Page 5 - Ningún lugar sagrado: monólogo terapéutico e instancia violenta. Cristian Secul Giusti
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temala: “Ya no creo en nada de eso, ni en ella (la virgen),
ni en su hijo ni en Dios (…) Así fui hecho, y probablemente así
voy a morir. Lleno de supersticiones” (Rey Rosa, 1998: 71).
En consecuencia, presenta una constante representación
en torno a su hombría, destacándola desde un lugar de
“macho”, pero también en relación a una decisión hipócrita
de la sociedad a medida que avanza en su relato. De hecho,
abre opciones ambiguas y contradictorias: “Pero yo no soy
homosexual, doctora (…) A lo más, con un travesti. Pero no
sé, era realmente femenino. Ah, sí, de adolescente, otro chico
un año o dos menor que yo me la chupó. Doce. ¿Yo a él? No.
Habíamos hecho una apuesta” (Rey Rosa, 1998: 72).

Culpable. Hipócrita. Hasta el jueves, doctora

A partir de esta introspección que posiciona al protagonista
en un lugar de inestabilidad, se insinúa que la política, como
temática, se inmiscuye en el marco del monólogo y establece
un escenario de violencia, desconcierto y desigualdad en la
Guatemala que lo vio crecer: “No se vaya a ofender, pero creo
que los norteamericanos tienen una asquerosa política exterior.
Han hecho, siguen y mientras puedan seguirían haciendo
atrocidades. Lo sé, por Guatemala” (Rey Rosa, 1998: 73).
Por lo tanto, este espacio permite que el protagonista se
explaye sobre el asunto específico de su país, atravesado,
como se dijo inicialmente, por una Guerra Civil que deterioró
y arruinó severamente distintos sectores de la sociedad
guatemalteca, desde lo económico, hasta lo político y social. Y
en este sentido, Estados Unidos contribuyó a menoscabar las
esperanzas de paz y la conclusión de un enfrentamiento que se
desarrolló durante cuarenta años:

Ellos, ustedes, han financiado, planeado, supervisado, las famosas
matanzas de indios, de estudiantes, de izquierdistas en los últimos
treinta años. No sólo han dado las armas, han fundado las escuelas
donde han sido formados los dictadores, los especialistas, los ase-
sinos y torturadores que han hecho todas esas barbaridades. Claro
que no quiero decir que todos sean igualmente culpables. La pren-
sa los tiene desinformados, es cierto, pero también es cierto que a
muy poca gente aquí lo que ocurre verdaderamente allá (Rey Rosa,
1998: 73)

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