Page 2 - El pibe que no sueña con Harvard. Agustina Fontirroig
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ignia en lo que respecta a educación popular dentro de la El pibe que no sueña con Harvard
Facultad de Periodismo y Comunicación Social y el campo
popular en Latinoamérica, hablar de educación sólo ligado a
la escuela es caer en un reduccionismo. Bajo esta línea, se deja
de lado y no se reconoce que existe presencia de contenido
educativo en cualquier otro ámbito. La perspectiva popular
crítica de educación sostiene las bases de una educación no
sólo ligada a la escolarización por dentro de una institución
formal. En este sentido, se comprende a la educación como el
proceso de formación de sujetos y subjetividades.
Hablar de formación de sujetos y subjetividades implica pensar
que en todo acto o proceso educativo existe el llamado a otro a
que abandone una postura pasiva para que se convierta en un
sujeto activo, capaz de leer y escribir el mundo en el que habita,
y no contado y narrado por otros. En consecuencia, se busca
interpelar a un otro, conocerlo y reconocerlo, identificándolo
como actor y protagonista de su realidad. Así el objetivo es
generar una transformación en sus prácticas cotidianas o una
reafirmación más fundamentada de las mismas. Pero siempre
librado a la voluntad del sujeto, nunca bajo la imposición de
que ‘debe cambiar’. ¿Cuál es el objetivo sino? ¿Que el chico
termine negando su identidad?

Las prácticas educativas son connaturales, en distintos grados, con
estas características de la naciente pedagogía moderna. En ellas se
privilegian la cultura práctica y la enseñanza racional de los conte-
nidos; el carácter utilitario por sobre la reflexión; el control y disci-
plinamiento de la vida sensible y placentera. Se sigue concibiendo en
las prácticas educativas que la escuela y el mundo de la vida deben
permanecer separados, para que la escuela no se “contamine”. Los
niños y los jóvenes deben ser protegidos de la confusión, la comple-
jidad, el atraso, la confusión y la variabilidad del mundo de la vida,
en especial si ellos pertenecen a los sectores populares, persisten-
temente desordenados e irracionales. Seguimos hoy pensando a la
escuela como preludio de la vida, como un laboratorio que prepara
a los seres humanos para la vida futura, en el que los educadores
deben soslayar su propia vida y presentarse públicamente según las
prerrogativas del “deber ser”, para poder ser modelos vivientes para
las nuevas generaciones (Huergo, 2015: 21).

74 | Letras | ISSN 2524-938X
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