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El origen de una industria                                           El entretenimiento como industria

La masividad de la prensa escrita durante el último tercio del
siglo XVIII y a comienzos del siguiente, fue uno de las tan-
tos frutos de la Primera Revolución Industrial, que favoreció
la automatización de la imprenta como así también un mayor
acceso al papel. Según Almudena Mejías Alonso y Alicia Arias
Coello, en el artículo “La prensa del siglo XIX como medio de
difusión de la literatura hispanoamericana”, el aumento de
la expansión de la información hizo que la prensa escrita sea
“consciente, en todo momento, de su poder en lo que se refería
a la difusión de ideas políticas, culturales, religiosas o de cual-
quier otro tipo” (1998, p. 241).
Las publicaciones gráficas adquirieron no solo una función co-
municativa, sino también una educadora, ya que inculcaban
normas sociales y formas de actuar según el género y la edad.
Fue así que promovieron también el entretenimiento, a partir
de la literatura, la cual comenzó a incluirse en las páginas del
diario a través de novelas de distintos autores que se publica-
ban por entregas, es decir, mediante folletines.
El contexto de aquel entonces, en donde era común la lectura
en voz alta, a modo de compartir el contenido, debido al elevado
nivel de analfabetismo en la población, aceptó tal industria del
entretenimiento que incluía escritos relacionados con la políti-
ca, la economía y la tecnología existente. Tal es el caso de Oli-
ver Twist (Dickens, 1838), El Conde de Montecristo (Dumas,
1844), y La vuelta al mundo en ochenta días (Verne, 1872),
todas novelas publicadas en lapsos de dos años o menos en fo-
lletines distribuidos semanalmente junto con el diario local.
El fenómeno sociocultural “tuvo el mérito de acercar la litera-
tura al gran público” (Gamero, 2013), pese a que no se conoce
de manera exacta la tirada de tales publicaciones, ya que se
supone que las mismas eran compartidas tanto por miembros
de la familia como entre amistades. Además, el precio “era
bastante más asequible que el de un libro, de manera que su
contenido alcanzaba también a sectores intelectuales de nive-
les sociales inferiores” (Mejías Alonso; Arias Coello, 1998, p.
246), por lo que es posible entender al folletín como una forma
de entretenimiento popular.
Entendiendo a dicho elemento de la literatura como parte del
ocio de la sociedad del siglo XIX, es posible entender que el
contenido dependía de la audiencia que lo consumía, por lo

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