Page 5 - El pibe que no sueña con Harvard. Agustina Fontirroig
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o sinónimo de autorrealización? Y peor aún, ¿por qué hablar
de Harvard y autorrealización en una misma idea?
Llegar a la universidad de Harvard no es el sueño de la
mayoría de los jóvenes en la Argentina. No por una cuestión
de resignación, ni de que alguien no pueda lograrlo, sino
porque es algo que no está presente en nuestra vida cotidiana,
ni siquiera es parte de nuestra cultura. Entonces, tiene que ver
con nuestro universo vocabular, con la forma en la que vemos
el mundo, con los sentidos que construimos en sociedad.
Harvard vendría a ser igual a la idea de imposición de una
cultura, de una forma de vida distinta.

La escolarización hizo caer en desprestigio a un conjunto de tradicio-
nes y visiones del mundo que estaban fuertemente ligadas al pasado
de cada región, y que vivían en la memoria… Con la escolarización,
se construye la idea del menor, que comienza a pensar en forma mo-
derna y empieza a avergonzarse del saber oscuro de su familia. De
este modo se rompía la continuidad de una cultura tradicional y se
desplegaba con gran fuerza homogeneizadora la nueva cultura mo-
derna (Huergo, 2015: 52).

Lo mismo se plantea para muchos estudiantes a los cuales
hablar de universidad es hacer referencia a un sentido que
no circula en su realidad, en su cotidiana. No existe como
posibilidad o no está en sus sueños, sino que su deseo a
posteriori es conseguir un trabajo. La universidad pública, libre
y gratuita queda lejos en su imaginario. Las construcciones
que se hacen sobre esta casa de estudios tampoco ayudan al
acercamiento con la comunidad. Aún se sigue concibiendo
a la universidad como una institución elitista. De allí nace
semejante interés con promover un acceso libre e igualitario a
las universidades estatales, nadie debe limitar la voluntad de
estudiar y formarse. Sin embargo, aún faltan políticas públicas
que logren estimular a los jóvenes a acceder a la universidad
antes que incentivarlos a ser empleados de alguna cadena de
comida rápida estadounidense.
El sistema educativo, entonces, no debe estar destinado a
“cambiar la vida de nuestros chicos”, sino que debe prometer
herramientas para la formación de la persona, sabiendo
de sus necesidades, sus inquietudes. Conocer su realidad,
acompañarlos en ese proceso de aprendizaje y que, en caso
alguno, sea ese chico el que se plantee cambiar su vida.

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