárate, la joven promesa futbolística.
Perspectivas y estrategias colectivas
Patricia describió un proceso de acercamiento y una suerte de red que se fue gestando, de un tiempo a esta parte, y al calor de la misoginia exasperante en torno al hecho, con distintas organizaciones activistas y ONGs por los derechos de las mujeres. Catalogó estos encuentros, lazos y diálogos como instancias reparadoras y reconfortantes en medio de tanto sufrimiento; “Ni bien pasó todo, me empezaron a llamar, y me sentí muy protegida”. Transmitió sus ganas de participar activamente en estas experiencias, y valoró el trabajo, cotidiano e invisible, que realizan: “Creo que todas las mujeres nos tenemos que aliar, incluso quienes condenan a otras mujeres (…) tengo intenciones de luchar a favor de la defensa de la mujer, será la forma de ayudar a mi hija”