Page 2 - Comunicación social desde los contextos de encierro. Yemina López
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las lenguas clásicas como latín y griego- en la Universidad Un día la musa aprendió a escribir
de Cambridge, donde se licenció en 1926. Emigró a Canadá,
donde inició su trabajo académico en Acadia University (Nova
Scotia), y permaneció allí hasta 1929, año en el que se incorporó
a la Universidad de Toronto (1929-1947). En 1947, se trasladó a
la Universidad de Harvard, en Cambridge, donde permaneció
quince años como profesor y director del Departamento de
Lenguas Clásicas (1956-1961). Se desempeñó como profesor
de la Universidad de Princeton (1961-1963) y de Yale (1963-
1971), donde dirigió el Departamento de Clásicas (1963-1969).
Su vida académica finalizó en la State University de Nueva
York, en Buffalo (1971-1973).
Este filólogo retoma el modelo de la historia de Grecia, como
el puntapié inicial para explicar el desarrollo intelectual
de occidente -siendo que ésta fue la primera de su género
en la historia de nuestra especie-, y relata cuáles fueron las
condiciones en las que se pasó de una cultura oral a una
cultural escrita.

Lugar común donde los haya es observar que la «invención» de la
escritura o, dicho con más precisión, la transición de una sociedad
carente de escritura a otra en la que toda --o casi toda manifesta-
ción lingüística relevante se efectúa por medios escritos supone una
transformación radical de todos los aspectos de la vida social y del
pensamiento: ni la religión ni la literatura, ni las ciencias ni el dere-
cho, tal como los venimos entendiendo los «civilizados» desde hace
más de dos mil años ---desde que hay propiamente historia», otro
concepto indisociable de la expresión escrita- serían concebibles sin
la intervención de la escritura (Havelock, 1996).

Antes del surgimiento de la escritura, la transmisión oral fue
el único sistema de “memoria cultural” (entendido también
como memoria colectiva), el cual consistía en recordar y
memorizar acontecimientos pasados para transferirlo a las
generaciones venideras. En este sentido, el autor posiciona
a la musa –divinidad inspiradora- en un lugar de poder ya
que era por tanto la personificación y caracterización de las
representaciones de discursos.
Havelock problematiza su existencia diciendo que este
personaje ejercía cierta exclusividad sobre las historias de la
literatura griega primitiva. Sin embargo, una vez que la musa
recitaba a través del canto y/o la poesía los conocimientos

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