Page 9 - El espíritu de Letras. Marcelo Belinche
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los analistas no se ponen de acuerdo cuando hablan de es-
critura, la lectura desata pasiones.
“No sólo no saben, no pueden leer”, dice uno. “Leen distinto,
más y mejor”, refuta otro.
La verdad es que la lectura de libros es infrecuente y empuja a
la alta literatura a los salones para especialistas.
Pero son esos especialistas, con capacidad de análisis en la bi-
blioteca, los que saben que en realidad, sí se lee: más breve,
más simple, más claro, más bello.
Basta analizar la evolución de los medios gráficos en las últi-
mas dos décadas para comprobarlo.
La lectura compite con los formatos audiovisuales. Si esa dis-
puta es entre las 1.000 páginas de El conde de Montecristo
y su versión televisiva, gana la segunda, al punto de aparecer
después publicada en forma de libro.
Esto puede parecer trágico para quienes amamos leer, pero es
cierto.
En el universo cultural, en sus formas mediáticas en particu-
lar, las palabras fluyen buscando que las lean, las comprendan
y las sientan.
Por eso es interesante invertir el recorrido y proponer a nues-
tros alumnos las lecturas de textos breves, aunque extraordi-
narios, de la literatura universal -esos que se saborean- para
abordarlos desde el autor y su tiempo. Articularlos para que
se conecten y vuelvan a explicarles la historia moderna, tal vez
sin la rigurosidad de la verdad científica pero con la sensibili-
dad del arte.
Y aprovecharlos para prácticas escritas a partir de sus temas
profundos.
Puede olvidarse en el camino alguna línea intertextual. Sin
embargo, ayuda recordar que Borges enseñaba Oliver Twist
contando la Londres de Dickens.
Por fin, si países como el nuestro son el campo de batalla de un
mundo global; si en este campo se pelea por la energía y los re-
cursos naturales violentamente y con resultado incierto; si en
la tregua circunstancial que vive el sur de América, después de
la devastación de las dictaduras y de las desnacionalizaciones
de los 90, estas democracias con cierta sensibilidad social per-
miten respirar un poco, la educación pública argentina debe
ser concebida, en su matriz, como una forma de lucha contra
la pobreza.

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