Page 5 - 27- La comunicación política está en el aire
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Desconfiar de las fórmulas mágicas

La palabra hablada posee características, condiciones y leyes
propias que la diferencian, por naturaleza, de la escrita.
Resulta obvio afirmar que no se habla como se escribe: la
oralidad permite, necesita y se sustenta en recursos exclusivos,
códigos específicos que en caso de exposición pública hay que
procurar manejar con excelencia y eficacia.
El orador debe ser contemporáneo y espontáneo. Las formas
utilizadas hasta hace algunas décadas, en los albores del sigo
XXI, resultan estériles. Hoy, la grandilocuencia, las palabras
rebuscadas, los gestos programados y el humor forzado son
más propios de piezas teatrales que de situaciones reales de
comunicación pública. En pocas palabras: si lo prepararon
para ser orador y se nota, significa que lo prepararon mal.
El juego de la comunicación actual requiere aggiornamiento
de las formas y herramientas. Por tanto, es menester
consolidar un estilo de oratoria basado en la naturalidad, la
verosimilitud y la brevedad si se quiere ingresar al mundo
actual de la comunicación y transitar sus caminos con éxito.
No hay reglas universales a la hora de construir un discurso
político. Y todo tipo de “manual de la campaña perfecta”
debe ser desestimado o, en todo caso, ser tomado como
una bitácora, un compendio de experiencias o un “libro de
consejos útiles”. Porque lo peor que un asesor puede hacer es
su propio copy-paste, una estrategia estándar que se aplique
indistintamente a cada dirigente.
La comunicación social y política tiene la responsabilidad
de construir una comunicación estratégica efectiva a base de
creatividad, persistencia, equilibrio entre el sentido común y
la investigación, y muchas horas de trabajo. Y aunque no hay
fórmulas mágicas, sí se pueden identificar algunos aspectos
que no se deben soslayar a la hora de ir hacia un buen discurso
en su más amplia concepción: fundamentalmente debe:
-	 Ser genuino y verosímil: el mensaje debe ser de impacto

   pero simple, claro y conciso, en el mismo tono y código de
   quien escucha. Debe ser creíble y la mayoría de las veces la
   experiencia, la anécdota y la imagen visual es más empática
   que los datos y la estadística, más si se tiene en cuenta que
   la mitad del cerebro es ciega a los nu´meros y las palabras.
   Comunicar emociones, esa es la cuestión. Y apuntalar la

                                                                          CAMPOS | 165
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