Page 6 - La escritura y el periodismo deportivo1, Ricardo Petraglia
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a entrado el nuevo siglo, en 1916 Leopoldo Lugones des- La escritura y el periodismo deportivo
cribe:

Todo aquel arreglo tendía a resumir la plástica de la equitación en las
líneas largas de la velocidad; así como el paralelo efecto útil que con
ello se buscaba, consistía en reservar el caballo para los repentes de la
aventura. Había de ser muy blanco de boca, dócil para la indicación
conjunta de las riendas en una sola mano; pronto para el galope y la
carrera; de mucho aguante en estos pasos acelerados (…) Fácil es per-
cibir en todo ello la combinación de los elementos orientales y caballe-
rescos que introdujo la conquista (Lugones, 1916: 47).

Resulta inevitable en nuestro recorrido no reparar en los cam-
bios que tuvo la práctica periodística sobre finales del siglo 19
ya que periodismo y literatura se separaron y vieron cada cual
por su lado los cambios por los que también atravesaba el país
al finalizar sus luchas civiles dando lugar al nacimiento del es-
tado Nación. Ambos géneros se profesionalizaron, surgieron
los grandes diarios y los periodistas asalariados mientras que
los autores literarios dejaron de lado la tensión política.
Resulta inevitable resaltar dos autores, los más emblemáticos
de estos cambios y que dieron lugar a la práctica periodísti-
ca moderna similar a la que hoy conocemos: Roberto Payró y
Fray Mocho.
Si bien la literatura dejó de lado su intención directa de inser-
ción en las discusiones sobre los distintos proyectos de país
que estaban en pugna, el periodismo se especializó en contar
la realidad en las que las personas vivían y en esta realidad, el
juego y el deporte estaban cada vez más presentes.
En 1897, Fray Mocho en su libro Viaje al país de los Matreros,
describe una doma:

Sin embargo, era tardía ya su cólera: fue desatado con cuidado del
palenque; un peón lo sujetaba por una oreja, mientras el que debía
apadrinar se le ponía al costado y el domador se aprestaba a montarlo.
Un salto le bastó.
Sus piernas de acerados músculos, tomaron los estribos y se apoyaron
bajo la paleta: no vimos más.
El potro furioso se quejaba y mordía el bocado con rabia; tan pronto
abalanzándose como levantándose sobre las manos, imprimía al cuer-
po del jinete sacudimientos violentos que lo hubieran tendido en tie-
rra, a no ser su práctica en el ejercicio, que le proporcionaba el don de

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