Page 3 - Ningún lugar sagrado: monólogo terapéutico e instancia violenta. Cristian Secul Giusti
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andar a medida que el paso del tiempo los deteriora;
inmigrantes que padecen la indiferencia; fanáticos religiosos
que tratan de conservar sus aspectos más personales en un
ambiente norteamericano abrasivo o riguroso; y diferentes
ecos de la violencia política en un contexto de globalización
forzosamente impuesta.
Sin dudas, el autor cuenta historias encarnadas en personajes
individuales que revelan características de la sociedad a la
que pertenecen. La elección, en ciertos cuentos, de apelar al
registro de cartas o monólogos puede poner al lector en el
lugar de destinatario, permanentemente interpelado por esa
segunda persona que se utiliza para dirigirse a otro personaje
pero que, finalmente, se lanza sobre quien lee.
Los personajes de los cuentos son un joven con delirios
religiosos que vaga por la ciudad con una gallina al hombro
-el mendigo apodado “El chef”-; una nena de ocho años que,
sabiendo que le quedan pocos días de vida, le pide a su padre
que le explique qué es el sexo; un condenado a muerte con la
idea de suicidio asistido como solución para abaratar costos
del sistema carcelario; la hija de un empresario corrupto y
un grupo de poetas que a partir de sus conflictos y miserias
conjuran una trama policial; y, por último, la historia de un
refugiado a través del cual se cuenta el horror de la violencia y
persecución política en Guatemala.
Este último relato, titulado “Ningún lugar sagrado”, se destaca
entre los otros porque se construye a partir de un monólogo
terapéutico en el que se aprecia el desarrollo contextual de
Guatemala y la convivencia norteamericana, desde la vista
de un exiliado. El protagonista principal actúa como un
primordial enlace de historias que lo vinculan con su terapeuta,
la misteriosa “Doctora Rivers”, quién solo aparece a instancias
de la enunciación del relator. Del mismo modo, el relato se
desenvuelve también a partir de otra señalización misteriosa
que se relaciona directamente con el protagonista, quien no
es nombrado ni apodado, sino destacado a partir de su propia
trayectoria de vida.
En función de este marco, se aprecia la construcción narrativa
del relato: el desarrollo de acciones se realiza y se expone en
virtud del punto seguido, repetido hasta el hartazgo y marcado
en relación con el propósito de generar una enunciación
entrecortada, sin posibilidad de continuación fortuita y con
constantes contramarchas.

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