ACERCA DE LA ATROFIA DE LA EXPERIENCIA. DE LA UTOPÍA MÁXIMA A LA UTOPÍA MÍNIMA

Autores/as

  • Sebastián Fonseca

Resumen

"Es arrogante y al menos despreciativo hablarle a las víctimas como ellos hablan, como queriendo ser uno de ellos. Uno puedejugar a cualquier cosa, pero no a ser un miembro del proletariado", nos comenta Adorno respecto del teatro de Brecht (1).Con las distancias atendibles, esto nos sirve para ilustrar que la forma estética no puede ser indiferente al contenido político, altiempo que este último se vale de la primera para expresarse. Y, de paso, declaremos que el sujeto que se expresa es un sujetoque se identifica. Las relaciones entre formas no pueden prescindir de sus inherentes contenidos, así el diálogo deja de ser talcuando determinada estética pretende mimetizarse en otra, intentando hablar en sus códigos, dando lugar a una suerte deviolencia que implica, para decirlo arriesgadamente, la anulación de la comunicación posible.En efecto, estando uno de nosotros (pertenecientes a la clase media y/o hijos de obreros, ambos devotos de la idea de movilidadsocial ascendente) desorientado en alguno de esos barrios considerados oficialmente "peligrosos", caería en una actitud intrusiva,violenta, si decide utilizar interpelativos propios del lugar, es decir ajenos al desorientado, para preguntar algo. Si los que allíconviven se llaman mutuamente la atención con el término "guacho", sentirán irrespetuosa la actitud de aquel que intente manejarsus códigos sin la autorización que otorga la pertenencia.Tal vez, en lo anterior haya cometido el error de confundir estética con apariencia y contenido con esencia, por lo que esnecesario un humilde escrutinio de tal situación.Suponiendo que existe una realidad objetiva, como afirma Lukácks (2), apariencia y esencia no son más que momentos de lamisma cosa, es decir, de dicha realidad. Pero no son lo mismo, y mucho menos contrarios, sino que entre ellos media unarelación, una tensión, una dinámica que podríamos llamar la cosa en sí.Toda estética, se dice, intenta fijar en definiciones lo que considera bello o feo, toda estética constituye, entonces, una tablavalorativa construida por "un sujeto colectivo que le mira por encima del hombro" (3). El campesino cría chanchos, el burguéscompra cerdos.La dinámica de la sociedad es irreductible a la figura de un todo dividido en dos sectores opuestos, es un proceso complejo,incesante, una multiplicidad de arcos voltaicos que se forman entre dos extremos. Claro, resta definir esos extremos.Provisoriamente, y en condescendencia con la sugerencia de Rinesi (4), visualizaremos un extremo como las instituciones y al otrocomo los acontecimientos, para indicar que la tensión, irresoluble, generada entre ambos es lo constitutivo de la política.La estética es la apariencia de la tensión irresoluble que contiene en sí misma la política.Es la tarjeta de presentación del sujeto, elaborada, a pesar de él mismo, a partir de las contradicciones que lo constituyen,posicionándolo en la sociedad lo define en lo político.Y, de paso, recordando esa patada de Carri (5), digamos que es al menos sospechoso separar lo social de lo político.La experiencia del sujeto, entonces, se articula en dos sentidos: el estético y el político.

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Cómo citar

Fonseca, S. (2006). ACERCA DE LA ATROFIA DE LA EXPERIENCIA. DE LA UTOPÍA MÁXIMA A LA UTOPÍA MÍNIMA. Question/Cuestión, 1(10). Recuperado a partir de https://perio.unlp.edu.ar/ojs/index.php/question/article/view/180